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Channel: anal – PORNOGRAFO AFICIONADO
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Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (09)” (POR ADRIANRELOAD)

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verano inolvidable2Tras unos minutos de besos y caricias, nos apartamos, aun cansados pero sin sueño. Los Sin títulodos recostados de lado, frente a frente, solo nos mirábamos y sonreíamos. Nos negábamos a dar fin a ese mágico momento. Solo ella se atrevió a preguntar:

¿Tú crees que esto es normal?, ya sabes, hacerlo tantas veces en una noche…

Bueno, creo que al principio es así… uno lo hace como conejo… en todos los lugares que puede y en todas las posiciones que puede… ¿No te ha pasado antes?…

Eso de estar así… tal vez 2 o 3 veces, quizás 4 sea mi record… ¡pero no 6 veces en una noche!… lo tuyo ya es un abuso… me dijo medio en broma medio en queja.

Pero recuerda quien me provoco en la ducha…

Esta bien, pero tu ya pareces el conejito de esas pilas Duracell…

Tal vez se me paso la mano con ella, pero aunque suene torpe, machista y desatinada la analogía: yo estaba como un niño con un juguete nuevo… no me cansaba de ella… no la quería soltar… estaba embaucado, encantando, extasiado con Mili, con su deliciosa silueta, su candente entrega, su graciosa personalidad. No supe como expresarlo en ese momento, solo le dije:

Es que tu me pones así… le explique y nuevamente le bese el cuello, a estas alturas veía que esta caricia no surtía tanto efecto como antes, solo me sonreía cariñosamente.

No, no te va a funcionar… después de esta noche soy inmune a tus tretas… me dijo graciosamente.

Bajo esas circunstancias no funcionaba mi maniobra, creo que primero debía incentivarla un poco y luego si aun estaba algo reacia, besándole el cuello podría darle el puntillazo final… solo en casos de emergencia, en circunstancias extremas usaría esa táctica, no quería que Mili terminase inmune a esa caricia. En ese momento estaba cansado y con la ingle algo adolorida por el uso continuo. Solo quería bromear con la idea:

¿Sabes que?, el numero 6 no me gusta… vamos por el 7… le propuse.

No… llegaras solo al 7… conmigo no cuentes… respondió con mueca de sorpresa y cansancio.

Después de esa breve platica, decidimos abandonar la cama, testigo de la iniciación anal de Mili así como de nuestro último encuentro. Aun era temprano, pero el sol ya esparcía su luminosidad y calor con mayor fuerza.

Mili pidió ducharse sola, no quería tentar suerte, se conformaba con las 6 veces que lo hicimos ese fin de semana. Además su ano término enrojecido, algo irritado, era comprensible que quisiera alejarme de la tentación de llegar al séptimo encuentro sexual de ese fin de semana.

Me duche y al regresar a mi habitación vi a Mili vestida con su pantalón blanco pero con mi camisa, intentaba arreglar su blusa… una cosa era ir a mi casa mostrando un sugerente escote y otra era regresar a la suya, a la vista de sus padres, ellos notarían el maltrato en su blusa.

¿Tienes aguja, hilo y botones?… no creo que a mis padres… Ay… ¡mis padres!… les dije que haría un trabajo pero no les avise que me quedaría fuera… estarán preocupados… dijo con aire de culpabilidad.

Si quieres te presto mi teléfono para que los llames…

No, es muy temprano, voy a enviarle un mensaje al celular de mi papa… Si me dice algo, pondré de pretexto que fu culpa de la red telefónica que tardo en enviar el mensaje…

Saco de su cartera su celular y al revisarlo, su expresión cambio: primero fue de sorpresa por la cantidad de llamadas perdidas y mensajes… luego fue preocupación al notar que todos eran de sus padres… al final algo de decepción al no encontrar ninguno de Javier… al parecer su amiguita cariñosa lo había tenido tan ocupado como yo mantuve a Mili.

Al principio note su gesto incomodo por esa desatención de Javier, pero después pareció no darle importancia, total con lo sucedido en mi casa creo que ella se había desquitado suficiente.

http://www.todorelatos.com/todorelatos_gfx/5/todorelatos_51235_01.jpgNos dedicamos a coserle los botones a su blusa, aunque quedo bien, era obvio que no eran los originales, además había algunos rasguños propios de la forma brusca en que le había abierto la blusa en el baño de la facultad.

No podía regresar así a su casa. Mili se acordó del polo de mi prima que vio en mi closet y decidió usarlo, era mejor que su blusa. Como me lo imagine le quedo un poco pequeño y apretado, como un top. Como su brassiere roto yacía en el baño de la facultad, ella estaba protegida solo por el polo. Sus pezones eran apenas contenidos. Al final ella quedo algo así como en la foto.

Luego fuimos a tomar desayuno. Esta vez no se ofreció a limpiar la mesa, temía por su retaguardia. Mientras yo limpiaba la mesa ella lavaba las tazas.

De espaldas a mi, ella terminaba su labor, sus movimientos no eran tan sugerentes como cuando limpio mi mesa, pero sus formas, sus nalgas… era para comérsela… simplemente me acerque por detrás y la abrace…

¿Qué haces?… protesto juguetonamente.

Nada… me gusta verte así… hacendosa… le dije cariñosamente, sintiendo sus abultadas nalgas cerca de mi entrepierna.

No vamos a llegar a la séptima… me advirtió risueña.

Parece que Mili ya había sentido el bulto de mi ingle en sus carnosas nalgas, sin embargo no me alejaba de ella. Seguramente le gustaba que le abrazara de esa forma, le gustaba sentirme. Cuando finalizo su labor:

Gracias… le dije.

No, gracias a ti… por todo… respondió, luego volteo el rostro, entendí que quería darme un beso y le correspondí.

Estuvimos unos segundos así, hasta que sintió que mi verga iba endureciendo, entonces se aparto…

No… mantenlo quieto… que se me va hacer tarde… mis padres deben estar preocupados… dijo excusándose.

Esta bien… dije con voz de niño resentido.

Otra vez será… me dijo cariñosamente y me dio otro beso.

Vaya, pensé que nuestra historia sexual terminaría ese día, sabia que no debía ilusionarme mucho, pero su comentario me estaba dejando una puerta semi abierta, que yo debía tocar o empujar para ingresar… no me estaba negando esa posibilidad…

Se alejo de mi, busco su cartera y como me vio un poco desilusionado porque no llegamos al séptimo encuentro sexual, me pidió que la acompañe. Pobre Mili, no sabia que el numero siete estaba mas cerca de lo que ella pensaba.

Caminamos por mi sala, yo detrás de ella observaba maravillado el vaivén de sus caderas, de ese coqueto andar que lucia para mi, sabia que la estaba observando. Estaba dispuesta a salir y así terminar su martirio en mi casa… solo que su vanidad le jugo una mala pasada…

Cerca a mi puerta hay un espejo de buen tamaño, esta por encima de un sofá. Mi madre lo puso allí porque quería darse una última revisada a su ropa o su cabello antes de salir, cosas de mujeres… Mili no fue la excepción a ese vistazo final, hizo una última parada frente a ese espejo… mi verga también le tenia reservada una ultima parada de despedida.

Se miro en el espejo, mientras le daba unos últimos retoques a su maquillaje, yo me ubicaba detrás de ella y la abrazaba. Solo que esta vez mi pene estaba mas notoriamente duro y se ubicaba entre sus redondas nalgas.

Te dije que no vamos a llegar al siete… me dijo sin soltar su cartera en busca de sus implementos de maquillaje, sin embargo sentí que empino un poco las nalgas, no se si por alerta o por la fascinación que le causaba mi dura verga intentando separar sus gordas nalgas.

Yo solo te abrazo… me excuse sin dejar de presionar mí bulto en su raja.

Ahora mis manos jalaban su cintura hacia mí, empujando sus nalgas contra mi ingle. Ella no se quejaba, seguía mas preocupada en su apariencia. Le bese el cuello, por el espejo pude ver como ahora si surtía efecto, entrecerró los ojos, por un momento se olvido del maquillaje, luego volvió en si:

No Chris ya no… mira que me he tenido que echar crema humectante para aliviar el ardor que tenia… protesto tiernamente.

Lo siento… es que no puedo dejarte… si quieres te regalo un frasco entero de crema humectante… yo mismo te la pongo… le dije en graciosa suplica.

Ay… eres terrible… dijo cediendo un poco, sin embargo se hizo la difícil nuevamente: ya es tarde… tus padres van a llegar.

En otros tiempos eso hubiera hecho menguar mi erección, pero en estas circunstancias; sintiendo el cuerpo de Mili esa excusa no funcionaba. Además eran casi las ocho, era muy temprano.

Mis padres seguramente llegaran mas tarde… le dije subiendo mis manos por su abdomen en busca de sus senos.

¿Seguro?… pregunto Mili retrocediendo en su negativa, pero avanzando en la presión que sus nalgas ejercían contra mí.

Mis manos ya no sujetaban, ni presionaban su cintura hacia mi entrepierna, sin embargo su trasero seguía empujando contra mi verga. Mili lo estaba haciendo a voluntad, estaba sintiendo mi duro pene entre sus jugosas nalgas y lo estaba disfrutando, quería sentirlo mas cerca, abriéndola más y por ello no dejaba de ejercer presión. Mis dedos masajeaban sus senos a través de la tela, sintiendo su creciente agitación.

Estoy seguro de que van a llegar en un par de horas…

No… nos pueden atrapar… respondió, pero esta idea aumentaba la adrenalina de la situación, por el tono de su voz lo sentí.

No importa… le dije cerca al oído, besándola detrás de la oreja.

Se estremeció, su cabeza se fue hacia atrás, mientras dejaba que mis manos y mi verga la sobaran a través de su ropa. Quizás la idea del séptimo encuentro no le disgustaba tanto después de todo… o era su última venganza por no recibir llamada ni recado alguno del cornudo de su enamorado.

No debemos hacerlo… nos pueden ver… decía visiblemente excitada, pasaba su mano por detrás, tocando mi cintura, sosteniéndola y empujándola por momentos contra su cuerpo.

Las cortinas están cerradas, en calle no hay gente… le dije.

No respondía nada, pero sentía la calidez de su cuerpo, la forma como buscaba rozar mi ingle con sus caderas… no se apartaba, me buscaba… tome esto como un signo de aprobación.

Baje una de mis manos a su cintura y como pude empecé a bajar su apretado pantalón por un lado… tomo mi mano para impedirlo… sin embargo no ofrecía mayor resistencia… le bese el cuello, movió su cabeza nerviosamente, con sus ojos cerrados… ahora su mano me ayudaba a bajar su pantalón…

Ayyy… ¿Por qué hago esto?… se preguntaba Mili, sorprendida por su actitud, por esa ansiedad de ser penetrada nuevamente.

Su pantalón ajustado y su pequeña tanga habían dejado escapar sus nalgas que lucían mas abultadas. Su mano por encima de mi pantalón masajeaba mi verga, sonreía al sentirla dura… sabia que ella, su cuerpo, sus gestos provocaban esas continuas erecciones… para ese momento no sabia quien era el esclavo y quien el amo… quien abusaba de quien… quizás ambos éramos victimas de las circunstancias…

Quítate eso ya… me pedía, en alusión a mi pantalón.

No me hice de rogar, me lo baje lo más rápido que pude, mi verga salia disparada y prácticamente reboto en su nalga. Se sorprendió al sentir su rigidez, y yo me sorprendí al sentir la firmeza de sus nalgas con mi adolorida verga.

Al sentirla, Mili se inclino un poco, pensé que quería que la penetrara pero note que su pantalón aun estaba por encima de su pubis. Sin embargo al inclinarse, verga rozo su ano… un gestillo de dolor afloro en sus labios… su mano me aparto, quería que la dejara bajar su pantalón…

No seas desesperado… me reprocho.

Cuando su pantalón estuvo a la altura de sus rodillas, no aguante con mi verga mi fui hacia adelante. Mili quiso reaccionar, subir al sofá, pero fue muy tarde, son sus piernas aun atrapadas por el pantalón, su intento de saltar al mueble no prospero, mas bien fue repelida al chocar sus rodillas… se fue para atrás… donde mi verga ansiosa y estoicamente parada la aguardaba…

Ayyy… uhmmm…. Exclamo sorprendida por lo brusco de la acción y la certeza de mi instinto para hacer diana en su agujero.

Quise creer que mi pene se inserto en su ano, pero por la forma rápida en que mi verga prácticamente se deslizo por su interior, la lubricación que tenia era propia de su conchita, además por su gesto note que el dolor no era producido por una penetración anal.

Mili tenia media verga introducida en su húmeda vagina, su espalda se contrajo un poco por el impacto, sus dedos arañaban el respaldar del sofá.

Contigo nunca se… ahhh… ahhh…

No la deje quejarse, solo tome entre mis manos su estreche cintura y comencé a atraer y alejar sus enormes caderas. Sus labios vaginales, poco usados esa noche, apretaban gustosamente mi verga… agradecidos de que al fin me acordara de ellos…

Que bien se siente esto… uhmmm… decía Mili.

Ahora mis caderas empujaban hacia delante y sus nalgas rebotaban contra mi ingle. Con su torso inclinado hacia delante y sus manos apoyándose en el mueble, ella resistía mis embates. Por el espejo frente a mi veía como Mili con los ojos cerrados y mordiéndose el labio (quizás para no ser escuchada en la calle) gozaba de mi labor, su polo apretado se iba levantando producto del ir y venir de su cuerpo… sus gordas nalgas vibraba a mi ritmo…

Ahhh sii… asiiii…. Ahhhh…. Masss….… pedía Mili.

Ahora la atraía y alejaba con mas fuerza, su recorrido era mayor… mis ojos se fijaron en su raja, la forma en que se abría y cerraba cuando mi pene entraba y salía… vi su ano… rosado igual que la crema que le habían untado… sabia que no debía… pero…

Bájate bien el pantalón… le dije, prácticamente le ordene sacando mi verga, apartándome un poco para dejarla obrar.

Con rostro fogoso me miro por el espejo, no dudo en hacerme caso, bajo su pantalón blanco y su tanguita lo más rápido que pudo, no le importo que se manchara en el suelo. Estaba tan excitada, pensaba que aquel pedido encerraba un cambio de posición, que le permitiría unirse a esa faena…

Se inclino para liberar una de sus piernas del pantalón, aproveche este descuido, esta inclinación que ponía su ano a mi nivel, para enfundarle mi verga por ese pequeño agujero.

Ayyyyy… caraj… auuu… bramo adolorida.

En acto reflejo busco huir, subió al mueble, pero yo la seguí, no pudo huir mas… arrodillada sobre el sillón, con su cuerpo rígido por el dolor, sus brazos apoyados en la cabecera del sillón, sus manos haciendo puños, su rostro enrojecido y adolorido… y claro un cuarto de verga en su maltrecho ano…

Ayayay… eres una mierd… auuuu… ahora si que me rompiste el culooo… ayyy… dijo sollozando, apoyando su frente en el respaldar del sillón, no dejaría que la viese sufrir a través del espejo.

Mi verga sufrió también las consecuencias, casi la sentí doblarse en este brusco movimiento… pero tenía mi recompensa… Mili estaba encerrada entre mi cuerpo, el sillón, el espejo, la pared… no podría huir… estaba atrapada… yo tenia su calido agujero y su enorme trasero a mi disposición…

Ayyy… mi culitooo… auuu…. se quejaba.

Se que lo mío ya rayaba en la demencia, era una obsesión por poseerla de esa forma… estaba jugando con fuego, tal vez después de aquel brutal acto anal Mili se alejaría definitivamente de mi, quizás seria lo mejor, total después de que ella saliera por mi puerta no era seguro que lo nuestro continuase… o tal vez era un reflejo de mi subconsciente, quería romperle el culo para que nadie mas le provocase ese oscuro placer que yo le hice descubrir… menos aun el idiota de Javier… pensarlo me hizo enfurecer…

No… no… no lo hagas… ayyy…

La primera y forzosa penetración había terminado, acaba de iniciar la ultima faena anal en mi casa… era casi una violación… escuchaba sus lamentos y ruegos pero no me detenía, sin mayor resistencia de su parte y posesionado de su cintura, seguía clavándole mi verga con mas fuerza… mientras su espalda se contraía con cada arremetida, ella levanto el rostro, sufrimiento, furia, se veían en su expresión…

Uyyy… ouchhh… ¿Te gusta no?… auuu… seguro la frígida de tu enamorada no te complace tanto… ayyy… dijo en voz entrecortada, poseída por la ira, quizás ya no le importaba si la oían afuera.

¡Cállate!… le ordene y le di un palmazo en sus temblorosas nalgas.

Presa de la rabia por esa forzada cabalgata anal, buscaba desquitarse con sus palabras, herirme de esa forma. Ella no sabía que eso también me llenaría de ira y que su ano pagaría las consecuencias… me olvide de lo áspero y doloroso de las penetraciones, solo incremente mi ritmo de manera despiadada…

Ayyy… ahhh… ahhh… se quejaba, gemía enloquecida.

Por la furia que me había desatado no me di cuenta que su espalda que antes rígida soportaba mis embestidas, ahora se arqueaba, había abierto mas sus piernas y empinado el trasero procurando recibir mi verga hasta el fondo. Ella también comenzaba disfrutar de este demencial acto anal…

Ves… ¿Te gusta no? ¿Acaso él te hace gozar así?… le espete enardecido.

Cual enamorados celosos nos reclamábamos por nuestros otros amoríos, tal vez en aquel salvaje encuentro estábamos desfogando toda la tensión de aquella relación indefinida aun.

No… no… uhhmmmm… ahhhh… gemía Mili casi sin aliento.

¿No que?… ¿No te gusta? ¿Javier no te hace gozar así?… replique enloquecido.

Su rostro que antes se ocultaba, procurando no verme por el espejo, finalmente dio la cara… su rostro enrojecido de por lo agitado de nuestro encuentro, su expresión no era de dolor, era de placer, de un turbio placer…

Ahhh… Si me gusta… uhmmm… dijo con tinte de locura.

¿Qué mas?… le exigí mientras le daba otro palmazo a sus gordas nalgas.

Ahora cabalgaba con mayor fuerza y a pesar de sentirla al borde de desfallecer, Mili empujaba su voluminoso trasero contra mí, rebotando en mi ingle con furia… el sonido producido por este golpeteo, las nalgadas que le di, mis jadeos, sus gemidos, nuestros exaltados reclamos… íbamos a ser afortunados si nadie nos escuchaba, y por lo salvaje del ruido cualquier parroquiano pudo llamar hasta a la policía avisando por una presunta violación… pero no nos importaba, Mili apenas con aire gemía, no podía articular palabras… o no quería darme la razón en mis preguntas… hasta que al fin…

Uhhhmmmm… No… nadie… ahhh… nadie me lo hace como tú… ahhh… me dijo volteando el rostro mientras su cuerpo temblaba por mis salvajes embistes, quería confesármelo mirándome a los ojos.

Me lleno de satisfacción oírla, sin embargo no quise menguar en el suplicio que le daba, le acaricie la espalda, ella se reconforto… pero quise ver temblar sus senos, su estrecho polo termino remangado por encima de sus senos…

Ahhh… ohhh… uhhmmmm..

Me miro sorprendida por el espejo, no podía creer que mi vigor hacia saltar de esa forma a sus senos, por momentos una expresión de dulce sufrimiento, luego desfalleciente, pero volvía a ser pasional… excitación total, al borde del clímax…

Acaba… acábame… ohhh… ahhh

Sintiéndome a punto de terminar aquel brutal encuentro, mis manos abandonaron su cintura, que iba y venia castigándose sola, y las puse sobre sus hombros, para empujar con mayor fuerza su cuerpo contra el mío, mientras mi verga con ritmo demencial entraba y salía de su ano…

Ahhhh… yaaa… Uhmmmm… ufff… exclamo siendo invadida por un brutal orgasmo.

Su columna se contraía mientras mi verga escupía semen por séptima vez en sus ardientes intimidades. La raja de su culo termino abierta de par en par, sus carnosas nalgas arremangadas contra mi ingle.

Exhausto me incline hacia ella, mis manos soltaron sus hombros y fueron hacia sus senos que aun temblaban de placer, sentía su agitada respiración… Mili con se apoyaba los codos sobre el mueble… con expresión extasiada agradecía mis caricias a sus melones, aun respiraba aceleradamente por la boca….

Cuando su respiración volvió a la normalidad, giro, aun con mi verga en su ano, sus senos desnudos y con expresión pasional, me tomo por el borde de mi camisa, me jalo… la bese….

No quiero ser solo la que coges cada vez que tienes ganas ¿Entiendes?… me dijo angustiada mirándome con deseo, ternura.

No quería que la viera como mi prostituta personal, aquella que solo usaba para calmar mis deseos carnales. Era evidente que no solo quería ser tratada como objeto, como un cuerpo que sabia que despertaba muchas morbosas pasiones en los hombres, quería algo mas… una relación amorosa tal vez..

¿Vas a terminar con ella?… me pregunto, casi me pidió.

No supe que responderle… una cosa era el cariño de una relación como la que tenia con Viviana… otra el sexo alocado, el placer llevado a su máxima expresión que sentía con Mili… tal vez con Mili también podría llegar a esos momentos placenteros de una relación de enamorados, a aquella convivencia armoniosa… en ese momento no supe que decir… y fui momentáneamente salvado…

El sonido de la puerta de mi cochera abriéndose… alguien la había accionado por control remoto… El auto de mis viejos… Estaban cerca…

Tenemos que arreglarnos… le dije mientras escuchaba el motor de un auto acercándose.

Respóndeme… me exigió, casi sollozando, jaloneando mi camisa.

Esta bien… lo haré… dije mirándola fijamente. En ese momento el auto se ingresaba en mi cochera…

Sonrió con cierto alivio, alegría… me dio otro beso… luego la aleje rápidamente… escuche el motor del auto apagándose… estaban por bajar…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (10)” (POR ADRIANRELOAD)

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verano inolvidable2Escuche el ruido de mis padres descendiendo del vehiculo, en poco segundos entrarían a Sin títulola sala. Mas allá de ser sumamente vergonzoso que te atrapen semidesnudo practicándole sexo anal a una chica, también esta el tema de que esa chica no era mi enamorada… y mis padres adoraban a Viviana.

Saque mi verga y note que mis líquidos empezaban a escurrir desde su interior… iba a manchar el mueble y tal vez su ropa.

No… cuidado, mi ropa… me dijo preocupada, mientras se apuraba en cubrir sus esplendorosos senos.

Saque un pañuelo y limpie como pude sus melosas intimidades, una expresión de sufrimiento surco el rostro de Mili, por lo apurado y tosco de mi accionar y por el evidente continuo uso que le di a su ano.

Una vez limpia, Mili bajo del sillón y nuevamente se enfundaba su pantalón y su diminuta ropa interior. Por mi parte yo limpiaba mi adolorida verga y la guardaba en mi boxer, me subía el pantalón cuando escuche la llave en la puerta.

Mili ya cambiada, se sentaba sobre el sillón para disimular la situación, lo que no pudo disimular fue su expresión de dolor, su ano estaba muy maltratado.

Hola… salude un poco nervioso a mis padres que aparecían.

Hijo… ¡que madrugador!…me respondía sorprendida mi madre.

Buenos días… saludo formalmente mi padre al notar la presencia de Mili en la sala.

Buenos días… respondió Mili un poco avergonzada.

Te dije que nada de fiestas… repuso mi madre un poco seria.

No… estuvimos estudiando… respondí.

¿Estudiando?… repuso mi padre con cierta sorna, no se comía ese cuento tan fácilmente.

Haciendo un informe para la universidad… repuso Mili algo sonrojada por el cuestionamiento de de mi padre.

Si, parece que si… la sala esta como la deje… dijo mi madre.

Hubo un incomodo silencio, Mili no se movía del sillón, presa de la vergüenza evitaba mirar a mis padres.

Ustedes deben estar cansados… y nosotros vamos de salida… dije intentando terminar la bochornosa situación.

Bueno… toma… lleva a Milagros a su casa… me dijo mi padre ofreciéndome las llaves del auto. Creo que se percato que su actitud incomodaba a Mili.

Tras darme sus llaves desaparecieron por el pasillo hacia su dormitorio. Solo entonces Mili se levanto… adolorida a más no poder… me abrazo aliviada porque lo peor había pasado…

Disculpa si algún comentario o gesto de mi padre te incomodo…

No te preocupes… mejor vámonos… me dijo.

Salimos, Mili caminaba dificultosamente… yo la abrazaba para disimular su andar… subimos al auto y enrumbamos hacia su casa.

En el trayecto ninguno hizo mayor comentario. Mili se sentaba de lado, por momentos soltaba suspiros adoloridos, gestos de sufrimiento. Yo temía que sus padres lo notaran. La preocupación de Mili no iba por ese aspecto:

Creo que lo que te pedí no fue muy justo… me dijo.

¿A que te refieres?…. pregunte curioso sin dejar de manejar.

Ya sabes, eso de que termines con ella… se que tienen una bonita historia juntos… y no se… tal vez no sea el momento indicado… me explico con cierto malestar.

Bueno… creo que tienes razón… mira, estamos por finalizar este ciclo y si nos dejamos distraer por estas cosas podemos echar a perder el trabajo hecho en este curso y en todos los demás… le dije.

Si… tal vez si esperamos un poco hasta después de los exámenes finales o si lo llevamos con cuidado, no se…

Si, puede funcionar… agregue optimista, finalizando el comentario que ella no se atrevió a completar.

Al escucharme su expresión nostálgica, de pena, fue cambiando, contagiándose de mi optimismo. Apoyo su cabeza en mi hombro y me dejo conducir tranquilo. Al llegar a su casa me estacione en la acera del frente.

Si quieres te acompaño para explicarles a tus padres el por que de tu demora… le ofrecí.

No, mejor no, sabes, ellos pueden estar molestos y si nos ven juntos, tal vez puedan sacar las mismas conclusiones que tu papá… no quiero que mis padres piensen mal de mi… me dijo.

La deje ir, vi como a medida que se acercaba a su puerta iba disimulando su caminar, intentando ocultar las dolencias que aquejaban a su ano, para que sus padres no lo notaran.

Luego regrese a mi casa. Seguramente no vería a Mili hasta el día siguiente a la hora de entregar el informe. A quien si vería esa noche seria a Viviana.

Después de todo el sexo con Mili, estaba con las bolas hinchadas, adoloridas… Viviana se alegro de que la visitara en su casa y se sorprendió de que no le propusiera llevarla a nuestro nidito de amor. Le dije que estaba muy cansado y ella me comprendió. Nos quedamos sentados en la sala de su casa viendo una película.

¿Como podía estar a su lado y en su casa?, me había convertido en un sinvergüenza, en un caradura. Lo mas digno hubiera sido terminar con Viviana, a pesar del dolor que pudiese causarle… pero no estaba seguro de que lo mío con Mili llegase a funcionar, ¿y si era algo pasajero? Además no le escuche decir que terminaría con Javier… también estaba lo de los estudios, envolverme en esas decisiones a puertas de terminar el ciclo, me podía desconcentrar y necesitaba enfocarme en mis cursos…

Al final pensé en mi conveniencia; dejaría pasar las cosas y haber que sucedía: si lo mío con Mili no llegaba a prosperar tal vez le estaba ahorrando un dolor innecesario a Viviana… Si, era egoísta, pero creo era la mejor solución para todos (sobre todo para mí) por el momento…

Al poco rato de llegar a esa conclusión, los padres de Viviana bajaron.

Tu mamá y yo vamos a cenar afuera, ¿Nos acompañan?…

No me sonó mal la idea, después de todo el desgaste que hice ese fin de semana, sentía que debía reponer fuerzas…

¡Que abusador!, encima que le pongo cuernos a su hija, quieres cenar gratis, me recrimino mi conciencia… pero tal vez ese ambiente familiar me iba a hacer recapacitar, iba a aceptar… solo que Viviana me dio un leve codazo…

Gracias papi, pero Chris ha estudiado de amanecida y debe estar cansado… yo tampoco tengo muchas ganas de salir…

Bueno, esta bien, les traeremos algo de todas formas… dijo mi hasta entonces suegro.

Pórtense bien… dijo la madre de Viviana con una sonrisa bonachona antes de salir.

Cuando escuchamos su auto alejarse Viviana se acerco a la ventana para cerciorarse de que no regresaban, ya saben, a algunos padres les es difícil dejar a la hija con el enamorado, sobre todo en una casa vacía.

Ya se fueron… ven… me dijo tímidamente.

¿A dónde?… pregunte curioso, sin entender.

A mi cuarto… dijo sonrojándose levemente.

Ah… ok… respondí un poco aturdido.

Ella subió la escalera hacia su habitación, yo iba detrás de ella aun sin entender… ¿Querrá mostrarme uno de sus peluches nuevos?, pensé… no creo que quiera… ¿o si?… bueno ayer casi me propuso ir a mi casa para tener relaciones, y hoy parece querer lo mismo… ¿a que se debe este cambio? Viviana no es así…

Recordé que hubo un par de ocasiones en que nos quedamos solos en mi casa y en su casa, pero nunca paso nada, se moría de vergüenza. Sentía cierto respeto por su casa y la mía. No Chris, no es correcto hacerlo aquí… me decía generalmente. Claro que horas después terminábamos en un hotel lo que habíamos empezado en nuestras casas.

Entramos a su habitación, me senté en su cama…

Se que has estado muy tenso últimamente… me dijo.

¡Diablos!, creo que ya se dio cuenta que la estoy engañando… pero ¿Por qué me trajo a su habitación? ¿Para regañarme?… quizás eligió este lugar por si es que sus padres regresan, para que no escuchen nuestra discusión…

Si bueno… intente argumentar.

Se que esto de tus estudios te tiene así…

Claro, claro… la universidad y esas cosas… dije aliviado.

Entonces pensé que te podía ayudar a que te relajes… dijo sonriendo tiernamente y empezó a quitarse el discreto top que llevaba.

Oye, eso no es necesario… dije sintiéndome un poco mal al verla así, esforzándose por hacerme sentir bien, sobre todo cuando la causa de mi estrés eran los cuernos que yo le ponía.

Quiero hacerlo… dijo acercándose.

Su top yacía en piso, luego me dio un apasionado beso y guió mis manos hacia los broches de su brassiere. Parecía nuevo, muy bonito, de color negro, vaya le quedaba muy bien…

Sin embargo me era un poco rara la situación ya que yo era el que generalmente iniciaba las acciones… pero me estaba gustando su cambio de actitud, que tomara la iniciativa, además ya teníamos casi un año juntos, era tiempo de que se soltara más en ese aspecto…

Además quiero darte tu regalo de aniversario… me susurro dulcemente al oído.

Error… no teníamos casi un año juntos… ese día cumplíamos exactamente un año juntos… ¡Que estupido! ¿Cómo lo pude olvidar?… por eso quiso ir a mi casa ayer. Quería que recibamos juntos ese día, que hiciéramos el amor toda la noche tal vez… solo que yo tuve sexo toda la noche con Mili…

Lo siento Viviana… no me acorde… dije, dejando su brassiere, que ya estaba desabrochado y que simplemente cayo, dejándome ver sus medianos senos blancos, sus rosados pezones

No te preocupes… relájate… te tengo una sorpresa… me dijo sonriendo, ahora procedía a bajarse la falda.

¿Es eso una tanga?… dije sorprendido y maravillado.

¡Wow! ¿De donde salio esta mujer? ¿Qué paso con mi enamorada?… parecía que si, su ropa interior era nueva, seguro salida de un catalogo de Victoria Secret´s… su tanguita era negra también, con algunas partes translucidas… era deliciosamente pequeña… no veía ningún vello fuera… ¡Vaya! ¿No me digas que se rasuro su conchita?… si quería sorprenderme, lo logro… me dejo con la boca abierta…

Viviana sonrió traviesamente al notar el efecto que su apariencia causo en mi… la veía mas desinhibida, no tan mojigata como hace unos minutos cuando a media voz me invito a su habitación… no, ahora se sentía como una mujer capaz de excitar a su hombre…

Pero esta no es tu sorpresa… me dijo con una incipiente coquetería.

¿Y que es?… pregunte curioso… ¿un perfume?, ¿un cd de música?…

Sonrió bellamente y me miro a los ojos, estaba lejos muy lejos de acertar…

Es algo que me has pedido varias veces y siempre me negué…

En ese momento, y por lo sucedido ese fin de semana, mi mente era un desorden de ideas, de sentimientos, así que no estaba para adivinar acertijos… Viviana lo entendió por mi confundida expresión… No me dijo nada, simplemente se subió a la cama, gateo hasta estar a la altura de las almohadas y se quedo así… en cuatro patas… para rematar la idea empino su trasero…

No me digas que… dije atónito.

Si mi amor… este es tu regalo… repuso Viviana con un intenso brillo en sus ojos.

¡Me estaba obsequiando su culo por nuestro aniversario!… me ofrecía su virginidad anal como regalo… me debe amar mucho… pensar que en otras ocasiones se negaba a ponerse en esa posición o si lo hacia terminaba lloriqueando, lo cual me hacia arrepentirme de continuar…

Incluso poseerla en 4 por la vagina era difícil, porque no le gustaba… decía que sentía como si la estuvieran violando… y ahora prácticamente me estaba pidiendo que la viole…

¿Estas segura?… dije con ansiedad.

Mi verga estaba por estallar viéndola así. No tenia el cuerpo de Mili, sus enormes y firmes nalgas, pero que una mujer llegue a amarte de esa forma, que a pesar de sus miedos y convicciones te ofrezca su trasero virgen para que se lo inaugures… eso es algo igual de excitante, sobre todo en esta niña que con ingenua ansiedad aguardaba descubrir este nuevo placer…

Si Chris … ¿no quieres disfrutar de tu regalo?… me dijo incitando aun mas mi lujuria.

Si, si claro… dije saltando sobre la cama con mi verga en ristre.

Me ubique detrás de ella y aparte su pequeña ropa interior. El panorama no eran tan carnoso como el de las nalgas de Mili, pero si apetecible: su blanca piel, sus bien formadas pantorrillas, muslos… no era voluptuosa, pero su cuerpo no podía envidiar la de una modelo, Viviana era de proporciones estéticamente adecuadas…

Me la iba a clavar en una, quizás así mataría el recuerdo de Mili… pero…

¡Maldición!… exclame.

¿Qué sucede?… pregunto curiosa, volteando desde su posición.

No traje nada para ayudarte a lubricar… si lo hacemos así te puede doler mucho… le explique con decepción por mi mala suerte.

Yo tengo… me dijo con alegría y señalo su mesita de noche.

¿Perdón? ¿Cómo? ¿Cuándo?… pregunte atónito.

Después te explico… me dijo con cierta impaciencia, casi nerviosismo.

Era cierto, no era momento de dar explicaciones, si dejaba pasar mas el tiempo tal vez su aplomo iba a decaer, se pondría nerviosa y no me dejaría inaugurar su pequeño agujero.

Sobre su mesa de noche había un pequeño paquete envuelto con papel de regalo, lazos y esas cosas, solo faltaba una tarjeta… bueno, ya saben lo que había adentro…

Sin perder tiempo me unte el gel en mi verga y le unte otro tanto en su rosado ano, se estremeció al sentir este masaje. Quería clavársela ya, pero me contuve. Decidí tener la misma consideración que tuve en la iniciación anal de Mili: usaría primero mis dedos y cuando la penetración fuera propicia le insertaría mi verga.

Así lo hice, pacientemente me tome unos minutos para seguir el mismo procedimiento que seguí con Mili dos semanas antes. A diferencia de ella, Viviana presa de la vergüenza, no soltaba ni un quejido, menos aun un gemido. Por momentos parecía una estatua, pero los temblorcillos y el estremecimiento que mis dedos ingresando a su ano le producían se manifestaban por momentos.

Cuando sentí que era el momento, saque los dedos y ubique mi verga en su pequeño agujero… parecía un momento histórico, quizás burdo y tonto, pero de cierta forma aquello podía definir nuestra relación…

Acá vamos… dije y no escuche respuesta, ella sabia lo que venia.

Empuje suavemente contra su arrugado esfínter, ella iba huyendo al sentir la presión, pero la detuve sujetando su cintura… empuje y empuje hasta que la cabeza de mi verga entro…

Ayyy mamita… auuuu… se quejo con voz apagada, sollozante, al sentir violado su ano.

Tranquila… lo haré suavemente… le dije acariciando su espalda.

Seguí empujando hasta que un cuarto de verga estuvo dentro de su núbil agujero… ella ahogaba exclamaciones de dolor en la almohada donde tenia enterrada su cabeza, aun así parecía dispuesta a continuar a cumplir con regalarme su angosto agujero…

Vamos relájate… le decía.

Su cavidad anal estrechaba mi endurecida verga, su nerviosismo hacia que lo contrajera por momentos. Sentía que no podía avanzar más, así que fui simulando el acto sexual, atrayendo y alejando su cintura lentamente…

Su ano a tropezones iba cediendo, insertándose de a pocos mas y mas mi verga, hasta un poco mas de la mitad…

Ay no… ya nooo… auuuu… me pedía llorosa.

Ya va a pasar…

Mi verga nuevamente se detenía, necesitaba mayor fuerza. Deje de lado mi delicadeza, estaba ansioso por poseer finalmente a Viviana de esta manera, y tal vez exorcizar el recuerdo de Mili. Si antes estaba arrodillado detrás de ella, ahora ponía mis dos pies sobre la cama, con las rodillas flexionadas a ambos lados de las caderas de Viviana…

Nooo… ¿Qué haces?… auuuu… chillo Viviana.

Con mi propio peso ahora empujaba mi pene hacia el interior de Viviana, intentando mantener el equilibrio con mis manos en su cintura. Sus carnes se abrían dificultosamente, las paredes de su ano hacían presión para no dejarme entrar… pero un breve descuido, quizás un leve suspiro hizo que su cuerpo cediera y terminara insertándose toda mi verga…

Ayayayay.… sácalo… por favor… sácalo… Auuu… se quejo con su cabeza de lado.

Tranquila… espera un rato… si no te acostumbras lo saco… le dije, aunque esta promesa por lo general es una mentira piadosa.

Ayyyy… esta bien… confío en ti… me dijo adolorida.

Me acomode mejor entre sus quejidos, por momentos su ano palpitaba fuertemente en mi verga, en otros instantes se relajaba… aproveche uno de esos instantes de relajación para empezar a meter y sacar mi verga suavemente…

No todavía no… espera… ayyay…

Vamos relájate… lo estas haciendo bien… la animaba.

Vi su rostro apoyado de lado en la cama, con una expresión de dolor, enrojecido, sudoroso, con algunas lagrimas pugnando por salir… Me deje llevar por mi propia excitación, la fricción de su recién inaugurado agujero… fui incrementando mi ritmo…

No… por favor ya nooo… auuu… me suplicaba.

Es mi regalo ¿Lo recuerdas?… me atreví a decirle.

Su expresión cambio de dolor a sorpresa por mi desconsiderado comentario, sin embargo se callo unos instantes y decidió soportar… la cama comenzaba a retumbar producto de mi creciente vigor…

ayyy auuu…. La escuchaba quejarse, algunas lágrimas bañaban sus mejillas, pero embebido en mí lujuria no le preste mayor atención.

En un momento escuche el chirrido de una puerta. Me detuve pensando que sus padres me iban a atrapar sodomizando a su hija. Cuando voltee me di cuenta que una de las puertas de su ropero se había abierto, quizás los retumbos de la cama hicieron que la puerta cediera, y ahora mostraba su espejo… y su reflejo le permitió ver a Viviana como la sometía…

Ay nooo… ¿Qué me haces?… auuu… exclamo horrorizada.

Aquel espectáculo no le estaba siendo tan grato como lo era para mi: Ella con su trasero empinado, su negra y pequeña ropa interior hecha a un lado, su espalda inclinada hacia la cama, sus manos arañando la gran almohada sobre la cual su rostro descansaba de lado… y claro quien les escribe empujando frenéticamente su verga en su estrecho ano…

¡Me estas violando!… ayyy… detente… auuu…

Espera ya casi… le decía apurando mis movimientos.

Ahora veía el rostro de Viviana sorprendido, adolorido, con la boca abierta, a pesar de sus reclamos no hacia ningún movimiento para liberarse… mas bien soportaba mis embestidas con menos quejas que antes… estaba embobada por lo que observaba a través del espejo… no podía creer lo que le hacia… quizás esta imagen la llenaba de morbo también…

Suéltame… ahhh… No sigas… Uhhhh… ayayay… exclamaba con cierto pudor, sin embargo parecía empezar a disfrutarlo.

Amor resiste… ya casi…

Déjame ya… Chris detente… exclamo llorosa, la culpa de esa aberrante situación nuevamente la invadió.

A mi en cambio me invadieron los recuerdos de las cogidas con Mili, el sonido del golpeteo de sus nalgas con mi ingle eran mas sonoros que los que ahora escuchaba con Viviana… ¿Por qué pienso en eso ahora?, me recrimine, aumente de manera despiadada mis embestidas. Quería dejar de pensar en eso, no escuchaba las quejas, los llantos de Viviana… estaba embebido en mi mundo y no me di cuenta que la estaba violando de una manera brutal…

Basta… por favor… ya nooo… Ahhhh… fue su última queja.

En un ultimo empuje llene por primera, y quizás ultima vez, los intestinos de Viviana… mi espeso semen la lleno provocándole unos violentos espasmos…

Cansado, casi acalambrado pero satisfecho, me aleje de ella… mi verga salía con dificultad de su estrecho agujero. Viviana se dejo caer de lado, se encogió, intentando cubrir su desnudez. Se tapaba el rostro sollozando… solo entonces me di cuenta de lo torpe y necio de mi accionar.

Oye… lo siento… le dije culposamente, abrazándola.

Te dije que te detuvieras… ¿Por qué no lo hiciste?…. me reclamo.

Perdona… es que no… no se… te vi tan segura de querer hacer esto…

Pero te pedí, te suplique que no siguieras, ni siquiera te diste cuenta que estaba llorando… me recriminó entre sollozos.

Discúlpame amor… le dije sintiendo que lagrimas de culpabilidad se agolpaban en mis ojos.

Me estaba matando verla así. Había pensado más en mi disfrute personal que en ella. Había actuado de la forma que siempre reproche en otros ¿En qué me estaba convirtiendo?… encima de serle infiel ahora prácticamente la había violado aprovechándome de su generoso ofrecimiento, de ese regalo de amor que había preparado darme esa noche.

Amor ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?… pregunte, quería hallar la forma de que se calmase, de arreglar las osas

Solo vete… déjame sola… me dijo.

Pero… quise refutar.

¡Lárgate!… me grito mostrándome por primera vez su rostro furibundo, lleno de lagrimas, enrojecido de ira, decepción.

Esta bien…

Ese día no podría solucionar las cosas, quizás nunca lo haría… mi presencia empeoraba todo. Quería estar sola. Tome mis cosas y me marche…

En el camino a mi casa me sentí la peor basura del mundo, me reproche por mi accionar, no encontré respuestas para lo que hice… quise culpar a Mili a Javier a todos… pero era mi culpa… yo lo hice… Todo lo demás eran circunstancias, lo cierto es que yo tuve la posibilidad de detenerme, de no continuar, pero no lo hice, me deje llevar…

Pensé en Viviana, en todo lo que habíamos pasado juntos y como lo había echado perder. Luego pensé en sus padres, si la encontraban así… si me acusaba, bueno, como es normal sentí temor pero no pensé en huir… si aquello pasaba a mayores me merecía el castigo que pudieran imponerme ellos, la policía, el juez, la ley, quien fuese…

Toda la noche intente comunicarme con ella. Envié mil y un mensajes al celular de Viviana. No quería salvarme del posible castigo, solo quería que me perdonase… pero no recibí respuesta… seria difícil que me perdone después de lo que le hice…

Al final me tire en un rincón oscuro de mi cuarto y llore amargamente por las estupideces que cometí esa noche, ese fin de semana…

*****

Chris despierta… ¡Hey!…

¿Qué pasa?… ¡Viviana! ¿Qué haces aquí?… exclame sorprendido.

Ella más sorprendida aun me miraba desde arriba…

¿Qué hago aquí? ¡Esta es mi casa!… me respondió sonriendo.

¿Tú casa? ¿Qué paso?… replique aturdido mirando alrededor.

Amor te quedaste dormido… tenias una pesadilla y te desperté.

¿En serio?

Parecía cierto: estaba en su sala, con la luz a medias, la televisión aun encendida, mi cuerpo echado en el sofá con mi cabeza sobre sus rodillas y ella me miraba bonachonamente, acariciándome el cabello.

Nada de eso paso…ufff… que alivio… musite sentándome.

Nunca tuve una pesadilla tan horrible, tan real. Incluso en mis mejillas aun se escurrían unas cuantas lágrimas, las cuales limpie lo más rápido que pude. Me incorpore, sentándome a su lado.

¿Te sientes bien?… pregunto preocupada.

Si, es solo que… ¿Y tus padres?…

Salieron a cenar hace 20 minutos… ¿no te acuerdas?…

Al menos esa parte era cierta, tal vez eso fue lo último real que vi y escuche antes de quedarme dormido…

¿Estas bien?… replico preocupada.

Si… bueno no… no se… respondí aun aturdido.

No sabia que era lo que le podía explicar, todo lo sucedido ese fin de semana, el sueño, todo era confuso. Viviana no era tonta, yo llevaba semanas en esa distracción, abstraído por mis culpas… no tardaría mucho en darse cuenta cual era el motivo de mis distracciones.

Si, hace tiempo que no estas bien… me reprocho.

Tienes razón… mira… le dije y me detuve.

Tal vez era el momento oportuno para dejar de huir, la situación se me iba de las manos. Mi sueño podía ser una advertencia, un presagio de que las cosas si seguían así iban a terminar mal…

¿Y bien?… me apuro Viviana.

Esta bien… he estado un poco ido últimamente, la universidad, los cursos me están poniendo de cabeza y… dije intentando justificarme.

¿Estas seguro de que solo es eso?… me pregunto angustiada.

Dude en confesarle la verdad, sabia que le haría daño… podía mentirle o esconderle la verdad, después de todo “Ojos que no ven, corazón que no siente”… solo que mi corazón y mi conciencia sabían la verdad… y me estaban atormentando…

No es que…

¿Qué es?… ¿Es acaso otra mujer?… pregunto desafiante.

No respondí… la expresión en mi rostro y mi silencio le dieron la respuesta que no me atreví a gesticular… su semblante cambio.

¿Ella te gusta?… pregunto dolida.

No se… respondí abrumado por sus preguntas, sobre todo porque no tenia la respuesta exacta.

Claro que Mili me gustaba físicamente ¿A quien no le gustaría una chica así?… nos llevábamos bien en la cama, en el sillón, en la mesa, en la ducha, etc. Saben a que me refiero… pero más allá de eso, en las cosas normales y cotidianas que hacen llevables cualquier relación… no, no lo sabia, eso era un misterio aun… tampoco quise responder porque era clavarle una estaca mas en el corazón a Viviana, sin embargo ella tenia la respuesta…

Te debe gustar, sino no estarías así…

Vamos Viviana no sigas con esto…

Era una tortura lo que se estaba haciendo. No se si es una virtud o un defecto en las mujeres que, llegada esta situación, siempre quieren desentrañar toda la situación, a pesar de todo el dolor que les puede causar… será valentía, la búsqueda de una razón, un por que… o simple masoquismo… sea lo que fuera, yo era el culpable, yo había generado eso…

Recuerdo que me prometiste que si alguien te llegaba a interesar me lo ibas a decir… que era mejor terminar nuestra relación antes de que pasara algo… que preferías ser honesto conmigo antes que serme infiel… ¿Es por eso que me estas diciendo esto?…

Si, bueno… dije intentando salvar la situación, pero me ella me conocía, sabia que mentía.

¿Ustedes ya han tenido algo?… pregunto visiblemente mortificada.

En mi aturdida mente ensaye una respuesta… solo que la respuesta nunca salió por mis labios…

¡Responde!… me exigió molesta.

Si, pero solo fue sexo… replique sin pensar.

Me dio una sonora bofetada que me volteo el rostro. Me la tenía bien ganada, no solo por el hecho de la infidelidad sino porque ella era victima de esta situación y yo me atreví a contestarle de esa forma brutal.

Al principio me dejo helado, luego un poco de rabia, pero entendí que no tenia derecho a sentirme molesto. Voltee a verla, estaba roja de ira, luego se fue calmando.

A decir verdad, nunca una bofetada me había dolido tanto, no por la fuerza que le imprimió, sino por lo que significaba… la había defraudado.

Eres una basura… compartí contigo lo que era mas sagrado para mi y no lo supiste apreciar…

La expresión de decepción que tenía me partía el alma. Nadie me había hecho sentir tan culpable… ni siquiera mi padre cuando le dije que no quería estudiar medicina, después de que durante muchos años me compro libros y juguetes de doctor… solo que la cara de mi viejo se recompuso en algo cuando le dije que iba a estudiar Economía… Pero el rostro de mi enamorada, mejor dicho ex enamorada, no lo podría componer, el daño estaba hecho.

A pesar de que no le vi derramar una lágrima, quizás pensó que no me daría ese gusto, sabia que estaba muy afectada. Fui el primer hombre en su vida y también su primera gran decepción.

Lo siento… espero que algún día me perdones… le dije compungido.

Quizás algún día te perdone… pero jamás lo voy a olvidar… ahora vete… me dijo al borde las lagrimas.

Viviana…

Déjame sola… ¡Lárgate!…

Esta bien…

Me levante y me marche.

Al salir tenía el corazón hecho trizas. Había pasado un año de mi vida con ella, un tiempo corto tal vez, pero significativo. Hasta mis padres habían notado y apreciado el beneficioso cambio que Viviana había logrado en mí.

Era la primera relación formal que tuve: había experimentado el día a día de una relación, el fortalecimiento de la misma, aprendí a dejar de lado mi orgullo y llamarla después de una pelea, comencé a apreciar los pequeños detalles, sentí como el cariño sincero se iba transformando en algo más… en amor tal vez… si ella me amo… pero yo no la ame como era debido, sino no habría hecho esto.

Mi naturaleza inmadura había echado a perder algo que iba por buen camino… Tal vez no estaba preparado para esto aun… me dije. Además Viviana no se merecía continuar soportando mis indecisiones y mis traiciones.

Solo esperaba haber tomado la decisión correcta… haber elegido a la chica correcta…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

 

Relato erótico: “Secreto de Familia: Javi” (POR MARQUESDUQUE)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2-¿Puedo meterme en tu cama?

Sin título-Claro

Era una cama pequeña y mi hermana está muy buena. Allí ambos apretados no pude evitar excitarme. Ella lo notó y deslizó su mano hasta mi pene. Comenzó a masturbarme despacio.

-¿Te gusta?

-Me encanta

-¿Crees que la abuela se pondrá bien?

-Seguro

Precisamente mi abuela era la otra persona que me había masturbado en mi vida. Concretamente en la habitación de invitados. En esa ocasión fui yo quien se metió en su cama. Debo advertir dos cosas a quien le extrañe que mis primeras experiencias sexuales fueran con mi hermana y con mi abuela. Primero es que soy adoptado, así que no son mi hermana ni mi abuela en términos biológicos. Segundo que las dos son muy hermosas. De mi hermana ya lo he dicho, pero mi abuela, a pesar de su avanzada edad, también es una belleza. Sus tetas siempre han sido mi motivo de masturbación preferido. Además la relación entre los dos siempre ha sido muy especial, muy tierna. Precisamente nos acababan de dar la noticia de que estaba enferma. Esa era una de las razones de que Sandra, mi hermana, se metiera en mi cama. La otra, aunque ella no la quisiera reconocer, es que su novio acababa de tener un hijo con otra mujer. No es que le fuera infiel ni nada, ella lo sabía y había dado su aprobación, pero aún así se sentía… sino celosa, cuando menos desplazada. Al fin y al cabo su novio estaba compartiendo algo muy especial con alguien, que no era ella. Mis dedos buscaron sus braguitas y mi boca la suya mientras ella aceleraba el movimiento de su mano. Mi familia es muy rara, ya lo sé.

Desde muy pequeño mis padres me confesaron que era adoptado, pero preferí que mi hermana y mi primo, casi como un hermano porque siempre íbamos los tres juntos, no lo supieran. Ellos eran casi de la misma edad y yo un poco más joven, de modo que aunque siempre eran gentiles conmigo y procuraban incluirme en sus juegos y travesuras, inevitablemente quedaba desplazado de algunas de ellas. Aunque era obvio que era por la edad y que el hecho que yo fuera adoptado, que ellos desconocían, no tenía nada que ver, a mi me torturaba pensar lo contrario. Encontraba en el ADN que no compartíamos la causa de su especial complicidad, de la que me sentía excluido. Aun así José, mi primo, era uno de mis mejores amigos y, desde luego, adoraba a mi hermana, modelo de simpatía y belleza para mí. Lo de mi abuela era caso aparte. No parecía importarle la cuestión genética que ella sí conocía, yo era invariablemente su favorito y dejaba que todos lo supieran sin diplomacia alguna. Podía hablar con ella de cualquier cosa. A pesar de su edad era, y sigue siendo, una mujer elegante y atractiva, alta, morena y de pecho generoso que siempre lucía en abundantes escotes. Cuando llegué a la edad del despertar sexual, junto a modelos o actrices famosas, de las que salían en la tele, mi abuela y, concretamente, sus tetas, fueron iconos de mi deseo. Poco a poco fue cambiando mi actitud hacia ella. Aunque me daba vergüenza no podía evitar mirarle el escote, frotarme contra ella al cruzarnos o tratar de alargar el piquito con el que nos saludábamos, común en mi familia. Si ella noto algo raro, nunca lo dijo.

Lo de mi hermana llegó un poco más tarde. Debía tener unos 15 años, Sandra 17 y José 16. Habíamos visto una película un poco subidita de tono y José había decidido quedarse a dormir. En nuestra habitación había tres camas previendo esa eventualidad, bastante frecuente, así que después de acostarnos, estuvimos los tres hablando de sexo, de cómo sería practicarlo, etc. Los tres éramos vírgenes por aquel entonces. Finalmente nos callamos e intentamos dormir. No sé porque intuí que ocurriría algo, así que me hice el dormido. En seguida, José pasó a la cama de mi hermana y comenzaron a besarse. La luz estaba apagada, pero yo ya estaba acostumbrado a la penumbra y entraba algo de claridad por la ventana, así que distinguía perfectamente lo que ocurría. Sin querer me empalmé, así que comencé a cascármela imaginando que era yo y no mi primo quien me daba el lote con Sandra. Ellos estaban entretenidos con lo suyo y me daban por dormido, así que ni se enteraron. Me corrí mirándoles y me venció el sueño antes de que ellos dejaran de morrease. Desde entonces esos dos se pasaban la vida enrollándose a espaldas de todo el mundo. Como se suponía que yo tampoco lo sabía, y desde luego no pensaba decirles lo contrario, también se ocultaban de mí, lo que me hacía sentir aún más desplazado. Además desde aquella noche mi hermana me ponía a mil. Siempre me había parecido muy guapa, pero nunca la había visto de esa manera. Admiraba su belleza como algo estético, no propiamente sexual, pero desde que la había visto darse el lote con José, no podía quitármela de la cabeza. Intenté ser más simpático de lo habitual con ella, buscaba escusas para verla con poca ropa o para restregarme con ella en nuestros juegos. Como nuestra familia es bastante liberal, como ya he explicado, no me era difícil sorprenderla al salir de la ducha o, fingiendo despreocupación, observarla vistiéndose. Si de mi abuela me volvían loco sus tetas, de mi hermana era su culo el mayor objeto de mi admiración. Me parecía simplemente perfecto. Tampoco ella advirtió mi cambio de actitud, obsesionada como estaba con morrease con mi primo. Un día habían estado hablando de ir al cine. No tenía otra cosa que hacer así que pregunté de que película se trataba. Sandra puso una evidente cara de disgusto, porque lo que obviamente quería era quedarse a solas con José para otra de sus sesiones de intercambio de saliva. Me di cuenta y puse una escusa para no ir, pero mi hermanita debió notarme molesto, porque enseguida se me abrazó disculpándose y diciendo que quería que viniese. La verdad es que era maja. Siempre fue más popular y más simpática que yo, y siempre trató de ayudarme y de cuidarme como buena hermana mayor. El caso es que me tenía abrazado por detrás y sus tetas se estaban clavando en mi espalda. Me giré despacio y quedamos frente a frente. Para tratar de animarme me dio un piquito. Yo estaba como loco, tan empalmado que creía que iba a romper el pantalón. Luego me dio otro. Casi parecía que nos estuviéramos morreando como hacía habitualmente con José. Mi mano se deslizó hasta sus posaderas y acaricié ese culo perfecto. De repente se azoró y nos separamos. Debió notar mi excitación o algo así.

Semanas después se produjo el bombazo. José y Sandra anunciaron que salían juntos y que estaban enamorados. Les había costado tomar la decisión porque acababan de enterarse de que también eran hermanos. O medio- hermanos. Si, ya sé, es un poco raro, pero así es mi familia. Lo contaré más despacio: José nunca supo quién era su padre hasta entonces, y la verdad es que nunca lo preguntó. Su madre, mi tía, que es bisexual, vivía (y sigue viviendo) con otra mujer, Lorena, que por cierto es bastante guapa. Resulta que Rita, mi tía, quería tener un hijo y no tenía pareja. Además tanto mis padres como ella, eran muy liberales, practicaban el intercambio de parejas y esas cosas. Así que os podéis imaginar el resto. Julio, mi padre y el de Sandra era también el padre biológico de José. Esto no les impidió seguir con la relación, aunque les provocó una crisis bastante importante. A mí me jodía que Sandra me viera como “su hermanito”, cuando en realidad ni siquiera éramos hermanos, mientras que se enrollaba con José, que en realidad sí era su hermano. Bueno, se enrollaba y todo lo demás, porque después de hacer su relación pública empezaron a dormir juntos, incluso con el consentimiento de mis padres y mi tía. Son muy liberales ya os lo he dicho. Así que el mismo tabú del incesto que no significaba nada para ellos en cuanto a su relación, sí impedía que yo pudiera algún día tener algo con ella. Definitivamente no era justo. Además ahora que ellos no solo eran primos sino medio hermanos y yo que biológicamente no era nada de ninguno de los dos, entendía aún más su complicidad. Y no solo eso. Encima estaban enamorados. Lo que parecía un calentón había derivado en una relación de noviazgo en toda regla. Había que joderse.

Mi hermana me notó celoso. Ella creía que yo acababa de desayunarme con todo aquello y que temía quedar desplazado. En parte era cierto, pero solo en parte. Empezó a ser más cariñosa conmigo, como para compensar, pero eso solo conseguía empeorar las cosas, hacer que me pusiera más cachondo al verla. Un día que estaban viendo la tele empezaron a besarse. Ahora que ya era público no tenían porque esconderse. Como siempre en esos casos me ponía tan celoso como excitado. Algo molesto les grité que se fueran a un hotel, o algo parecido. Era un cachondeo que tenia con ellos a veces, pero en esta ocasión mi hermana me agarro y me atrajo para sí. Caí sobre ella y me besó también. ¿Ves? También te beso a ti, no te pongas celoso, dijo con guasa. José también cayó sobre nosotros y de nuevo se besaron. Luego Sandra me besó a mí de nuevo. Esta vez mi lengua se deslizó en su boca y tocó la suya. Ahora besaros entre vosotros, dijo de nuevo, riéndose. Les dije que no estaba para mariconadas y fui al baño a cascármela. Me iba a reventar.

Por aquellas fechas mi abuela vino a visitarnos. Eso quería decir que los dos objetos de mi deseo estarían juntas en la misma casa. En una de nuestras largas y habituales conversaciones cuando venía, le dije que envidiaba la experiencia sexual que sus otros nietos estaban adquiriendo, mientras que yo, prácticamente, ni siquiera había visto una teta. Ella sonrió y me besó muy cerca de los labios. Me dijo que eso era porque eran algo mayores, que a mi edad estaban igual que yo, que no me preocupase, que las cosas pasarían cuando tuvieran que pasar. No logró consolarme del todo, aunque nuestras charlas siempre me hacían mucho bien. Esa noche me deslicé sin ser visto a la habitación de invitados, para dormir con mi abuela, como cuando era más pequeño. Hacia un par de años que habíamos perdido esa costumbre, frecuente antes, pero esa noche estaba especialmente melancólico y sabia que Sofía, como se llamaba mi abuela, no podía negarme nada. Prometo que no albergaba ninguna intención sexual, sin embargo, en cuanto me metí entre las sabanas, abrace su cuerpo maduro pero atractivo, e inspiré su aroma, mi pene empezó a levantarse y apretarse contra su pierna irremediablemente. Temí que me despachara ofendida, pero en lugar de ello me preguntó si era verdad que no había visto nunca las tetas de una mujer. Balbuceé que no y antes de que me diera cuenta estaba viendo las suyas. Esos dos gloriosos melones que tantas de mis pajas habían motivado estaban ante mí, más hermosos de lo que habría imaginado. No recuerdo si pedí permiso para tocarlas o lo ofreció ella, pero pronto las estaba palpando sin creer lo que sucedía. Luego comencé a lamerlas, mi boca iba de una a otra mordiendo los pezones, besándolas. Noté la mano de mi abuela en mi polla. Fue una paja increíble. Corriéndome entre su mano y su pierna mientras chupaba su seno derecho fui inmensamente feliz y la quise aun más.

Poco después mi abuela volvió a su casa en una ciudad cercana y yo me quedé con las ganas de repetir lo que habíamos hecho esa noche, aunque me consolaba pensar que seguramente sería mejor así, que tener sexo regularmente con ella traería complicaciones. Pasaron los meses en los mismos términos, volviéndome loco con mi hermana y recordando la paja de mi abuela, cada vez que la veía en alguna reunión familiar. Cuando cumplí 16 mis padres me presionaron para contar a mi hermana y a mi primo que yo era adoptado. Por supuesto no me obligaron a hacerlo, pero dijeron que no les parecía bien ocultarles cosas después de darse a conocer el otro secreto de familia: que en realidad eran hermanastros. Tuve que darles la razón y accedí a que se lo contaran, qué más daba ya. Ambos estuvieron muy cariñosos conmigo, haciendo ver que no les importaba, pero a mí me daba vergüenza todo aquello. Sandra esperó a que nos quedáramos solos, después de la fiesta, me acarició el pelo y me dijo: Puede que el que seas adoptado no sea tan malo. Podemos hacer cosas que de la otra manera… y me plantó un morreo que me dejó sin aliento. Primero acercó sus labios a los míos y me besó despacio, después los abrió y sacó la lengua, que contactó con la mía. Luego se fue, dejándome empalmadísimo y consternado.

Aquel era un feliz giro de los acontecimientos. ¿Quería eso decir que ahora que sabía que no nos unía vinculo biológico alguno, algo podría ocurrir entre nosotros? Los días siguientes frenaron mi euforia. Su actitud hacia mí no había cambiado, ni tampoco lo acaramelada que estaba con mi primo. Finalmente, unas semanas después de mi cumpleaños en que no había habido ningún otro acercamiento entre nosotros, la encontré sola en casa y reuní el valor suficiente para hablarle sobre el beso. Ah, ¿aquello?, solo quería que te sintieras mejor, fue su respuesta. Tremendamente decepcionado me batí en retirada. Así que solo era eso, me había visto jodido y había intentado animarme. Me había metido la lengua en la garganta por lástima, en definitiva. Adivinando mis pensamientos me siguió y me derribó en el sofá. Ven aquí, tonto, dijo y comenzó a besarme de nuevo. Mi pene creció mientras nos comíamos las bocas. En un momento dado se paró y me dijo seria: Sabes que quiero a José. Eso no hace que te quiera menos a ti, eres mi hermanito y eso nunca cambiará, seas adoptado o no, pero de José estoy enamorada. También un día tendrás tu novia y eso no hará que me quieras menos. Mientras tanto puede que me atreva a hacer cosas que si tuviéramos un vínculo biológico no me atrevería. Bastante tuve con enterarme de que mi novio y yo teníamos el mismo padre. Los besos siguieron tras su discurso. Me palpó la entrepierna y me susurró al oído: la tienes muy dura, ¿eso es por mí? Asentí por respuesta y añadió: ¿quieres que te haga una pajita? Le dije que sí y me la sacó despacio. Continuamos besándonos mientras me la meneaba. En medio de la operación alargué la mano para toquetear ese venerado culo a placer. Luego llegué hasta sus braguitas para corresponderla. Nunca había masturbado a una mujer y no sabía muy bien cómo hacerlo, pero siguiendo las indicaciones de mi hermana pronto comencé a darle placer. Ella, por su parte, sabía lo que se hacía, se notaba que se la había cascado muchas veces a nuestro primo. Nos corrimos casi a la vez mientras nuestras lenguas jugaban.

Desde entonces la buscaba con frecuencia para masturbarnos, pero como andaba siempre con José, solo lo conseguía un par de veces a la semana o tres como mucho. No sabía si mi primo sabía lo que hacíamos, y desde luego, yo no se lo pensaba comentar. A veces eran pajillas rápidas que me hacía para que me callara y no la incordiara más, otras veces yo también se lo hacía a ella, como la primera vez, y tardábamos más, pero nunca me dejó pasar de ahí. Aunque la situación había mejorado desde hacía unos meses, y no me podía creer la suerte que tenía cuando me corría entre sus dedos, me seguía fastidiando pensar que ese cabrón se la tiraba y yo no podía pasar de los trabajos manuales. Pasaron varias semanas y recibí la noticia de que mi abuela venía a pasar unos días a mi casa de nuevo. Hacía más o menos un año desde la paja y, aunque nos habíamos visto en alguna ocasión y hablábamos por teléfono a menudo, nunca lo habíamos mencionado y, desde luego, no se había vuelto a repetir. En cuanto me enteré que venía, sin embargo, se me puso dura. Empecé a pensar que tal vez Sofía fuera la persona adecuada con la que perder la virginidad. Tenía experiencia y seguro que me trataría bien. Con ella no tendría que ponerme nervioso, seguro que saldría todo perfecto. Es cierto que era mayor, pero a mí me parecía enormemente atractiva. Otra cosa, claro, era que ella accediera. Decidí preparar el terreno quejándome en nuestras conversaciones de mi falta de experiencia en comparación con mi hermana y mi primo. En parte era verdad que eso me molestaba, pero insistirle a mi abuela en el tema, como si me obsesionara, era una estrategia. Esperaba poder repetir la paja y quién sabe si conseguir algo más. El día que llegó estaba nervioso y creo que ella también. Esa noche, de nuevo me escabullí a la habitación de invitados en la que se alojaba mi abuela en cuanto calculé que no había peligro. Nada más verme abrió las sabanas invitándome a entrar. Animado por eso me lancé a besarla como un amante apasionado. No puede ser que quieras algo más que una paja, dijo ella, tengo más de sesenta años. Esta confesión, lejos de desmotivarme me enardeció. Ya nada podía frenarme. No sé lo que le dije exactamente para convencerla pero funcionó. Traté de explicarle que ella era la mujer ideal con la que tener mi primera vez, que me parecía preciosa y todo eso. Como digo no recuerdo exactamente mis palabras pero fui del todo sincero. Cuando me quise dar cuenta estábamos haciendo el amor. Lo hicimos dos veces esa noche y una más a la mañana siguiente al despertar. Nos besamos, nos mordimos, me la chupó, le comí el coño, cosa que hacía también por primera vez, practicamos varias posturas… fue perfecto, tal y como había imaginado.

Los días siguientes traté por todos los medios de que nos quedáramos a solas para repetir la mayor cantidad de veces posible, aparte de deslizarme a su habitación todas las noches. En conjunto lo hacíamos 2 o 3 veces al día. Cuando regresó a su casa no me conformé con la situación y pasaba por 2 horas de autobús de ida y otros dos de vuelta todos los días para ir a verla. Nada más llegar a su casa me lanzaba sobre ella y la besaba, le chupaba las tetas, la desnudaba y me la follaba con todas mis fuerzas. Nunca tenía bastante. Ella se quejaba: me vas a matar de gusto, tengo el coño escocido. Continuamos unas semanas con esta luna de miel. Mi hermana notó que ya no la buscaba y ahora era ella la que me lo pedía a mi cuando José no estaba. ¿Te has echado una novia por ahí que yo no sepa? Preguntaba intrigada. Yo lo negaba, pero ella estaba con la mosca detrás de la oreja. La cosa siguió así hasta que mi abuela tuvo que hacer un viaje de varias semanas. Durante ese tiempo me consolé con mi hermana, que parecía contenta de tener de nuevo mi atención. Cuando mi abuela volvió, empecé otra vez a visitarla, pero ya no con tanta frecuencia como antes. Fue por esas fechas que me enteré de la noticia bomba. José se estaba acostando con Lorena, la amante lesbiana (quizá ya no tan lesbiana) de su madre, con el consentimiento de Sandra y de mi tía, con la intención de dejarla embarazada. Estas cosas solo pasan en mi familia. Ahora entendía que mi hermana estuviera tan cariñosa conmigo. Por mucho que dijera que estaba de acuerdo con lo de su novio y su madrastra, Lorena era un bombón y tenía que estar celosa por fuerza. A aquellas alturas ya había cumplido 19 años y estaba yendo a la universidad, José tenía 18 y yo estaba a punto de cumplir 17.

Pasaron los meses y en poco tiempo recibimos dos noticias desiguales. Por una parte a mi abuela le habían encontrado un bultito en el pecho y se iba a una clínica de Estados Unidos a que le hicieran unas pruebas, y por otro, Lorena finalmente se había quedado embarazada. José estaba muy pendiente de la futura madre de su hijo y eso hacía que Sandra se quedara más tiempo sola, lo que hacía que estuviera más cariñosa conmigo. Como yo ya no tenía a mi abuela para hacer el amor, me venía bien el cariño de mi hermana y compartíamos sesiones de masturbaciones mutuas casi a diario. Cuando llegó mi 17 cumpleaños mi hermana me hizo un regalo especial. Cuando todos se fueron me llevó al baño, me bajo la bragueta, coló la naricilla por mis calzoncillos y, cuando ya creía que me la iba a machacar, como siempre, se la metió en la boca. No podía creerlo, mi hermana me estaba haciendo la mejor mamada de mi vida. Besó la punta, la lamió de arriba abajo y la volvió a rodear con sus labios. La abuela la chupaba bien, pero Sandra era una experta. Mi pene había crecido en su boca y ahora me lo estaba devorando. No necesitó tocarla con las manos, la succionó de tal manera que me acabé corriendo mientras me acariciaba la base de la polla con la lengua. Había soñado tanto con ella cuando la veía con mi primo y ahora se estaba bebiendo todos mis jugos. Desde entonces hacíamos el 69 casi a diario. Yo ya le había chupado el coño a mi abuela y sabía lo que me hacía, así que ella se corría en mi boca con facilidad. Pasaron los meses, Lorena tuvo el niño y nos informaron que a mi abuela la iban a operar en Nueva York. Y así llegamos a mi hermana metida en mi cama. Seguíamos besándonos y tocándonos por todas partes. Te quiero mucho, hermanito, me dijo. Yo a ti también, respondí sincero. ¿Quieres que hagamos el amor? Me soltó de golpe. A penas pude tartamudear una respuesta de sorpresa. Tenía asumido que ese día no llegaría nunca. Sé que somos hermanos, y no me creía capaz de esto, pero últimamente hemos estado muy unidos… desde el punto de vista sexual y, bueno, si puedo hacerlo con José que es mi medio hermano de verdad… no es que tú seas mi hermano de mentira…

Tranquila, la interrumpí, te entiendo. Sí quiero que hagamos el amor. Que tengamos esto juntos. Sé que nunca seré tan importante para ti como él, pero tú sí que eres la mujer más importante para mí y sé que me quieres. Siempre me has tratado de un modo inmejorable. Aprecio cada segundo que estoy contigo. Quiero que follemos.

No es que seas menos importante para mí, dijo ella, son importancias distintas. Sigo queriendo a José a pesar de que no estoy encajando lo que tiene con Lorena tan bien como creía, pero también la quiero a ella y a la criatura que han tenido y sé que somos una familia y lo superaremos, pero eso no hace que te quiera menos a ti. Eres muy especial para mí y yo también quiero compartir esto contigo.

Volvimos a besarnos, esta vez con más pasión. Poco a poco le fui metiendo mi pene entre las piernas. La última barrera que había entre nosotros se estaba derribando. Lo que tantas veces había soñado estaba sucediendo. Antes de que me diera cuenta estábamos follando. Estaba sobre ella, la tenia abrazada como si temiera que escapase, nos besábamos y mientras tanto mi polla entraba en su coño y salía lenta pero inexorable. Me erguí un poco y aceleré el ritmo. Habíamos estado mucho rato masturbándonos así que no tardamos mucho en corrernos. Fue muy bonito. ¿Soy la primera?, preguntó intrigada sobre si le había regalado mi virginidad. La segunda. Lo hice con la abuela antes. Me miró con incredulidad. ¿Con la abuela? Pero… es mucho mayor que tu. Sí, le respondí, pero es preciosa. ¿No te parece? Desde luego, dijo ella. Así que con la abuela. Ya decía yo que a veces me buscabas menos. Espero que los dos disfrutarais. Lo hicimos, le dije yo. Entonces me alegro por los dos. Estuvimos un rato sin hablar, mirando al techo. Me sentía increíblemente feliz. Javí, rompió el silencio mi hermana, cuando lo hacías con la abuela, ¿alguna vez se la metiste por el culo? La pregunta me sorprendió un poco. No, respondí sincero, nunca. Entonces, ¿nunca lo has hecho por ahí? No, claro que no. No me importaría probar, pero nunca se nos ocurrió. Yo tampoco lo he hecho nunca. Soy virgen por el culo, añadió con unas risitas. Si me la metieras por detrás… sería la primera vez para los dos. No importaría lo que ocurriese luego, mi culito sería tuyo para siempre. Algo entre los dos que no nos podrían quitar. Un vínculo eterno. Eso te compensaría por todo lo que te haya hecho sufrir sin querer todos estos años. ¿Te gustaría darme por culo?

Los ojos se me llenaron de lágrimas. ¡Adoraba a mi hermana! Siempre había sido tan buena conmigo y ahora esto… Me lancé sobre ella y la besé despacio. Mordí sus labios, chupé su lengua, le besé el cuello y bajé la boca hasta sus tetas. Eran más pequeñas que las de mi abuela pero estaban más tiesecitas. Bajé mi lengua por su vientre, la besé en el ombligo, finamente colé la naricilla por su entrepierna y moví la lengua de un lado a otro, cosa que había comprobado que le encantaba. Se la metí otra vez. No me cansaba de estar dentro de ella. Le di la vuelta y la puse a 4 patas. Notaba su culo contra mi pelvis. Giró su cabeza y nos besamos mientras le estrujaba las tetas. En un momento dado me paré y acerque mi boca a su culo en pompa. Besé los labios de su vagina y le metí un dedo. Luego otro. Cuando rocé su clítoris con la lengua se estremeció. Entonces aproveché sus propios jugos para lubricarle el culo. Le metí un dedo, dos, tres, la lengua. Cuando me pareció que estaba a punto intenté meterla. Primero solo la puntita. Cuando vi que se dilataba mi miembro entero. Ella no decía nada pero se notaba que le dolía y a la vez, que estaba disfrutando. Empecé a moverla despacio, luego más rápido. Ella comenzó a gritar, me pedía que acelerase, que la partiera en dos. Embestí con toda la fuerza que fui capaz hasta que derramé mi semilla en sus entrañas. Le agarré las tetas y nuestras lenguas se juntaron mientras seguía corriéndome. Ella empezó a correrse también, con mi polla en su culo. Quedamos rendidos y nos dormimos juntos entre besos y caricias.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
jomabou@alumni.uv.es

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (11)” (POR ADRIANRELOAD)

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verano inolvidable2Deambule algunos minutos, sumido en recuerdos, tal vez en remordimientos por haber Sin títulodejado a una estupenda chica. Había terminado con Viviana y no tenia nada definido con Mili, prácticamente había saltado al vacío… en fin… me di cuenta que no llegaría a mi casa caminando, además en mi errático andar prácticamente me había perdido.

Tome un taxi a casa, me sumía en mil y un pensamientos, esperanzadores por momentos, y funestos después… hasta que:

¿Te conosco?… si… me pregunto el taxista.

¿A mi?… no creo… repuse sin darle mucha atención.

Si… ya me acorde… tu eres el muchacho que estaba con ese mujeron el otro día…

Mundo pequeño. Al parecer este era taxista el que ayer nos llevo a Mili y a mí desde la universidad a mi casa. Intente hacerme el desentendido pero:

Por la cara que traes, seguro que ya te corto… ah verdad me dijiste que otro era su novio… dijo riendo sonoramente.

Si, si, algo así… dije intentando cortar la platica.

¿Qué paso?… seguro regreso con su enamorado…

No exactamente… repuse, pero para que entrar en explicaciones con un tipo que ni siquiera conocía.

Uhmmm… exclamo el pensativamente y luego dio su veredicto: No te preocupes, hay mujeres así, esas que nacen para no tener dueño, alégrate mas bien de haber disfrutado de una hembra como esa…

Si, bueno… dije para no contrariarlo y no extender la platica.

Aunque si yo tuviera una mujer así, tampoco dormiría tranquilo, hay muchos lobos sueltos… jajaja… yo he sido uno de esos… jajaja…

Sin preguntarle me contó algunas de sus pillerías, por suerte, llegamos rápido a mi casa. A pesar de no prestarle mucha atención al taxista, a esa tonta y burda conversación, al bajar del taxi me dejo con una sensación de desolación peor… sensación que se agudizaría al conversar con mi padre, al que encontré bebiendo en la sala:

¿Te apetece una cerveza?.

Bueno… dije, después de lo pasado un trago no me caería mal pensé.

¿Ya lo hiciste?

¿Hacer que…?… pregunte extrañado luego de un largo sorbo.

Terminar con Viviana…

¿Qué? ¿Como lo sabes? ¿Acaso llamo ella?…

Sonrió burlonamente, al parecer se reía de mi ingenuidad.

No soy tonto… dijo simplemente.

No creí ser tan evidente… dije de mala gana.

Suspiro largo, y destapo otra cerveza… al parecer se venia el sermón:

Hijo… tienes que aprender a diferenciar las chicas que son para divertirse y las que son para formar una relación seria, un hogar.

Créeme… se la diferencia… pero ¿Por qué me dices esto ahora?…

Soy tu padre y me fastidia ver que sigas cometiendo errores en tus relaciones…

Ese reproche iba mas allá de mi situación actual con Mili, abarcaba también una fallida relación que tuve hace un tiempo con una prima… eso dolió…

Viejo, solo para ti han sido errores mis decisiones… dije y sin esperar respuesta deje la cerveza y me fui a mi cuarto.

Me eche en mi cama y busque respuestas en el techo. Tal vez mi viejo podía tener razón: Viviana era una chica amorosa, seria y responsable en nuestra relación, a pesar de que yo era su primer enamorado, demostraba cierta madurez. En cambio Mili a pesar de su experiencia aun parecía estar en la etapa de los enamoramientos, un poco voluble, quizás susceptible a quien la enamore de la manera adecuada… y había una larga lista de pretendientes… sin mayor ánimo de ahondar mas en esos pensamientos pesimistas, me quede dormido

Al día siguiente en el aula había un cartel en la puerta que nos avisaba que se suspendía la clase, al parecer el profesor estaba enfermo. Espere un rato, busque en los alrededores y no vi a Mili.

¡Diablos!, seguro se habrá reconciliado con Javier… ¡que estupido he sido!… No debí apresurarme a terminar con Viviana… me reprochaba. Así, con el ánimo por los suelos me fui a la biblioteca, intentaría estudiar algo, quizás lograría distraer mi mente.

Me senté solitario en una mesa, al poco rato se fue llenando el lugar, los murmullos iban creciendo y no me podía concentrar, repasaba la misma hoja una y otra vez. De cuando en cuando levantaba la vista y buscaba a Mili o al menos a Javier, para saber como iban las cosas entre ellos. El barullo se me hacia insoportable. Quería estar solo.

En la biblioteca de mi facultad existen unos cubículos, son pequeños cuartos (de unos 2m por 2m y 2.5m de alto), con un par de sillas y una mesa pegada a la pared. Generalmente están ocupados, pero por suerte vi a un par de estudiantes abandonando uno y me abalance sobre ese cubículo. Cerré la puerta.

Lance mi mochila sobre la mesa y me senté, la situación al interior no cambio, seguía ojeando mi libro sin entender lo que leía. En el exterior el murmullo fue disminuyendo, se acercaba la hora de almuerzo. Simplemente me recosté sobre la mesa y continué maldiciendo mi suerte… hasta que escuche el ruido de la puerta abriéndose…

El cubículo esta ocupado… dije de mal humor sin levantar la cabeza.

¿Hay espacio para alguien mas?… me pregunto una voz femenina.

¿Mili?… dije levantado el rostro y volteando.

Si era ella… ¿estaría soñando?… ¡Maldición! Esta para comérsela… pensé: traía un top blanco que apenas contenían sus senos y una minifalda suelta de color naranja… Vaya, por ella deje a Viviana, me dije y mi expresión se nublo nuevamente.

¿Estas bien?… tienes una carita de desolación… me dijo apenada.

Si, es solo que… ayer fui a ver a Viviana… dije, y note como se incomodaba ¿Celos?.

¿Si? ¿Y que paso?… pregunto curiosa, sentándose a mi lado.

Pues… terminamos… suspire, creí ver algún halo de alegría en su rostro, que disimulo rápido y adopto una diplomática expresión.

Oye… si es por lo que te pedí… pensé que habíamos quedado en no hacer nada hasta terminar el ciclo…

No es por eso… es solo que… ella hizo las preguntas correctas… y yo no pude darle las respuestas erradas.

Ay… pobrecito, debe haber sido difícil… me dijo acariciando mis cabellos.

No sabia si llorar o alegrarme, no sabia si Mili actuaba como amiga sincera o si lo hacia para disimular, es decir, si es que en realmente le dolía ver a un amigo así (amigo por el cual no sentía mas que amistad y una calentura de vez en cuando) o si es que intentaba aparentar y en el fondo sentía que esta era una oportunidad para al fin estar juntos…

No dijo nada, solo me abrazo, luego apego mi cabeza en su regazo, mi tristeza se fue perdiendo entre sus senos. Me apoye mas sobre su pecho, mis manos abrazaron su cintura, después de horas de angustia y soledad, necesitaba sentirme querido…

Los terribles recuerdos de la noche anterior, los fatídicos comentarios del taxista y de mi padre se diluían en su escote, en la generosa silueta de sus senos, en el delineado de sus pezones…

Quise volver a mi infancia, la época donde todo era seguro y no había mayores problemas sentimentales… sin embargo retrocedí mas y cual recién nacido mis manos se prendieron de sus senos… mis labios besaron sus senos…

Uhmm… ¿Qué haces?…. pregunto sorprendida.

Quiso reclamar más, pero mis deseosas manos ya habían liberado un seno y mi boca engullía un pezón como un niño lactante. Necesitaba sentirme amado, sentir el calor de su cuerpo, el morbo que me incitaba…

No Danny… no hagas esto… ¿estas loco?… me recrimino sin rechazarme, sus manos no me alejaban, solo acariciaban mi cabello.

Si… estoy loco… loco por ti…

Uhmmm… gimió al sentir un beso mió en su cuello.

Mis palabras, el efusivo beso en su punto débil y mis caricias en sus senos terminaron por redimirla, sabia que no tenia escapatoria, me dejaría hacerla mía, como todo el fin semana anterior… no importaba que estuviéramos en una biblioteca…

Seguí besando su cuello, ella no podía esgrimir ninguna palabra, su pecho subía y bajaba agitado, su garganta contenía sonoros gemidos. En una rápida maniobra mi mano izquierda que acariciaba sus senos y mi manos derecha que apresaba su cintura, ladearon sus caderas, yo prácticamente me puse frente a ella y de un solo envión la levante.

Oh… Dios no… Danny no… uhmmm… musitaba.

Sus desnudos senos a la altura de mis labios fueron presa de una terrible succión que la dejo sin argumentos. Con su cuerpo a cuestas, la lleve sobre la mesa. Mis labios por fin encontraron los suyos, entre jadeos y con su lengua me devolvía con vehemencia toda la excitación producida por este alocado acto.

Mis manos tomaron su diminuta falda y la levantaron hasta su abdomen, mis dedos tantearon su pequeña ropa interior, solo tuve que hacerla a un lado… Mili por su parte ya me había bajado el cierre y su dedos encontraron el tieso miembro que siempre la satisfacía… una tibia sonrisa se perdió entre sus besos al sentir mi duro instrumento listo para la acción.

No tuvo que pedirlo, solo pensarlo y mi verga ya se perdía entre sus húmedos labios vaginales, era el primer orificio disponible en aquella accidentada posición…

Solo tuvo que sentirlo ingresar unos centímetros y ella se aferro a mi, jalando mi cuerpo contra ella, sus piernas abrazaron mi cintura y terminaron por clavar completamente mi pene en su extasiado ser…

Ahhh… Exclamo abrazándome, mordiéndose un puño para no ser escuchada afuera.

Podría jurar que aquello le provoco un orgasmo, la sentí relajarse, suspirar profundamente, sus senos rebotaban en mi pecho.

¿Por qué solo contigo siento esto?… me pregunto besándome cariñosamente.

La memoria puede ser un gran aliado en los estudios, pero puede ser un enemigo cuando invade los dominios corazón… se me vino a la mente una frase similar que un momento de ternura me prodigo Viviana:

Solo contigo he sentido esto… me dijo Viviana.

¿Qué?… pregunte curioso

Lo que es el amor… replico ella.

Luego rememore la frase de mi padre: Debes aprender a diferenciar las chicas que son para divertirse de las que son para una relación seria…. ¡Diablos! ¿Por qué ahora me atormentan estos recuerdos?

No quería recordar eso… maquinalmente empecé a penetrar a Mili, con rabia, con vehemencia, quería borrar con lujuria lo que mi mente recordaba.

Ayyy… Danny un poco más suave… auu… uhmmm… se quejaba a media voz Mili.

No mi viejo no tenia razón, no podía tenerla… menos aun la tendría ese estupido taxista… mi pene como poseído entraba y salía rápidamente de su vagina que empezaba a secarse… era de esperarse, lo que inicialmente la excito, ahora parecía asustarla…

Aleje mi rostro que había permanecido sobre su hombro y la vi, una expresión un poco temerosa se cernía en su rostro, sin embargo me sonrió… coquetamente… luego mi vista se poso en sus generosos melones, su pezones que rebotaban con mi furia, su cintura era una maraña entre su top y su minifalda, su pequeña tanga removida a un lado, casi rota, su lampiño pubis y mi verga saliendo y entrando rápidamente.

Ouch… uhmm… au…

Su cuerpo era un manjar, sus voluptuosas carnes abultadas en los lugares precisos… si tal vez era una chica solo para coger… solo para divertirse… Para satisfacer los mas morbosos instintos de un hombre… si tal vez ella nunca tendría dueño, pero podría tenerla al menos por esta vez…

Jalonee su cintura, su espalda resbalo en la pared, se encorvo mas, sus nalgas se deslizaron en la mesa… deje su pequeño agujero en una posición mas asequible para mi verga.

No Danny… por favor… basta…

Tu eres una perra y lo sabes… le recrimine, en ese momento ella era la culpable de todos mis errores, ella tenia que pagar.

Me miro sorprendida, aproveche su desconcierto y le empuje mi verga por su ano… se mordió los labios para no soltar un grito, una maldición… sus ojos inicialmente desorbitados se fueron llenando de lagrimas.

Era tarde para cualquier reproche, mi verga ya estaba instalada en su ano, una mano mía sujetaba su cintura manteniéndola en su posición para que me dejara penetrarla y la otra mano jaloneaba bruscamente sus senos…

Danny… detente… Que me estas asustando… ayyy.…

Hice caso omiso a su pedido continué penetrando con furia su áspero ano, la fricción, el ardor no me importaba… estaba enloquecido con la idea que me infundieron, ella era solo una chica para eso… para una buena cogida, su voluptuoso cuerpo, sus deliciosas curvas solo servían para provocar placer, nunca tendría dueño… solo amos ocasionales…

Si, la estupida y romántica idea que tuve de una relación con ella se iba desvaneciendo… solo podía aprovecharme de su monumental cuerpo mientras lo tuviera a la mano… luego ella regresaría con Javier… ese imbecil…

Ouch… ayyy… ouuu… no ya nooo… auuu…

Resiste puta… ¿no es esto lo que te gusta?… ¿no era esto lo que querías?… le increpe exaltado, sin importarme el lugar en que estábamos.

No… yo solo… yo solo te quería a ti… me dijo cariñosamente, con su rostro enrojecido por haber soportado mis bestiales embates, con sus mejillas húmedas por algunas lagrimas de dolor.

Solo entonces vi una luz al final del túnel… mis forzados y torpes movimientos cesaron… quizás no era solo eso lo que buscaba en mi… en esa nube confusa que era mi cabeza sentí que alguien me extendía la mano… mejor dicho sus manos jalaron la solapa de mi camisa y me atrajeron hacia ella…

Un efusivo beso termino por apaciguar el demonio de la soledad, de los remordimientos, de la frustración… todo aquello que se había apoderado de mi alma en las últimas horas…

Oye… lo siento… me disculpe.

No esta bien… no importa… además la que lo siente soy yo… ay mi pobre anito… me dijo algo risueña.

Sonreímos, a pesar de todo era benigna conmigo, comprendía el tormento que había pasado, el desorden en mi cabeza y no me reprochaba la brutal cogida que le estaba dando, ni siquiera los groseros comentarios que le hice.

Espera que lo saco… dije alejándome, al verle una mueca de dolor.

No dejalo ahí un ratito… que me pase un poco el dolor…

Esta bien… respondí y le inserté los centímetros perdidos.

Se contrajo un poco, pero se acomodo mejor, nos miramos y nos reímos…

Eres un tonto… me dijo riendo.

Tu eres mas tonta por estar con un tonto… replique.

No dijo nada, solo me beso tiernamente, tras unos segundo sentía su lengua, nuevamente el candor de su respiración, tras unos minutos la lujuria de su boca, solo tuve que pasar disimuladamente mis dedos por sus labios vaginales para saber que la humedad nuevamente la había invadido. Un temblorcillo recorrió su cuerpo al sentir mi tacto en su vagina.

Uhmmm… suspiro en mi oído.

Mi verga latía nuevamente ansiosa dentro de su ano, las paredes de su pequeño agujero no se contraían como antes, más bien se relajaban…

Continua por favor… hazme tuya… me susurro excitada al oído.

Así lo hice, había menos oposición de su cuerpo a mis pausadas penetraciones, fui aumentando el ritmo y no escuche quejas, más bien placenteros gemidos…

Así… así… mas fuerte… métemelo mas… me suplicaba extasiada.

Sus piernas nuevamente apresaban mi cintura… sin embargo a los pocos minutos, presa del cansancio y del esfuerzo comenzaron a temblar…

No… por favor no pares… falta poco… ahhh…

Nunca la había visto desfallecer de esa forma, el placer de aquella forzada posición le propiciaba era inaudito o tal vez era por lo poco usual del lugar… la adrenalina de poder ser atrapados in fraganti.

Esta bien… esta bien… pero no hables tan alto… le pedí.

Lo que quieras… pero no me dejes así… me suplico.

Me compadecí de sus piernas, así que mis manos se apoyaron en el borde de la mesita, ahora mis brazos contenían sus piernas que prácticamente estaban sobre mis hombros… el cubículo comenzaba a retumbar y no nos importaba.

Asi esta mejor…Ohhh.. uhmmm… se morida los labios para no gritar.

Nos besamos unos instantes, luego aleje mi rostro para apreciarla, era hermosa, así la vi. a pesar de la difícil posición en la que estaba, sus senos al aire, subiendo y bajando por su agitada respiración y por el ritmo de mis penetraciones

Ella me miraba extasiada, con ojos de ternura por momentos, de lujuria en otros… hasta que sin quererlo, al sentir como retumbaba la mesita en la que sus generosas nalgas se apoyaban, decidió bajar la vista… solo entonces pudo apreciar como mi verga se perdía en su interior con un ritmo endemoniado…

Ohh diosss… uhmmm … ohhh…

Callate…

Me miro con la boca abierta, no podía creer que mi verga entrara con tal facilidad en su hasta hace poco virgen ano, la morbosidad que esto le genero era evidente, así como la prolongada fricción de nuestros cuerpos… nuevamente bajo la vista… sus gemidos eran mas sonoros…

Ahhhh… uhmmmm… uhmmmm….

Mili por favor que nos van a escuchar… le rogué.

Nuevamente absorta casi poseída, me miro, ella misma se tapo la boca con una mano y con la otras se dedico a estrujar sus henchido senos… parecía que se iba ahogar… luego vi a sus ojos prácticamente salirse de sus orbitas… en ese momento le descargaba un torrente de semen en sus cavidades anales…

ohhh… ufff… resople satisfecho, cansado.

Ella apenas respiraba, mi verga escupía su leche y su maltrecho cuerpo se contraía extasiado con cada borbotón que la invadía.

¿Lo vas a dejar?… era mi momento de devolverle la pregunta.

Si… lo… haré… me dijo sin pensarlo, con el poco aliento que le quedaba.

Esta vez yo busque sus labios, a pesar de su fatigada respiración, no me rechazo… en cambio, su cuerpo empezaba a rechazar mi esperma, su ano escurría mi leche, mi verga ya flácida no podía retenerla…

Heyyy… uyyy cuidado… dije y me aleje.

Mi leche ya caía sobre la mesita, casi me mancha el pantalón.

Límpiame, por favor… me pidió con carita de niña.

Era lo menos que podía hacer luego de aquella sufrida y gratificante muestra de afecto que me dio en aquel inusual lugar. Saque un pañuelo y la limpie lo mejor que pude, así como mi verga… solo después pudo salir de su incomoda posición, de esa prisión, de esa pared y esa mesita donde la había arrinconado

Se bajo de la mesa comprensiblemente adolorida, y antes que arreglarse se me acerco y me abrazo. El calor de su cuerpo, lo amoroso de su abrazo disiparon las dudas del afecto que tenía hacia mí.

No me dijo nada, pero el latir de su corazón se aunaba al mió… así yo mismo le fui acomodando su ropa. Sentí su sonrisa ante mi torpe esfuerzo por acomodarle el brassiere.

Así no… me dijo riendo.

No alejo mis manos para hacerlo ella, mas bien guió las mías, como dando a entender que tenían derecho a escudriñar en su cuerpo, que ya eran también mis dominios, aunque la idea suene machista. Al mismo tiempo Mili tenia cabida en la zona baja de mi cintura, ella abrocho mi pantalón.

¿Oye por que no hay ruido afuera?… pregunto curiosa.

En serio… con el ruido que hicimos estarán esperando que salgamos seguramente… dije medio en broma medio en serio.

Ay… no… dijo preocupada.

Asome la cabeza por la puerta, la biblioteca estaba vacía… ¿Qué habrá pasado?… bueno la bibliotecaria tenia como sagrada su hora de almuerzo, desaparecía y nadie la molestaba, pero los demás, los estudiantes ¿Dónde estaban?…

Al parecer mi mente trajo a uno… un estudiante… el menos indicado… Javier… pensé que se iría de largo, pero entro a la biblioteca, lo vi aproximarse…

Maldición…

¿Qué pasa?

Es Javier… esta afuera…

Mili palideció, una cosa era cortar con el en una conversación y otra muy diferente era enterándose que era un carnudo. Personalmente me daba igual liarme a golpes con Javier, eso era lo de menos… el problema era armar un escándalo en la facultad, la reputación de Mili iba a terminar en solo en una gran putación, es decir quedaría como una puta, y yo como el apestado, el quita novias, etc,…

Pero tal vez, solo tal vez, podria tener buena suerte… quizas no me vio…

Hey Danny… escuche llamarme jovialmente, era el.

Se iba a armar una buena en esa silenciosa y hasta ahora pacifica biblioteca.

Continuara.

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AdrianReload@mail.com

 

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (12)” (POR ADRIANRELOAD)

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verano inolvidable2Mili parecía un foquito de Navidad, por momentos pálida, por momentos roja, al borde Sin títulode las lagrimas… Javier estaba a escasos metros de nosotros, no sabíamos como, pero el sabia que yo estaba allí… en ese cubículo…

He pasado por situaciones similares anteriormente, más que nada por tenia la experiencia adquirida en una relación filial hacia unos años, me había dado cierto aplomo y rapidez mental para salir de estas situaciones… si pude en su momento salvarme de mis padres y mis familiares, creo que no seria difícil deshacerme de Javier…

– Mira… el me esta buscando a mi… yo salgo, le doy el encuentro y después de cinco minutos tu sales… le susurre a Mili.

Ella no atino a decir nada, con las justas movió su cabeza afirmativamente, tome mis cosas iba a salir… cuando la perilla de la puerta giro… ¡Mierd…!…

Mili estaba cerca de la puerta, en acto reflejo la empuje a un lado, para que quedara detrás de la puerta. Ella entendió y siguió esa dirección, ubicándose tiesa, cual estatua, detrás de la puerta.

Hola Javier… dije un poco agitado, conteniendo la puerta, para que no le diera en las narices a Mili.

– Que tal Danny… ¿has visto a Mili?, me dijeron que la vieron por aquí.

– Bueno, si… paso por acá… estaba preocupada por el trabajo del curso que llevamos juntos, le dije que el profe no había venido… así que se fue tranquila… respondí, intentando no ser dubitativo, aunque sentía la nerviosa respiración de Mili sobre la mano que contenía la puerta.

– ¿Hace cuanto?… pregunto extrañado, parecía que quería entrar al cubículo a continuar la platica. Solo mi cuerpo y mi actitud se lo impedían.

– No se, unos quince o veinte minutos… oye mira… me muero de hambre… vamos por ahí a comer algo… dije para salir del apremio.

– Solo si tú invitas… respondió sonriendo.

– Esta bien… respondí aliviado, muy pocos se resisten a un almuerzo gratis.

Cerré la puerta, me imaginaba al interior Mili recuperando su color y la respiración…

– Oye ese cubículo huele raro… ¿no te habrás estado pajeando?… me dijo Javier en son de broma y casi me atoro con mi saliva.

– Como crees, solo tu harías una cosa así… respondí devolviéndole la broma.

– Jajajaj… tienes razón… se ufano el.

– ¿Cómo sabias que estaba acá?… le pregunte para cambiar de tema y no ahondar en los olores y en lo sucedido en ese cubículo.

– Fácil… solo un tonto como tu se queda en la biblioteca cuando hay final de fútbol femenino en el coliseo… me dijo riendo.

Ah, claro por eso la biblioteca estaba vacía, el equipo de fut-sal femenino de la facultad iba a jugar la final del campeonato universitario… y eso nadie quería perdérselo, casi todos estaban en el coliseo

– Ya… en serio…

– Guille vino a devolver un libro y me dijo que te vio entrando al cubículo…

– ¿Y como sabias que Mili paso por acá?…

– No lo sabia, solo pregunte… repuso.

Diablos, mejor no sigo indagando al respecto porque yo mismo me puedo poner al descubierto… me dije. Así que me apure en sacar a Javier de la Biblioteca, pero en el camino a la puerta el saco su celular….

– A quien vas a llamar?…. pregunte algo preocupado.

– A Mili… creo que esta molesta conmigo…

Caraj… si el celular de Mili suena dentro del cubículo, nos jodimos, se va a dar cuenta de que ella esta adentro.

– Mierd… me quede sin crédito… dijo molesto al escuchar el mensaje de la operadora.

– Estas con suerte… dije socarronamente, aunque aliviado porque el de la suerte era yo.

Salimos a comer. No tuve que preguntarle, me contó de su amiga la tetona succiona vergas, de cómo lo habían pasado el fin de semana. Yo me reía, a veces de la forma en que contaba las cosas y otras recordando o haciendo una semejanza con las que hice yo con Mili…

Idiota, teniendo a Mili se mete con una tipa que por lo que dice es la mas experimentada de la ciudad, casi una mujerzuela… quizás eso acalla su morbo… cada quien con satisface sus apetitos como gusta.

Quizás por esa costumbre de andar o de estar con mujeres de ese tipo, de gran trayectoria amatoria, por eso no había podido descubrir el fuego interior de Mili, no había descubierto su punto débil, no había sabido incitarla de manera sutil a esos oscuros placeres…

Javier no tenia paciencia ni ganas de enseñarle esas mañas a Mili, esperaba que por su escultural cuerpo ella tuviera toda la experiencia necesaria, que Mili supiera de esas cosas, así que él simplemente iba al grano, como lo hacia con las otras chicas… y quizás en parte Javier se frustraba al ver que en la cama Mili no tenia toda la experiencia que aparentaba tener.

En parte aquella fascinación que Javier tenia por esa chica (la succiona vergas, no le conocía otro nombre) me había resultado beneficiosa, ya que pude disfrutar de Mili. Si Javier hubiera llamado ese sábado en la noche, no hubiera pasado aquel magnifico fin de semana con Mili, explorando cada rincón de su anatomía en cada rincón de mi casa.

Inclusive, al terminar el almuerzo, Javier me llego a pedir que intercediera por él con Mili, había notado que ella lo estaba evitando, no contestaba sus llamadas… para que no me insistiera le dije que vería que podía hacer… así mi cornudo compañero se quedo tranquilo…

Aunque me dijo que no me apurara en hacerlo, porque el miércoles iba a salir con otra tipa que al parecer solo le gustaba que le den por atrás… A esas alturas ya ni me remordía la conciencia por ponerle los cuernos a Javier…

Ese miércoles mientras Javier satisfacía todos sus apetitos anales con su amiga, yo iba al cine con Mili… Había un poco de nerviosismo entre ambos, era la primera vez que salíamos juntos como una pareja…

Las cosas se dieron de una manera extraña, me llamo en la noche y me dijo que estaba aburrida. Fui a verla, conversamos un rato, en realidad aparte de conocer su cuerpo no conocía mucho de ella y de sus gustos, solo de sus recientes apetittos sexuales.

Así, conversamos sobre películas, casi teníamos los mismos gustos al respecto. Hacia unas semanas que habían estrenado una película que a ambos nos hubiera gustado ver, pero por esos trabajos de la universidad y nuestros encuentros y desencuentros amatorios, no habíamos tenido oportunidad de ir a verla…

Danny vamos a verla ahora… mira que no debe faltar mucho para que la saquen de cartelera… me dijo Mili.

Oye pero es un poco tarde, tu crees haya alguna función a esta hora… repuse.

Eran casi las 10 y calculaba que hasta que lleguemos al cine serian cerca de las 11 de la noche, ya saben por el tiempo de viaje y lo que demoran algunas chicas en arreglarse.

Mira hay una función a las 10:30pm… me dijo mostrándome la sección de cine de un periódico.

– Ese cine esta un poco lejos… ¿Tu crees que lleguemos?…

Si salimos ahora, si… ¿Qué dices?…. me dijo animada.

– Vamos… respondi, no me podia negar.

Su padre estaba fuera de la ciudad y su madre no puso mayor objeción a que saliera conmigo, me conocía por los trabajos de la universidad que hacíamos.

Ella no necesito cambiarse, llevaba una falda negra que le quedaba por encima de la rodillas, con unas panties del mismo color cubriendo sus piernas, seguro por el frió, una blusa y una chompa cubriéndola, tenia una apariencia un poco casera, un poco formal, casi de oficinista, pero no se veía mal. Por suerte era de las que no necesita arreglarse mucho para verse bien.

Llegamos cuando pasaban los avances de otras películas, algunos asientos de atrás estaban ocupados, había muchos espacios, pero era la primera vez que salíamos juntos, casi formalmente como enamorados… así queríamos estar solos… La zona media de la sala estaba casi desierta y las primeras filas vacías… hacia allá nos dirigimos…

La abrace, ella se recostó sobre mi hombro, nos dimos algunos besos cariñosos. Al poco rato inicio la película, un poco lenta… como mi mano subiendo sobre su cintura hacia sus senos, desabotonando su blusa… ella no protesto… solo me beso con mayor efusividad…

Mi mano estrujaba sus senos, sus pezones y su lengua me retribuía el favor… me sobaba el pecho, el abdomen, tome su mano y la dirigí a mi pantalón… si yo masajeaba sus senos ella podía prodigarme el mismo placer en mi verga.

Ella lo entendió, mejor de lo que pensé, no se limito a acariciar mi verga sobre el pantalón, sino que se dio maña para meter directamente su mano por debajo de mi pantalón y su calida mano atrapo mi erecto pene…

Yo hice lo propio y mis dedos se deslizaron por su suave abdomen, pasando por su falda, acaricie sus piernas a través de sus delgadas panties, subiendo mis manos hasta llegar a su tibia y húmeda conchita, un shock eléctrico la recorrió… ahogo un gemido entre su garganta y nuestras lenguas.

Su siguiente reacción, casi maniática, fue sacar su mano, desbrocharme el pantalón, bajarme el cierre completamente rebuscar en mi bóxer hasta sacar por completo mi verga, dura… quería sentirla libremente con sus dedos… palpar toda su rigidez… sabia que aquel instrumento se ponía así por ella, y que aquella masa de carne podía complacerla…

No importaban los demás en el cine, tal vez hacían lo mismo desde sus ubicaciones, o quizás solo veían la película, que mas da… nosotros agazapados en las butacas dábamos rienda suelta nuestros instintos… escondidos de la vista de los pocos asistentes a esa sala, sin nada que temer.

Mis dedos no dejaban de proporcionarle ese agradable cosquilleo en sus labios vaginales y ella respondía con candorosos besos, con sus dedos pajeando mi verga… parecía que iba a explotar de placer… hasta que no pudo mas… quiso sentir en sus labios lo que mis dedos hacían en su vagina…

Sus jugosos y carnosos labios se apartaron de mi boca y fueron descendiendo a mi verga…

– ¿Qué haces?… me atreví a preguntar ingenuo, a media voz.

No me respondió, absorbida por su propio morbo no dudo en meterse mi verga a la boca y succionarla, me sobresalte un poco en el asiento al sentir su lengua en mi verga. Unas gotitas de leche salieron instantáneamente al sentir sus carnosos y suaves labios recorriendo mi verga, ella no protesto, sumida en su excitación prosiguió con su labor.

A pesar de la incomoda posición, Mili siguió mamando mi verga. Yo complacido, acariciaba sus cabellos y por momentos me daba maña para acariciar sus senos. Estaba en la gloria.

Llego un momento en que ella ceso su labores, quizás volvió a la realidad. Habrá menguado su excitación y se habrá dado cuenta de donde estamos… pensé un poco mortificado, ya que había dejado su trabajo a medias. Por fortuna me equivoque.

Al parecer no podía seguir en aquella incomoda posición, se deslizo por el asiento hasta quedar de rodillas frente a mi, en ningún momento soltó mi verga… yo solo me limite a abrir mis piernas para darle un espacio…

Con rostro poseído por el placer y la lujuria, me miro desde su posición, reconoció mi mirada excitada entre los chispazos de la pantalla que iluminaban la semidesierta sala de cine. Sonrió y nuevamente se engullo mi verga de a pocos, mirando de cuando en cuando hacia arriba, complacida de mis reacciones, de mi pecho jadeante…

Sus labios soltaron mi verga, solo sus dedos siguieron pajeándome. Se incorporo un poco, me agazape para darle el encuentro, pensé que me quería besar, sin embargo tomo mi cuello y me susurro al oído:

Te necesito ahora…

– Vamos a otro lado… le dije.

– No aquí… me dijo, casi suplico con su apagada voz.

Era una locura… nunca había llegado a esos extremos en el cine… no había pasado de las caricias y pajeos en los asientos. En ese momento no me llegue a imaginar como hacerlo, solo supuse que Mili podría sentarse sobre mi verga dándome la espalda, pero seria muy obvio para los pocos espectadores detrás nuestro lo que estábamos haciendo allí…

Por suerte la mente de Mili fue más creativa. Ella que ya estaba de rodillas en el piso, solo giro el cuerpo hacia el pasillo que formaban los asientos levantados, puso sus manos en el piso y espero que entendiera su insinuación…

Era evidente, ella estaba en cuatro patas como perrita ansiosa esperando que la cogieran, dude un poco en aunarme a su posición… pero ella no estaba para dejarla así… fue subiendo su falda, mostrándome su esplendorosas nalgas, y las ligas que unían las panties de sus piernas con su pequeña tanga… parecía una conejita de playboy… y contra esa seductora imagen no se puede luchar.

Solo me quedo deslizarme a través de mi asiento, tratando de no hacer mayor ruido, levante mi asiento para darme espacio detrás de aquellas jugosas nalgas que me habían vuelto loco…

Podía jurar que Mili sonreía coqueta, complacida de que no pudiera resistirme a sus encantos. Empino su trasero para recordarme el porque de su posición, quería que la penetrara así, en cuatro patas… como a una perra en celo…

Con el pantalón apenas por debajo de mis nalgas, me acerque y me puse detrás de ella, apunte mi verga a su vagina, sin embargo ella avanzo… supuse que se habría arrepentido… pero Mili empino mas el trasero… entendí la sugerencia… quería mi verga en su ano…

Me deslice a través del pegajoso piso hasta estar nuevamente detrás de ella, esta vez mi verga apunto a su ano, y esta vez Mili no huyo. Lentamente fui introduciendo mi verga en su pequeño orificio… quizás muy lentamente para su lujuria, ya que ella empezó a retroceder insertándose mi verga.

Mis manos tomaron su cintura por encima de los bordes de las ligas de su panties, y la jale hacia mi, taladrándola violentamente, metiéndole la mitad de mi verga. Su columna se arqueo hacia arriba, su garganta ahogo un aullido de dolor… quería que supiera que aun yo mandaba en su adiestramiento anal…

Cuando su columna recupero su posición normal, comencé a atraer y alejar su cintura, rebotando mi ingle contra sus carnosas nalgas. Era una maravillosa sensación sentir sus abultadas nalgas temblando contra mi… esta vez si la deje aunarse a mis movimientos, ella iba y venia a gusto.

Aunque no escuchaba sus gemidos por el ruido de la película y porque ella misma seguramente los acallaba para no ser descubiertos, y aunque no podía ver su rostro extasiado, podía sentirla y eso era suficiente…

Creo que presintió lo que pensaba, por que volteo el rostro, con sonrisa traviesa, con expresión de gozo, me observo mientras mi verga seguía perforando sus entrañas…

Por momentos se mordía los labios, en otros ratos abría su boquita en espasmo de dolor, de dulce dolor… Todo ello me encendía mas… aunado al hecho de ver su pequeña y negra ropa interior hecha a un lado, sus panties con liga, sus carnosas pero firmes nalgas… empecé a penetrarla con mayor fuerza y rapidez… solo esperaba que el ruido de la película prosiguiera porque ya me parecían escuchar los ahogados gemidos de Mili…

– Uhmmm… uhmmm… uhmmm…

No soporto tanta presión de mi verga hacia su cuerpo, lo frenético de mis penetraciones, su rostro volvió al pasillo… solo veía sus cabellos flotando en la semi oscuridad… su cabeza tenia su propio ritmo, se movia al compas de su excitación, de los gemidos que acallaba por momentos.

Masajeaba su cintura, sus piernas, diablos que monumento de mujer… su cuerpo empujaba con vehemencia hacia el mió, ella iba decayendo en su candor, se acercaba al clímax como yo…

– Ahhh… oooh… escuche su tibio gemido.

Mi verga nuevamente disperso su blanquecino líquido en las candentes intimidades de Mili. Su escultural cuerpo tembló con cada nuevo chorro que la invadía… cuando esa placentera sensación fue menguando… ella se incorporo un poco, aun con mi elástica verga en su ano… se apoyo en un asiento para mantener el equilibrio… entendí lo que quería…

Giro un poco el rostro, y en esa incomoda posición nuestros labios se encontraron, mis manos se posicionaron de sus henchidos y desnudos senos a través de su semi abierta blusa… los acaricie, había extrañado verlos, los había imaginada rebotando al son de mis penetraciones…

Su lengua me devolvió con gratitud las caricias a sus senos y pezones… luego, producto del cansancio, nuevamente se agazapo y volvió a su posición en cuatro, quizás esperando reponerse para luego arreglarnos y volver a nuestras posiciones en los asientos…

Yo también recuperaba el aliento, complacido observaba sus nalgas, su provocativa ropa interior, a su vez Mili solo atinaba a mirar el suelo mientras recuperaba su ritmo normal de respiración.

La locura de nuestra pasión, del placer que sentíamos hacia el sexo anal nos estaba llevando a cometer aquellas pillerías en lugares públicos, en los baños de la facultad, en la biblioteca y ahora en un cine a altas horas de la noche… habíamos tenido suerte de no ser descubiertos hasta entonces… pero…

– ¿Están jugando al caballito?…

– ¿Qué?… pregunto Mili levantando la vista

Salí de mi abstracción y horrorizado levante la vista… por el tono de voz y lo inocente de la pregunta ya lo había supuesto… era una niña… habíamos sido pillados por una infante de no mas de 5 años… ¿Quién mierd… deja a su hijos sueltos en el cine a esa hora?… la niña al inicio de la fila nos miraba ingenua esperando una respuesta.

– Si, si, pequeñita… estábamos jugando al caballito… pero ya terminamos… respondió a media voz Mili nerviosa.

Mi semi erecta verga sufrió el espasmo inicial del cuerpo de Mili, luego el temblar de su cuerpo. Mi primera reacción hubiera sido alejar a la niña con algunas palabras subidas de tono, pero tal vez eso hubiera llamado mas la atención… creo la actitud de Mili era la mas adecuada… opte por dejarla actuar, yo me quede mudo casi como una estatua esperando que Mili lograse alejarla.

– ¿Oye niñita porque no buscas a tus padres?

– No los encuentro…

– Dónde están?… pregunto Mili. Creo que le salio su aire maternal.

¡Caraj… Mili no me digas que quieres ir a buscar a sus padres con las tetas al aire y la falda sobre tu cintura… Mili entendió mi reacción porque apreté un poco mis manos sobre su cintura.

– No se… estábamos viendo shreck… Salí al baño volví a entrar y no los encontré… dijo la niña un poco asustada.

– Ay mira… esa película la están dando en la siguiente sala… solo tienes que salir al pasillo y entrar a la puerta siguiente…

– Ahhh… pero ¿ustedes van a seguir jugando?… ¿puedo jugar con ustedes?…

¡Mocosa del diablo!… estaba muy chiquita para esas cosas… ¿Por qué no se va?…

– No… no… repuso Mili nuevamente nerviosa…

– Nosotros ya terminamos de jugar… ahora vamos a ver la película… ve con tus papis… respondí, al notar que Mili no atinaba o decir nada mas.

– Esta bien… dijo y dio media vuelta y se fue.

Ufff…

Desde su ubicación Mili volteo y me dio una mirada de reproche.

– Creo que fuiste un poco dura con la niña…

– ¿No me digas que querías que se quedara?…

– No, pero hay otras formas…

– Oye, esas otras formas iban a tomar tiempo, tenemos suerte de que nadie se haya acercado…

– Bueno… si…

– Más bien hay que arreglarnos, no se le vaya ocurrir volver a esa niña con sus hermanitos o con sus padres…

Así, agazapados, pusimos nuestra ropa en orden y nos sentamos sin mayores aspavientos, procurando no llamar mucho la atención…

Danny… ¿tu crees que la niña le cuente a sus padres que nos vio jugando al caballito?… pregunto medio en serio, medio en broma.

– No se, tal vez… dije un poco preocupado.

– Mejor vámonos… me dijo preocupada.

Nos escabullimos por la puerta de emergencia, al salir a la calle nuestros rostros pasaron de la preocupación a las sonrisas… y luego nuevamente al susto…

Vimos Carlos, a un compañero de la facultad saliendo de pizzería con su enamorada Diana, otra chica que también estudiaba en la facultad. Para nuestra mala fortuna estos chicos tenían la fama de ser poco discretos, siempre estaban al día con los últimos chismes de la facultad. Así que si nos veían, al día siguiente íbamos a ser la comidilla de la facultad…

Antes de que le dijera nada, Mili ya me había estampado contra una pared, llenándome de besos… yo solo la jale solo unos centímetros, hacia un rincón que no estaba muy iluminado.

Algo de suerte tuvimos, ellos permanecieron en la acera del frente…

– Vayan a un hotel… nos gritaron al unísono ambos, en tono de broma.

Creo que a Mili no le gusto mucho el comentario, quiso voltear para contestarles algo, pero yo se lo impedí apretándola más contra mí.

Escuchamos algunos otros comentarios y sus risas se desvanecían a medida que se alejaban…

– ¿Ya se fueron?… pregunto Mili entre besos.

– No, mejor esperamos un poco mas… respondí sin dejar de besarla.

Las cosas nuevamente se calentaban entre nosotros. Mis manos ya comenzaban a trepar por su cintura, tal vez ahí mismo, arrinconados en ese umbral de puerta, en esa extraña posición, podíamos tener otro encuentro fugaz pero ardiente.

Mis dedos ya tocaban sus senos, su respiración era mas agitada. Si se resistía a hacerlo allí, solo tendría que besarle el cuello y cedería a todas mis pretensiones… todo iba bien, hasta que…

– Circulen por favor… nos decía por el altavoz un patrullero.

Maldta sea… cuando no la policía, siempre están cuando no los necesitas y cuando los requieres están comiendo donas… pensé.

Con algo de pudor y vergüenza, continuamos nuestro camino, buscando un lugar donde tomar un taxi. En el trayecto me asaltaron algunas dudas:

¿Por qué tuvimos que ocultarnos de Carlos y su enamorada?… era una pregunta valida, dado que fue Mili la que arrincono y me lleno de besos para que ellos no nos vieran.

– Ya sabes que son unos chismosos de primera…

– ¿Acaso aun no has terminado con Javier?… repregunte algo enfadado.

Por mi actitud ella dudo en contestarme, quizás preparaba alguna excusa…

– Respondeme… le exigí, al igual que ella me exigió alguna vez acerca de si es yo iba a terminar con Viviana.

– Esta bien… no he podido hacerlo… no lo he visto si quiera… respondió abrumada.

– Pero el te ha estado llamando… replique.

– Si, pero no quiero he querido contestarle, tampoco quiero verlo…

– ¿Por qué? ¿Es que aun sientes algo por el?… pregunte sintiéndome nuevamente un idiota por haber dejado a Viviana.

– No seas tonto… dijo luego me abrazo y me beso… yo te quiero a ti… es solo que…

– ¿Qué?…

– Me da vergüenza, no se, nunca había sido infiel, y no se si al verlo termine por confesarle todo, tal vez el se de cuenta que le estoy ocultando algo… y eso puede terminar peor… me dijo confundida.

Quise enojarme con ella, pero al fin y al cabo yo la comprendía, lo mismo acababa de experimentar con Viviana. Te sientes bien con la otra persona, pero tienes remordimientos y no sabes como confesarle a tu pareja formal, o al menos terminar la relación, es un poco difícil… y creo que más para una mujer…

Mira, este fin buscare la forma de hablar con el…

– Esta bien…

– Pero Danny cambia esa cara…

– Solo si me das un beso…

Nos besamos apasionadamente, hasta que nuevamente sentimos la luz de las sirenas, policías de mierd…

Continuara…

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Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (13)” (POR ADRIANRELOAD)

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herederas3Rompiéndole el culo a Mili (13)

Compitiendo por una promesa

Sin títuloTodo parecía ir arreglándose, ese fin de semana Mili conversaría con Javier, mejor dicho cortaría su relación con él, nosotros seguiríamos viéndonos a escondidas mientras los rumores de la ruptura se acallaban, con los exámenes y luego al salir de vacaciones, el chisme iría diluyéndose… como dije, todo parecía ir viento en popa… pero…

Generalmente una semana antes de los exámenes de fin de año, la facultad organizaba un campeonato de futsal masculino, quizás para que los alumnos liberen tensiones físicamente antes de las pruebas académicas… pero ese fin de semana no solo habría tensiones deportivas sino también emocionales…

Hubo un tiempo en que no me perdía estos campeonatos, después de un viaje a las tierras de un tío, y por una lesión, digamos que me retire del fútbol. Deje de lado las AMISTADES deportivas, quizás por ello no me hice muy amigo de Javier, ya que él era infaltable en los encuentros de fútsal todos los fines de semana en cualquiera de las losas deportivas de la universidad.

Así pues, me dispuse a ir a la facultad a entretenerme un poco viendo como mis amigos luchaban por el trofeo del campeonato. También, en parte, quería constatar si Mili cumplía la promesa que me hizo de terminar con Javier… solo que ella había hecho otra promesa mucho antes…

Llegue a la facultad cerca de mediodía, la primera ronda ya había terminado, el equipo de Javier había clasificado a los octavos de final. Lo felicite por ello, a él y unos amigos que teníamos en común. Lejos de verlo con el ánimo decaído, lo note con un vigor poco usual, con unas ganas de llevarse de una vez por todas ese trofeo… y no era el único trofeo que esperaba recibir…

Pensé que tal vez Mili no había querido terminar con él durante plena lid deportiva, quizás al final del campeonato le clavaría la estocada.

Bueno quizás no sea hoy, si Javier no gana el campeonato se va a deprimir, más aun si Mili lo deja. No me importaría que Mili deje las cosa para mañana… si, que deje que el ánimo de Javier se reponga, porque al fin y al cabo su equipo no es tan bueno como para ganar el torneo… me dije.

Estaba de ánimo optimista, lo que contrasto con el rostro pesimista que tenia Mili cuando la encontré deambulando por los pasillos de la facultad.

– Hola… dije y quise darle un beso pero me contuve, podría haber algún curioso por allí.

– Hola… respondió con una sonrisa algo forzada.

– ¿Por qué estas así?… pregunte extrañado, y repregunte algo victorioso… ¿terminaste con él?

– Si… lo hice… dijo aun con rostro de pesar.

– No me digas que te arrepientes de haberlo hecho… dije malhumorado.

– No es eso… es que… si te cuento te vas a molestar…

– No, si no me lo cuentas me voy a molestar… respondí serio.

– Está bien…

Nos sentamos en las escaleras, entonces me comento lo sucedido:

Mili había terminado con Javier el día anterior por la noche. El dolido ego de Javier no la dejaría ir tan fácil. Después de pasar buen tiempo detrás de Mili, cortejándola, y que al cabo de unos pocos meses ella lo termine… es algo difícil de asimilar… quizás no tanto para él mismo, porque como les dije satisfacía sus instintos sexuales con otras, y pienso que quizás gran cariño por Mili no tenía. Ella era más bien su trofeo, la gran conquista que lucía frente a sus amigos, y por la cual era envidiado por muchos.

Así que creo que a Javier no le dolió el corazón sino más bien la cabeza… pensó más en los comentarios, generalmente malintencionados, que estas situaciones generan, sobre todo entre los amigos… palabras subidas de tono como que tal vez lo dejaron por impotente, por eyaculador precoz, por no saber cómo satisfacer a una mujer así… como ven, la situación se presta para estos comentarios y otros más ingeniosos e insidiosos.

Todo ello era de esperarse, imagine que Javier intentaría con mil y una tretas para seguir con Mili, al menos hasta el final del ciclo, las vacaciones… así lo hizo… pero ella no acepto… solo al final de su plática, que termino pareciéndose más a una negociación, acordaron los términos de su separación…

No divulgarían lo de su separación sino hasta después de los finales. Ya en las vacaciones el chisme se esfumaría y el siguiente ciclo lo suyo seria historia vieja, así Javier cuidaba su orgullo. Además él prometería no hacer ningún comentario revanchista o malintencionado sobre ella y sus intimidades. Hasta ahí todo bien… el problema fue una vieja promesa que ella tenía que cumplir…

Hacia mitad de ciclo hubo un campeonato de futsal, Mili como enamorada de Javier fue a alentarlo, pero gran decepción se llevó al ver como su equipo era vapuleado y goleado. Lo que provoco las burlas de varios compañeros y a las que ella también se unió.

Ya en la intimidad, después de aquel trágico día para él, Javier intento al menos SALIR ganador entre las sabanas, quizás para olvidar el mal trago de su vergonzosa derrota deportiva busco en el sexo acallar esos malos momentos… pero no solo buscaba el sexo común, quería sexo anal.

Inaugurar el gran trasero de Mili seguramente haría pasar todo lo demás a un segundo plano, además básicamente por esa fantasía seguramente inicio su relación con ella. Mili siempre le había negado esa posibilidad por temor y otras cosas… y esa noche ella siguió con esa negativa… más aun previendo que Javier desquitaría toda su furia con su entonces virgen ano… solo que ella lo expreso en otros términos…

– ¿Crees que te mereces ese regalo luego de haber perdido de esa forma?… le increpo Mili en aquella oportunidad.

– Ósea que de haber ganado el campeonato me hubieras dejado metértelo por el culo… respondió Javier algo enfadado.

– Si, en ese caso creo que sería una justa recompensa… respondió Mili algo aliviada por mantener el pene de Javier alejado de su estrecho agujero.

– Vas a ver… el próximo campeonato lo voy a ganar… y tu culito va ser mió… respondió confiado Javier.

– Ya veremos… respondió Mili en son de burla.

– ¿Apostamos?…

– Está bien… asintió Mili, confiada de que aquello nunca sucedería.

– Pero vamos… no te vas a arrepentir… insistió Javier.

– No…

– Promételo…

– Está bien… lo prometo… sentencio Mili en aquel entonces.

La noche anterior, Javier le hizo recordar su promesa. Era evidente que algún recuerdo suyo quería llevarse, finiquitar aquella fantasía que con esa ruptura se haría imposible… y el caso es que Mili acepto, para no prolongar más aquella discusión que ponía fin a su relación, además porque estaba segura que el equipo de Javier era malísimo.

Pero Javier no era tonto, movió mar y tierra para reforzar su equipo… y lo consiguió, prometió desde cervezas hasta conseguirles citas con sus experimentadas amigas. El equipo de Javier había clasificado ganando por goleada. Mientras hablábamos en las escaleras, su equipo aplastaba a otro rival y clasificaba a cuartos de final.

– Oye, pero no seas tonta… aun cuando gane, tu no vas a cumplir con esa promesa… a menos que quieras hacerlo… dije molesto.

– No, claro que no quiero cumplir esa promesa… ¿Qué me crees?, ¿una cualquiera?… de solo pensarlo me da… no término la frase, pero hizo una expresión graciosa de asco.

– Entonces… ¿cuál es el problema?… no cumples lo prometido, invéntale cualquier excusa y listo… que se enoje ¿qué más da?…

– Es que tengo miedo de que reaccione mal y…

– Si te toca lo mato… dije instintivamente imaginando que Javier podría golpear o intentar obligar a Mili a cumplir su promesa.

Ella me miro sorprendida, algo asustada al inicio pero luego con ternura al notar que estaba dispuesto a protegerla como era debido. Acaricio mi mejilla, me robo un beso que apaciguo en algo mi enardecido animo… Nos separamos al escuchar algunos pasos…

– Danny… es que no es solo eso… me dijo aun confundida.

– ¿Qué? ¿Le has prometido algo mas?…

– No tonto, es que como yo no voy a cumplir lo que le prometí, él me puede decir que tampoco cumplirá lo que prometió… no se… puede divulgar rumores acerca de mi… de la intimidad que tuvimos alguna vez… o inventar cualquier tontera y hacerme quedar como una prostitut… ¿Entiendes?…

– Si, pero quien le va creer, todos saben como es el de hablador, además se darían cuenta de que esta hablando por la herida…

– Aun así los rumores dejan algo…

– Pero esas cosas al fin y al cabo la gente las olvida…

– Para ti es fácil porque eres hombre, si tu terminas con tu enamorada y al poco tiempo te ven con otra chica, tus amigos te felicitan, te celebran como un donjuán… en cambio si una mujer termina con su pareja y al poco tiempo aparece con otro chico, todos la tildan de mujerzuela, de chica fácil, tus propias compañeras te miran con recelo, hasta piensan que les puedes quitar el enamorado…

No podía objetarle eso, era una realidad, algo machista las reacciones no solo de los hombres sino de las propias mujeres cuando ven que una amiga dejo a su enamorado por otro…

Si por esos días alguien me veía con Mili, seguro que me felicitarían, algunos me invitarían cervezas, que les platique como fue la cosa, los comentarios hacia mi serian benignos en gran parte… pero a ella… dirían que es una put…, entre otras perlas… y mas aun si Javier por despecho soltaba algo, y con lo boca floja que él era. Si me contaba sin tapujos sus aventuras con sus amigas, ya me imaginaba lo que podría decir de Mili…

– Tienes razón… bueno, creo que mejor vas a tu casa, yo veo como soluciono esto, cualquier cosa yo te llamo…

– No te vas a pelear con el… me dijo asustada.

A decir verdad, me gustaría amenazarlo, y si eso no funciona darle algunos golpes… pero tranquila… se que eso empeoraría las cosas.

– Entonces ¿Qué vas a hacer?…

– Ya se me ocurrirá algo… o tal vez no tenga que hacer nada, quizás su equipo pierda… ¿Te acompaño o te vas sola?…

– No, me voy a quedarme un rato más, debo encontrarme con una amiga en la biblioteca para estudiar, luego me voy…

– Está bien… entonces nos vemos… me despedí y le di un beso de amigo en la mejilla para no levantar sospechas, solo que mis labios rozaron los suyos, note como se ruborizaba.

Enfile hacia las losas deportivas para averiguar cómo iba el campeonato y si el equipo de Javier ya había sido eliminado. Pero las noticias no eran buenas, como comente su equipo paso a cuartos de final y su rival sería un equipo que a duras penas logro clasificar… así que fácilmente podría avanzar a semifinales…

Mientras tanto yo maquinaba como evitar la oleada de acciones y reacciones que podían suceder si Javier ganaba el campeonato… pensé en unirme a alguno de los equipos clasificados, total había ido a la universidad en ropa deportiva… solo que todos los equipos estaban completos, y de haber algún cupo muchos dudarían en dármelo, debido a que yo llevaba buen tiempo alejado de los campos deportivos.

En menor medida, también sería un poco sospechoso que yo insistiera a como dé lugar en ingresar a un equipo. Hasta el poco sesudo de Javier podría empezar a sospechar de mis motivaciones, podría empezar a asociar cosas, mi reciente amistad con Mili, nuestras amanecidas estudiando, su reciente ruptura, mi reciente interés por jugar fútbol…

Solo me quedaba esperar una oportunidad, o tal vez fingiendo un accidente, un tropiezo o algo, caerle encima, lesionarlo… ¿Qué se yo?… pero ¿Cómo hacer que parezca algo casual? ¿Cómo lesionarlo de tal forma que no juegue?… meditaba esto mientras veía clasificar a semifinales al equipo de Javier. Las semifinales y la final se jugarían en el coliseo.

¡Diablos!… ¿Y si les invito una bebida con un purgante fuerte?, todos terminarían en el baño y no jugarían… sería muy llamativo y ¿dónde consigo un purgante así?, que haga efecto rápido y que me lo den sin receta médica…

Creo que mejor lo lesiono… no sé si funcione, total su equipo sin él también puede ganar y él podría pedir su recompensa… pero Mili podría argumentarle que el no estuvo en el equipo jugando la final… si puede ser… me dije viendo que no tenía más opciones.

Los equipos calentaban en las zonas auxiliares al campo principal del coliseo, por el momento había poca gente en las tribunas. Vi a Javier separándose de sus amigos y dirigiéndose a los baños, decidí seguirlo… es solo cuestión de pisarle el tobillo de manera casual, no provocarle un esguince, pero si dejarlo adolorido como para que no juegue… estaba por alcanzarlo, no me enorgullecía de lo que iba a hacer, era algo sucio… pero algo tenía que hacer…

Estaba cerca, iba a pisarle el tobillo, iba a lesionarlo… solo que el lesionado fue otro…

– Ay caraj…

Javier volteo instintivamente y yo también, se sorprendió al verme detrás suyo casi acechándolo… pero más le llamo la atención la persona que profirió el quejido… el lesionado…

Era el arquero del equipo de Guillermo, durante el calentamiento había recibido un balonazo en la CARA, mejor dicho en la nariz, y por la fuerza que tenía el disparo lo estaba haciendo sangrar a borbotones.

Nos acercamos a ayudarlo, parecía que tenía el tabique desviado, se le empezaba a hinchar la nariz… un compañero que no era del equipo había sido el culpable del potente remate que casi deja sin olfato al arquero de Guille. Era evidente que no podría continuar. El causante del problema compungido y entre reproches acompaño al arquero al servicio médico de la universidad.

– Uy Guille… jajaja… que mala suerte… se reía Javier viendo que el único equipo que podría quitarle el trofeo tenía una baja en sus filas.

– Maldita sea… inscribe a Sergio como refuerzo… que juegue para nosotros de arquero… bramo Guillermo.

– No, el ya jugo para otro equipo, y los refuerzos solo pueden ser jugadores que no hayan participado en ningún equipo… le explico un compañero.

– Entonces llama a David… él no ha participado…

– Sí, pero está en su casa, hasta que venga va a pasar más de media hora y el partido es en menos de 10 minutos… repuso otros preocupado.

Yo escuchaba la plática haciéndome el desentendido, mientras Javier, celebraba para sus adentros su suerte…

– Si quieres yo juego para tu equipo… propuse, como quien no quiere la cosa, como quien le hace un favor a un amigo desesperado.

– ¿Tu?… repuso aún más burlón Javier.

– Oye Danny aprecio tu ofrecimiento, pero hace tiempo que no te vemos jugar fútbol, y que yo recuerde tu eres medio campista no arquero… dijo Guille incrédulo.

– Si… pero bueno… en mis tiempos en el colegio jugaba en el arco y no lo hacía mal… repuse mintiéndole, era la única forma de que me aceptara en su equipo y de intentar evitar que Javier ganara el trofeo.

– Está bien… dijo y volteando a uno de sus compañeros agrego… denle la camiseta del arquero.

Tenía unos 5 minutos para calentar mis oxidados músculos deportivos y recordar lo básico sobre como cuadrarse en un arco de fútbol. Javier de regreso del baño, risueño observaba mi torpe calentamiento, mis adormecidos reflejos… la siguiente vez lo vería en el campo de futsal, en el equipo rival…

– Suerte… me dijo y agrego socarronamente: la vas a necesitar.

¡Caraj…! en que líos me meto, puedo quedar en ridículo frente a la facultad, primero si es que me como una goleada espantosa y segundo si perdemos, Mili no va a cumplir su promesa, van a saltar los chismes, la habré defraudado… pero ya veré que hago pensé mientras entraba al campo deportivo, atendiendo al llamado del árbitro…

Durante el primer tiempo no tuve mayores problemas, algunas torpes intervenciones, pero que nos salvaron, además la defensa del equipo de Guille sabia que yo no era buen arquero así que redoblaban esfuerzos en ayudarme… el problema era que el equipo de Javier también se dio cuenta que yo era un improvisado en el arco, y en el segundo tiempo atacarían con mayor fuerza.

En el entretiempo, Guille se me acerco:

– Eres un buen amigo, gracias por la ayuda, resiste un tiempo más, no te preocupes si pasamos a la final no tendrás que jugar, antes que empiece el partido mandamos llamar a David… por si las dudas…

Lejos de ofenderme, me sentí aliviado, un partido era suficiente. En lo que a mí respecta esta era mi final y no podía perderla…

Empezó el segundo tiempo y el equipo de Javier se volcó con todo a mi arco. Casi todo mi equipo estaba en nuestro campo defendiendo, solo quedaba Guille para el contragolpe…

Ya durante los primero minutos mis reflejos habían despertado, producto de la adrenalina de las situaciones que tenía que evitar (los goles y los chismes)… solo hubo un pequeño incidente que termino en gol…

De pronto en el coliseo empezaron a silbar, como lo hacen cuando hay chicas guapas… ¡diablos! ¿en que momento se llenó el coliseo? pensé primero y luego, hombre al fin, fije mi vista hacia la zona en que todos divisaban a una agraciada muchacha, en mallas deportivas, ¡Caraj…! ¡Esa apretada ropa no dejaba nada a la imaginación!…

Mayor fue mi sorpresa al descubrir que aquellas curvas las conocía, pertenecían a Mili… ¿De donde demonios saco esa ropa?… me preguntaba esto cuando un remate desde fuera del área paso por sobre mi cabeza, sacándome de mi abstracción… ¡Mierd…!… se me fue…

El disparo hizo retumbar el travesaño del arco, en tardía reacción logre saltar y tomar a duras penas el rebote… pero prácticamente todo el coliseo estaba más pendiente de las monumentales curvas de Mili, que ahora se agachaba criminalmente, dejando ver todo su voluminoso trasero…

Tanta fue la conmoción y el barullo que esto genero entre el público, que los propios jugadores, con natural curiosidad voltearon a ver… el equipo de Javier estaba tan embelesado con las carnosidades de Mili, que ni siquiera protestaron que el balón había sobrepasado la línea de gol… aleje el balón del arco para no levantar sospechas, me quedé atónito un momento por la sugerente posición adoptada por Mili… hasta que…

– Psss… psss… Danny… el balón… era Guille que quería aprovechar la distracción del rival.

No lo pensé dos veces, le lance el balón, él lo recibió cerca del medio campo, avanzo sin mayor problema, otro compañero se unió al ataque. Cuando el equipo rival se dio cuenta, ya estaban en desventaja, todo su equipo estaba en mi campo, un defensa suyo quiso regresar, pero al final entre Guille y su compañero terminaron por someter al arquero… fue sencillo… ¡Gol!

Mili ya estaba sentada en sus abultadas nalgas y creí ver que me sonreía… hasta creo que casi salta de su asiento para celebrar el gol que la salvaba de su promesa… solo que disimulo… bandida, creo que ya había logrado su cometido, había captado la atención necesaria que nos permitió anotar… quizás por ello se vistió así… vino a darme una mano para salvar su ano… nuestro rival perdía cuando faltaban menos de 5 minutos para que termine el encuentro.

El equipo de Javier se fue contra el árbitro, para que invalidara el gol, pero él no cedió, la pelota estaba en juego, el nunca paro las acciones… el gol era legítimo. A mí me convenía que protestaran más, porque así quemaban más tiempo.

Maldición, debo aguantar unos minutos más… con más confianza y con una bella dama que con su mirada me alentaba, me di tiempo de lucirme un poco, con algunas atajadas felinas. El rival perdía los papeles, quedaba un minuto, una pelota al córner… Javier estaba desesperado.

Vino el lanzamiento desde la esquina y Javier se abalanzo con todo a cabecear. Yo iba a coger el balón pero fui empujado por los codos de Javier y nuevamente la pelota se fue al córner… Así que te gusta jugar rudo, me dije furioso por lo poco leal de la acción, ahora veremos…

Nuevamente vino el balón desde la esquina, otra vez Javier se lanzó como si su vida dependiera de ello… solo que esta vez yo salté con la rodilla en alto y los codos desplegados en legítima defensa.

Fue tal el impulso que llevaba Javier que, al chocarme, su cara se estrelló contra mi codo, al igual que sus costillas contra mi rodilla levantada. Yo caí de pie, pero mal, me torcí el tobillo… aun así no solté el balón… en cambio Javier cayó estrepitosamente, tomándose la cara y haciendo un show que logro convencer al árbitro… penal…

– ¡Mierd…!.mi tobillo!… son ironías del destino, por desear torcerle el tobillo a Javier para que no jugara, al final yo termine torciéndome el mío.

Mis compañeros se fueron contra el árbitro, yo cojeaba… pero él no iba cambiar de opinión, era penal. Yo había traspasado el área chica (zona segura para los arqueros) en mi afán de tomar el balón y supuestamente había lesionado al jugador del otro equipo.

Guille preocupado me miraba… se ofreció a atajar el penal, pidiendo un cambio para mi… no acepte, tampoco lo aceptaría el árbitro…

Obviamente adolorido pero con una sonrisa de oreja a oreja, Javier tomaba el balón… creo que ya se imaginaba el desenlace del partido: el anotaba el penal, nos íbamos a tiempo extra, teniéndome convaleciente, el equipo de Guille no aguantaría y él pasaría a la final, donde tendría a un rival menos resistente que nuestro equipo…

En su rostro se veía que ya saboreaba todo eso… yo me paseaba adolorido esperando que colocara el balón… intentaba caminar derecho, pero no podía… algunas muecas de dolor surcaron mi rostro.

A lo lejos una expresión de preocupación de Mili, sentí que era más por mi estado que por el desenlace de ese partido. A mis lados veía rostros de preocupación, mis compañeros bajaban la cabeza, daban por perdido todo… solo Guille me tenía algo de fe… o al menos fingía bien… y frente a mí la sonrisa casi triunfal de Javier… ya se imaginaba detrás de Mili… partiéndole ese culito que solo yo había saboreado… y yo quería que así se quedara…

Puso el balón en su sitio, yo me cuadre a duras penas, intuía que lanzaría el remate hacia mi lado derecho, porque ahí era que mi tobillo estaba lesionado, prácticamente apoyado en un pie estaba decidido a lanzarme hacia el balón… el silbato sonó…

Javier enfilo al balón… hizo la “paradinha”, es decir se detuvo antes de disparar, con ello logro que por los reflejos y la inercia yo me lanzara a un lado… y con el arco desguarnecido… él hizo un potente disparo… ¡Por la put… madre! ¿Cómo me deje engañar de esa manera?… me lamentaba adolorido en el suelo, cuando escuche retumbar el arco.

– Ohhh… escuche el murmullo en el coliseo.

Lance mi vista al otro lado del arco, que aun vibraba, el balón dio un fuerte rebote que llego casi al medio del campo, nuevamente Guille corrió enloquecido en su búsqueda, mientras Javier se arrodillaba frente a mi tomándose la cabeza… había hecho casi todo bien, solo al final, producto de su propia ansiedad había estrellado el balón contra el arco…

Al otro lado del campo Guille sellaba, con su segundo gol, la suerte del partido… no había tiempo para más… ganamos 2-0.

Todos sus compañeros se acercaron a abrazarme como si hubiéramos ganado la final. Entre la amontonadera de gente busque a Mili… había desaparecido… al igual que Javier… ¡Mierd…! Creo que se quiere cobrar su apuesta si o si…

Si la toca, lo masacro, no importa le daré una golpiza con un solo pie, le haré la grulla a lo karate kid, pensaba enardecido…

Caminando a duras penas me disponía a salir del coliseo y buscarlo para ajustar cuentas… pero observe que el equipo de Javier se había agolpado a un lado, y él en medio. Todos le reprochaban por la manera tonta en que desperdicio el penal… le decían que de todas maneras le cobrarían lo prometido, ya que por su culpa habían perdido…

Me sentí un poco mal por Javier, pero aliviado de que mi relación con Mili continuase sin problemas, ahora que ya estaba totalmente desvinculada de él.

No pude dar un paso más, me dolía el tobillo, me senté en las gradas, los compañeros de Javier me alcanzaron una bolsa con hielo y por ahí alguna pastilla para el dolor, vendas y esas cosas que siempre cargan por si acaso…

Busque por todos lados no veía a Mili, había desaparecido, quizás presagiando alguna mala reacción de Javier, quizás aliviada, se fue a quitar esa llamativa ropa y luego regresaría…

Como no tenía nada mejor que hacer, espere…

Ya iba a empezar el partido de la final y ni señales de ella… bueno, veré el partido y la llamare mas tarde, me dije cuando sentí que algo me hincaba… Mierd… debe ser el hijo del conserje, ese niño del demonio tiene la costumbre de fastidiar.

Por entre los tablones que conforman las gradas del viejo coliseo, existen pequeñas rendijas, por donde ese niño solía pinchar a los espectadores con palillos… más de una vez se había ganado un coscorrón, pero aun así insistía en su travesura… yo no estaba dispuesto a aguantar pulgas.

Menos adolorido, pero aun cojeando flanquee las tribunas, por debajo de ellas, el espacio era utilizado como almacén: colchonetas, mallas, balones, etc. eran apilados allí. Encontré la puerta de ese almacén semi abierta… Mocoso del diablo, ahora vas a ver… pensaba sorprender al niño in fraganti mientras fastidiaba a otros… pero el sorprendido fui yo.

Ni bien mi mano toco el marco de la puerta, fue tomada y jalada hacia adentro… de repente me vi en el interior de aquel recinto semi oscuro. Estaba desorientado, casi sin equilibrio por lo rápido de la acción, mi vista aún no se acostumbraba a la poca luminosidad que se filtraba por entre las bancas.

Mi primer pensamiento fue que un niño no pudo haberme jalado de esa forma, quizás era alguien que quería una revancha… si, tal vez era Javier que quería arreglar cuentas con el que le quito la posibilidad de poseer el culito de Mili, o quizás por la treta que hizo Mili el logro darse cuenta que yo era la razón por la que Mili termino con el…

Todos estos pensamientos cruzaron rápidamente por mi cabeza mientras recuperaba mi equilibrio e instintivamente me ponía en guardia con los puños… dado que él era el cornudo podía darle la ventaja del primer golpe… y así fue… me dieron el primer golpe… solo que no fue como yo lo esperaba…

Aun como murciélago intentaba descifrar en la oscuridad la ubicación de mi agresor, cuando me tomaron de la solapa y me jalaron nuevamente, sus brazos rodearon mi cuello en una extraña llave… su pecho golpeo el mío… y sus labios tocaron los míos con fiereza… ¿Qué? ¿Javier se volvió gay?…

No nada de eso, no era él… por la lujuria impresa, por esa pasión que irradiaban sus besos, era ella… si, era Mili…

Mis torpes reflejos buscaron autentificar que fuera ella, mis manos ladearon su estrecha cintura y como no, se deslizaron por sus esplendorosas caderas… si, era ella, esa voluptusiodad solo podían ser de ella… recorrí a gusto todas sus redondeadas formas, ella no protestaba solo me besaba con mayor candor…

Era una delicia recorrerla con mi tacto, la ropa que llevaba, aquella infartante malla deportiva (de aeróbicos), era prácticamente su segunda piel, se amoldaba correctamente a sus formas, podía sentirla…

– No puedo creer que hayas hecho esto por mi… me susurro al oído con cariño, casi extasiada por los besos.

– Por ti haría eso y mucho más…

Mi vista, ahora si acostumbrada a la penumbra, al fin veía el agradecido rostro de Mili… tan solo su sonrisa podría iluminar aquel ambiente.

– No puedo creer que te hayas vestido así para distraerlos…

– Jajaja…

– ¿Cómo sabias lo que pasaba?…

Entre al coliseo para ver cómo iban las cosas, durante el primer tiempo te vi haciendo enormes esfuerzos por no perder, pensé en darte una mano, por suerte encontré a Erica, le pedí prestada su ropa de gimnasio y en el descanso me cambie.

– ¿Pero cómo entraste aquí?

Cuando termino el partido y todos estaban distraídos, me fui al baño a cambiarme y en el camino vi la puerta semiabierta, entre por curiosidad… y luego se me ocurrió buscarte… me demore, pero por suerte te encontré.

Pero no has dicho nada acerca de cómo me queda esta ropa ¿te gusta?… pregunto como niña engreída, aunque me la comía con la mirada ella quería escucharlo de mi boca.

– Te queda fenomenal… le dije y la bese con mayor lujuria.

Mis manos instintivamente se pasearon por sus gordas nalgas hasta terminar prácticamente dentro de aquella quebrada que separaba sus abultados cachetes… ella excitada, correspondía con su lengua mis manoseos…

Pero, cómo fue que te inclinaste, me gustaría verlo de nuevo… dije incentivando mi morbo, que no necesitaba mucho, porque mi verga estaba súper dura.

Ella se apartó de mí, entendiendo mi intención, sus ojos le brillaron de ansiedad, casi de regocijo al intuir en lo que iba a terminar ese juego… No importaba que sobre nosotros hubiera un mar de gente, resguardados por los tablones de las gradas, podríamos dar rienda suelta a nuestros instintos.

Fue más o menos así… dijo Mili sensualmente, al mismo tiempo el barullo se incrementaba afuera, la final iba a empezar.

Mili se fue inclinando lentamente, dejándome saborear en todo su esplendor las apetecibles curvas de su cuerpo. Con las piernas semi abiertas y la espalda encorvada, empinando su jugoso trasero me dejo sin aliento…

¡Diablos!!Todo eso era mío!… pensé no dando fe a la magnitud de los atributos físicos que Mili me mostraba. Ella me miraba desde su posición, sonreía coquetamente, por momentos se mordía los labios, quizás por ansiedad.

Me dio una especie de ataque de ansiedad, como un niño que por primera vez va tener sexo, el morbo que la posición adoptaba por Mili, me generaba era insoportable… y no lo soporte…

Me abalance sobre ella, no fue difícil bajarme el pantalón deportivo y con mi verga en ristre apuntaba mi camino, ella se sorprendió por la vehemencia con que me adelante, no atino a moverse. Cuando quiso reaccionar, mis manos ya habían desnudado sus enormes nalgas. Solo un pequeño hilo de lo que aparentemente era su diminuta ropa interior, se interponía entre mi verga y sus intimidades.

Hice a un lado su pequeña tanga, entonces ella interpuso su mano entre mi verga y sus labios vaginales… quizás temerosa por lo sorpresivo y alocado de mí accionar… pero no fue eso…

– Tu ganaste el partido… te mereces el premio mayor… dijo con malicia, apuntando con uno de sus dedos a su estrecho ano.

Al ver mi reacción sorprendida, ella sonreía con lujuria. Acto seguido sus manos apartaron sus abultadas nalgas para que yo pudiera divisar mejor su arrugado anillo. A estas alturas yo no sabia para quien era el premio, para mí o para ella, ya que era evidente que el sexo anal era una recompensa también para su apetito sexual…

A pesar de mi arrebato inicial, ahora un tanto atónito por las iniciativas de Mili, yo no atinaba a reaccionar, entonces ella fue retrocediendo. Así torpemente por su excitación y sin quererlo, mi verga fue resbalando por su agujero… no quise moverme ni ayudarla, me gustaba verla desesperarse, angustiada por ser penetrada por detrás… pensar que semanas antes no daba mucho crédito a lo que el sexo anal podía provocarle, y ahora se había vuelto adicta a este placer…

Tanta fue su insistencia que por fin mi verga fue haciendo diana en su esfínter… aliviada de ese cosquilleo fue relajándose, saboreando la fricción que la cabeza de mi pene ejercía en su arrugado ano… sin embargo no era suficiente, empujaba y empujaba para insertarse más mi verga, pero sus movimientos eran dificultosos y no lograba ser penetrada con la rapidez que su excitación le exigía…

Yo disfrutaba observándola, viendo su estrecha malla apenas por debajo de su húmedo pubis, con sus colosales nalgas abiertas de par en par, su rostro deseoso y encendido por el esfuerzo que hacia…

Notando que no la ayudaría a insertarse mi verga y no queriendo suplicarme que lo haga, seguro por temor a ser escuchada por alguien sobre nosotros (en la tribunas), Mili no pudo mas, simplemente se incorporó un poco y paso una de sus manos hasta agarrar mi verga con firmeza y ella fue jaloneándome y empujando su trasero… ella misma fue insertándose mi verga…

– Uhmmm… fue soltando cálidos suspiros de alivio al sentir que mi verga iba llenando su cavidad anal.

Con cada tramo que ingresaba a su goloso trasero, ella cerraba los ojos y abría su boquita en mueca de dolor por momentos y placentera en otros, como disfrutando cada pedazo de carne que se le iba incrustando…

– Vamos… ¡Por favor!… ¡Ayúdame!… me dijo suplicante, casi llorosa.

Sonreí al verla en tan sumisa posición… yo siempre era el que iniciaba las acciones, solo en el cine ella me propuso hacerlo, pero esta vez ella prácticamente se había metido mi verga endurecida en su pequeño agujero, que una chica haga algo así es por demás excitante.

No la hice sufrir más… le incruste salvajemente toda mi verga.

– Ahhhh… exclamo cual alarido mientras se retorcía de placer, luego agrego volteando, con rostro febril, casi si poseído por la lujuria: Graciasss…

Ahora si quise retribuirle sexualmente la ayuda que me presto durante el partido… la toma de la cintura como a mi potranca, masajee sus abultadas nalgas y empecé a cabalgarla duramente…

– Ohhh… uhmmm… ohhh… escuchaba sus sonoros gemidos que afortunadamente no se oían afuera por los vítores deportivos de las tribunas.

Lo mejor que podía hacer en agradecimiento a ella, era castigarla analmente para satisfacer toda su morbosidad, todo su apetito sexual recientemente descubierto, y también para desfogar la tensión sufrida en las últimas horas por aquella apuesta que tenia con Javier.

– Si así, así… más… mas… mas… suplicaba Mili tambaleante con la apretada malla deportiva sobre las rodillas.

Ella estaba con los codos sobre las rodillas, resistiendo mis embates, intentaba mantener el equilibrio y a la vez dejar todo su voluminoso trasero en una adecuada posición para que la penetraran con fuerza, solo que no resistió mucho y tuvo que apoyar las palmas de las manos en el sucio piso, sin dejar de vociferar y gemir como loca.

– Sigue por favor sigue… rómpeme el culo asii… asi… ahhh…

Sus nalgas vibraban con mi empuje, así como los tablones de las tribunas con cada jugada en el campo deportivo. Empapados por el sudor nos resistíamos a decaer por el cansancio, mas bien incrementábamos le ritmo.

Mili quiso liberar sus senos, que saltaban torpemente, parcialmente aprisionados por el pequeño top deportivo. Con una mano logro zafar sus melones, que ahora temblaban desnudos a placer.

Pero en esta acción, dejo de apoyarse en el piso con sus manos, y por la vehemencia con que sometía a su trasero, ella perdió el equilibrio. Casi se fue de bruces y en su caída me jalaba a mi. Así trastabillo unos pasos, con mi verga en su ano y la apretada malla apenas sobre las rodillas.

Hasta que en su desequilibrado camino se encontró con un tubo metálico que servía como columna para las graderías del coliseo. Fue allí donde pudo apoyar sus manos y levantar parcialmente su espalda. Sin embargo, por el impulso que yo traía no pude equilibrarme y con toda mi inercia me fui a estrellar con ella…

– Ayayay… me partiste el ano… auuuu… vociferaba Mili adolorida.

Parecía cierto, mi trastabillar fue amortiguado por las nalgas de Mili, mi propio peso había hecho que mi verga se le incrustara criminalmente en el ano, abriendo sus jugosas nalgas de par en par, empujando su tórax contra el frió metal que ahora separaban sus henchidos senos.

– Ay mi culito… se lamentaba Mili, casi sollozante.

Así, estampado su pecho contra el tubo de acero, y su espalda semi inclinada, Mili se reponía de aquel choque… pero a mí me causo shock su imponente posición: con sus redondas nalgas arremangadas contra mi ingle, con su ropa ajustada apenas sobre su vagina, su estrecha cintura, su espalda sudorosa, su brillante cabellera y sus manos aferradas a la columna… parecía una esclava esperando su suplicio… y eso le iba a dar…

– Ayy… auu… espera que aun duele… no seas tosco… auu… se quejaba.

A mi no me importaba, nuevamente estaba con el morbo a mil, con aquella ansiedad de aquel que por primera vez experimenta el sexo. Mis manos aferradas a su cintura y mi verga clavando a placer su pequeño ano, sus gordas nalgas rebotando contra mí y ella sin escapatoria… solo le quedaba resistir…

– Ya no Danny… ouuuu… más despacio… Ayyy… Uhmmmm…

– ¿Ves? Sabía que te iba a gustar…

– Ayyyy… si… pero más suave… uhmmmm… gimoteaba a un adolorida.

Nada que más despacio, pensé y continué castigándole el ano sin piedad… sus abultadas nalgas vibraban como las graderías con la gente saltando.

– Que rico culo tienes… exclame embelezado observando su fenomenal trasero.

– Ohhh… si, si, es tuyo… haz lo que quieras con el… Destrózalo… uhmmm… pero no pares… sigue por favor…. Acábame…. Ahhhh…

Incremente el ritmo de manera infernal, y así ardían nuestras intimidades, un calor propio del averno, que nos proporcionaba un placer demencial… Llega el punto en que ella también, a pesar de su estrecha posición empezó a empujar su escultural cuerpo contra el mió, chuleándome a rabiar… loca de lujuria y gozo.

– Ahhhh… ooohhh… ahhhh… era tan fuerte el placer que Mili sentía que ya no alcanzaba a gesticular palabras.

– Ufff…. mientras mi verga disparaba violentamente semen en su estrecho esfínter.

Mili transmitía al tubo metálico, con su cuerpo tembloroso y rígido por momentos, todo el placer y los espasmos que le provocaban cada chorro de esperma.

Poco a poco, nos fuimos dejando caer de lado hacia una colchoneta de gimnasia, exhaustos pero satisfechos, sudorosos, adoloridos por el esfuerzo… pero con ganas de prodigarnos caricias aun…

Yo aún seguía detrás de ella, pegado con mi verga aun deshinchándose dentro suyo… abrazándola por detrás, acariciando sus palpitantes senos, dándole uno que otro beso cariñoso que no podíamos prolongar porque aún no recuperábamos el aliento.

– Ohhh… Se escuchó rugir en las tribunas sobre nosotros, luego las protestas y otros improperios.

– No lo hiciste tan mal… me dijo Mili sonriendo.

– Jajaja… creo que silban y se quejan porque terminamos nuestra función… dije bromeando.

Pero no era por eso… entre el barullo sobre nosotros logre escuchar que al parecer en el campo de deportivo se había desinflado el balón de fútbol con el que jugaban, y al parecer los coordinadores del campeonato no tenían otro de repuesto a la mano.

Hasta que a un infeliz, en las tribunas, justo encima de nosotros se le ocurrió la gran idea, o ideota, para mí era un tremendo idiota… en fin, el tipo este propuso que sacaran una del almacén…

Mili y yo nos miramos helados… Caraj… ahora el problema no era que Javier nos descubriera, sino que todo el coliseo lo hiciera…

Caraj… que se calle este imbecil… pensaba en voz alta.

– Ojala no lo escuchen… decía Mili temblorosa.

Pero este tipo parecía empecinado en darnos la contra y cada vez gritaba más fuerte y se ofrecía a buscar una pelota en el almacén, lo que no se imaginaba era que nos iba a encontrar en pelotas a Mili y a mi.

Pero ese tonillo de voz me era familiar… Mierd… era su voz… era él…

– Es la voz de Javier… me dijo Mili asustada.2

No se que será, instinto, sexto sentido, habrá presentido que le estábamos poniendo los cuernos justo debajo de el… que estábamos celebrando sexualmente su derrota… o que se yo… el asunto es que en pocos minutos o segundos, Javier entraría al almacén… esta vez no podría retenerlo porque seguramente no entraría solo…

Ahora si parecía que no había escapatoria, el secreto de nuestra relación se haría publico… y ante un numeroso público en las tribunas… ¡que cagad…!…

Continuara…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (14)” (POR ADRIANRELOAD)

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herederas3-¡Mierd…! ¿Qué hacemos?

Sin título– Si tú no sabes… yo menos… repitió sollozante Mili.

Los tablones de las gradas crujían, Javier estaba bajando, entre las rendijas divisamos su silueta. Mi verga aun incrustada en el ano de Mili se iba deshinchando apresuradamente, reduciéndose a su mínima expresión.

Miraba hacia los lados, buscando un lugar donde escondernos pero nada, habían algunos estantes, pero semi vacíos, nada que pudiera cubrirnos completamente. Hasta que divise un closet, pero para nuestro infortunio tenía un enorme candado puesto.

¡Ahora si nos jodimos!… prensaba, mientras sentía el cuerpo de Mili gélido, petrificado, temblando por momentos.

– Danny tengo frío…. Musitaba temblorosa Mili.

Le frotaba los hombros y brazos, la abrazaba por la espalda procurando darle calor, parecía que nuestra suerte estaba echada. Solo me quedaba consolarla, abrigarla. En ese momento solo me preocupaba por ella, ya había dejado de lado cualquier intento de escape.

Si nos vestíamos y fingíamos que estábamos allí de casualidad, nadie se lo creería. Lo otra opción es que solo yo me vistiera e intentara alejar a Javier, al igual que el otro día en la biblioteca, lo cual seria por demás sospechosos, además Mili no tendría donde esconderse, ¡Diablos, si podía funcionar!, simplemente le diría que yo fui primero a buscar el balón… pero era muy tarde…

Escuchaba el barullo cerca de la puerta. Apoye mi cabeza contra una áspera lona… Caraj… nos van a pillar in fraganti, Javier y todos los que lo acompañen. Diablos… yo puedo liarme con él, eso no es problema, tampoco me importa que los de su equipo me quieran linchar… Mili, como va a quedar… mientras Javier forcejeaba la puerta para entrar… yo me daba cabezazos contra la rugosa lona… un momento… la lona… ¡eso es!…

Se trataba de una sucia y enorme lona revestida de material impermeable, que usaban para cubrir el campo del coliseo. Era de buen tamaño y mi cabeza estaba apoyada en una ruma.

Con toda la fuerza que me quedaba, después toda la tensión del encuentro deportivo y la lujuria del sexual. Mili ni se movía, creo que apenas si respiraba, solo sabia que seguía viva por los temblorcillos que deba de cuando en cuando.

Parecía que no encontraban la llave del almacén, eso me daba algunos segundos mas… solo que escuche la voz del mocoso ese, el hijo del portero que anunciaba que traía la llave, debía apurarme.

Mili, ayúdame…

¿Qué?… oh… si… si… repitió maquinalmente al darse cuenta de mis intensiones.

A duras penas, jaloneamos una ruma de la lona y nos cubrimos como pudimos… yo seguía detrás de ella cubriendo su cuerpo, así adoptamos una posición fetal, para simular ser otra ruma de la lona e intentar pasar desapercibidos. Cuando le daba el ultimo jalón a la lona escuche la perilla de la puerta girar bruscamente y el chirrido de las bisagras. Ya estaban adentro.

Mili volvía a temblar como auto viejo, yo la apretaba más hacia mí para evitar que sus movimientos nos delaten. Escuchaba sus pasos… su conversación… pero por sobre todo sentía las temblorosas nalgas de Mili sobre mi ingle… masajeándome, provocándome una nueva e inoportuna erección.

Oye… ¿Dónde guardan los balones de fútbol?… preguntaba Javier.

No se… por allá creo, por los estantes…

Esos estantes estaban detrás de nosotros, y a pesar de la situación comprometedora en que estábamos yo no podía menguar mi erección, mas bien los movimientos de Mili la incrementaban. En esa situación la cabeza racional no manda, la cabeza del pene parece tener vida propia en esos casos.

Mi verga crecía nuevamente dentro del ano de Mili, con mis manos apretaba los melones de Mili que se henchían por la sorpresa de sentirme. Intente sacarla parcialmente, lentamente, logre sacar una parte… hasta que…

Escuche los pasos de Javier cerca de mi cabeza… aun así mi verga seguía tiesa… cese mis movimientos… sus pasos se alejaron, no mucho… No lo escuche por segundos, parecieron minutos, horas… luego…

Aca hay uno… dijo triunfal.

Al fin se iría y nos dejaría terminar lo que mi verga estaba empezando… pensé aliviado… pero…

Pero esta medio desinflado este balón.

Mierd… Lárgate caraj… Quise gritarle.

Joven… por acá hay otro… replico el niño.

¿Qué tal esta?

Si, creo que esta bien…

Nuevamente los pasos de Javier cerca de mi nuca…estaría camino al niño de espaldas a mi… casi triunfal y alegre por que se iría no lo pensé y le clave la parte a Mili de mi verga que había sacado lentamente, ahora se la incrustaba violentamente.

Sentí sus uñas clavándose en mi pierna, auuu caraj… quise proferir. Su pecho se hinchaba más de lo normal, cambie mi mano de posición. Ahora tapaba la boca de Mili para evitar que gritara o se quejara. Pero creo que hicimos más ruido de lo normal.

Escuchaste algo… inquirió Javier.

No… pero… dicen que por acá hay un alma en pena… decía el muchacho asustado.

Yo también había escuchado esa historia: un joven murió a causa de un paro cardiaco en un encuentro de básquet, aquí en el coliseo, y que ahora su alma rondaba el almacén. Nunca le di mucha fe a ese cuento, me sonaba mas a leyenda urbana, mas bien creo que los ruidos eran producidos por otros jóvenes que como nosotros buscaban un encuentro fugaz. Pero si Javier se creía esa historia y salía más rápido, mejor para nosotros.

No seas tonto… los fantasmas no existen… decía Javier de mal humor.

Sentía las lagrimas de Mili en mi mano, no se si era por el dolor de la verga que le incruste criminalmente o por el miedo a que, a pesar de todo, nos descubran.

¿Hay alguien ahí?… grito Javier.

Si, yo, mal nacido y le estoy rompiendo el culo a tu ex… ¿era eso lo que esperaba que le respondan?… porque simplemente no se iba y punto… pensaba mientras intentaba no moverme, pero una gotita de leche iba saliendo, producto de la excitación que las carnosas y ahora sudorosas nalgas de Mili me propiciaban. Ella dio otro temblorcillo al sentirla.

Ves, algo se movió… dijo Javier.

Vámonos joven… ya tenemos el balón…. Salgamos… repetía lloroso el niño.

Nuevamente sus pasos se acercaron a nosotros… bueno, si a si tiene que ser, así será… me dije… aprovechare sus sorpresa para darle algunos golpes… aunque preferiría dejarle el primer golpe, total él era el cornudo.

Sentí un peso sobre, seguro eran las manos de Javier que iban a jalar la colcha y descubrir nuestro cuerpos… solo pensaba decirle ¡sorpresa! Y noquearlo para que no se arme el alboroto.

Pero ¿que es esto?… me dije al sentir que algo se movía sobre mi hombro, parecían sus dedos, creo que estaba tanteando sobre la lona, para saber que era lo que se movía debajo… pero creo que no se había cortado las uñas…

Miau…

Gato de porquería… me pegaste un susto… exclamo Javier.

Ve, solo era mi gato… déjelo ahí y vámonos… replico el niño.

Javier apúrate que mi equipo se enfría… le gritaba de afuera Guille.

No se pero aquí hay algo raro… sentencio Javier antes de salir.

Al fin escuche la puerta cerrarse. Mis músculos se relajaron, todos, menos uno que seguía en ristre.

Ayyyy… eres un idiota… Auuu mi culito…… sollozo Mili en voz baja, al fin pudo proferir las palabras que tenia aguantadas.

¿Culito?… tienes un rabo espectacular… dije mas cariñoso.

Tonto… auuu… dijo entre risas, a pesar del dolor que manifestaba no se alejaba de mí.

¿Qué puedo hacer para compensarte?… pregunte, pensaba en llevarla a comer, ir al cine o algo, pero ella tenia otra idea.

Bueno… termina lo que empezaste…. Me dijo con voz sugerente, meneando su enorme trasero en mi ingle.

Con gusto… respondí.

Aleje la lona que nos cubría los mas que pude, nos hacia sudar como puercos y luego comencé a castigar su glotón ano. Nuevamente mis manos estrujaban sus inflados senos.

Siii… auu… sii asi…. Gemia ella, le gustaba ese suplicio.

Yo besaba su cuello, ella se enardecía mas, con su brazo jalo mi cabeza hacia ella, nos besamos, mientras yo seguía bombeándole el culo por detrás, sentía sus gemidos entre sus labios, su lengua.

Mas… mas fuerte… siii… sii…ahhhh… pedia sumisa.

La había convertido en mi esclava anal. La podía someter como me diera la gana y seguramente lo hubiera aceptado gustosa, con una sonrisa de oreja a oreja… como ahora aceptaba que le taladrara el culo vehementemente y se atrevía a pedir mas… sin impórtale que hace pocos segundos hubiéramos estado al borde del colapso emocional… solo importaba satisfacer nuestros apetitos carnales, dejarnos llevar por la lujuria, casi locura, que el sexo anal nos provocaba.

Oh auuu…. Ahhh… se quejaba, gruñía, gustosa.

Levantaba una pierna para permitirle a mi verga incrustarse en su goloso ano sin dificultad, mis dedos estrujaban sus melones, de cuando en cuando en volteaba la cabeza y su lengua buscaba la mía, para darnos unos excitados besos, entre la agitación de sus melones.

Ohh… siii que placerr…. Ahhh…

Cada vez la penetraba con más fuerza, alejaba mas mi verga y se la empujaba con mayor vehemencia, el trayecto que hacia era cada vez mas largo y sin embargo no perdía potencia en mis incursiones. Tan fuertes eran las perforaciones en su ano y tan alejadas, que mi verga perdio el paso y salio de su comelon ano.

No… no… por favor no… bramo enloquecida, creyendo que la estaba castigando por algo al no permitirle gozar de mi verga en su ano.

No me dio tiempo de reaccionar, tan solo paso rapi8damente una de sus manos por mi entrepierna, tanteo hasta encontrar mi tieso pene, lo agarro con firmeza como para que no se le escape y fue probando, usando mi verga como elastico, en su desesperación no sabia como hacer que mi verga entre a su ano nuevamente. Hasta que hizo diana…

No, no, por ahí no… se quejo tristemente al notar que había ingresado en su vagina.

Saco mi verga de su conchita y continuo tanteando hasta que lograra meterse mi pene en su pequeño agujero. Yo la dejaba maniobrar como si mi verga fuera un juguete, parecía una loca poseída, se desesperaba, temia que si yo intentaba ayudarla ella me golpeara, a ese punto estab llegandosu demencia anal.

Si, aqui esta, ahora si… chillo triunfal cuando mi verga se acerco a su maltratado pero hambriento ano.

Cuando tuvo la certeza que era su ano donde la cabeza de mi pene le cosquilleaba, ella misma procedió a incrustarse violentamente mi verga en su arrugado anillo… Ella misma se lo clavo y se estremeció…

– Oh… siii… que delicia… Gimió temblando de placer…

Comenzó a culearme al ver que yo no reaccionaba, incluso me palmoteo en mi cadera para despertarme, para que le siguiera castigando sus gordas nalgas, para que siguiera martillando su vicioso ano.

Vamos… Por favor… así… pedía estrujándose ella misma los melones.

No fui ajeno a sus suplicas y nuevamente le taladre el ano, empecé lentamente solo para ver como su cuello se tensaba, como se desesperaba, y poco a poco fui incrementando mi ritmo hasta tener una frecuencia infernal…

– Ahhh… ahhh…. Ohhhh…

Su pierna, ya no podía permanecer levantada, estaba casi acalambrada, la bajo, casi entrecruzo sus piernas y abrió la mas que pudo su trasero con una mano, en esa posición sus nalgas eran como dos balones de fútbol. Así, y con la columna medio retraída, el tórax hacia delante, casi sobre el piso, así se dispuso a soportar mis embestidas…

Ayyy nooo… Uhmmmm…. … auhmmmmm….

La veía temblar, contraerse por momentos, no sabia si era de dolor o placer… se volvió hacia atrás, busco mis labios….nuevamente libero sus piernas, con una pierna en el aire, queria que la penetraran mas a fondo….

– Ohhh… no aguanto mas… ohhh… Me dijo con expresión febril.

Y era cierto, estaba tan sumida en el placer, a tanto llego su excitación, que vi salpicar chorros desde su entrepierna, la vi estremecerse violentamente, por suerte sus estridentes exclamaciones y gemidos se perdieron entre los vítores de la tribuna… allí mismo habíamos llegado a un placentero y brutal orgasmo.

– Uhmmmm …. Ouuuu…

– Ufff…

Ambos yacíamos desnudos sobre el piso, casi sin aliento, mi verga seguí escupiendo esperma en su goloso trasero, y a pocos centímetros un charco, producto de los líquidos de Mili.

No puedo creer que me hayas hecho orinarme de placer, que vergüenza…

Jajaja, no se si es orina o que cosa será… Pero vaya que te mojaste…

Ay te adoro… solo tu me haces acabar así… me dijo cariñosamente y me beso.

Escuchamos el tropel de gente bajando por las tribunas… El partido había terminado… y ahora la pregunta era: ¿Se ira Javier con toda la multitud o Volverá a entrar al almacén para guardar el balón?

Sea como fuere, instinto, sexto sentido o tan solo un presentimiento… lo cierto es que yo sabia que estábamos cerca de ser descubiertos..

Continuara…

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AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Atraído por mi nueva criada negra” (POR GOLFO)

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UNA EMBARAZADA2Meaza:
Capitulo 1
Sin títuloNecesitas alguien fijo en tu casa-, me dijo Maria viendo el desastre de suciedad y polvo que cubría hasta el último rincón de mi apartamento.-Es una vergüenza como vives, deberías contratar a una chacha que te limpie toda esta porquería-.
Traté de defenderme diciéndola, que debido a mi trabajo no lo uso nada más que para dormir, pero fue en vano. Insistió diciendo que si no me daba vergüenza traer a una tía a esta pocilga, y que además me lo podía permitir. Busqué escaparme explicándole que no tenía tiempo de buscarla, ni de entrevistarla.
No te preocupes yo te la busco-, me dijo zanjando la discusión. Mi amiga es digna hija de su padre, un general franquista, y cuando se le mete algo entre ceja y ceja, no hay manera, siempre gana.
Suponiendo que se le iba a olvidar, le dije que si ella se ocupaba y no me daba el tostón, que estaba de acuerdo, y como tantas otras cosas, mandé esta conversación al baúl de los recuerdos.
Por eso, cuando ese sábado a las diez de la mañana, me despertó el timbre de la puerta, lo último que me esperaba era encontrármela acompañada de una mujer joven, de raza negra.
Menuda carita-, me espetó nada más abrirla y apartándome de la entrada, pasó al interior del piso, – se nota que ayer te bebiste escocia-.
-¿Qué coño quieres?-, le contesté enfadado.
-Te he traído a Meaza-, me dijo señalando a la muchacha, – no habla español, pero su tía me ha asegurado que es muy buena cocinera-.
Por primera vez me fijé en ella. Era un estupendo ejemplar de mujer. Muy alta, debía de medir cerca de uno ochenta, delgada, con una figura al borde de la anorexia, y unos pequeños pero bien puestos pechos. Pero lo que hizo que se derribaran todos mis reparos fue su mirada. Tras esos profundos ojos negros se encerraba una tristeza brutal, productos de la penurias que debió pasar antes de llegar a España. Estaba bien jodido, fui incapaz de protestar y dando un portazo, me metí en mi cuarto, a seguir durmiendo.
Cuando salí de mi habitación tres horas después, mi amiga ya se había ido dejando a la negrita, limpiando todo el apartamento. Parecía otro, el polvo, la suciedad y las botellas vacías habían desaparecido y encima olía a limpio.
-¡Coño!-, exclamé dándome cuenta de la falta que le hacía una buena limpieza.
Pero mi mayor sorpresa fue al entrar en la cocina y ver el estupendo desayuno que me había preparado. Sobre la mesa estaba un café recién hecho y unos huevos revueltos con jamón que devoré al instante. Meaza, debía de estar en su cuarto, porque no la vi durante todo el desayuno.
Con la panza llena, decidí ir a ver donde estaba. Me la encontré en mi cuarto de baño. De rodillas en el suelo, con un trapo estaba secando el agua que había derramado al ducharme. No sé que me pasó, quizas fue el corte de hallarla totalmente empapada, descalza sobre los fríos baldosines, pero sin hablarla me di la vuelta y cogiendo las llaves de mi coche salí del apartamento.
Nunca había tenido ni una mascota, y ahora tenía en casa a una mujer, que ni siquiera hablaba mi idioma. Tratando de olvidarme de todo, pero sobre todo de la imagen de ella, moviendo sus caderas al ritmo con el que pasaba la bayeta, llamé a un amigo y me fui con el a comer a un restaurante.
Alejandro no paró de reirse cuando le conté el lío en que me había metido Maria, llevándome a casa a esa tentación.
-No será para tanto-, me dijo.
-Que sí, que no te puedes imaginar lo buena que está-.
-Pues, entonces ¿de que te quejas?, fóllatela y ya-
-No soy tan cabrón de aprovecharme-, le contesté bastante poco convencido.
El caso es que terminado de comer nos enfrascamos en una partida de mus, que al ser bien regada de copas, hizo que me olvidara momentáneamente de la muchacha.
Totalmente borracho, volví a casa a eso de las nueve. No había terminado de meter la llaves en la cerradura cuando me abrió la puerta para que pasara.
Casi me caigo al verla. Estaba vestida con un traje típico de su país, consistente en una tela de algodón marrón, que anudada al cuello dejaba al aire sus dos pechos. Lejos de incomodarse, por mi borrachera y su desnudez, me recibió con una sonrisa, y echando una mano a mi cintura me llevó a la cama. Sentirla pegada a mí, alborotó mis hormonas y solo el nivel etílico que llevaba, que me impedía incluso el mantenerme de pié, hizo que no saltara sobre ella violándola. Solo tengo de esa noche, confusas imágenes de la negrita desnudándome sobre la cama, pero nada más, porque debí de quedarme dormido al momento.
A la mañana siguiente, al despertarme, me creía morir. Era como si un clavo estuviera atravesando mis sienes, mientras algún hijo de puta lo calentaba al rojo vivo. Por eso, tardé en darme cuenta que no estaba solo en la habitación, y que sobre la alfombra a un lado de mi cama dormía la muchacha a rienda suelta.
Meaza estaba usando como almohada su vestido, y totalmente desnuda descansaba sobre el duro suelo. Estuve a punto de despertarla, pero decidí aprovechar la situación para dar gusto a mis ojos.
Durante más de media hora estuve explorándola con la mirada. Era perfecta, sus piernas eternas terminaban en un duro trasero, que llamaba a ser acariciado. Luego un vientre duro, firme, rematado por dos bellos pechos que se notaba que nunca habían dado de mamar. El pezón negro era algo más que decoración, era como si estuviera dibujado por un maestro, redondo, bien marcado, invitaba a ser mordisqueado. Y su cara, aún siendo negra tenía unas facciones finas, bellísimas. Poco a poco me fui calentando, y solo el corte de que me pillara, evitó que me hiciera una paja mirándola.
De improviso, abrió los ojos. Sus negras pupilas reaccionaron al verme, y levantándose de un salto abandonó la habitación. Decidí quedarme en la cama esperando que se me bajara el calentón, por eso, todavía estaba ahí, cuando al cabo de tres minutos, la muchacha volvió con mi desayuno.
No se había molestado en taparse. Desnuda, me traía en una bandeja, el café y unas tostadas. Sin saber que hacer, me tapé con la sabanas, mientras desayunaba, sin dejar de mirar de soslayo a la muchacha.
Meaza, como si fuera lo más natural del mundo, se agachó por su vestido y atándoselo al cuello, esperó arrodillada mientras comía. A base de señas, le pregunté si no quería, y sonriendo abrió su boca, para que le diera de comer.
Estaba alucinado, vi como sus blancos dientes mordían la tostada, y su dueña volvía a arrodillarse a mi lado, satisfecha de que hubiese compartido, con ella, mi comida. Su postura me recordaba a la de una sumisa en las películas de serie B. Con las manos en la espalda, y los pechos hacía delante, dejando su culo ligeramente en pompa, me estaba volviendo a poner cachondo, por lo que tratando de evitarlo me levanté a darme una ducha fría, sin importarme que al hacerlo ella me pudiera ver desnudo.
No sé si fue idea mía pero me pareció que ella se quedaba mirándome el trasero.
De poco me sirvió meterme debajo de chorro del agua, no podía dejar de pensar en su olor, y su cuerpo. Era increíble, nunca había cruzado una palabra con ella, ni siquiera me entendía y me resultaba hasta doloroso dejar de pensar en como iba a respetar la relación criada-patrón, si la niña no dejaba de andar medio en pelotas por la casa.
Al salir de la ducha fue aún peor, Meaza me esperaba en mitad del baño, con la toalla, esperando secarme. Traté de protestar, pero me resultó imposible hacerla entender que quería hacerlo yo solo, por lo que al final no tuve más remedio que dejar que ella agachándose empezara a secarme los pies. Sus manos y la tela fueron recorriendo mis piernas, mientras su dueña con la mirada gacha miraba al suelo, hasta llegar a mi sexo, cuando con una profesionalidad digna de encomio se entretuvo secando todos y cada unos de mis recovecos sin que en su cara se reflejara nada sexual.
En su cara no, pero mi pene no pudo más que reaccionar al contacto endureciéndose, la muchacha haciendo caso omiso a mi calentura, sonrió, y levantándose del suelo terminó de secarme todo el cuerpo, saliendo después con la toalla mojada hacía la cocina.
Estaba totalmente avergonzado, me había comportado como un niño recién salido de la adolescencia. Cabreado conmigo mismo me vestí, y saliendo al salón, encendí la tele.
Imposible concentrarme, la negrita estaba limpiando la casa, vestida únicamente con ese trapo, y de forma que estuve más atento a cuando se agachaba que al programa que estaban poniendo.
Hecho una furia con mi amiga, por habérmela traído, cerré los ojos intentando el relajarme, pero no debía de llevar ni tres minutos en esa postura cuando sentí que tocaban mi pierna.
Tardé unos segundos en abrir mis párpados, para encontrarme a Meaza hincada a mi lado, con un plato de comida entre sus manos.
No tengo hambre-, le dije tratando de hacerme entender, pero no pude y la muchacha no hacía más que alargarme el plato.
Señalando con el dedo el jamón y el queso, y posteriormente a mi estómago, le hice señas diciéndole que no. Imposible, seguía insistiendo.
-¡Coño!, ¡Que no quiero!-, le contesté ya molesto.
Entonces ella hizo algo insólito, agarrando mi mano, me obligó a coger una loncha, y posteriormente se la llevó a su boca. Por fín entendí, lo que quería, es que le diera de comer. Seguramente en su tribu, los hombres alimentaban a las mujeres y ella obligada por su cultura esperaba que yo hiciera lo mismo. Pensando que ya tendría tiempo de explicarle que en España no hacia falta, agarré otro trozo y se lo metí en la boca.
Sonrió mostrándome toda su dentadura. Realmente estaba encantadora con una sonrisa en la cara, y ya más seguro de mi mismo, seguí dándole de comer como a un bebé. Era una gozada el hacerlo, me sentía importante. Era agradable que alguien dependiera de ti hasta los más mínimos detalles, por lo que cuando se acabó todo lo que había traído fui al frigorífico a por algo de leche.
Cuando volví seguía en el mismo sitio, en el suelo al lado del sillón, y acercándole el vaso a los labios le di de beber. Debía de estar sedienta por que se tomó el líquido a grandes tragos de manera que una parte se le derramó por las mejillas, yendo a caer en uno de sus pechos.
Juro que lo hice sin pensar, no fue mi intención el hacerlo, pero mi mano recorrió su seno, y cogiendo la gota entre mis dedos me lo llevé a mis labios saboreándolo. Sus pezones se endurecieron de golpe al verme chupar mis dedos, y con ellos, mi entrepierna. Nuestras dos miradas se cruzaron, creí descubrir el deseo en sus ojos, pero decidí que me había equivocado, por lo que levantándome de un salto, traté de calmarme, diciéndome para mis adentros que debía de ser un caballero.
-Puta madre, ¡qué buena que está!-, pensé, decidiéndome que eso no podía continuar así, que al menos debía de ir decentemente vestida, para intentar que no la asaltara en cualquier momento, por lo que cogiéndola del brazo, la llevé a su cuarto, y buscándole ropa descubrí que solo había traído la blusa y la falda con la que había llegado a casa.
-Necesitas ropa-, le dije.
Con los ojos fijos en mí, se rió, dándome a saber que no había entendido nada. Era primer domingo de mes, luego los grandes almacenes debían de estar abiertos, por lo que obligándola a vestirse la llevé de compras.
El primer problema fue subirla al coche. Asumiendo que sabía hacerlo abrí las puertas con mi mando, y me subí para descubrir al sentarme que ella seguía de pie fuera del automóvil.
-¡Joder!-, exclamé saliendo y abriéndole la puerta, la hice sentarse.
Nuevamente en mi asiento y antes de encender el motor, tuve que colocarle el cinturón y al hacerlo rocé sus pechos con mi mano, los cuales se rebelaron a mi caricia, marcando sus pezones debajo de su blusa.
-Tengo que comprarte un sujetador, me estas volviendo loco, como sigas con tus pechos al aire no sé si podré aguantarme las ganas de comértelos-.
Meaza, no me entendía, pero me daba igual, me gustaba como sonreía mientras le hablaba. Por lo que aprovechándome de ello, le expliqué lo mucho que me excitaba el verla, que tenía un cuerpo maravilloso. Durante unos minutos, se mantuvo atenta a mis palabras pero al salir al la calle y tomar la Castellana, empezó a mirar por la ventanilla, señalándome cada fuente y cada plaza. Para ella, todo era nuevo y estaba disfrutando, por eso al llegar al Corte Inglés y meternos en el parking, con un gesto me mostró su disgusto.
-Lo siento bonita, pero hay que comprarte algo que te tape-.
Como una zombie, se dejó llevar por la primera planta, pero al tratar de que montara en la escalera mecánica tuve que emplearme duro, por que le tenía miedo. Como no había más remedio, la obligué, y ella asustada se abrazó a mi en busca de protección, de forma que pude oler su aroma penetrante, y sentir como sus pechos se pegaban al mío al hacerlo.
-¿Qué voy hacer contigo?-, le dije acariciándole la cabeza, -Estás sola e indefensa, y yo solo puedo pensar en como llevarte a la cama-.
Sentí pena cuando llegamos al final, porque eso significaba que se iba a retirar, pero en contra de lo que suponía no hizo ningún intento de separarse, por lo que la llevé de la cintura a buscar ropa.
El segundo problema fue elegir su talla, por lo que le pedí a una señorita que me ayudara, inventándome una mentira y diciéndole que la negrita era parte de un intercambio y que necesitaba que le comprara unos trapos. Me daba no sé que, el decirle que era mi criada.
La empleada se dio cuenta que iba a hacer el agosto a mis expensas y rápidamente le eligió un montón de camisas, pantalones y vestidos, de forma que en poco tiempo, me vi con todo un ajuar en el probador de señoras.
Por medio de la mímica, le expliqué que debía de probársela, para ver si le quedaba. Meaza, me miró asombrada, y haciendo un círculo sobre la ropa, me dio a entender que si era todo para ella.
-Si-, le dije con la cabeza.
Dando un gritito de satisfacción, se abrazó a mí, pegando sus labios a mi mejilla. Se la veía feliz, cuando se encerró en el probador. Ya más tranquilo, esperé que saliera, pero al hacerlo lo hizo vistiendo únicamente un pantalón, dejando para escándalo de la mujeres presentes y gozo de sus maridos, todo su torso y sus pechos al aire.
Obviando el hecho que la presencia de hombres esta mal vista en un probador de mujeres, la agarré del brazo y me metí con ella. Si no lo hacía, nos iban a echar del local. De tal forma que en menos de dos metros cuadrados estuve disfrutando de la niña mientras se cambiaba de ropa. Pero lo mejor fue que al darle un sujetador, se lo puso en la cabeza, por lo que tuve que ser yo, quien le explicara como hacerlo.
Tienes unas tetas de locura-, le dije mientras se lo acomodaba dentro de la copa,- me encantaría sentir tus pezones en mi lengua y estrujártelas mientras te hago el amor-.
La muchacha ajena a las burradas que le decía, se dejaba hacer confiada en mi buena voluntad. Me avergonzaba mi comportamiento, pero a la vez lo estaba disfrutando. Pero todo lo bueno tiene un final, y saliendo del probador con Meaza vestida como una modelo, pagué una cuenta carísima alegremente, al percibir que hombres y mujeres no podían dejar de admirar al pedazo de hembra que tenía a mi lado.
Esta vez no tuve que abrirle la puerta, la negrita se había fijado como lo había hecho, pero en plan coqueta dejó que fuera yo quien le abrochara el cinturón, incluso creo que provocó que nuevamente rozara su pecho al incorporarse, mientras lo hacía.
-Eres un poco traviesa, ¿lo sabias?-, le dije mirándola a los ojos, sin retirar mis manos de sus senos.
Soltó una carcajada, como si me entendiera y dándome un beso en la mejilla, se acomodó en el asiento.
Esta mujer me estaba volviendo loco, y creo que lo sabe-, medité mientras conducía.
Mirándola de reojo, no podía más que maravillarme de sus formas y la tersura que parecía tener su piel. Su piernas parecían no tener fin, todo en ella era delicado, bello. Y haciendo un esfuerzo retiré mi mirada, tratando de concentrarme en el volante al sentir que mi entrepierna empezaba a reaccionar. No sé si ella se dio cuenta de mi embarazo pero tocándome la rodilla, me dijo algo que no entendí.
Yo también te deseo-, le contesté haciéndome ilusiones. Realmente quería con toda el alma que así fuera.
Como iba a ser un raro espectáculo, el darla de comer en la boca en un restaurante, decidí irnos de nuevo a mi apartamento. Al menos allá, nadie iba a sentirse extrañado de nuestra relación. Al Bajarnos del coche, la negrita insistió en ser ella quien llevara las bolsas con la ropa y manteniéndose a una distancia de unos dos metros de mi, me siguió con la cabeza gacha. Su actitud me hizo recordar a las indias lacandonas en Chiapas que son ellas las que cargan todo y siguen a su hombre por detrás.
Ya en el piso, lo primero que hizo fue acomodar su ropa en su cuarto mientras yo me servía una cerveza helada. Nunca he comprendido a los del norte de Europa, cuando la toman caliente, una cerveza, para ser cerveza, tiene que estar gélida, muerta, fría y si encima se bebe en casa, con una mujer espléndida, mejor que mejor. Ensimismado mientras la bebía, no me di cuenta que Meaza había terminado de colocar sus trapos y que se había metido a duchar, por eso me sobresaltó oír un desgarrador grito, provinente de su cuarto.
Salí corriendo haber que pasaba. El tipo de chillido indicaba que debía de ser algo grave por lo que cuando entrando en el baño, me la encontré llorando desnuda pensé que se había caído y nerviosamente empecé a revisarla en busca de un golpe o una herida, sin encontrar el motivo de su grito.
-¿Qué ha pasado?-, le pregunté.
La muchacha señalando la ducha y posteriormente a su cuerpo, me explicó lo ocurrido. Cuando comprendí que la pobre se había escaldado con el agua caliente, no me pude contener y me destornillé de risa de ella. Cuanto más me reía, más indignada se mostraba. Me había visto duchándome, y no se había percatado de que había que usar las dos llaves, para conseguir una temperatura optima.
Solo conseguí parar cuando vi que no paraba de llorar, y sintiéndome cucaracha, por reírme de su desgracia, la llevé a la cama, para darle una crema anti-quemaduras.
-Ven, túmbate-, le dije, dando una palmada en el colchón.
La negrita me miraba, alucinada, de pie, a mi lado, pero sin tumbarse. Tuve que levantarme y obligarla a hacerlo.
Quédate ahí, mientras busco algo que echarte-, le solté en voz autoritaria para que entendiera.
Dejándola en su cuarto, me dirigí a donde tengo la medicinas. Y entre los diferentes tarros, y pomadas encontré la que buscaba, “vitacilina”, una especialmente indicada contra las quemaduras. Cuando volví, Meaza seguía tumbada sin dejar de llorar. Sentándome en la cama, me eché en la mano un poco de pomada, pero al intentar aplicárselo, gritó asustada y encogiendo las piernas, trató de evitar mi contacto.
Estaba histérica, por mucho que intentaba calmarla, seguía llorando, por lo que sin pensármelo dos veces le solté un sonoro bofetón. Bendito remedio, gracias al golpe, se relajó sobre las sabanas.
Por primera vez, tenía ese cuerpo a mi completa disposición, y aunque fuera para darle crema, no pensé en desaprovechar la ocasión de disfrutar. La piel de su pecho, estómago y el principio de sus piernas estaba colorada por efecto del agua, luego era allí donde tenía que echarle la pomada en primer lugar.
Meaza, tumbada, me miró sin decir nada mientras vertía un poco sobre su estomago, para suspirar aliviada al darse cuenta de efecto refrescante al irla extendiendo por su vientre. Viendo que se le había pasado el miedo y que no se oponía, derramé al menos medio tubo sobre ella, y con cuidado fui repartiéndola.
Aún sabiendo que me iba a excitar, lo hice desesperadamente despacio, disfrutando de la tersura de su piel y de la rotundidad de sus formas. Lentamente me fui acercando a sus pechos. Eran preciosos, duros al tacto, pero suaves bajo mis palmas. Sus negros pezones se contrajeron al sentir que mis dedos se acercaban de forma que cuando los toqué, ya estaban erectos, producto pensé en ese momento de la vergüenza.
Quizás debía de haberme entretenido menos esparciendo la crema sobre sus senos, pero era una delicia el hacerlo, y sin darme cuenta mi pene reaccionó irguiéndose debajo de mi pantalón. Por eso, no caí en que la mujer había apartado su cara para que no viera como se mordía el labio por el deseo.
Ajeno a lo que estaba sintiendo, me fui acercando a sus piernas. Quizás era la zona más quemada, por lo que abriéndolas un poco, le empecé a untar esa parte. Tenía un pubis exquisitamente depilado, su dueña se había afeitado todo el pelo dejando solo un pequeño triangulo que parecía señalar el inicio de sus labios.
Era una tentación, brutal el estarle acariciando cerca de su cueva, sin hollarla. Varias veces mis dedos rozaron su botón del placer, como si fuera por accidente, pero siendo conciente de que yo cada vez estaba más salido. No dejaba de pensar que mi criada era la hembra con mejor tipo que nunca había acariciado, pero que era indecente el abusar de su indefensión. Por eso no me esperaba oír, de sus labios, un gemido.
Al alzar la cara y mirarla, de improviso me di cuenta que se había excitado y que con sus manos se estaba pellizcando los pechos mientras me devolvía la mirada con deseo. Fue el banderazo de salida, sin poderme retener, tomé entre mis dedos su clítoris para descubrir que me esperaba totalmente empapado. La muchacha al sentirlo, abrió la piernas para facilitar mis maniobras, hecho que yo aproveche para introducirle un primer dedo en su vagina.
Meaza, o bien se había cansado de fingir, o realmente estaba excitada, ya que de manera cruel retorció sus pezones, intentando a la vez que profundizara con mis caricias, presionando con sus caderas sobre mi mano. Acercando mi boca a su pubis, saqué mi lengua para probar por vez primera su sexo. Siempre se habla del olor tan fuerte de los negros, por lo que me sorprendí al descubrir lo delicioso que me resultó su flujo. Mi lengua fue sustituida por mis dientes, y como si fuera un hueso de melocotón me hice con su clítoris, mordisqueándolo mientras con mi dedo no dejaba de penetrarla.
No sé cuanto tiempo estuve comiéndole su coño, antes que sintiera como se anticipaba su orgasmo. Ella, al notarlo, presionó mi cabeza, con el afán de buscar el máximo placer.
De pronto, su cueva empezó a manar el néctar de su pasión desbordándose por mis mejillas, por mucho que trataba de beberme su flujo, este no dejaba de salir empapando las sabanas. Meaza se estremecía, sin dejar de gemir, cada vez que su fuente echaba un chorro sobre mi boca. Parecía una serpiente retorciéndose hasta que pegando un fuerte grito, se desplomó sobre la cama.
-¡Menuda forma de correrse!-, exclamé al ver que se había desmayado, y sin darle importancia aproveché la coyuntura para desnudarme y tumbarme a su lado.
Tardó unos minutos en volver en sí, tiempo que usé para mirarla como dormitaba. Al abrir los ojos, me dedicó la más maravillosa de las sonrisas, como premio al placer que le había dado, y sin mediar palabra, tampoco la hubiese entendido, me besó la cara, y sin dejar de hacerlo, bajó por mi cuello, recreándose en mi pecho.
Mi pene esperaba erguido su llegada, totalmente excitado por sus caricias, pero cuando ya sentía su aliento sobre mi extensión, sonó el teléfono.
Por vez primera me arrepentí de haber elegido su alcoba, ya que en mi cuarto había una extensión, y contra mi voluntad me levanté para ir a descolgarlo al salón, ya que no paraba de sonar.
Cabreado, lo contesté, diciendo una impertinencia de las mías, pero al percatarme, que era María la que estaba al otro lado de la línea, cambié el tono no fuera a descubrirme.

-¿Qué quieres, cariño?-, le solté.

Ella me estaba preguntando como me había ido con la muchacha cuando vi salir a Meaza, a gatas de la habitación y ronroneando irse acercando adonde yo estaba. No salía de mi asombro al verla, como seductoramente se acercaba mientras yo seguía disimulando al teléfono.
Bien, es una muchacha muy limpia-, contesté a Maria, observando a la vez como la negrita se arrodillaba a mi vera, y sin hacer ningún ruido empezaba a lamer mi pene.
Mi amiga, un poco mosqueada, me amenazó con dejarme de hablar si me portaba mal con ella, insistiendo que era una muchacha tradicional de pueblo.
-No te preocupes, sería incapaz de explotarla-, le dije irónicamente, al sentir que Meaza abriendo su boca se introducía toda mi extensión en su interior, y que con sus manos empezaba a masajear mis testículos.
Era incómodo pero a la vez muy erótico, estar tranquilizando a Maria, mientras su objeto de preocupación me estaba haciendo una mamada de campeonato.
Que si, que no seas cabezota, que me voy a ocupar que coma bien-, le solté por su insistencia de lo desnutrida que estaba.
-Vale, te dejo, que están llamándome al móvil-, le tuve que mentir, para colgar, porque estaba notando, que las maniobras de la mujer, estaban teniendo su efecto, y que estaba a punto de correrme.
Habiendo cortado la comunicación, pude al fin dedicarme en cuerpo y alma a lo importante, y sentándome en el sofá, me relajé para disfrutar plenamente de sus caricias. Pero ella, malinterpretó mi deseos y soltando mi pene, se sentó a horcajadas sobre mí, empalándose lentamente.
Fue tanta su lentitud al hacerlo, que pude percatarme de cómo mi extensión iba rozando y superando cada uno de sus pliegues. Su cueva me recibió empapada, pero deliciosamente estrecha, de manera que sus músculos envolvieron mi tallo, presionándolo. No cejó hasta que la cabeza de mi glande tropezó con la pared de su vagina y mis huevos acariciaban su trasero, entonces y solo entonces se empezó a mover lentamente sobre mí, y llevando mis manos a su pechos me pidió por gestos que los estrujara.
Meaza no dejaba de gemir en silencio al moverse, era como el sonido de un cachorro llamando a su madre, suave pero insistente. Sus manos, en cambio, me exigían que apretara su cuerpo. No me hice de rogar, y apoderándome de sus pezones, los empecé a pellizcar entre mis dedos. Gimió al sentir como los torturaba, estirándolos cruelmente para llevarlos a mi boca. Y gritó su excitación nada más notar a mi lengua jugueteando con su aureola. La niña tímida había desaparecido totalmente, y en su lugar apareció una hembra ansiosa de ser tomada, que restregando su cuerpo contra el mío, intentaba incrementar su calentura.
Su cueva se anegó totalmente, mojándome la piernas con su flujo, cuando con mis dientes mordí sus pechos y con mis manos me afiancé en su trasero. Era impresionante, oírle berrear su placer en un idioma ininteligible. Quizás sus palabras eran extrañas pero su significado era claro, la negrita estaba disfrutando y mucho. Fue entonces cuando me di cuenta que no iba a poder aguantar mucho más, y apoyando mis manos en sus hombros forcé mi penetración, mientras me licuaba en su interior. En intensas erupciones, mi pene se vació en su cueva, consiguiendo que la muchacha se corriera a la vez, de forma que juntos cabalgamos hacia el clímax. Cansados y agotados permanecimos unidos durante el tiempo que usamos para recuperarnos, y por primera vez la besé, introduciendo mi lengua en su boca. Meaza respondió a mi beso, de manera explosiva, y pegándose a mí, intentó reactivar mi pasión, pero dándole un azote en el culo, le dije que tenía hambre señalándome el estómago y haciendo que me comía la mano.
Pareció entenderme, y bajándose del sofá, se arrodilló un momento como haciendo una reverencia, antes de salir corriendo alegremente hacia la cocina, dejándome hipnotizado en el salón por sus movimientos al hacerlo. Todavía sentado en el sillón, escuché ruidos de cacerolas, lo que me confirmó que había captado el mensaje. No teniendo nada mejor que hacer, me fui a mi cuarto a vestirme, y encendiendo mi ordenador personal me puse a revisar el correo.
Eran todo mensajes de rutina, clientes que me pedían aclaración de facturas y proveedores exigiéndome o rogando, según el caso, que les anticipara el pago. Como estaba de buen humor, pasé de contestarles, me puse en cambio a estudiar el origen y las costumbres de la tribu de Meaza. Descubriendo que el suyo es un pueblo guerrero, donde el cabeza de familia es un verdadero dictador, y sus múltiples esposas casi esclavas de su marido.
Al investigar sus costumbres, me expliqué las razones del comportamiento de la muchacha. Resulta que cuando me dio de desayunar en la cama, y yo le ofrecí parte de mi comida en su boca, le estaba haciendo una proposición de matrimonio, y ella al aceptarlo, según sus costumbres pasaba a ser mi concubina.
Asombrado por lo que eso significaba, no pude más que seguir indagando en ello, y con total incredulidad leí que ella esperaba que yo le exigiera una total servidumbre, y que era uso común entre sus gentes el castigo físico, ante la más nimia de las contradicciones. Por otra parte, el trapo anudado al cuello, era solo para las solteras, mientras que las casadas debían enrollárselo en la cintura.
-¡Que curioso!-, pensé ensimismado, sin poder para de leer.
Pero fueron sus hábitos sexuales, los que realmente me interesaron, en su cultura no había casi tabúes, el sexo anal y el lesbianismo eran prácticas comunes, solo existiendo una prohibición sobre la homosexualidad. La mujer siempre tenía que estar dispuesta, pero en contraprestación el hombre tenía que tomarla al menos una vez cada dos días, para seguir manteniendo su dominio.
-No creo que eso sea un problema-, me dije recordando la perfección de su cuerpo.
Estaba tan absorto en la lectura que no me di cuenta que la mujer había entrado en la habitación y asumiendo la postura sumisa, se había arrodillado a mi lado. Solo lo hice, cuando poniendo su cabeza sobre mi pierna, me hizo saber que estaba allí.
La ternura de su actitud, hizo que la acariciara con mi mano. Ella al notar mis dedos entre su pelo, ronroneó de gusto, y sin quitar la cabeza de su sitio, esperó a que cerrara el ordenador.
Me imagino que quieres decirme que ya está la comida-, le dije levantándome.
María no me había mentido al decirme que era una estupenda cocinera, ya que al llegar al comedor me encontré un magnifico banquete, de ponerle algún pero era que todos y cada unos de los platos eran picantes, pero gracias a mi estancia durante dos años en México eso no me resultó un problema.
Mientras comía, Meaza se mantuvo en silencio, ocupándose de que nada me faltara y solo cuando me hube saciado, se acercó a que le diera de comer. Nuevamente me encanto la sensación de que darle de comer, de que fuera dependiente, pero esta vez algo había cambiado en ella, por que cuando con mis dedos le acerque un pedazo de carne ella se entretuvo lamiéndome los dedos de una forma sensual que hizo que mi sexo se empezara a alborotar.
-Eso luego-, le susurre al oído, mientras le pellizcaba un pezón con mis manos.
La muchacha sin entender, sonrió terminando de tragar el trozo que tenía en la boca, para acto seguido levantarse e irse a la cocina. Volvió trayendo una bandeja con el café, cuando de repente se tropezó, derramándomelo sobre los zapatos.
Asustada, se agachó y antes que me diera cuenta estaba lamiendo mis mocasines, en un intento que no la castigara. Verla haciéndolo, me hizo recordar lo que había leído, y actuando en consecuencia, esperé que terminara de limpiarme, para agarrarla del brazo, y poniéndola en mis rodillas, empezar a darle una tunda de azotes.
No se quejó, servilmente aceptó su castigo, sabiendo que yo estaba en mi derecho y que ella era la responsable. Quizás al contrario, para ella era otra forma de afianzar nuestra unión, porque solo su padre o su marido tenían, entre sus gentes, la potestad de castigarla, de forma que cuando paré, se levantó y llorando se abrazó a mí.
Estuve a punto de consolarla, pero eso podría verlo como una señal de flaqueza, por lo que despidiéndola con cajas destempladas, la mandé a la cocina, mientras yo me iba a echarme una siesta en el salón. Al haberme cebado, comiendo en exceso, rápidamente me quedé dormido soñando con mi nueva adquisición.
Dos horas después, al despertar, la hallé sentada a mi lado en el suelo, mirándome sin hacer ruido. Su mirada reflejaba arrepentimiento, por lo que diciéndole por gestos que se acercara, y empecé a acariciarle la cabeza, mientras cambiaba de canal en busca de algo interesante.
Intento infructuoso, por que en la tele solo había la bazofia acostumbrada, por lo que tras diez minutos haciendo zapping, me convencí que no había nada que ver. Todo ese tiempo, se quedó a mi lado en silencio, disfrutando de mis caricias.
-Tengo que enseñarte español-, le dije, pensando que sería bueno que al menos me entendiese.
La muchacha abrió sus ojos, haciéndome ver su incomprensión, por lo que sentándola a mi lado le dije:
-Tu, Meaza, yo, Fernando-.
Entendiendo a la primera, trato de pronunciar mi nombre, saliéndole algo parecido a “Fernianda”.
Bien-, le solté dándole un beso en señal de premio. Ella pensando que quería otra cosa, se pegó a mí, restregando su cuerpo contra el mío. Lo que me dio una idea, y agarrándole el pecho le dije como se llamaba.
Pesso-, respondió.
Solté una carcajada al oirle. Íbamos por buen camino, y tomando su aureola entre mis dedos y acercándolo a mi boca, le dije:
Pezón-, y sin esperar a que me respondiera saqué mi lengua recorriendo sus bordes. Meaza gimió sin contestarme. –Pezón-,insistí.
Pechón-, me contestó alegremente.
Era un juego, de forma que besándole cada una de las partes de su cuerpo, le iba diciendo su nombre en español, y ella debía repetirlo. Poco a poco, la cosa se fue calentando por lo que cuando le tocó al trasero, ambos estábamos hirviendo, y al darle la vuelta y acariciar su culo con mis manos, gimió de deseo.
-¿Estas bruta?-, le solté, mientras recorría con mi lengua, el canal formado por sus nalgas.
No hacía falta que me contestara, claramente, lo estaba. Sabiendo que no se iba a oponer, me levanté a la cocina, y cogiendo la botella de aceite del convoy, volví a su lado.
Meaza, viéndome con el tarro en mis manos, comprendió al instante mis intenciones y poniéndose a cuatro patas sobre el sofá, esperó mis instrucciones.
Desnudándome con anterioridad, derramé una gotas sobre su ano y separándole los cachetes, comencé a acariciarle por fuera sus rugosidades. Jadeó de gusto cuando forzando su entrada trasera, introduje un dedo. Su orificio estaba totalmente cerrado, por lo que relajarlo, moviéndolo en su interior de manera circular. Poco a poco, me fue resultando más fácil el hacerlo, y cuando ya entraba y salía sin oposición, le metí el segundo.
Esta vez, ya sus jadeos eran gemidos, y sin cortarse lo más mínimo, llevó su mano a su sexo, empezando a masturbarse. Verla tan dispuesta me hizo tomar la decisión, y embadurnándome el pene de aceite, puse mi glande en la entrada de su hoyo. Antes de introducirlo en su interior, jugué con ella recorriendo su estrecho canal, y los bordes de su cueva. Quería hacerlo con tranquilidad pero al presionar sus músculos con la cabeza de mi extensión, ella se echó para atrás, clavándoselo de un golpe.
Chilló de dolor al sentir su orificio violado, pero no hizo ningún intento de sacárselo, por lo que sin moverme, esperé a que se acostumbrara a tenerlo dentro. Fue ella misma, quien pasados unos pocos segundos se empezó a menear lentamente, metiendo y extrayendo mi miembro al hacerlo. De sus ojos salían unas lágrimas que recorriendo sus mejillas me hacían ver el dolor que sentía, pero sus sollozos se fueron convirtiendo en gemidos, a la par que aceleraba el ritmo de su cuerpo.
Lo que en un principio era un lento trote, se fue convirtiendo en un alocado cabalgar y ya sin ningún reparo, mi pene se clavaba en sus intestinos, mientras mis huevos chocaban usando su culo de frontón. Pero fue cuando usando, su pelo como riendas, la azucé con un azote, cuando mi yegua se desbocó gritando de placer. Su reacción me hizo saber que le gustaba, y haciendo que mi mano cayera sobre sus nalgas, le marqué un ritmo frenético.
Ella, respondía a cada azote, clavándose cruelmente mi hombría hasta el fondo, esperando que el siguiente le marcara el momento de sacárselo, de modo que en un momento la habitación se llenó de sonidos de gritos y palmadas mientras nuestro cuerpos disfrutaban de una total entrega.
Estaba tan sometida que sus brazos fallaron, cayendo de cara sobre el sofá, lo que provocó que aún fuera más sensual mi visión, y sin poderme aguantar le saqué mi sexo incrustándoselo en su cueva. Recibió con alborozo el cambio, y sin pedirme permiso, se dio la vuelta, dándome la oportunidad de verle los ojos mientras le hacía el amor.
Meaza era todo lujuria, sus músculos interiores parecían ordeñarme, presionando y relajando mi extensión mientras que con sus piernas me abrazaba consiguiendo que la penetraciones fueran todavía más profundas. Con su respiración entrecortada, no dejaba de hablar en un idioma extraño, mientras las primeras gotas de sudor recorrían su pecho.
Recogiendo parte de su flujo entre mis dedos, se los llevé a la boca, y ella los sorbió con ansia mientras me miraba con deseo. Ya fuera de control, coloqué sus piernas en mis hombros y sin esperar a que se acomodara la penetré de un solo golpe. La nueva postura hizo que su vagina ya totalmente inundada se desbordara, mojándome las piernas. El sentir como se vaciaba, corriéndose entre mis brazos, aceleró mis incursiones de manera que una corriente eléctrica me recorrió por entero, y en intensos oleadas de placer, eyaculé en su cueva regándola con mi simiente.
Y sin esperar a que se recuperara, la llevé a mi cama a descansar. Con Meaza bien pegada a mi piel, me relajé, quedándome dormido al instante.
Eran casi las nueve de la noche, cuando abrí los ojos, y al buscarla con mis brazos descubrí que no estaba. Pero me dí cuenta de que una mujer estaba hablando en el salón, y mi extrañeza fue tanta que me levanté a ver quien era.
Desde la puerta pude oír como Meaza, hablando en un perfecto español con acento madrileño, le decía a María:
Lo siento, no puedo seguir con el juego-, quedándose callada mientras escuchaba la respuesta,-Mira me he dado cuenta, que me encanta mi papel, y no pienso descubrirme, pienso seguir actuando como Meaza, mientras Fernando no lo sepa. Para cuando se entere, espero que no quiera echarme-.
Mi amiga debió intentar el convencerla, porque oí como le gritaba al teléfono, pero la negrita le respondió:
Llámame loca, pero por primera vez en mi vida, alguien me cuida, y disfruto cada minuto en que soy su indefensa emigrante, es más me pone cachonda ser su sumisa-.
Tras lo cual, le colgó, yéndose a preparar la cena. Mi mundo se desmoronó en ese instante, viendo que había sido objeto de una broma. Estuve a punto de saltar a su cuello, y estrangularla, pero en vez de ello, tratando de pensar en mi siguiente paso, decidí irme a tomar un baño.
La solución me la dio ella, cuando entrando mientras estaba en la bañera, se arrodilló a mi vera, y cariñosamente por gestos me dijo que ya estaba la cena.
Si a ella le gustaba su papel, iba a hacer como si no me hubiese enterado, al fin y al cabo, era una suerte tenerla a mi disposición. Pero María era otra cosa, me había intentado tomar el pelo, por lo que tranquilamente me dije:
-Tengo tiempo de vengarme-, y dándole un azote en el culete, le dije a mi servil criada negra: -Sécame-. Ella, ajena a lo que sabía, me miró sonriendo mientras cogía la toalla….
 

Relato erótico: “Atraído por 2……Cadenas de sumisión” (POR GOLFO)

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NUERA1Continuación de atraído por mi nueva criada negra…… pero puede leerse como relato aparte.
Eran las ocho de la mañana, cuando sonó el despertador de mi mesilla. Debía levantarme para ir al trabajo. Meaza que dormía desnuda, a mi lado, se levantó a hacerme el desayuno, mientras yo me metía a ducharme, de forma que en cuanto salí, allí estaba ella, dispuesta a secarme.
La vi acercándose con la toalla, la muchacha traía anudado su vestido al cuello, de forma que dejaba sus pechos al aire, realzando la belleza de su piel morena. Quizás era su primer error, ya que según la costumbre de su teórico pueblo, al estar con pareja debía de llevarlo enrollado a las caderas.
Meaza, es así, como te quiero ver-, le dije dándole un azote mientras le ataba correctamente la tela, –tienes dueño, y las mujeres decentes no pueden ir vestidas como si fueran libres.
Todavía no sabía que la había descubierto, por lo que hizo como si no me hubiese entendido, pero sonrió por lo que significaba, la estaba aceptando.
Lo que no se esperaba es que terminando de secarme, fuera al salón y trayéndome una silla al baño, me sentara y por gestos le dijera que quería que me afeitara. Debía ser su primera vez en esos menesteres, porque tras echarme crema, cogió con aprensión la cuchilla de afeitar, y solo al oírme decir que empezara, acercó la maquinilla a mi cuello.
-Confío en ti-, fueron mis palabras.
Tenerla a mi lado, afeitándome, mientras ella permanecía semidesnuda, me gustaba, y se lo hice saber acariciándole las piernas. Vi como le afectaban mis caricias, sus pezones se endurecieron, cuando mis manos tomaron posesión de su culete, y sin ningún reparo se lo toqué diciendo:
-Que rico que lo tienes, zorrita mía-.
Ella, al saber cuales eran mis intenciones, abrió un poco la piernas para facilitar que mis dedos recorrieran la abertura de su sexo, sin dejar de rasurarme. Estos se encontraron su sexo mojado, y apoderándome de su clítoris, la empecé a masturbar, diciéndole:
-Ten cuidado, no me vayas a cortar-.
Sus manos temblaron, por el miedo a hacerlo, pero se mantuvo firme, mientras su vulva era penetrada. El morbo de tenerla así, sabiendo que me jugaba una buena herida, mientras me afeitaba, provocó que bajo la toalla, mi pene empezara a endurecerse.
-Mira como me pones-, le dije quitándomela.
Se estremeció al ver mi extensión totalmente erecta, y se mordió el labio, tratando quizás de evitar que de su garganta saliera un gemido.
Meaza soltando la maquinilla se agachó a darme un beso en mi glande, pero se lo impedí ya que quería otra cosa. Agarrándola de la cintura, le obligué a ponerse encima mío, de forma que mi falo entró en su sexo, lentamente.
Gimió al sentir como se iba llenando su cavidad, y percibiendo que la tenía completamente dentro, se empezó a mover buscando el placer.
-¡Quieta!-, le grité y poniéndole la maquinilla en sus manos, le ordené que siguiera afeitándome.
Vi en sus ojos un deje de disgusto, estaba excitada y lo que deseaba era menearse conmigo en su interior. Cabreada, reinició el afeitado. Yo, mientras tanto, estaba disfrutando al observar su completa obediencia, y por eso premiándola, le pellizqué un pezón, murmurándole:
-Eres una sumisa muy obediente, y cuando termines, quizás me apiade de ti corriéndome dentro de ti-
No se atrevía a moverse por miedo, tanto a cortarme como a mi reacción, pero noté su calentura cuando de su sexo manó el flujo producto de su excitación. Separando sus nalgas con mis dos manos, acaricié su entrada trasera. Ésta seguía dilatada por el maltrato de la noche anterior, de forma que no encontré impedimento a que mi dedo se introdujera totalmente en su interior.
Meaza, al notar que estaba haciendo uso de sus dos agujeros no pudo reprimir un jadeo, e involuntariamente empezó a retorcerse encima de mis piernas.
-Mi bella negrita esta bruta-, le susurré al oído.
Tratando de evitar su orgasmo, presionó con su pubis consiguiendo solo que se acelerara su clímax.
-Termina de afeitarme-.
Sabiendo que no le iba a permitir moverse, hasta que hubiese terminado, se enfrascó en hacerlo rápido, y al cabo de un minuto, con una sonrisa de oreja a oreja, me hizo saber que había acabado, dejando la maquinilla sobre el lavabo.
Entonces, sorprendiéndola me puse en pié, tirándola al suelo y como si no estuviera allí, me lavé la cara. La pobre muchacha no entendía nada, sobre los baldosines, me miraba alucinada. Debía hacerle comprender de que lo importante era mi voluntad y no la de ella, de manera, que al terminar de echarme el aftershave, me acerqué al váter.
-Quiero mear-.
Tomando mi pene entre sus manos, dirigió el chorro para que no empapara el suelo con mi orín. Se la veía entusiasmada de tener que ser ella, quien apuntara, y juguetonamente se entretuvo en salpicar los bordes del inodoro, practicando por primera vez lo que los hombres hacen cotidianamente.
Al terminar no tuve que pedirle que me lo limpiara, porque sin esperar que le ordenara hacerlo, sacando la lengua recorrió mi glande, recogiendo la gota que había quedado en la punta.
Satisfecho, le puse con los brazos sobre la encimera, y acariciándole los pechos, me introduje en su interior. Su cueva me recibió, encantada, y sin esperar a que me corriera, se licuo gimiendo de placer. La muchacha se dio cuenta que le ponía cachonda el ser mi sumisa, y apretando sus músculos interiores presionó mi pene, buscando el darme placer.
Fue un polvo rápido, demasiada excitación reprimida de forma que me corrí, dentro de ella mientras le decía obscenidades. Estas lejos de cortarla, le calentaron aún mas, por lo que al sentir como la regaba con mi simiente, se vino por segunda ocasión.
-Vamos a desayunar, que quiero hablarte-.
Todavía disimulando, me hizo entender que no me comprendía, pero cortando sus gestos con un bofetón, le ordené que me siguiera.
Con la mejilla adolorida, me sirvió el café, en su interior sabía que algo iba mal, y eso le preocupaba.
-Sientate-, le dije señalando una silla.
Esperé a que se sentara antes de empezar a hablar. La muchacha temblaba, ya conciente de que la había descubierto pero temerosa de que la echara.
-Te oí anoche hablar con María…-
Llorando me interrumpió, tratando de pedirme perdón, pero nuevamente le crucé la cara de una bofetada.
-Cállate-, le dije,-no estoy enfadado, pero no quiero que hables-.
Dejó de llorar, aunque seguían gimiendo en silencio mientras le decía:
-Como te estaba diciendo, te oí hablar con María, y quiero decirte que me has desilusionado, pero que quiero darte una segunda oportunidad…
Abrió los ojos de par en par, esperanzada por mis palabras.
-Esta es tu casa, siempre que sigas actuando como Meaza-.
No creyendo en su suerte, me preguntó:
-¿Me estas diciendo que si sigo comportándome igual, seguirás cuidándome?-.
-No, pondré mas esmero, si en contrapartida tu sigues en tu papel-.
-¿Sólo eso?-
-Si, solo te pido que para todo el mundo, incluido nosotros, nada haya cambiado y sobre todo que María no sepa que me he enterado de vuestra farsa-.
-Acepto, mi amor-, me contestó arrodillándose a mi lado, y dejando que le acariciara su cabeza mientras me terminaba la taza de café.
No se lo dije, pero su voz, en parte grave pero melosa, me hizo recapacitar sobre si me convenía que hablara o no, decidiendo que iba ser mas agradable hablar con ella.
Satisfecho, de cómo se habían desarrollado los acontecimientos, estaba ya en la puerta de mi apartamento, cuando recordé preguntarle algo:
Por cierto, ¿cómo te llamas en realidad?-
-Isabel-.
-Bien, para mí, sigues siendo Meaza-.
Su cara se iluminó, y agachando su mirada, me contesto:
-Tu, eres y serás, mi dueño-.
Solté una carcajada, ya que sabía lo que eso significaba, la muchacha llevaba años buscando alguien en quien apoyarse, y por fín lo había hallado. Por eso, dándole un beso en la mejilla, le susurré al oído:
-Vuelvo a las ocho, haz lo que quieras pero a esa hora, ten la cena lista y tu cuerpo, calientes.
La idea le debió de gustar, por que noté como se alborotaba su cuerpo y sus pezones se erizaban bajo la blusa.
Capítulo dos.
Saliendo del apartamento, cogí el coche, sin dejar de pensar en como tenía que tratarla a partir de ahora, ya que si quería seguir con Meaza, debía de hacer que cada vez se sintiera mas necesita de mí, y que como si yo fuera su droga, no pudiese vivir sin probarme.
La propia actividad del día a día, me hizo olvidarme de ella, pero a las siete, antes de ir a casa, decidí que debía de comprarle un detalle, por lo que sin pensarlo dos veces, busque en internet una tienda de accesorios africanos.
Encontré lo que deseaba en una tienda del centro. La dependienta se extrañó que un blanco supiera de su existencia, y mas que decidiera comprarlo, debido a su alto precio.
-¿Está usted seguro?, me preguntó, y al contestarla que sí, insistió diciendocuA�ao¿Sabe que es?-.
Ni me digné a contestarla, y pagando la cuenta, salí del local, pensando que era una pésima forma de vender, la que tenía la señora.
Al llegar a mi piso, no tuve que sacar las llaves, porque Meaza oyendo que llegaba, me esperaba en el zaguán. Estaba preciosa, perfectamente maquillada, y vestida con un traje de fiesta. Al preguntarle el motivo, me respondió:
-Tengo algo que hacer y quiero que me acompañes-.
Me extrañó su respuesta, pero sabiendo que si ella no quería decirme donde íbamos debía ser por alguna razón y dando por sentado, que me iba a enterar en pocas horas, solo le contesté, mientras la besaba:
-Como quieres que vaya vestido-.
-¡Así!, no te cambies-.
Mirándome en un espejo, pensé que debía de tener planificado el ir a un sitio fino, donde fuera estrictamente necesario el ir de corbata, por lo que solo decidí repasar mi afeitado, ya que aunque esa mañana Meaza, había puesto todo su interés, no había apurado lo suficiente.
-¿Dónde vamos?-, le pregunté nada más subirnos al coche.
-A la embajada de Etiopía-.
Mirándola de reojo, mientras conducía, podía observar que estaba en tensión, fuera lo que fuera lo que tenía que celebrar, era algo que para ella suponía un cambio, y le daba miedo. Yo, por mi parte, era incapaz de imaginarme el motivo, pero interiormente estaba satisfecho, por que aunque la mujer se hubiese educado en España, al menos no me había mentido sobre sus orígenes, y era verdad que estos eran africanos.
La embajada esta muy cerca de la salida a la autopista de Barcelona, por lo que fue francamente rápido llegar, y antes de que me diera cuenta de donde me estaba metiendo ya estábamos en frente.
-¿Qué hacemos aquí?-
-Quiero que veas mi renuncia-, me contestó sin darme mas detalles.
El edificio de la representación diplomática estaba abarrotado, al menos cien personas, deambulaban por los jardines, charlando y bromeando. Incómodo, descubrí que yo era el único blanco, y que incluso los camareros que servían el cóctel eran negros como el betún. Sabiéndome un infiltrado, me deje llevar por Meaza, ante un hombre mayor, al que se le notaba a la legua, que era el centro de la fiesta.
El viejo, al ver llegar a Meaza, se levantó de la silla, y hablándole en su idioma, le dio un abrazo. La muchacha respondió cariñosamente dándole un beso en la mejilla, y presentándome, en español, dijo:
-Papá, te presento a mi hombre-.
Si yo me quedé sin habla, no fue nada en comparación a lo que debió de sentir el anciano, ya que se le cayó la copa que llevaba en la mano. Durante unos segundos, pude percibir como una pelea se producía en el interior de su mente, hasta que gritando le dijo:
-No es posible, ¡es europeo!, ¡ es un maldito blanco!-.
El chillido del padre, hizo que todos se dieran la vuelta, y nos miraran, y pude sentir como cien ojos me perforaban, por el mero hecho de ser de otra raza.
-Padre, mi hombre es mucho mas etíope que toda esa gente, aunque no lo sepa, lo es naturalmente, y no un negro intentando ser blanco y europeo, olvidándose de nuestras costumbres-.
-¿Me estas diciendo, que te has entregado sin mi consentimiento?-
Bajando los ojos, por lo que significaba, le respondió:
-He comido de su mano, y él me ha anudado el vestido-.
-Entonces he perdido una hija, vete y no vuelvas-.
Sin todavía comprenderlo en su totalidad, supe que la muchacha se había hecho el harakiri, y que acababa de ser repudiada por su familia. Intuyendo que debía apoyarla, la agarré del brazo y dirigiéndome a su viejo, le informé:
-Seré de otro color, lo acepto, pero estoy orgulloso de su hija, y usted debería estarlo-.
Acto seguido, nos dimos la vuelta, abandonando el edificio. Al llegar al coche, Meaza que hasta entonces se había mantenido serena, se derrumbó echándose a llorar. Quise tranquilizarla, pero recapacité pensando que debía pasar su duelo, por lo que encendí el motor y me dirigí a casa.
Todo el trayecto, se mantuvo llorando, y solo cuando aparqué dentro del parking, dándose la vuelta en el asiento, me dijo:
-Gracias-.
Sin saber que responderle ni que decirle, me bajé del automóvil y abriéndole la puerta, la cargué hasta el ascensor. No pesaba casi nada, pero aún así, al entrar y marcar mi piso, la dejé en el suelo.
El rimel se le había corrido, las lágrimas habían dejado, sobre sus mejillas, un negro rastro en forma de riachuelos.
-Sé a lo que has renunciado-.
Meaza, sin pensárselo, me abrazó y mirándome a los ojos, me rogó:
-Cuídame-
-Lo haré-, le contesté mientras tomábamos el pasillo hacia mi apartamento.
La muchacha se soltó de mi abrazo, al entrar a mi piso, desapareciendo en su cuarto, mientras yo, sin saber a ciencia cierta que debía de hacer a continuación, me fui al bar y me serví un whisky.
Al cabo de unos minutos, la vi salir vestida de la manera tradicional de su pueblo, y acercándose a mí, se sentó en mi rodillas. Era una muñeca rota, su mundo, su familia le había exiliado. Acariciándole la cabeza, dejé que se acurrucara entre mis brazos, para que rumiara en silencio su desgracia.
Queriendo distraerla, aunque fuera momentáneamente, le susurré al oído que le tenía una sorpresa. Sus ojos se iluminaron al escucharme y dándome un beso, me preguntó que era.
-Ven-, le dije llevándola a mi habitación, la negrita me siguió sin rechistar,-Cierra los ojos-.
Obedeció sin dudarlo, por lo que sacando mi regalo se lo puse. Ella solo oyó, cuatro clicks de los cierres, al ajustarse a sus muñecas y tobillos. Sus ojos se llenaron de lágrimas, al adivinar cual era mi presente, y arrodillándose ante mi, me dijo:
-¿Sabes que es lo que me has regalado?-.
Dudé un instante, ya que en internet había leído que era un adorno típico de su tribu de origen, pero su cara, me hizo pensar que me había equivocado, y que tenía un significado mas allá del ornamental.
-No-, le respondí.
Estas cadenas-, me informó, -no solo representan mi completa entrega, sino que el que tenga la llave, me otorga la primacía entre todas las mujeres. Nos une de por vida-.
-No lo sabía-, le respondí avergonzado por mi ignorancia.
-¿Quieres quitármelas?-, me preguntó. Era una pregunta, pero en el fondo descubrí que era un ruego.
-No, son tuyas-.
Su reacción me sorprendió, por que soltando una carcajada de felicidad, se subió a la cama, y me dijo:
-¿Sabes usarlas?-.
En ese momento, fui, por fin, consciente que no eran solo un elemento decorativo, pero de igual forma tuve que reconocer que no tenía ni idea de cómo se usaban.
Riéndose me pidió que sacara la llave, lo cual hice con rapidez abriendo el cajón de la mesilla.
-Fíjate, que tiene tres enganches-, me dijo con voz sensual, mientras se tumbaba boca abajo sobre el colchón, -ahora une las dos cadenas, con la argolla de mi vestido.
Al hacerlo, Meaza tuvo que echar los brazos hacía atrás y flexionar las piernas, de manera que quedaba atada, con el culo en pompa e incapaz de moverse.
-Toma a tu esclava, mi señor-
La visión de su cuerpo, en esa postura, era la visión más excitante que había visto en la vida, el blanco de las sábanas realzaba la belleza de su piel, por lo que con premura me desnudé mientras Meaza, no dejaba de mirarme como lo hacía.
Ya sin ropa, me acosté a su lado, y empecé a acariciar ese cuerpo que se me brindaba indefenso. No se si ese fue el motivo, pero la muchacha gimió desesperadamente, en cuanto notó que mis manos recorrían su espalda. Cada movimiento era una tortura porque al estar atada, las cadenas le impedían hacerlo con facilidad.
No había llegado a su sexo, cuando ya se estaba retorciéndose por un brutal orgasmo. Y alucinando que se hubiese corrido antes de tocarla, le pregunté que ocurría.
Con la voz entrecortada, alcanzó a decirme:
-Las ancianas me lo habían dicho, pero yo no las creía-.
-¿El qué?-, cada vez entendía menos.
-El placer supremo, el placer de la esclava-.
Entonces comprendí, era la completa entrega de una hembra a su macho, la entrega voluntaria de la mujer. El efecto de sumisión total, se lo había provocado. Sabiendo que era su noche, le separé las piernas y acercando mi lengua a su cueva, le retiré los labios, dejando su clítoris a mi entera disposición. Jadeó, en cuanto notó mi respiración aproximándose, y ya sin ningún reparo berreó su placer, al sentir que me apoderaba de su botón.
De su interior, como si fuera un manantial, el flujo manó llenándome la boca con su dulzor. No me lo podía creer, pero por mucho que me intentaba beber el líquido que salía a borbotones de su almeja, era imposible, por lo que en pocos minutos ya se había formado un charco debajo de mi amante. Sus orgasmos se sucedían sin pausa, Meaza pasaba de la excitación al placer sin darse cuenta, hasta que agotada se desplomó sobre el colchón.
Gritó al sentir que las cadenas, forzaban sus músculos, y sacando fuerzas de su dolor me pidió que la penetrara.
Debes hacerlo-, me rogó con lágrimas recorriendo sus mejillas.
Apiadándome de ella, quise desatarla, pero ella se negó, implorándome que solo la liberara después de haber regado con mi simiente su interior. Viendo que era su deseo, me coloqué entre sus piernas, y cogiendo mi extensión con la mano, acerqué el glande a su entrada, y le pregunté si estaba segura.
Me contestó levantando su trasero de forma que la cabeza de mi pene se introdujo en su sexo. La propia postura facilitó mi penetración, al mantenerla completamente abierta. Lentamente la penetré, mientras ella no dejaba de sollozar por el placer que le estaba dando. Una vez, que toda mi extensión descansaba en su cueva, oí que me decía:
-Usa las cadenas-.
Supe a que se refería, y sin meditar que al hacerlo, iba a forzar su columna mas allá de lo humano, agarré las cadenas y usándolas como anclaje, empecé a cabalgar sobre mi amante. Escuché sus gritos de dolor, ya que cada vez que la penetraba, tiraba de los eslabones, doblándola de manera inmisericorde, pero no pude o no quise parar, porque al retorcerse por la tortura, su vagina se contraía, presionando mi sexo. Era algo nuevo para mí, y sin saber el porqué, de pronto me vi impelido a continuar, al sentir que todos y cada uno de mis nervios se contraían por un prolongado orgasmo, y que como si fuera una llamarada, una energía desconocida empezando en mis pies, me recorría fundiéndome el cuerpo, y pasando por mi cabeza, volvía a mi sexo, explotando de placer.
Fue brutal, al eyacular en su interior, me sentí morir y renacer en cada borbotón y licuándome en su vagina, grité mi placer.
Debí de caer desmayado, porque solo recuerdo, que al abrir los ojos, Meaza me miraba, con ternura en sus ojos.
-¿Qué me ha pasado?-, le pregunté.
-Mi amor-, me respondió con una sonrisa,-has sentido lo que entre mi gente llaman el éxtasis del esclavista-.
-No comprendo-
Se rió al ver que realmente no sabía el origen de lo que le había regalado y dándome un beso me dijo:
-Desátame-.
Liberándola de sus cadenas, me abrazó y susurrándome al oído me explicó:
-Mi gente es un pueblo guerrero, que durante siglos, ha esclavizado a sus vecinos. Éstas cadenas surgieron como un medio de tener atadas a sus cautivas, pero mis antepasados al descubrir su efecto en el sexo, y que ambos participantes quedaban unidos por el resto de su vida, las prohibieron, y solo dentro del matrimonio y aún así con mucho cuidado, pueden usarse-.
Me quedé callado, recapacitando sobre lo que me había dicho, tratando de comprender las implicaciones. Todavía no había entendido su poder, para mi seguían siendo un instrumento de placer sin más, y así se lo hice saber:
-Un poco exagerados-.
Meaza estuvo a punto de caerse de la cama, por el ataque de risa que le dominó.
-¿Exagerados?, dime mi amor, ¿estas cansado?, ¿te ves con fuerzas de hacerme otra vez el amor?-
-Ya sabes que no, me has dejado agotado, esto no se me levanta hasta mañana-, le contesté muy seguro de mi mismo.
-Estas muy equivocado-, me respondió y levantándose de la cama, se inclinó sobre la cómoda, de la habitación, y mirándome a los ojos, me dijocuA�ao¡Tómame!-.
La seguridad con la que me hablo, hizo que levantara la mirada para verla, y fue entonces cuando comprobé lo que realmente me quería decir, ya que desde lo mas hondo de mis entrañas renació un insoportable ardor, que me obligó a salir de entre las sabanas, y apoderándome con ambas manos de sus pechos, penetrarla con ferocidad.
Con mi pene en su interior, le pregunté la razón de esa pasión, y ella con la respiración entrecortada por el deseo, me respondió:
Desde hoy, seremos incapaces de resistir nuestra mutua atracción-, y confirmando nuestra sentencia, prosiguió diciendo, mientras se retorcía buscando su placer,- Soy tu esclava, y tú, mi señor, pero debes saber que también eres mi siervo, y yo, tu dueña.

 

Relato erótico: “Atraído por……3, mi negra me consigue otra criada” (POR GOLFO)

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cuñada portada3Meaza dormía a mi lado. Todavía no se había dado cuenta que estaba despierto, lo que me dio la oportunidad de Sin títulomirarla mientras descansaba. Su belleza negra se realzaba sobre el blanco de las sábanas. Me encantaba observarla, sus largas piernas, perfectamente contorneadas, eran un mero anticipo de su cuerpo. Sus caderas, su vientre liso, y sus pequeños pechos eran de revista. Las largas horas de gimnasio y su herencia genética, le habían dotado de un atractivo más allá de lo imaginable.
Pero lo que realmente me tenía subyugado, era la manera con la que se entregaba haciendo el amor. Cuando la conocí, se lanzó a mis brazos, sin saber si era una caída por un barranco, sin importarle el poderse despeñar, ella quería estar conmigo y no se lo pensó dos veces. Tampoco meditó que iba a significar para su familia, que yo fuera blanco, y cuando su padre la repudió como hija, mantuvo su frente alta, y orgullosamente se fue tras de mí.
Ahora, la tenía a escasos centímetros y estaba desnuda. Sabiendo que no se iba a oponer, empecé a acariciarla. Su trasero, duro y respingón, era suave al tacto. Anoche, había hecho uso de él, desflorándolo con brutalidad, pero ahora me apetecía ternura.
Pegándome a su espalda, le acaricié el estómago, no había gota de grasa. Meaza era una mujer delgada, pero excitante. Subiendo por su dorso me encontré con el inicio de sus pechos, la gracia de sus curvas tenían en sus senos la máxima expresión. La gravedad tardaría todavía años en afectarles, seguían siendo los de una adolescente. Al pasar la palma de mi mano por sus pezones, tocándolos levemente, escuché un jadeo, lo que me hizo saber que estaba despierta.
La muchacha, que se había mantenido callada todo ese rato, presionó sus nalgas contra mi miembro, descubriendo que estaba listo para que ella lo usase. No dudé en alojarlo entre sus piernas, sin meterlo. Moviendo sus caderas con una lentitud exasperante, expresó sus intenciones, era como si me gritase: -Te deseo-.
Bajando un mano a su sexo, me lo encontré mojado. Todavía no me había acostumbrado a la facilidad con la que se excitaba, y quizás por eso me sorprendió, que sin pedírselo, y sobretodo sin casi prolegómenos, Meaza levantando levemente una pierna, se incrustara mi extensión en su interior.
La calidez de su cueva me recibió sin violencia, poco a poco, de forma que pude experimentar como centímetro a centímetro mi piel iba rozando con sus pliegues hasta que por fin hubo sido totalmente devorado por ella. Cogiendo un pezón entre mis dedos, lo apreté como si buscara sacar leche de su seno. Ella al notarlo, creyó ver en ello el banderazo de salida, y acelerando sus movimientos, buscó mi placer.
Su vagina, ya parcialmente anegada, presionaba mi pene, cada vez que su dueña forzaba la penetración con sus caderas, y lo soltaba relajando sus músculos, al sacarlo. Nuestros cuerpos fueron alcanzando su temperatura, mientras nuestra pieles se fundían sobre el colchón.
Separando su pelo, besé su cuello y susurrándole le dije:
-¿Cómo ha amanecido mi querida sierva?-
Mis palabras fueron el acicate que necesitaba, convirtiendo sus jadeos en gemidos de placer, y si de su garganta emergió su aceptación, de su pubis manó su placer en oleadas sobre la sábana. “Primer orgasmo de los múltiples que conseguiría esa mañana”, pensé mientras le mordía su hombro. Mis dientes, al clavarse sobre su negra piel, prolongaron su clímax, y ya, perdida en la lujuria de mis brazos, me pidió que me uniese a ella.
-Tranquila-, le contesté dándole la vuelta.
El brillo de sus ojos denotaba su deseo. Meaza me besó, forzando mi boca con su lengua. Juguetonamente, le castigué su osadía, mordiéndosela, mientras que con mis manos me apoderaba de su culo.
-Eres una putita, ¿lo sabías?-
-No, mi amo, ¡soy tu puta!-, me contestó sonriendo, y sin esperar mi orden se sentó a horcajadas sobre mí, empalándose.
Chilló al notar que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina. No fue por dolor, al contrario se sentía llena, cuidada, y agradeciéndoselo a mí, su dueño, sensualmente llevó sus manos a sus pechos y pellizcándolos, me dijo:
-Amo, si soy buena, me premiarías con un deseo-.
-Veremos-, le contesté acelerando mis incursiones.
Sabía que fuera la que fuera su petición, difícilmente me podría negar, y más cuando dándome como ofrenda sus pechos, me los metió en mi boca, para hacer uso de ellos. Sus aureolas casi habían desaparecido al erizársele los pezones. Duros como piedras, al torturarles con mis dientes, parecieron tomar vida propia y obligaron a la mujer a gemir su pasión.
-¡Muévete!-, le exigí al notar que mi excitación iba en aumento.
Obedeciéndome, su cuerpo empezó a agitarse como si de una coctelera se tratase, licuándose sobre mis piernas. Con la respiración entrecortada, me rogó que la regase con mi semen, que ya no podía aguantar más. Muchas veces había oído hablar de la eyaculación femenina, pero nunca había experimentado que una mujer se convirtiera en una especie de geiser, lanzando un chorro fuera de su cuerpo, mientras tenía clavado mi miembro en su interior. Por eso, me quedé sorprendido y sacando mi pene, me agaché a observar el fenómeno.
Justo debajo de su clítoris, su sexo tenía un pequeño agujero del que salía a borbotones un liquido viscoso y transparente. Me tenía pasmado ver que cada vez que le tocaba su botón del placer, volvía a rugir su cueva, despidiendo al exterior su flujo, por lo que decidí probar su sabor.
Lo que sucedió a continuación no tiene parangón. Mientras mi lengua se apoderaba de sus pliegues, Meaza se hizo con mi pene, introduciéndoselo completamente en la boca y usando su garganta como si fuera su sexo, comenzó a clavárselo brutalmente. Yo, maravillado por mi particular bebida, busqué infructuosamente secar el manantial de su entrepierna y ella, masajeando mis testículos, se lo insertaba a la vez hasta el fondo.
Con mi sed, totalmente satisfecha, me pude concentrar en sus maniobras. Estaba siendo el actor principal de una película porno, la negrita era un pozo de sorpresas, cogiendo mi mano se la llevó a la nuca para que le ayudara. Fue entonces, cuando sentí que me corría y presionando su cabeza contra mi sexo, en grandes oleadas de placer me derramé en el interior de su garganta. Meaza no se quejó, sino que absorbió ansiosa mi semen, y disfrutando realmente siguió mamando hasta que dejó limpio todo mi pene, y viendo satisfecha que lo había conseguido, me miró diciendo:
-¿Le ha gustado a mi amo?-
Solté una carcajada, era una descarada pero me volvía loco. La negrita se hacía querer y lo sabía, por lo que dándole un azote le dije que me iba a bañar.
Debajo de la ducha, medité sobre la muchacha, no solo era multiorgásmica, sino que era una verdadera maquina de hacer el amor, y lo mejor de todo que era mía. Todavía recordaba como la había conocido, y como entre ella y Maria habían planeado tomarme el pelo. Su plan falló por un solo motivo, Meaza se había enamorado dando al traste toda la burla.
Saliendo de la ducha, me encontré a la mujer preparada para secarme. Su sumisión era algo a lo que podría acostumbrarme, pero aún era algo que me encantaba sentirla siempre dispuesta a satisfacerme hasta los últimos detalles. Levantado los brazos dejé que lo hiciera.
-Fernando-, me dijo mientras me secaba,-¿me vas a conceder mi deseo o no?-.
Tenía trampa, y por eso le pregunté cual era antes de darle mi autorización. Arrodillándose a mis pies, me miró con cara de pícara, y me contestó:
-Mi amo es muy hombre, y necesito una ayudante-.
La muy ladina, me quería utilizar para sus propios propósitos, lo supe al instante, pero la idea, de tener dos mujeres a mi disposición, me apetecía y sabiéndome jodido le dije:
-¿Tienes alguien en mente?-
Sonriendo, me respondió:
-María puede ser una buena candidata, siempre que no te moleste-.
Mi buena sumisa estaba usando sus dotes, sabiendo que no me iba a negar, ya que de esa forma mataba dos pájaros de un tiro, me vengaba y la satisfacía. Me reí de su cara dura, y besándola le exigí que quería desayunar.
-Lo tiene en la mesa, ya servido, como cada mañana, mi querido amo, y el día que no lo tenga: ¡castígueme!-.
……………………………………………………………………..
El trabajo en la oficina me resultó monótono, por mucho que intentaba involucrarme en la rutina, mi mente volaba pensando en que sorpresa me tendría esa noche, mi querida negrita. Desde que apareció en mi puerta hace varios jornadas, se había ocupado de que mi vida fuera cada vez más interesante y divertida.
Era parte de su carácter, no podía evitar el complacerme, según me había confesado, en realidad, pensaba que había nacido para servirme, y que ya no tenía sentido su existencia sin su dueño. Meaza podía parecer dócil, y lo era, pero recapacitando me convencí que detrás de esa máscara de dulce sumisión, estaba una manipuladora nata. “Tiempo al tiempo”, pensé, “ya tendré muchas oportunidades de ponerla en su sitio, pero mientras tanto voy a seguirle la corriente”.
A la hora de comer, me había llamado pidiéndome que no llegara antes de las nueve de la noche, que la cena que me iba a preparar tardaba en cocinarse. La entendí al vuelo, y por eso al terminar decidí irme a tomar una copa al bar de abajo.
En la barra, me encontré con Luisa y su gran escote. Treinteañera de buen ver, que en varias ocasiones había compartido mi cama.
-¿Qué es de tu vida?, ¡golfo!, que ya no te acuerdas de tus amigas-, me dijo nada más verme. Coquetamente me dio dos besos, asegurándose que el canalillo, entre sus dos pechos, quedara bajo mi ángulo de visión.
-Bien-, le contesté parando en seco sus insinuaciones. Si no me hubiera comportado de manera tan cortante, la mujer no hubiese parado de mandarme alusiones e indirectas hasta que le echara un polvo, quizás en el propio baño del lugar.
-Joder, hoy vienes de mala leche-, me contestó indignada, dándose la vuelta y yendo a intentar calmar su furor uterino en otra parte.
Una medio mueca, que quería asemejarse a una sonrisa, apareció en mi cara, al percatarme que algo había cambiado en mí. Antes no hubiese desaprovechado la oportunidad y sin pensármelo dos veces, le habría puesto mirando a la pared .En cambio, ahora, no me apetecía. Solo podía haber una razón, y, cabreado, me dí cuenta que tenia la piel negra y rostro de mujer.
Sintiéndome fuera de lugar, vacié mi copa de un solo trago, y saliendo del local me di un paseo. El aire frío que bajaba de la sierra me espabiló y con paso firme me fui a ver que me deparaba mi negrita.
Me recibió en la puerta, quitándome la corbata y la chaqueta, me pidió que me pusiera cómodo, que como había llegado temprano, la cena no estaba lista. Sonreí al ver, sobre la mesa del comedor, la mesa puesta. Sabía que era buena cocinera, ya que había probado sus platos, pero al ver lo que me tenía preparado, dudaba que fuera capaz de terminar de cenar y encima desde la cocina, el ruido de las cacerolas me decían que todavía había más comida.
Esperando que terminara, me serví un whisky como aperitivo. Mucho hielo, poco agua es la mezcla perfecta, donde realmente puede uno paladear el aroma de la malta.
-¿Te gusta tu cena?-, me preguntó desde la cocina.
Antes de contestarle me acerqué a ver en que consistía, y como había aliñado los diferentes manjares. Sobre la tabla, yacía María. Se retorcía al ser incapaz de gritar por la mordaza que le había colocado en la boca. Cada uno de sus tobillos y muñecas tenían una argolla con cadenas, dejándola indefensa. Meaza se había ocupado de inmovilizarla, formando una x, que podía ser la clasificación que un crítico gastronómico hubiese dado al banquete.
Sobre su cuerpo, estaba tanto la cena como el postre, ya que perfectamente colocada sobre sus pechos una buena ración de fresas con nata, esperaban ser devoradas.
-Me imagino que la vajilla, no es voluntaria-, le contesté mientras picaba un poco de pollo con salsa de su estómago.
-No, se resistió un poquito-, me dijo, saliendo de la cocina.
Me quedé sin habla al verla, en sus manos traía un enorme consolador, de esos que se usan en las películas porno, pero que nadie, en su sensato juicio, utiliza. Con dos cabezas, una enorme para el coño, y otra más pequeña para el ano.
-¿Y eso?-
-Para que no se enfríe la cena-, me soltó muerta de risa mientras se lo incrustaba brutalmente en ambos orificios.
El sonido del vibrador poniéndose en marcha, me hizo saber que ya era hora de empezar a cenar, y acercándome a mi muchacha, le informé:
-Solo por hoy, te dejo comer conmigo-, y poniendo cara de ignorante, le pregunté:- ¿Cuál es el primer plato?-.
Señalándome el pubis depilado de María, me dijo:
-Paté-.
-Haz los honores-
Orgullosa de que su amo le dejara empezar, recogió un poco entre sus dedos, y acercándolo a mi boca, me susurró:
-Recuerda que siempre seré la favorita-.
-Claro-, le respondí dándole un azote, –pero, ahora mismo, tengo hambre-.
El trozo que me dio no era suficiente, por lo que cogiendo con el cuchillo un poco, lo unté en el pan, disfrutando de la cara de miedo que decoraba la vajilla. Realmente estaba rico, un poco especiado quizás motivado por la calentura, que contra su voluntad, estaba experimentando nuestra cautiva.
-Termínatelo-, le ordené a Meaza.
La negrita no se hizo de rogar y separando los pliegues del sexo de mi amiga, recogió con la lengua los restos. Dos grandes lágrimas recorrían las mejillas de María, víctima indefensa de nuestra lujuria. En plan perverso, haciendo como si estuviese exprimiendo un limón, torturó su clítoris, mientras recogía en un vaso parte de su flujo.
-Prueba tu próxima esclava-, me dijo Meaza, extendiéndome el vaso.
En plan sibarita, removiendo el espeso líquido, olí su aroma y tras probarlo, asentí, confirmándole su buena calidad. Conocía a Maria desde hace cinco años, pero siempre se había resistido a liarse conmigo, diciéndome que como amigo era genial, pero que no me quería tener como amante. Y ahora, era mi cena involuntaria.
El segundo plato, consistía en el guiso de pollo en salsa, que había picado con anterioridad, por lo que cogiendo un tenedor pinché un pedazo.
-Te has pasado con el curry-, protesté duramente a mi cocinera.
-Lo siento, amo-.
Era mentira, estaba buenísimo, pero así tenía un motivo para castigarla. Nuestra presa, se estaba retorciendo sobre la mesa. Aterrada, sentía como los tenedores la pinchaban mientras comíamos, pero sobre todo, lo que la hacía temblar, era el no saber como y cuando terminaría su tortura.
-No te parece, que esta un poco fría-, me dijo sonriendo Meaza, y sin esperar a que le contestara, conectó el vibrador a su máxima potencia.
Como si estuviera siendo electrocutada, María rebotó sobre la tabla, al sentir la acción del dildo en sus entrañas, y solo las duras cadenas evitaron que se soltara de su prisión. El sudor ya recorría su frente, cuando sus piernas empezaron a doblarse por su orgasmo. Y fue entonces, cuando mi hembra, apiadándose de ella, se le acercó diciendo:
-Si no gritas, le pediré permiso a mi amo, para quitarte la mordaza-.
Viendo que no me oponía y que la muchacha asentía con la cabeza, le retiró la bola que tenía alojada en la boca.
-Suéltame, ¡zorra!-, le gritó nada más sentir que le quitaba el bozal.
-¡Cállate!, que no hemos terminado de cenar-, dijo dándole un severo tortazo.
Desamparada e indefensa, sabiendo que no íbamos a tener piedad, María empezó a llorar calladamente, quizás esperando que habiendo terminado nos compadeciésemos de ella y la soltáramos.
Su postre-, me dijo señalando las fresas sobre sus pechos.
-¿Cuál prefieres?-.
No me contestó hablando sino que agachándose sobre la mujer, empezó a comer directamente de su seno. Era excitante el ver como lo hacía, sus dientes no solo mordían las frutas sino que también se cernían sobre los pezones y pechos de María, torturándolos. Meaza tenía su vena sádica, y estaba disfrutando. Nuestra victima no era de piedra, y mirándome me pidió que parara, diciendo que no era lesbiana, que por favor, si alguien debía de forzarla que fuera yo.
Sigue tú, que no me apetecen las fresas-.
La negrita supo enseguida que es lo que yo deseaba, y dando la vuelta a la mesa, empezó a tomar su postre de mi lado, de forma que su trasero quedaba a mi entera disposición. Sin hablar, le separé ambas nalgas y cogiendo un poco de nata de los pechos de María, embadurné su entrada, y con mi pene horadé su escroto de un solo golpe.
-¡Como me gusta!, que mi amo me tome a mi primero-, soltó Meaza, mientras se relamía comiendo y chupando el pecho de la rubia.
No sé si fue oír a la mujer gimiendo, sentir como el dildo vibraba en su interior, o las caricias sobre su pecho, pero mientras galopaba sobre mi hembra, pude ver que dejando de llorar, María se mordía los labios de deseo. “Está a punto de caramelo”, pensé y cogiendo de la cintura a mi negra, sin sacar mi extensión de su interior, le puse el coño de la muchacha a la altura de su boca.
Meaza ya sabía mis gustos, y separando los labios amoratados de la rubia, se apoderó de su clítoris, mientras metía y sacaba el enorme instrumento de la vagina indefensa. Satisfecho oí, como los gritos de ambas resonaban en la habitación, pero ahora me dije que no eran de dolor ni humillación sino de placer, y acelerando mis embestidas, galopé hacía mi propia gozo.
Éramos una maquinaria perfecta, mi pene era el engranaje que marcaba el ritmo, por lo que cada vez que penetraba en los intestinos de la negra, ésta introducía el dildo, y cuando lo sacaba, ella hacía lo propio. Parecíamos un tren de mercancía, hasta los gemidos de ambas muchachas me recordaban a la bocina que toca el maquinista.
La primera, en correrse, fue mi amiga, no en vano había tenido en su interior durante más de medía hora el aparato funcionando y cuando lo hizo, fue ruidosamente. Quizás producto de la dulces caricias traseras del dildo, una sonora pedorreta retumbó en la habitación, mientras todo su cuerpo se curvaba de placer.
Tanto Meaza como yo, no pudimos seguir después de oírlo. Un ataque de risa, nos lo impidió, y cuando después de unos minutos, pudimos parar, se nos había bajado la lívido.
-¿Qué hacemos con ella?-, me preguntó, señalando a María.
Bromeando le contesté:
O la convences, o tendremos que matarla, no me apetece ir a la cárcel por violarla-.
-Quizá sea esa la solución-, me dijo guiñándome un ojo,- ¿Tu que crees?-
La muchacha que hasta entonces se había mantenido en silencio, llorando, nos imploró que no lo hiciéramos jurando que no se lo iba a decir a nadie. Realmente estaba aterrorizada. Aunque nos conocía desde hace años, esta vertiente era nueva para ella, y tenía miedo de ser desechada, ahora que nos habíamos vengado.
Yo sabía que mi negrita debía de tener todo controlado, por eso no pregunté nada, cuando soltándola de sus ataduras, mientras la amenazaba con un cuchillo, se la llevó a mi cuarto. Durante unos minutos, me quedé solo en el salón, poniendo música. Estaba tranquilo, extrañamente tranquilo, para como me debía de sentir, si pensaba en las consecuencias de nuestros actos.
 salió de la habitación. Se la veía radiante al quitarme de la mano mi copa, y de un trago casi acabársela.
-Perdona, pero tenía sed-, me dijo sentándose a mi lado.
-¿Como está?-, le pregunté tratando de averiguar cual era su plan.
-Preparada-.
-¡Cuéntame¡-
-¿Recuerdas las cadenas de mi pueblo?-.
Asentí con la cabeza, esperando que me explicase.
-Pues como ya te conté, aunque su origen era para mantener inmovilizadas a las cuativass, las tuvieron que prohibir por la conexión mental, que se crea entre el amo y la esclava. Nos vamos a aprovechar de ello. María, después de probarlas, será incapaz de traicionarnos-.
La sola imagen de la muchacha atada, con las manos a la espalda y las piernas flexionadas, en posición de sumisa, provocó que se me alteraran las hormonas y besando a mi hembra, le dije que ya estaba listo.
Abrazado a su cintura, fui a ver a nuestra víctima. Meaza había rediseñado mi cuarto, incluyendo en su decoración motivos africanos, y otros artilugios, pero lo que más me intrigó fue ver a los pies de la cama un pequeño catre, de esparto, realmente incomodo, aunque fuera en apariencia. Al preguntarle el motivo, puso cara de asombro, y alzando la voz, me contestó que no pensaba dormir con su esclava.
-¿Tu esclava?-, le dije soltándole un tortazo, -¡será la mía!-.
Viendo mi reacción, se arrodilló, pidiéndome perdón, jurando que se había equivocado, y que nunca había pensado en sustituirme como amo. Cogiéndola de sus brazos, la levanté avisándola que ahora teníamos trabajo, pero, que luego, me había obligado a darle una reprimenda.
Indignado, me concentré en María. Sobre mi cama, yacía atada de la manera tradicional, pero acercándome a ella, descubrí que las cadenas con la que estaba inmovilizada, no eran las que yo había comprado, sino otras de peor calidad. Éstas eran plateadas, y las otras, doradas. “Debe de haberlas comprado esta mañana”, pensé al tocarlas.
La pobre muchacha nos miraba con ojos asustados. Nuevamente, llevaba el bozal y por eso cuando enseñándome el genero, Meaza azotó su trasero, lo único que oí, fue un leve gemido.
-Quítale la mordaza-, ordené a mi criada.
Mientras la negra se dedicaba a soltar las hebillas que la mantenían muda, calmé a mi amiga acariciándola el pelo. Con palabras dulces, le dije que no se preocupara, pero que ella era la culpable de lo que le había pasado, al intentar hacerme una jugarreta. No se daba cuenta, pero las cadenas estaban cumpliendo a la perfección con su cometido, ya que además de mantenerla tranquila, poco a poco, la iban sugestionando, de manera que nada más sentir que ya podía hablar, me dijo:
Suéltame, si lo que quieres es hacerme el amor, te juro que te lo hago, pero libérame-.
Sonreí al escucharla, y bajando mis manos por su cuerpo, le contesté:
Te propongo algo mejor, te voy a acariciar durante dos minutos, si después de ese tiempo, me pides que te suelte, te vistes y te vas-.
La muchacha me dijo que sí, con la cabeza. Meaza estaba esperando mis ordenes, haciéndole una seña, le dije que empezara. Poniéndose a los pies de la cama, comenzó a besarle las piernas, mientras yo me entretenía con el cuello de la niña, de forma que rápidamente cuatro manos y dos bocas se hicieron con su cuerpo. Los pezones rosados de la rubia me esperaban, y bordeando con mi lengua su aureola, oí el primer gemido de deseo al morderlos suavemente con mis dientes.
-¿Te gusta?-.
-Si-, me dijo con la respiración entrecortada.
Mi criada estaba a la altura de sus muslos, cuando pellizcando sus pechos, pasé mi mano por su trasero. Tenía un culo, bien formado, sin apenas celulitis. Separando sus dos nalgas, ordené a Meaza que me lo preparara. Su lengua se introdujó en la vagina, justo en el momento que mi amiga se empezaba a correr, gritando su placer y derramándose sobre las sabanas.
Aproveché su orgasmo para preguntarle si quería que la hiciera mía.
Llorando de gozo y humillación, me respondió que sí. Yo sabía la razón, pero no me importaba que ella no fuera consciente de estar sometida por la acción de las cadenas, lo realmente excitante era el poder, por lo que retirando a la negrita, me acomodé entre sus piernas y colocando mi pene en la entrada de su cueva esperé…
Su sexo, ya totalmente inundado, se retorcía, intentando que mi glande entrara en su interior.
-Ponte delante-, le dije a Meaza.
La mujer me obedeció, colocando su sexo a la altura de la boca de María pero sin forzarla a que se lo comiera. Viendo que estábamos ya en posición agarré las cadenas, y tirando de ellas, metí la cabeza de mi pene dentro de su coño. Mi amiga jadeo al sentir que su espalda se doblaba y que mi extensión, ya totalmente erecta, la tenía en su antesala.
-¿Quieres que siga?-.
Ni siquiera me respondió, cerrando sus piernas, buscó el aumentar su placer, sin darse cuenta que al hacerlo violentaba aún más su postura, y gimiendo de dolor y gusto, se entregó totalmente a mí, gritando:
-Por favor, ¡hazlo!-.
Apiadándome de ella, la penetré de un golpe tirando de su cuerpo para atrás, hasta que la cabeza de mi glande rozó el final de su vagina, momento que Meaza aprovechó para obligarla a besarle su sexo. A partir de ahí, todo se desencadenó y la lujuria dominando su mente, hizo que sus barreras cayeran, y que su lengua se apoderara del clítoris de la negra, mientras yo la penetraba sin piedad. No tardó en correrse, y con ella, mi criada. Los jadeos y gemidos de las mujeres eran la señal que esperaba para lanzarme como un loco en busca de mi propio placer, y agarrando firmemente las cadenas a modo de riendas, inicié la cabalgada.
Mi pene apuñalaba su sexo impunemente, las cadenas tiraban de su columna, y ella indefensa, se retorcía gritando su sumisión, mientras ajeno a todo ello, solo pensaba en cuando iba a notar el placer del esclavista. La primera vez que lo experimenté fue algo brutal, nada de lo que había sentido hasta ese momento se asemejaba, era el orgasmo absoluto. Durante siglos, en Etiopía habían estado prohibido por el poder de sugestión, y su uso estaba limitado. Lo que me había parecido una exageración, tenía una razón, y no la comprendí hasta que sacudiendo mi cuerpo, empezó a apoderarse de mi una sensación de triunfo, que me obligaba a seguir montando a María, sin importarme que en ese momento estuviera sufriendo y disfrutando de igual forma de una tortura sin igual. Con su espalda, cruelmente doblada, y su coño, totalmente empapado, se estaba corriendo entre grandes gritos. Era como si estuviera participando en una carrera suicida, incapaz de oponerse, se retorcía en un orgasmo continuo, forzando mis penetraciones con sus caderas, mientras la tensión se acumulaba en su interior. La propia Meaza colaboraba con nuestra lujuria, masturbándose con las dos manos.
La escena era irreal, la negra reptando por el colchón mientras yo empalaba a María. De improviso, sin dejar de moverme, me vi dominado por el placer, como si fuera un ataque epiléptico, comencé a temblar sobre la muchacha, y explotando me derramé en su cueva. Durante un tiempo difícil de determinar, para mi mente solo existían mis descargas, todo mi ser era mi pene. Era como si las breves e intensas oleadas de semen fueran el todo, hasta que cayendo agotado, me desplomé sobre la muchacha. Por suerte estaba Meaza que evitó que le rompiera las vértebras al retirarme de encima de ella.
Tardé en recuperarme, y cuando lo hice, la imagen de la negra retirando las cadenas a una María, con baba en la boca y los ojos en blanco, me asustó.
-¿Qué ha pasado?-, pregunté viendo el estado lamentable de mi amiga.
Se ha desmayado, demasiado placer-, me contestó.
Los minutos pasaron angustiosamente, y la rubia no volvía en sí. Ya estábamos francamente nerviosos, cuando abriendo los ojos, reaccionó. Lo primero que hizo fue echarse a llorar, y cuando le pregunté el porqué, con la respiración entrecortada, me respondió:
No sé como no me había dado cuenta que te amaba-, y alzando su brazos en busca de protección, prosiguió diciendo,-gracias por hacérmelo ver-.
Todo arreglado, no quedaba duda de que sería imposible que nos traicionara, pero quedaba la última prueba, y levantándome de la cama, les dije a mis dos mujeres:
-La que me prepare el baño, duerme conmigo esta noche-.
Ambas salieron corriendo, compitiendo en ser la elegida. Era gratificante el ver la necesidad de servirme que tenían, pensé mientras soltaba una carcajada.
 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (15)” (POR ADRIANRELOAD)

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herederas3Acurrucados en el toldo, esperamos que la gente abandone las giradas, que el ruido se disipe y nos Sin título1diera a entender que no había moros en la costa. Adormecidos, casi acalambrados pero felices, nos prodigábamos besos y caricias sin imaginar lo que pasara después.

– Dany ya salieron todos creo, ya no escucho ruido…

– Si hay que salir mejor antes que cierren el coliseo y nos dejen encerrados…

Nos acicalamos como pudimos y salimos discretamente por la puerta debajo de la grada, entre juegos cariñosos, abrazos y besos… felices nos creíamos las únicas personas en el coliseo hasta que…

Escuchamos risas estruendosas a pocos metros nuestro, vi las luces prendidas de los camerinos… ¡Diablos… Había olvidado que después de los partidos, los jugadores iban a cambiarse, a recordar las incidencias del partido, gastarse bromas y exagerar las hazañas conseguidas… hasta que entre las risas y gritos escuchamos…

– Hey… y Dany donde esta?… nuestro arquero estrella que nos salvó… era la voz de Guillermo

– Ese desgraciado me las debe… era la voz, la voz, de Javier, maldita sea, nos jodimos.

Mire a Mili su rostro de placer y alegría pura se tornó pálido y asustado… congelada como estatua… reaccione lo más rápido que pude y le dije:

– Vete que me van a salir a buscar… no deben verte…

No reacciono, solo escuche a Guille decir:

– Creo q vi a Dany en las tribunas, espera q lo busco…

Al no ver reacción en Mili la tome de los hombros y la samaqueé…

– Vamos reacciona vete… vete caraj…

Solo así reacciono y empezó su huida, lenta con el ano adolorido, como escaldada… a la mierd… o la deje convaleciente después de romperle el culo o esta así por el susto, pero debe moverse más rápido… debí decirle q se meta debajo de las gradas, pero ya era muy tarde…

– Hey Dany… vente a celebrar con los chicos, vamos a reírnos a expensas de Javier…

– Ah…. Si… si… vamos… dije poniéndome frente a Guille para evitar que vea el penoso andar de Mili, pero no funciono…

– Oye… esa no es Mili?… pero q le paso q nada medio raro… y esa malla esta manchada…

Lo primero q haría cualquiera al ver a una chica como Mili en malla, seria verle el trasero, Guille no fue ajeno a eso… después de estar mucho rato bajo las gradas mi vista no era muy buena y no me había percatado que la malla de Mili estaba manchada con mi leche…

– Eso es… y el rostro de Guille cambio… tú estabas, luego no… Guille estaba deduciendo todo.

– Ah bueno, el chico este q molesta debajo de las gradas, lo fui a buscar y… le intentaba explicar

– Sí, pero ella desapareció… y ahora…

El rostro de Guille cambio entre serio y broma, por más amigos que éramos, obviamente hay ciertos códigos de grupo, mas sobre meterse con las enamoradas de los amigos… no sabía que tan cucufato pudiera ser Guille… yo me preparaba para lo peor, porque a pocos metros en el camerino estaba todo el equipo de Guille y el de Javier… se me venía un linchamiento terrible…

– A la mierd… no seas pendejo… te la tiraste?… jajaja… sentencio Guille

– Caraj… Cállate… q te van oír… le dije

Mili detuvo momentáneamente su andar, lo escucho… si él lo escucho, tal vez el resto en los camerinos también… diablos…

– Te dejo de molestar, pero me vas a contar todo… y vente rápido sino la gente sale…

– Ya está bien, pero regresa rápido antes q salgan… ahora te alcanzo… le dije,

Me di un rato para ir a fui a alcanzar a Mili, le preste una chompa para que se tape la vergonzosa mancha de mi leche en su malla, si Guille se dio cuenta a la distancia, cualquiera fuera del coliseo lo notaria…

– Que te dijo? Escuche que se reía y sentí que me miraba… pregunto asustada Mili.

– No nada, después te comento, solo cúbrete… no podemos salir juntos… voy a distraer a los chicos en el camerino, luego te llamo… le dije y volví presuroso para evitar q alguien más salga del camerino y nos vea juntos.

Ya en el camerino fui víctima de bromas pesadas, sobre todo de Javier, quería desquitarse a la mala conmigo por haber impedido su triunfo. Note q sus bromas intentaban provocarme para algo más, quizás que pierda la paciencia y agarrarnos a golpes, imagínense si así se ponía por un partido de futbol, que sería si se entera que le andaba rompiendo el orto a su enamorada, bueno ex… en realidad lo descubriría poco después…

El asunto es que no le prestaba mucha atención a lo que decía Javier o los demás, mi mente estaba más en Mili y sus curvas. Para mi suerte Guille calmaba las cosas cuando las bromas se ponían muy toscas, calmaba la situación, creo que quería hacer méritos para que le cuente todo…

Terminado el cotorreo en los camarines el buen Guille nos invitó a una de sus acostumbradas fiestas en su casa luego de los campeonatos las hacía para celebrar o simplemente para confraternizar. Guille tenía una casa enorme, llegue a creer que su viejo era narco… luego me arrepentiría de asistir.

Ya en mi casa agotado, me disponía a dormir cuando Mili me llama, le explique la situación… primer error, decirle la verdad a una mujer…

– Que le vas a contar?… dijo medio sorprendida y enfadada

– Guille ha sido mi amigo hace un tiempo y nunca conto mis cosas personales que le conferí, solo le contare lo mínimo para que no moleste, además conviene tenerlo de aliado ademas Javier tampoco es santo de su devoción… le dije calmandola.

– Pero no le diras que me la metes por ahí… verdad?… dijo medio pudorosa y avergonzada

– Jajaja… no pues, jamás le diría eso a nadie… eso es nuestro secreto… lo recuerdas?…

– Ok… mira que confío en ti… dijo risueña… y…. que harás mas tarde?…

Esta golosa ya quería otra salida pensé, y ahí fue que cometí el segundo error de sinceridad, le dije que iría a la fiesta de Guille, al no escuchar su voz, argumente que debía ir para guardar las apariencias, pero esa respuesta no fue de su agrado…

– Las fiestas de Guille son conocidas porque van las chicas más fáciles de la facultad y de los institutos cercanos… tú vas para guardar apariencias o vas de cacería?… sentencio molesta nuevamente.

– Wow… de donde salió todo eso?… contigo me basta y me sobra, después de lo de la mañana me exprimiste tanto que tengo suficiente para el fin de semana… le dije a manera de halago algo brusco pero sincero.

Sonrió y se disculpó por celarme, luego continúo la plática y en teoría todo estaba bien, nos veríamos al día siguiente. Pero mujer es mujer… a pesar de tener un cuerpo de infarto, vestirse coqueta, es decir, que podría tener el hombre que quisiera sin necesidad de sentir celos, más bien yo debería ser el que este en guardia… aun así no le gustaba la idea de verme con otras chicas…

Nunca hablamos de ser pareja… se estaría enamorando… de ser así… que sentía yo?… me gustaba y demás, sobre todo romperle el ojete… pero nunca pensé bien que seguiría… bueno esas cosas no se piensan, se sienten… y al parecer con todo el trajín no estaba seguro… dejaría las cosas fluir y ver qué pasa… mientras nadie entere (iluso yo, ya lo sabía Guille y luego …)…

Dormí unas horas, desperté repuesto aunque con molestias en las piernas por el partido, me aliste para la fiesta, no tenía muchos ánimos de ir, desperté con unos deseos de ver a Mili y poseerla de nuevo, cabalgarla de nuevo, ya era mi vicio… quizás este en la fiesta un rato y luego la busco, pensé y se me cumpliría como no me imagine.

Llegue poco más de las once a la fiesta y estaba armándose la rumba, como Mili sospechaba había chicos y chicas de cacería, mujeres con ropa muy sugerente… minifaldas, shorts ajustados, mallas, era para volverse loco… vi a Javier en una esquina con una tetona de gran escote (la succiona vergas pensé), mientras este entretenido sin molestarme, que le aproveche…

Hasta que me tomaron del hombro… era Guille, me ofreció una cerveza…

– Ahora si pendejo… cuéntamelo todo y exagera…. Me dijo Guille con sonrisa morbosa cómplice.

Le solté el rollo… le dije que a raíz de ese trabajo de grupo nos conocimos más y nos gustamos, una cosa llevo a la otra…. Que ella dejo a Javier por eso estaba empinchado en el partido, que ella vino a apoyarme con la malla como distracción, etc, etc.

– Pero te pasaste de pendejo, te la tiraste bajo las gradas con toda la gente arriba…. Jajaja…. Mis respetos… sin joderte mucho, ese culito esta para otras cosas… eres un suertudo.

– Algún día, pero ya me dio a entender que no le gusta eso… le dije mintiéndole, como cambiando de tema… pero el tema volvería al tapete en ese instante.

Apareció una rubia en un micro-short infartante, que para ser de piel clara tenía un trasero que nada tenía que envidiar a Mili… era Vanesa, una chica que tildaban de creída por tener padres acomodados (a diferencia de Guille q creían que su padre era narco), estaba en mi curso con Mili, pero rara vez socializaba con nosotros y era la primera vez que la veía vestida así… pero no fue la única que apareció…

Detrás de ella, con un vestido rojo corto (minifalda) pegado al cuerpo, dejando poco a la imaginación… era ella, si ella…. Que mierd… hacia Mili aquí en esas fachas, a todos los hombres de la fiesta se les fue los ojos con ambas: una rubia y una morocha… de cuando acá eran amigas?…. para que le dije que venía, le entraron los celos, por esa tontera nos íbamos a poner en vitrina…

– Uy te jodieron la cacería… vino tu señora… me dijo sonriendo en voz baja Guille.

Ambos monumentos de mujer se acercaron a nosotros, sorprendidos, sobre todo porque note que Vane se me pego, cosa que no le hizo mucha gracia a Mili, mientras de reojo veía a Javier al fondo que no sabía cómo deshacerse de su tetona para venir con nosotros y caerle a Mili seguramente.

Conversamos tonteras de los cursos y demás, hasta que Guille se ofreció a traer unos tragos y brillantemente se llevó a Vane para dejarme con Mili a conversar.

– Que haces acá?… nos vas a poner en evidencia… le increpe disimuladamente.

– No fue mi culpa, Vane me insistió… ella, esa regalona… dijo rabiando..

– Por qué dices eso…

– Hace un tiempo me estuvo preguntando… bueno… dijo algo avergonzada.

– Preguntando qué?…

– Me estuvo preguntando por ti pues… los hombres no se dan cuenta… eres un tonto…

Al ser las chicas más codiciadas de la facultad, no eran tan amigas pero conversaban y llevaron varias materias juntas así que algo de confianza había. Vane le había manifestado algún interés por mí, más aun luego de que forme grupo con Mili, más aun después del partido en que me vio participar.

Después que Mili me llamo, Vane llamo a su vez a Mili, y a la muy tonta se le escapo que yo venía a la fiesta de Guille, entonces Vane le dijo que era su oportunidad para insinuárseme. Eso despertó los celos furibundos de Mili que no le iba a dejar que Vane las cosas fáciles. Así que Mili decidió ponerse su ropa más provocativa para que no se me olvide que su trasero me tenía loco.

– Tonta… yo iba estar un rato aca para cumplir, luego te iba a buscar… le dije.

– En serio?… dijo mili sonriendo con brillo en sus ojos

– Pero ahora todo se malogro, no podemos irnos juntos…

– Es que no te iba a dejar con esa…

– Cuidado ahí vienen… dije viendo a Guille y Vane cerca.

– Bailamos?… dijo Vane decidida tomándome de la mano.

No me pude negar y obvio que los ojos de Mili cambiaron, con esa mirada casi calcina a Vane, a la que creo q no le gusto la cercanía con que hablaba con Mili, las mujeres no son de compartir.

No soy gran bailarín pero me muevo, y con lo adolorido después del partido estaba casi tan duro como Van damme, así que no se hagan ilusiones… Vane me conversaba, yo respondía cortes y bromeaba para salvar la situación, mientras veía que Mili tomo a Guille para bailar cerca de nosotros y ver qué pasaba…

Cuando pusieron una canción para bailar más pegados y acaramelados, ya le habia hecho señas a Guille para que se acerque y aprovechar en cambiar de parejas, obvio que un baile asi solo con Mili sino me negaría sus curvas buen tiempo….

Pero vamos, somos hombres y entre gitanos no nos vamos a engañar, dude…unos segundos pensé, y que tan malo sería que Mili me deje, no teníamos nada serio, termine con Viví por el trasero de Mili, pero no sabía que pasaría después, como dijo el taxista esas hembras no tienen dueño son coquetas… por otro lado Vanesa, una chica de buena familia, simpática sin mucha coquetería que me vuelva celoso, pero Vane dejaría que se la meta por el culo con la misma pasión que me deleitaba de Mili?…

Esos breves segundos de indecisión fueron aprovechados por otro… En hábil maniobra Javier dejo a la tetona con Guille y se le acerco a Mili, que no supo cómo escapar… mientras Vane me pegaba todas sus curvas y me abrazaba, Guille me miraba excusándose, Mili me quería matar y yo quería destrozar a Javier que borracho pugnaba por bajar sus manos por las curvas de Mili que lo mantenía a raya…

– Si quieres puedes bajar tus manos más… me decía al oído Vane, dándome permiso de explorar sus formas en la semioscuridad de la pista de baile, mientras yo hervía en celos de ver a Mili en brazos de Javier.

– Ah, no disculpa… no quiero que vean los demás y te tomen a mal… dije pretendiendo cuidar su imagen o reputación.

– Sabía que eras un caballero, por eso me gustas… te lo dije porque veo que Mili no tiene problemas en que Javier la toque…

– Qué?… dije disimulando mi furia y volteando a ver como Javier posaba sus manos en ese trasero que consideraba mis dominios.

Pensé que Mili más celosa de la cuenta por ver mi cercanía con Vane le permitió a Javier tocarla para desquitarse…pero en realidad fueron pocos segundos los que Javier tuvo su mano en las nalgas de Mili a la que vi forcejear por librarse… en mi rabia iba a intervenir y golpear a Javier, justo cuando Mili logra zafarse y le propina una estruendosa cachetada a Javier…

La fiesta se detuvo unos segundos, esa acción llamo la atención de todos, se detuvo el tiempo hasta que Mili al notar que todos la veían, salió huyendo y Javier enrojecido no sabía dónde esconderse… por momentos en su borrachera me pareció que hizo un ademan de devolverle el golpe, pero se contuvo…eso aproveche para acercarme con Guille y evitar que haga algo…

– Que paso?… le dijo Guille.

– La cague… me apresure… caraj… Dany tu eres su amigo, puedes hablar con Mili, dile que no se invéntale algo…. Decía nervioso Javier, mientras Guille lo llevaba con la tetona y Vane por un trago, y la fiesta retomaba su ritmo entre risas y cuchicheos.

Aproveche eso para salir raudo tras Mili, sentí una mirada, voltee y era Vane, se veía en sus ojos el reproche por dejado cuando se me ofrecía, ego de mujer herido y quizás sospechando de lo que pasaba con Mili… luego lo comprobaría.

La casa de Guille era grande, un sala amplia que daba a un jardín trasero donde hacía poco habían instalado una piscina, razón por la cual las fiestas se habían mudado del jardín delantero al jardín posterior con la piscina. Pero el jardín delantero amplio aún conservaba dos baños habilitados por las acostumbradas fiestas de Guille, sus padres no querían que hicieran un desastre en los baños de la casa, pero al hacerse las fiestas en la piscina, estos baños delanteros estaban casi siempre vacíos.

Tras buscar por toda la casa, sin encontrar a Mili, decidí pasar por estos baños, había una tenue luz en el baño de mujeres, dentro un sollozo. Sin pensarlo dos veces entre y era Mili… con el maquillaje corrido, estaba frente al espejo del lavabo, en vez de alegrarse por verme, enfureció…

– Eres un maldit… ya vi cómo se te pego esa loca… dijo dándome una bofetada, al parecer más que llorar por el manoseo de Javier y la vergüenza, lloraba de celos de verme con Vane.

– Que te pasa?… le dije tomando sus manos contra mi pecho para evitar otro golpe, mientras sentía su pecho henchido de rabia subir y bajar, esos melones que ya había visto desnudos antes saltando mientras la poseía.

– Nunca más me vas a tener… me dijo desafiante, quizás adivinando mis pensamientos.

– Ah sí?… tu eres mi mujer… le dije, mientras la tenía apretada contra el lavabo, bruscamente le di vuelta, recordando aquella vez que la penetre en el baño de la facultad…

– Que haces?… replico ella forcejeando por librarse.

– Sientes esto… le dije pasando todo mi bulto por entre sus nalgas, la corta y delgada minifalda no eran obstáculo.

– Uhmmm… la sentí resoplar cediendo pero no sería fácil…

– Ves?… tú me pones así… solo tu… le susurre al oído.

– Mentiroso… suéltame…

– Ahora veras lo que es bueno…. le dije, mientras con una mano apresaba sus dos manos contra el vidrio frente a nosotros, y con la otra mano le subía la corta minifalda roja y bajaba su ropa pequeña ropa interior del mismo color.

– Ni te atrevas que grito… vocifero, mientras yo liberaba mi verga endurecida, que quería venganza tras haber visto a Mili apachurrada por Javier.

– Grita entonces… la rete mientras mi verga escarbaba entre sus nalgas, y ella se movía como lombriz intentando evitar que la penetre, cualquiera que entrase al baño pensaría que era una violación.

– Déjate de estupideces Dany… no te vas a…. ahhh…

No termino su frase, vocifero al sentir que mi verga hacia diana en su vagina, que sorprendentemente estaba húmeda, no le di tiempo a reaccionar, ya tenía media de verga metida y mi ingle hacia presión contra el lavabo y sus carnosas nalgas… sus manos hicieron puños y cedieron, se agarró de los bordes del lavabo, su rostro mueca de dolor, arqueándose… no lo disfrutaba, lo sufría, luego bajo el rostro, solo veía una maraña de pelos…

– Eres una mierd…

– Ahora no vas a gritar… vas a gemir… le dije provocándola, e insertando a presión toda mi verga.

– Eso crees?… dijo desafiante, mientras yo empezaba a bombearla toscamente… ufff… uff carajo… auuu mierd…

– Deja de hablar que Tu conchita hace agua… le decía con ironía, mientras veía sus nalgas vibrar con mis embestidas, entre la maraña de pelos veía saltar sus senos…

Mis manos que habían apresado su cintura para que no huyera, rápidamente tomaron los bordes superiores del vestido rojo y lo tiraron para abajo mostrando su brasiere donde sus melones rebotaban…

– Ahhhh…. Exclamo sorprendida por el movimiento que hice, sin darle espacio a mayor reacción, desabroche su brasier y sus senos libres empezaron a retumbar a mi ritmo…

Ella embobada con una mueca de sorpresa, veía saltar sus senos, mientras que su espalda espontáneamente se había arqueado para recibir mejor mi verga que taladraba sin piedad su conchita… yo forcé más ese quiebre de espalda echando mi torso para atrás y tomando parte de su brasiere y de su traje como brida mientras la cabalgaba.

Hasta que Mili poco a poco fue levantando su rostro… sorprendida de como su cuerpo se había acomodado a esta bestial cogida que le estaba dando, viendo como sus senos se estremecían…

– Dannyyy… me estas violando!… uhmmm… gimió sorprendida, lo estaba disfrutando y su garganta no lo podía contener más, la habían sometido y la idea le alimentaba el morbo.

– Te lo mereces por dejar que ese insecto te toque… le recrimine aludiendo a Javier, mientras la tomaba ahora del cabello y la jalaba para atrás arqueándola más.

En ese momento en que la poseía salvajemente aproveche para terminar de someterla… un beso en el cuello, que la hizo estremecer de pies a cabeza….

– Eres un maldito… exclamo excitada,

Luego volteando más y busco mis labios, mientras me besaba y nuestras lenguas se unían en cálidos besos, sus manos apartaban mi cuerpo y tomaban mi verga, dirigiéndola a su ano…

– Hazlo… por favor… metemelaaa… prácticamente me imploro.

– Vas a gritar?… me atrevi a burlarme viendo su ansiedad.

– No solo voy a gemir lo prometo… pero clavame ya…. Ahhhh…

No la deje terminar, y le inserte bruscamente mi verga en el ano, tambaleo y me miro con los ojos y la boca bien abierta…

– Ayyyy…. Graciasss… decía con los ojos llorosos mientras empezaba a taladrarla…. Ohhh…. Uhmmm…

Empezaba a gemir como loca poseída, dirigía mis manos a sus senos para que los apretuje… de cuando en cuando la tomaba del pelo hacia atrás como si fuera montura y la cabalgaba sin piedad, parecía desfallecer, que el aire le faltaba… de aquella minifalda solo quedaban una banda arrugada en su cintura, con sus nalgas al aire y sus saltando…

– Ay… me partes…. Ahhhh…. Uhmmm… decía al tiempo que inclinaba el rostro contra el espejo, sus resoplidos empañaban el vidrio, con una mueca entre dolor y gozo…

Yo agarraba sus nalgas como asas, y le martillaba el culo con todas mis fuerzas, era fenomenal ver su estrecha cintura, sus carnosas nalgas, su piel bronceada, esa boquita carnosa y sus mejillas rosadas, sometida, disfrutando como una perra que la cojan por el ano….

– Ouuu… uhmm…. Gimió desfalleciente por última vez llegando a un descomunal orgasmo que hicieron temblar sus piernas mientras mi verga escupía ardiente semen en su palpitante ano.

Casi se desparrama frente al lavabo, se echó sobre el mueble, mi verga aun tiesa eran parte de su soporte, sus piernas arqueadas a duras penas la sostenían, así que puse mis manos sobre su cintura haciendo presión para abajo para que no se deslice. Con su cabeza contra el vidrio seguía disfrutando ese orgasmo contrayéndose con cada chorro nuevo de leche que mi pene descargaba…

Yo miraba mi rostro satisfecho y feliz, teniendo el culo más apetitoso de la facultad atorado y desfalleciente por mi causa, había vuelto a esta morena espectacular casi mi esclava anal. Ni el más experimentado de Javier había conseguido eso con todas sus mañas… pero el solo hecho de recordarlo fue casi una invocación…

Mientras Mili y yo disfrutábamos esos gratificantes momentos tras el orgasmo… escuchamos pasos sigilosos… unas risas… y su voz…

– Es por aca… decía, decía Javier a pocos metros del baño.

Mili giro el rostro desde abajo a verme asustada… se venía la noche.

Continuara

 

Relato erótico: “De discreta vecina a puta desorejada” (POR GOLFO)

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JEFAS PORTADA2Tania

Sin título1Las oportunidades que te da la vida llegan muchas veces de donde menos te las esperas. Este es el caso que os voy a contar hoy, cómo cayó en mis manos una preciosa mujer de veinte y cuatro años. La muchacha en cuestión, llegó a Madrid y a mi vida por un cúmulo de casualidades. En primer lugar tengo que agradecer que la multinacional americana de publicidad, donde ella trabaja, hubiese decidido reubicar las oficinas centrales en España a Madrid. Tania, al ser la encargada de una de las cuentas principales de esta compañía, no tuvo mas remedio que trasladarse con todas sus pertenencias desde su Barcelona natal. La segunda casualidad es que después de cinco años viviendo en un piso, su superior se comprara un chalet en las afueras y viendo que no tenía donde vivir, le aconsejase quedarse con el piso que él tenía para alquilar. Y la tercera fue que además yo viviese al lado de ese coqueto apartamento.
Todavía recuerdo, el día que vino a visitarlo. Era un sábado en la mañana sobre las diez, cuando sonó el timbre de mi casa. Medio dormido por los excesos de la noche anterior, abrí el portal y sin muchas ganas, salí a a ver quién era. Tania, venía acompañada por su jefe. Al verle y debido a que durante esos cinco años, habíamos establecido una estrecha amistad, en gran parte motivada a que ambos estábamos sin pareja, le saludé efusivamente, olvidándome momentáneamente de la mujer:
-¿Qué es de tu vida?, pedazo cabrón-, le pregunté a Rodrigo porque llevaba un mes sin hablar con él.
-¿Así me recibes?-, contestó sonriendo, – además de un golfo, eres un pésimo vecino-.
-Vete a la mierda. No puedes quejarte de lo bien que te traté. Cuando llegaste a Madrid, no tenías a nadie con quien ver siquiera un partido del Barsa y fui yo quien te tuvo que presentar a gente con la cual salir-.
-Eres un geta. Si no llega a ser por mí, estarías todavía llorando por la zorra de tu ex -, respondió y dándose cuenta que a su lado, completamente callada, estaba su empleada y posible inquilina, me la presentó.
Al girarme, vi a una mujer de aspecto aniñado que difícilmente había roto un plato. Rubia, bastante alta y vestida como monja, la muchacha no llamaba la atención. Y para colmo resultó ser  extremadamente tímida, cuando la saludé con un beso, se sonrojó como si no estuviera acostumbrada a que un hombre invadiera su espacio vital. No tuve que ser un lince para darme cuenta que, al contrario que Rodrigo, esa cría iba a ser una vecina discreta.
-¿Qué querías?-, pregunté.
-Solo saludarte e invitarte a tomar una cerveza- respondió mi amigo abriendo la puerta del piso que tenía en alquiler.
Sin hablar, La mujer entró al interior del apartamento y con paso cansino, fue recorriendo las distintas habitaciones y solo cuando terminó, se dio la vuelta diciendo:
-Me lo quedo-.
-Ya te dije que era una monada, verás que se vive muy bien aquí. Además tienes la oficina a cinco minutos andando-, contestó mi amigo.
No le costó cerrar el acuerdo y cuando ya nos íbamos a tomar una cañas, la mujer le pidió que aunque, en teoría, el contrato no empezaba a contar hasta la siguiente semana, si ese lunes podía a empezar a meter sus cosas.
-Por supuesto-, respondió encantado de, en esta época de crisis, alquilar.
Y metiéndome donde no me llaman, le dije:
-Ya sabes que si necesitas algo, estoy en el de al lado-.
-Lo tomaré en cuenta-, dijo sin ser capaz de mirarme a los ojos.
“Menudo coñazo de tía”, pensé mientras se iba, “espero que ni se le ocurra llamarme, seguro que es un muermo insoportable”.
Tal y como dijo, ese lunes llegó un camión de mudanzas con sus enseres, de forma que sin hacer casi ruido, la mujer entró a vivir sin molestar a nadie. Durante los siguientes dos meses, la vi en contadas ocasiones y cuando si de casualidad me la encontraba en el ascensor, era yo quien tenía que saludarla porque ella, mirando al suelo, evitaba cualquier contacto.
Todo ello cambió, un miércoles que previendo que iba a organizar una fiesta en mi casa y con ánimo de evitar que se quejara del ruido, toqué a su puerta. Tania salió vestida con un pijama y poniendo cara de sorpresa, me preguntó qué era lo que quería. Yendo al grano, le expliqué que ese viernes iba a dar una copa en casa y que si quería podía pasarse a tomar una copa.
-Te agradezco la invitación. ¿No necesitas que te ayude?, soy buena cocinera y cómo no conozco a nadie en Madrid, tengo tiempo de sobra-, contestó y por primera vez, la vi sonreír.
-No, gracias. Al ser un desastre, he contratado un catering- y despidiéndome de ella, le recordé cuando era:- Te espero el viernes a las nueve y media-.
Al día siguiente, acababa de llegar del trabajo cuando escuché que alguien llamaba a mi puerta y al abrir me encontré con Tania. Extrañado al verla, me reí y le dije que se había equivocado de día y que la fiesta era al día siguiente.
-Lo sé pero como ayer me dijiste que eras una calamidad en la cocina, he pensado en traerte algo de cena-.
Mi cara debió de ser de órdago, no me lo esperaba, pero viendo que traía un par de bandejas, decidí no hacerle un feo y dejándola pasar, le pregunté si quería algo de beber. La muchacha me respondió que no y preguntándome donde estaba la cocina, me informó de que quería calentar la comida.
Completamente cortado, se la enseñé. Sin darme tiempo a reaccionar, la muchacha se apropió de la habitación y me dijo que porque aprovechando que ella estaba ocupada, no me relajaba y me tomaba una copa, que ella me avisaría cuando estuviese lista.
Ni que decir tiene, que me causó una extraña sensación su actitud pero viendo que no me quedaba más remedio de hacerle caso, me puse un  whisky y sentándome en un sillón, esperé a que terminara. Diez minutos escuché que salía de la cocina y entraba al comedor. Al ir a ver qué coño hacía, me la encontré colocando la mesa para dos.
-Deja que la pongo yo-, dije bastante azorado. Ya era bastante morro que ella cocinara.
-De eso nada. Tú descansa-, respondió quitándome de la mano los cubiertos que había sacado de un cajón.
Traté de protestar, pero ella insistiendo, me dijo que la dejara, que le encantaba ocuparse de todo. No sé si fue el corte que tenía o, por el contrario, si fue su cara de alegría lo que me terminó de decidir, pero el hecho es que volviendo al salón, la dejé terminar.
Al cabo de un rato, me pidió que pasara. Al volver al comedor, me llevé la sorpresa que no solo había sacado la vajilla de lujo sino que había decorado la mesa con un par de velas.
La situación no podía dejar de ser más ridícula. Una mujer con la que apenas había cruzado unas palabras, se había metido en mi casa y sin darme opción me había preparado la cena sin dejar que la ayudara.
“¡Que tía más rara!”, mascullé mentalmente mientras me sentaba en mi sitio.
Saliendo de la cocina, me sorprendió que fuera uno de mis platos preferidos el que había preparado y no creyendo en las casualidades, nada más sentarse le pregunté:
-¿Cómo sabías que me encantan las cocochas?-
-Me lo dijo Don Rodrigo-, contestó sin darle importancia.
Sin saber a qué atenerme, empecé a cenar sin hablar. Me dio mala espina que hubiese preguntado a su jefe, no en vano mi amigo era un tío muy especial y algo me decía que el haber alquilado el piso a ella tenía alguna motivación extra. Al dar el primer bocado, todas mis prevenciones desaparecieron, estaban riquísimas y levantando mi mirada del plato, la felicité:
-Son las mejores que he probado en mucho tiempo-.
-Gracias-, respondió ruborizada, -como te dije soy una estupenda chef pero casi no tengo oportunidades de demostrarlo. Por eso me he tomado la libertad de venir sin avisar-.
Y no atisbando las consecuencias que tendrían mis palabras, le solté:
-Con manjares como este, siempre serás bien recibida en mi casa-.
Soltando una carcajada, me contestó que tomaba nota. El resto de la cena resultó muy agradable. Tania, una vez vencida la timidez, se mostró como una muchacha encantadora, dotada a la vez de una conversación inteligente. Poco a poco, el ambiente se fue relajando, dejándome percibir que tras las ropas de mojigata, esa mujer era apetecible. Con cerca de uno setenta de altura y unos pechos bien puestos, decidí que no me importaría darme un homenaje con ella. Ya interesado, le pregunté por su vida y así fue como me enteré que su novio la había dejado al venirse ella a Madrid.
-Debió ser duro-, dije tratándola de consolar.
-Para nada, llevábamos mucho tiempo sin hablar. Carles no tenía el carácter que yo necesitaba-.
-Mujer, es comprensible. A tu edad, lo normal es que te guste la juerga. Hiciste bien en terminar, si era un celoso-, contesté creyendo que ese era el motivo de la ruptura.
-¡Era al contrario!-, protestó, -nunca me recriminó nada, todo lo que hacía le parecía bien-.
-¿Entonces?-.
-No sé. Quizás el problema sea mío. Yo necesito a mi lado a alguien que sepa lo que quiere y que no tenga miedo de tomarlo-.
Al oírla fue como si por primera vez la viera y mirándola con otros ojos, me di cuenta que detrás de ese disfraz, tenía en frente a una mujer hambrienta.  Y arriesgándome a un tortazo, dejé caer:
-Menudo idiota. Yo no soy así-.
-¿Estás seguro?-, respondió mordiéndose involuntariamente sus labios.
-Sí. Hace mucho tiempo que dejé de ser un crio-, y acercándola a mí, forcé su boca con mi lengua.
La muchacha me respondió con una pasión arrolladora y pegando su cuerpo al mido, dejó que la acariciara. Mis manos al recorrer su trasero descubrieron que debajo de esa falda larga, había un culo duro y bien formado. No me hizo falta su permiso, cogiéndola en mis brazos, la llevé hasta mi cuarto y sin  darle opción a negarse, desabroché su blusa. Bajo un sujetador de encaje negro, sus pezones me esperaban completamente erguidos mientras su dueña no dejaba de gemir de deseo. Como un obseso, la despojé del resto de la ropa y separando sus rodillas, pasé mi mano por su entrepierna. Mis dedos completamente empapados dieron fe de la excitación que dominaba a esa cría y sin más prolegómenos, me terminé de desnudar.
Desde la cama, Tania, pellizcándose los pechos, me dijo que no era correcto lo que estábamos a punto de hacer. Comprendí que era lo que esa mujer necesitaba y olvidándome que era su vecino, le ordené:
-Ponte de rodillas-
Ella se quedó pálida e intentó protestar, pero sin hacerle caso, llegué hasta ella y dándole la vuelta, le espeté:
-Has venido a que te folle, ¿no es verdad?-.
-Sí-, me contestó abochornada.
-Pues no te quejes-, le dije mientras me metía en su interior.
Tania gritó de dolor por la violencia de mi estocada pero no hizo ningún intento de separarse, al contrario, tras unos segundos de indecisión se empezó a mover buscando su placer. Lo estrecho de su sexo dio alas a mi pene y cogiéndola de sus pechos, empecé a cabalgarla. Dominada por la lujuria, la muchacha me rogó que la tomara sin compasión.
-Eres una putita pervertida-, susurré a su oído, penetrándola una y otra vez.
Cada vez que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina, berreaba como loca, pidiendo más. Su completa entrega elevó mi erección al máximo y sin ningún reparo, azoté sus nalgas al compás de mis movimientos.
-Sigue, ¡que me encanta!-, chilló al sentir la dura caricia.
El flujo, que manando de su interior, recorría mis muslos, anticipó su orgasmo y acelerando aún más si caben mis movimientos, no tardé en escuchar como la mujer se corría. Con los cachetes colorados y gritando ordinarieces, me dio a entender que no tenía bastante. Eso fue la gota que colmó el vaso, y cogiendo su espesa cabellera como si de riendas se tratara,  forcé su cuerpo con fiereza. La dureza de mi trato consiguió perpetuar su clímax y totalmente desbocada, mi montura me exigió que continuara.
Su calentura era tanta, que no se quejó cuando cogiendo parte del líquido que anegaba su sexo, embadurné su esfínter y casi sin relajarlo, introduje en él mi extensión.
-¡Qué cabrón!-, aulló de dolor al ver invadida su entrada trasera y reptando por las sabanas intentó separarse.
No la dejé y atrayéndola hacia mí, rellené con mi sexo el interior de la mujer. El sufrimiento  de su culo se convirtió en desenfreno y bramando sin parar, se dejó caer sobre la cama. Nuevamente, la incorporé y metí mi pene hasta que sus nalgas no dieron más de sí y con mis testículos rebotando en su sexo, no paré hasta que sacándole un nuevo orgasmo, me derramé rellenando con mi simiente sus intestinos.
Agotado, me tumbé a su lado. Tania me recibió en sus brazos y pasando su pierna sobre las mías, me dijo:
-Eres un mierda, ¿no te da vergüenza haber abusado de mí?-.
-No-, le confesé sonriendo.
La cría me miró muerta de risa y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó reanimarlo, mientras me soltaba:
-A mí tampoco, ¿repetimos?-.
El día de la fiesta.


Eran las seis y media de la mañana, cuando el ruido de las cacerolas me despertó. Extrañado de que alguien estuviera trasteando a esas horas en la cocina, me levanté a ver lo que pasaba. Al abrir la puerta, vi a Tania preparando el desayuno. Ataviada únicamente con un delantal,  estaba moviendo el culo al ritmo de la música que salía de sus cascos. Embebida cocinando, no se había percatado de que la observaba.
Era acojonante, la pazguata de los últimos dos meses, tenía un cuerpo de infarto. Sus piernas largas y contorneadas, estaban coronadas por un estupendo trasero con forma de corazón.
“Está buena,  la cabrona “, sentencié mientras pasmado repasaba su anatomía. Su pelo rubio barría su estrecha cintura al vaivén de la canción. Por mucho que busqué un pero, no lo encontré. Más excitado de lo normal, me acerqué a ella y dándole un azote, la saludé.
Al darse la vuelta, me sonrió y dejando lo que tenía en sus manos, se pegó a mí, diciendo:
-¿Cómo has dormido?-.
-Mal, la puta de mi vecina no me ha dejado descansar-, contesté mientras acariciaba las duras nalgas de la mujer.
Tania al sentir mis manos sobre su piel, dio un respingo y restregando su sexo contra mi pierna, susurró:
-No debió de ser para tanto. Recién despertado y tu pene sigue en pie de guerra-, soltó mientras recogía entre sus manos mi extensión y sin más prolegómeno, se agachó, diciendo: -Tendré que hacer algo al respecto-.
Desde mi posición, observé como la cría empezaba con su lengua a recorrer los pliegues de mi glande antes de que su boca se abriera, absorbiendo mi sexo en su interior. Todavía me costaba asimilar que esa tímida chavala se hubiese transformado en una viciosa, cuando sentí sus manos acariciando mis huevos. Era acojonante, si llego a estar con los ojos cerrados, bien podría haber supuesto que era su sexo donde se metía y sacaba mi falo. Imprimiendo un ritmo inusual, esa mujer se lo embutía hasta la garganta para acto seguido casi expulsarlo de su boca, dejando que sus dientes mordisquearan levemente el prepucio antes de introducírselo nuevamente.
-Eres una guarra-.
-Siempre lo he sido, lo único es que no lo sabías-, me contestó.
-Ya veo-, le dije al ver que, tras la breve pausa, se lo volvía a enterrar hasta el fondo.
Los mimos con los que estaba siendo tratado mi sexo, elevaron mi lujuria al máximo y temiendo explotar antes de tiempo, le pedí que se tranquilizara. Haciendo caso omiso a mi pedido, llevó su mano a su entrepierna y separando sus labios, empezó a masturbarse. Hasta las papilas de mi nariz, llegó el olor que emanaba de su vulva, aroma a hembra ávida de caricias que necesitaba correrse. Levantándola del suelo, le di la vuelta y posándola sobre la mesa, la penetré con suavidad sacando de su garganta el primer gemido de esa mañana. Su interior estaba totalmente empapado, de manera,  que sin ningún impedimento mi sexo campeó libremente por su conducto.
-Me encanta-, gritó al percibir que aceleraba mis movimientos.
Restregando sus pechos contra el mantel, mi vecina se corrió aullando como una loba por el placer que la embargaba. Su entrega era máxima, dando a sus caderas un meneo exagerado, buscó que me derramara en su cavidad. Afortunadamente sus maniobras no consiguieron el efecto deseado y alucinado, fui testigo de cómo su cuerpo convulsionando sobre la mesa, se retorcía mientras su dueña chillaba sin parar.
-Córrete, no aguanto más-, me imploró con la respiración entrecortada.
Cogiendo sus pechos, incrementé la velocidad de  mis embistes, prolongando su gozo. Nada se puede comparar en esta vida a la sensación de poseer a una mujer y por eso, embragándome de su emoción, sentí que naciendo de mis entrañas el placer me dominaba. Traté de controlarme pero Tania al sentir que mi orgasmo era inminente, me mordió en el brazo.
Su mordida fue el detonante, y gritándole al oído, me vacié en el interior de su vagina. No contenta con ello, no paró de moverse hasta que consiguió ordeñar completamente mi miembro y entonces, deshaciéndose de mi abrazo, se dio la vuelta, diciendo:
-Solo espero que ahora que conoces mi secreto, no lo aproveches para decirle a Rodrigo que me suba el alquiler-.
Solté una carcajada al oír su descaro y cogiendo su boca con mis dientes, le devolví el mordisco, tras lo cual, me separé de ella y le solté:
– Lo pensaré después de desayunar-, y viendo lo que me había preparado, no pude dejar de expresarle mi preocupación: -Si cocinas como follas, voy a engordar-.
-Lo hago mucho mejor, pero no te inquietes que te haré sudar lo que te comas-, respondió contoneando el trasero.
Como había pavoneado, el desayuno era digno de un rey, de forma que durante quince minutos ni siquiera hablé y solamente cuando me terminaba el café, le informé que en la fiesta habría al menos un par de amigas con las que solía acostarme.
-No te preocupes, no soy celosa. Pero si necesitas ayuda, no dudes en pedírmela-.
-¿No me jodas que le das a las dos aceras?-, pregunté imaginándome ya un trio.
-Nunca he estado con una mujer, pero no por ganas, sino por falta de oportunidad y sé que teniéndote a ti de vecino, no tardaré en descubrir a qué sabe  un coño-.
El desparpajo con el que manifestó su disposición, me hizo reír y prometerle que esa noche, intentaría que una de mis amigas terminara con los dos en la cama.
-¿Lo harás por mí?-, me dijo relamiéndose por anticipado.
-Sí, pero te costara algo-.
Poniendo cara de pícara, me preguntó en que iba a consistir su pago.
-Poca cosa, esta noche, vendrás sin bragas-.
Sonrió al enterarse del precio y, recogiendo el desayuno, se despidió de mí con un beso. Al irse por la puerta, tuve que reconocer que tendría que devolverle el favor a Rodrigo:
“Seguro que no tiene ni puta idea de la clase de mujer que me ha mandado”, pensé mientras decidía no decírselo. “ésta es para mí”.
 
Durante todo el día, no pude sacarme de la cabeza a mi vecina, solo saber que estaba dispuesta a que esa noche hiciéramos un trio me tenía sobre excitado. Ni siquiera los problemas del día, consiguieron que mi mente dejara de torturarse, pensando acerca de a cuál de mis amigas debía de proponerle el plan. No lo tenía claro, aunque varias eran unas guarras de cuidado, ninguna de ellas se había revelado como bisexual y por eso al aterrizar en casa, seguía en el mismo dilema.
El servicio de catering que había contratado llegó a la hora programada y mientras retiraban un par de mesas y ordenaban las bebidas, me metí a bañar. Bajo el agua, mis dudas, en vez de menguar, se acrecentaron y temiendo fallarle, me vestí para la fiesta.

Los invitados fueron llegando a cuenta gotas y como no podía ser de otro modo, tuve que servir de anfitrión. Al hacerlo no me di cuenta del paso del tiempo y al mirar mi reloj y ver que marcaba las diez y media, pensé que mi vecina se había arrepentido.

“Otra vez será”, mascullé entre dientes, desilusionado.
Metiéndome en la fiesta me olvidé del asunto hasta que vino mi amigo Pedro y separándome de un grupo con el que estaba charlando, me dijo al oído:
-En la puerta, te buscan-.
-¿Quién?-, le pregunté extrañado por su actitud.
-Un pedazo de rubia-.
Al levantar mi mirada, me quedé helado. Tania se había puesto para la ocasión un escotado vestido de cuero negro y subido a unos zapatos de tacón, que dejaban canijos al noventa por ciento de los hombres del festejo. Babeando me acerqué y ella, sin cortarse en absoluto, depositó un beso en mis labios mientras me preguntaba si estaba guapa.
-Preciosa-, tuve que confesar.
Sonrió a mi respuesta y susurrando, me dijo:
-Cómo me sentía rara sin bragas, me las he puesto…. en el cuello-.
Tardé en asimilar sus palabras y no lo hice hasta que me percaté que la cinta roja que llevaba anudada, era un tanga.
-Tendré que castigar tu desobediencia-, le dije con voz seria.
-Eso espero-, respondió pasando su mano por mi entrepierna, -vengo cachonda-.
Temiendo ser observado, la cogí del brazo y fui presentándola a mis amigos. Los murmullos de los hombres de la fiesta me confirmaron lo que ya sabía, que no era otra cosa que mi vecina estaba como un tren. Lo que no me esperaba era que varias de las mujeres posaran sus ojos en ella, devorándola.
“¡Coño!”, me dije sorprendido al ver que María y Gabriela, dos de las mujeres con las que había compartido cama, se acercaban a ella y entablaban conversación. ”¿Serán lesbianas?”.
Sabiendo que pronto saldría de dudas, pedí dos copas y acercándole una a Tania, me incorporé al grupo de esas tres.  Comportándose como una diosa, mi vecina fue trasmitiendo simpatía y soltura mientras apuraba su copa.  Las tenías embobadas, sin darse cuenta, las dos muchachas estaban flirteando con ella sin importarle que estuviera yo presente.
En un momento dado, María le preguntó algo al oído y soltando una carcajada, la rubia contestó en voz alta para que todos se enteraran:
-No salimos juntos, ¡solo nos acostamos!-. y obviando el rumor de mis mejillas, soltó: -Aunque admira mi cocina, prefiere mi conejo-.
Sus dos contertulias se contagiaron de la geta de mi vecina y provocando aún más mi vergüenza, le preguntaron cómo lo preparaba.
-Hasta ahora al natural, pero le he prometido dárselo a probar en tortilla-, respondió buscando en sus ojos la reacción de las mujeres.
Debió de ver algo en los de Gabriela, porque llevándola a la mitad del salón, se puso a bailar con ella, dejándome solo con la otra. Un tanto desilusionado por la elección porque María era mucho más guapa y mejor amante, traté de darle conversación pero me fue imposible. Atolondrados por su belleza, los dos nos quedamos mirando como mi vecina movía su cuerpo a son de la música. Descaradamente, estaba exhibiéndose ante nuestra atenta mirada mientras su partenaire hacía esfuerzos en seguirla en su sensual baile.
-No me puedo creer lo buena que está-, dije sin darme cuenta.
-Ni yo-, escuché decir a María, la cual se ruborizó al percatarse que involuntariamente se había traicionado.
Asumiendo que la admiración de mi amiga tenía una clara connotación sexual, me hice el loco y le pregunté si quería algo de beber.
-Te acompaño, necesito una copa-.
Haciendo señas al camarero le pedí dos whisky con cocacola. Durante el tiempo que tardó en volver con nuestras bebidas, mi amiga fue incapaz de contenerse y disimulando volvió a observar a mi vecina, la cual al verse objeto de su mirada, le lanzó un beso.
Al tener su copa en la mano, de un solo trago se la bebió y pidiéndole otra al camarero, me preguntó:
-¿Desde cuándo la conoces?-.
-Dos meses más o menos. Vive en el piso de al lado-, le aclaré.
María, venciendo sus reparos, insistió:
-¿Es verdad que os acostáis?-.
-Sí, ahí donde la ves-, dije forzando que volviese a admirarla, -hace lo que yo le pido. Si le dijera de participar en un trio, lo haría-.
-Comprendo-, contestó mordiéndose los labios.
En ese momento, llegó Tania a nuestro lado y alegremente se abrazó a nosotros mientras decía:
-Ya me he deshecho de esa pesada-, y viendo la cara de la mujer, preguntó: -¿de qué hablabais?-.
Ante la mirada estupefacta de mi amiga, respondí:
-Le estaba explicando a María que, si te pidiera que hiciésemos un trio, lo harías-.
-Por supuesto-, contestó dándome un beso, -si para sentirte otra vez, tengo que compartirte, no dudaría en hacerlo-.
Totalmente apabullada por sus sentimientos, mi amiga nos pidió si podía sentarse. Tania cogiéndola del brazo, la llevó hasta el sofá y sentándose a su lado, me pidió que hiciera lo propio. La pobre María nada pudo hacer en cuanto comenzó su acoso. Mi vecina, en cuanto me senté, se quejó del calor y abriéndose un poco el escote dejó entrever el inicio de sus pezones. Mi amiga no se esperaba que ese espectáculo de mujer cogiera su mano y pasándola por su pecho, le pidiera que comprobase que estaba sudando. Instintivamente cerró sus piernas, presa de la excitación que le produjo la tibieza de su piel. Al percatarme, posé mi palma en sus rodillas y llevando mi boca a su oreja, mordí suavemente su lóbulo mientras le decía:
-¿Quieres conocer un secreto?-.
-Sí-, respondió manteniendo su vista fija en la rubia.
-Esta mañana le pedí que viniera sin bragas-.
-No te creo, primero me insinúas un trio y ahora me dices esto. ¡Me estáis tomando el pelo!-, refutó con una mezcla de deseo e indignación.
-Es cierto, mira-, Tania susurró a su oído y antes que ella pudiese decir nada, le giró la cabeza. Una vez fijada su atención de la mujer, disimulando fue levantando su vestido y separando las rodillas, le mostró que estaba equivocada: -Lo ves, no llevo nada-.
Violentando aún más a María, subí mis dedos por su pierna  y en voz baja le pregunté si quería tocarlo.
-¿Puedo?-, escuché que respondía.
Tania no esperó mi contestación y pegándose a la perpleja mujer, llevó su mano a la entrepierna mientras le decía:
-Me tienes cachonda perdida-, y robándole un beso, le musitó: -Si quieres más, tendrás que esperar a que termine la fiesta-.
La cara de mi amiga era un poema, debatiéndose entre la vergüenza y la excitación, quitó sus dedos del sexo de la rubia y levantándose del sofá, me preguntó dónde estaba el baño:
-Primera puerta a la derecha-, señalé.
En cuanto la vimos partir, mi vecina me miró y soltando una carcajada, alegre, me insinuó:
-¡Esa putita va directa a masturbarse!-.
Riendo le confirmé que yo era de la misma opinión y cogiendo uno de sus pezones entre mis yemas, lo apreté mientras le soltaba:
-Creo que esta noche, te vas a empachar… de conejo-.
-Eso espero-, respondió.
Justo entonces, llegó mi amigo Pedro para pedirle bailar. La rubia me pidió mi autorización. Comprendiendo que la nuestra no era una relación cerrada, le dije que fuera. Al escuchar de mis labios que tenía permiso, se le iluminó la cara y acercándose a mí, me hizo una confidencia:
-No te preocupes, soy una zorra de una sola polla-.
La burrada me hizo reír y llamando al camarero, le pedí otro whisky.
Estaba apurando mi copa, cuando mi amiga llegó del baño y sentándose a mi lado, me preguntó dónde estaba Tania:
-Bailando con Pedro-.
La buscó con la mirada y al descubrir que estaban en la mitad de la pista y que en ese momento, Pedro le estaba metiendo mano descaradamente, se sonrojó. Creí descubrir un ligero tono de indignación en su pregunta:
-¿No te importa?-.
-¿Porque habría de importarme?, déjala que se divierta. Esta noche seremos nosotros, los que se acuesten con ella-.
Asintiendo, se puso a llorar. No comprendí el motivo de su llanto pero tratando de reanimarla, la abracé. Ella al sentir mi consuelo, buscó mi boca y respondiendo con una pasión desmedida, me besó. Dejándome llevar, la pegué a mí y acariciándola por encima de su vestido, me encontré con que, debajo de la tela, dos duros bultitos la delataban. ¡Estaba excitada!.
-¿Qué te pasa?, le pregunté.
-Deseo hacerlo, pero nunca he estado con otra mujer-.
Su respuesta me dejó anonadado, puesto que había supuesto, viendo como le atraía mi vecina, que era bisexual. Tras unos breves instantes de confusión, posé mis labios en los suyos y acariciándole la mejilla, la tranquilicé:
-Tania tampoco. Sera vuestra primera vez. Estoy seguro que lo vas a disfrutar-.
Le costó asimilar mis palabras, ella creía que la otra mujer tenía experiencia. Al cabo de un minuto, leí en su cara su determinación aún antes de escuchar de su boca la confirmación:
-¿Te puedo pedir un favor?-.
-Claro-.
-¿Podrías estar presente?. Necesito sentir que estás a mi lado-.
-¡No me lo perdería por nada del mundo!-, contesté soltando una carcajada.
El resto de la velada, la pasamos juntos los dos mientras Tania se dejaba manosear por mis amigos. El descaro de mi vecina  con los demás hombres era tal que dos llegaron a insinuarle si esa noche podían acostarse con ella. Los pobres se quedaron con las ganas porque la rubia, muerta de risa, contestó a ambos, para hundirles más en la miseria, que esa noche era yo el único que hombre que posaría las manos en su piel.
Los invitados desaparecieron en manada al ver que el catering recogía las bebidas, de forma que eran las dos y media de la madrugada, cuando despedí al último en la puerta. Al volver al salón, me encontré a las dos muchachas muy nerviosas, incluso Tania estaba acojonada de lo que iba a ocurrir. Llamándolas a mi lado, las abracé al son de la música. Los tres unidos bailamos pegados, dejando que poco a poco nuestras mentes se fueran acostumbrando a la idea. Como os podéis imaginar, el baile fue transformándose lentamente en un roce de cuerpos hambrientos y fue la propia María la que levantando su cara, me besó, dando rienda suelta a nuestra pasión. Mi vecina que ya venía caliente de los continuos magreos recibidos, empezó a desabrocharme la camisa y uniéndose a ella, la morena la ayudó, de manera que me quedé con el dorso al descubierto, mientras ellas seguían con sus vestidos.
Sabiendo que de las dos, Tania era la más dispuesta, separándola un poco, le exigí que se desnudara. Ella se bajó la cremallera y sensualmente fue despojándose de la ropa sin dejar de bailar. Con satisfacción, advertí que su striptease no dejó indiferente a María sino que, involuntariamente, ésta se quedó parada, babeando de deseo, al disfrutar de lo que estaba viendo. Aprovechando su calentura, besé su cuello mientras le bajaba los tirantes del vestido. La muchacha gimió al sentir que me apoderaba de sus pechos mientras veía por vez primera la belleza al desnudo de la rubia. Continuando con el guion prestablecido, Tania se acercó y pegando su cuerpo al de la morena, la empezó a besar.
María estaba tan enfrascada en la unión que ni siquiera se percató que bajándole el coqueto tanga negro que portaba, la había terminado de desnudar.  Decidí no intervenir todavía y alejándome unos metros, me puse a observar a las mujeres. Pecho contra pecho y coño contra coño, las dos reanudaron el baile de apareamiento. Con sus piernas entrelazadas, sus manos no pararon de acariciar el cuerpo de su rival, elevando la fiebre que en ese instante les dominaba.
No quité ojo a la morena, cuando venciendo sus reparos, con la lengua cogía una de las rosadas aureolas que tenía a su disposición.
-Me encanta-, oí gemir a mi vecina antes de que asiendo con sus manos su otro pecho, lo pusiera en la boca de la ya completamente alborotada mujer.
Al ver que lejos de sentir aversión por estar mamando otros senos, estaba disfrutándolo, María me miró y con voz entrecortada, me pidió:
-¿Podemos ir a la cama?-.
Cogiéndolas del brazo, no me hice de rogar y llevándolas a mi cuarto, mientras me desnudaba, dejé que se tumbaran sin entremeterme. Ya sobre las sábanas, Tanía se puso encima y bajando por su cuello, fue derribando sus defensas, mientras la morena no dejaba de suspirar. Cuando sintió que se apoderaba de sus pechos, casi llorando, me rogó que me pusiese a su lado. Al hacerlo, cogió mi mano y la apretó.
-Disfruta-, le dije al ver que cerraba los ojos.
Tanía, ajena a lo que estaba sintiendo, siguió su andadura y dejando un húmedo rastro con su lengua, se aproximó al depilado sexo de la morena. Ésta gimió cuando los dedos de la rubia separaron sus labios y aunque unas lágrimas brotaron de sus ojos, no dijo nada al sentir que el apéndice de la rubia jugueteaba con su clítoris. Mi vecina no pudo reprimir un suspiro al saborear por vez primera el coño de una mujer y poseída de un fervor casi religioso, buscó con su boca el placer de su compañera. Viendo que lo necesitaba, acaricié los pechos de la morena y, mientras le daba un suave pellizco a uno de sus pezones, la besé. La respuesta de la muchacha fue inmediata. Dando un quejido, se corrió sobre las sabanas.
La rubia no se quedó satisfecha e introduciendo un par de dedos en el interior del sexo de mi amiga, prolongó el éxtasis de mi amiga mientras con la otra mano se empezaba a masturbar. Alucinado, fui testigo de cómo el cuerpo de la muchacha convulsionaba sobre la cama, al experimentar los estertores de un prodigioso  orgasmo. A voz en grito, forzó el contacto, apretando el rostro de la rubia contra su entrepierna. Sus chillidos se convirtieron en alaridos cuando cambiando de postura, Tanía entrelazó sus piernas con las de ella, restregando el coño contra su indefensa vulva. 
Nunca había presenciado una unión semejante y menos colaborado en ella. Absorto las acariciaba, mientras las dos mujeres temblaban al sentir la humedad de la otra frotando la suya propia. Dominada por un frenesí asombroso, el cuerpo de Tania vibró al percibir los síntomas del placer y forzando aún más su postura, se metió los dedos del pie de la morena en la boca. La oí explotar dando puñetazos contra el colchón. Su entrega provocó que María saliera de su abrazo y llevando su boca a la entrepierna de la rubia, empezara a lamer su sexo.
Incapaz de mantenerme al margen, me puse detrás de mi amiga y mientras ella daba buena cuenta del flujo de mi vecina, posé la cabeza de mi glande en la entrada de su vagina. Ella al sentir el contacto, me rogó que la tomara. No pude desoír su pedido y de un solo empujón, rellené su conducto. Gritó alborozada e imprimiendo mayor velocidad a su lengua, recogió hambrienta el maná que brotaba de Tania.
Jurando con palabrotas, mi vecina se volvió a correr y deslizándose por las sabanas, buscó la boca de la morena. Ésta recibió sus labios con alegría y moviendo su trasero, me imploró que acelerara. Mis penetraciones se volvieron salvajes y con mis huevos rebotando en su sexo, la asesté fieras cuchilladas. No tardé en sentir su flujo recorriendo mis muslos y preso de la pasión, al comprender que se acercaba mi propio orgasmo, le mordí en el cuello. El maltrato de mis dientes sobre su piel, fue la gota que le faltaba para estallar y desplomándose sobre la rubia, se dejó llevar por el placer. No quedando más que yo, cogí sus caderas y forzando cada una de mis embestidas, me derramé en el interior de su vagina.
Exhausto, me tumbé en la cama con una a cada lado. Las muchachas se abrazaron a mí, mientras descansaban.  Se las notaba satisfechas y alegres por la experiencia pero cuando ya creía que se iban a dormir, Tania me susurró al oído:
-Esto no se ha acabado-, y poniendo cara de viciosa, alzó la voz para continuar, -Me ha encantado que me dieras un coño para jugar, pero ahora necesito sentir: ¡la polla de mi vecino!-.
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (16)” (POR ADRIANRELOAD)

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herederas3Destrozada por lo incomoda de la posición y desfalleciente por el esfuerzo, la tortura anal a la que la Sin título1sometí, Mili yacía tirada contra el lavabo. Con su vestido reducido a su mínima expresión, la mini sobre las nalgas, el escote debajo de sus senos, el brasier ladeado y su tanga a medio camino entre su pubis y sus rodillas…

Ah y obviamente mili con su ano atorado por mi verga y algunos hilos de leche discurriendo por sus intimidades, y bueno… el que les escribe detrás de ella empalándola por el culo y tomándola por la cintura para que no se desparrame.

Esa era la imagen que iba encontrar Javier si entraba al baño de mujeres… al que consideraba su amigo, con su verga incrustada a mas no poder en el hasta hace poco virgen ano de su ex enamorada, de su mayor conquista…

– ¿En el baño de hombres o mujeres?… pregunto una voz femenina, intuía que era la tetona.

Mierd… ¿nos habrán visto entrar?… serán solo ellos o Guille y Vane también… que importa?… si entran, nos jodimos…

– Creo que en el baño de hombres, parece que el de mujeres está ocupado… era la voz de Javier, que me dio cierta alivio de que no entrarían a descubrirnos.

Por precaución, saque sigilosamente mi verga del ano de Mili, que nuevamente se había puesto pálida, solo se relajó, casi como desinflándose cuando le saque mi pene. Me dirigí a la puerta, que para variar con el apuro no le había puesto seguro.

Para evitar hacer ruido, me limite a hacer presión con mi cuerpo y evitar que alguien entre. Aliviado escuche el ruido de la puerta de al lado, el baño de hombres, a través de la pared escuchaba sus risas…. pensé que la tetona quería hacer sus necesidades pero…

– ¿Qué esperas?… chúpame la verga… le ordeno Javier bruscamente en su borrachera.

Al escuchar esto, puse un expresión como diciendo: Vamos Mili, cómo pudiste estar con un tipo así?, que romántico este patán… la expresión de Mili, que ya estaba repuesta, también cambio como de sorpresa diciéndome, a mí nunca me trato así… como quien dice, cada quien actúa de acuerdo al que el otro le permite…

– Hey… está bien que tu puta (mili) no te haya hecho caso y me hayas vuelto a buscar, como siempre… pero te me calmas… que si no te la muerdo… replico la tetona, como escuchando lo que pensamos.

Quise soltar una carcajada, en cambio note que a Mili no le hizo mucha gracia que se refieran a ella como una puta… cambio su expresión un rato, divago, bueno tampoco le gustó mucho comprobar que su ex Javier le haya estado poniendo los cuernos con la tetona, supongo que en el fondo lo imaginaba.

– Ok, ok… que sensible… pero nadie la mama como tú y lo sabes… hazme el favor… replico Javier más calmado, viendo que la tetona molesta lo podía dejar con las ganas.

Con cada frase, Javier revelaba más sus infidelidades, Mili obviamente estaba distraída en pensamientos al respecto, continuaba apoyada contra el mueble… yo no sabía si ponerme celoso al respecto o darle su espacio… opte por hacerle señas, para abandonar el baño.

Ella al notarlo me hizo una negativa con la cabeza… pensé que quizás, como muchas mujeres que les gusta torturarse, quería escuchar en que terminaba toda esa conversación entre Javier y la tetona… y ver si se enteraba más cosas de ellos.

Afortunadamente creo que tenía en mente otra, cosa… note que su vista perdida termino posándose sobre mi verga semi erecta y aun empapada en líquidos. Mili sonrió, se recompuso lentamente, dejo su tanguita caer de entre sus piernas al suelo y la lanzo a un lado, se deshizo también de su jaloneado de su brasier.

Así, con el vestido sin arreglar, con el pubis desnudo, los senos al aire, el cabello desordenado, el maquillaje corrido, las mejillas coloradas, los labios rojos y los ojos con un brillo particular… con todo eso lucia hermosa…

Se acercó con ojos risueños, hasta enamorados, como dándome a entender que no le importaba lo que pasaba al lado… me tomo del cuello y me beso con una mezcla de pasión y ternura. La abrace, le devolví su afecto con caricias a su espalda, cintura, obviamente mis manos no se detuvieron ahí… acaricie sus carnosas nalgas…

No sé por qué, pero mentalmente mi mente voló al recuerdo de Vane y su short apretado que dejaba poco a la imaginación, era la primera vez que la veía tan conquistadora, obviamente me di maña para verle el trasero, que era bien formado, pero ahora tocando a Mili me percate de las diferencias entre ambas…

El trasero de Vane muy llamativo se notaba que era producto de horas de gimnasio, un trasero firme y duro producto de la musculatura desarrollada por el ejercicio… yo había practicado atletismo en mi juventud y vi muchas chicas en malla o calzoneta cuya llamativa musculatura en los muslos era similar a la que apreciaba en Vane…

Por otro lado las nalgas de Mili eran naturales, heredadas, digamos de su propio biotipo y esos rasgos de sangre morena que tenía… su trasero era suave y con la consistencia de esas pelotitas anti-estrés, me podría pasar horas amasando sus muslos…

Mientras hacía estas comparaciones mentales, las caricias en que le prodigaba a las posaderas de Mili, provocaron que sus besos sean más profundos e iba ahogando suspiros entre nuestras lenguas que se entrelazaban en besos cada vez más jadeantes…

Al mismo tiempo, al lado no se escuchaba mayor ruido, apenas algunos respiración y jadeos fuertes, por momentos me sonaba a Javier, por ratos a la tetona, que seguramente le estaría succionando la verga como el tanto quería y como Mili nunca se lo hizo.

Este pensamiento al parecer también fue compartido por Mili, que abandono mis labios y poco a poco fue agachándose, pasando sus manos por mi cuello, bajando por mi torso, hasta que finalmente termino arrodillada frente a mi verga, la cual empezó a limpiar lenta y cariñosamente…

Sus movimientos comenzaron a incitarme nuevamente, mientras mi verga iba creciendo lentamente en su boca, lo que parecía gustarle y cada vez me la mamaba con mayor pasión… casi como poseída, agarraba mi pene como su juguete, su paleta de dulce y se desvivía en caricias, lamidos, succiones… llegue a pensar que Mili mentalmente estaba compitiendo contra la tetona succiona vergas… ego de mujer al fin y al cabo…

Mili por más que se vistiera coqueta, con ropa apretada, y que todos en la facultad fantasearan con ella… a decir verdad, nunca la vi coquetear, regalarse, o insinuarse a chicos, siempre mantuvo a raya a la gente con su actitud, no a todos saludaba con beso en la mejilla solo a los que consideraba amigos, al resto de lejitos nomas…

Una cosa era que Mili se sentía cómoda con la ropa ceñida al cuerpo, hasta quizás que le gustara mostrar sus atributos o sentirse orgullosa de los mismos… pero otra cosa era que Mili le diera a cualquiera sus encantos… Javier lo consiguió tras mucho tiempo siguiéndola y disimulando su esencia de pendejo para engatusarla….

Pero eso de ser coqueta y regalona iba más con las costumbres de la tetona, que a todas luces era una regalona y poco sutil, con decirles que estando con Javier ella me llego a dar miradas más que insinuantes y provocadoras… para que juzgarla, cada quien vive su vida como le place y está visto que no soy un santo…

– Deja eso ya… ufff… ufff… ponte en 4 como siempre, ya sabes que me gusta… pedía ansioso Javier al lado.

– Pero no me la metas al ano rápido, que mi conchita esta mojada… eh… le advirtió la tetona que quería también ser saciada.

Yo seguía en la gloria con la succión que Mili me practicaba, pero volví a mis cabales tras escuchar a los de al lado. Debíamos aprovechar la distracción de ellos y salir de ahí para no ser descubiertos… mis manos acariciaba los cabellos de Mili arrodillada, pero opte por apartarla, prácticamente tirándola de los pelos porque Mili se había asido de mi verga como sanguijuela…

Mediante señas le di a entender que era suficiente… que debíamos irnos… pero Mili se negó, con una cara de pasión desbordada, estaba recontra caliente y no dejaría ese baño sin que la satisfaga nuevamente… sorprendido por esa actitud, intente hacerla reaccionar con gestos más severos… pero poco caso me hizo…

Solo opto por… de rodillas alejarse un poco y lentamente inclinarse, poniéndose de 4 patas, mientras lentamente iba abriendo las piernas y arqueando su espalda… para dejarme a la vista un magnifico paisaje: esas gordas y suaves nalgas morenas abiertas de par en par, con su vagina húmeda y su ano palpitante… sumisa como una perra, entregada totalmente, esperando que la sometan…

A la mierd… no soy de acero tampoco, me había hinchado las pelotas a más no poder… al sentir que no reaccionaba Mili giro el rostro de manera provocativa para verme, pasando la lengua por sus carnosos y melosos labios aun con mi leche impregnada…

Se jodio todo pensé, y poco después tendría razón… la poca cordura que tenia se fue al diablo, el temor de ser atrapados era lo último que paso por mi mente… esta mujer era el diablo, yo la había convertido en eso, en una adicta anal y ahora no podía alejarme tampoco de ella…

Solo me quedo, tomar aire, deshacerme de mi pantalón y dirigirme lentamente detrás de ella… deslice mi verga lentamente a través de sus labios vaginales, pasando de largo, para provocarle más cosquilleo en sus intimidades… eso la estremeció desde los talones a la coronilla, tembló de placer…

Pero ella sabía que no quería solo eso… paso su brazo debajo de su vientre y con su mano tapo la entrada de su mojada conchita… con su cabeza me hizo un gesto negativo de niña engreída… por ahí no me dio a entender… yo sabía lo que quería la bandida…

Cuando pose mi verga en la entrada de su arrugado anillo, un brillo apareció en sus ojos, ansiedad en sus labios semiabiertos esperando la penetración… la cual fue haciendo lentamente para no hacer ruido, a medida que mi verga iba abriendo su carne, ella entrecerraba los ojos, como disfrutando cada centímetro que se abría paso en su estrecho esfínter…

Al mismo tiempo, en el baño de al lado parecía que a la tetona la estaban empalando contra la puerta del baño ya que se escuchaba sus toscos gemidos casi doloridos y el ruido retumbante de la puerta… al parecer Javier se estaba desquitando con ese aguachento trasero todo lo que no le pudo hacer al magnifico culo de Mili…

Yo empezaba a sacar y hundir lentamente mi verga a Mili, que con el adiestramiento anal de las últimas semanas ofrecía menos resistencia que antes. El complacido rostro de Mili que en la anterior cogida había encontrado apoyo en el espejo, ahora Mili apoyaba el rostro contra el suelo sin importarle que estuviera sucio, sus desordenados cabellos eran su almohada…

Lejos de estar arrodillado detrás de ella, como costumbre en la pose del perrito, por la posición que adopto ella, no me quedo más que agazapado como haciendo sentadillas, castigarle el ano con mi verga empujándola hacia abajo, mientras ella resistía con sus rodillas al piso y pantorrillas levantadas, el culo empinado, el torso y las tetas al suelo igual que su sufrido pero gozoso rostro…

La veía retorcerse de placer, resoplar, mordiéndose los labios para no gemir en voz alta, solo murmuraba lastimeros gorgojeos de placer… a veces no aguanta y ella misma se mordía un dedo o se tapaba la boca casi hasta ahogarse…

Al mismo tiempo, su otra mano buscaba mi tobillo para sujetarlo, por momentos lo acariciaba, por momentos lo sujetaba con fuerza, en momentos de mayor éxtasis me lo apretaba casi hundiéndome las uñas como transmitiéndome todo su placer y dolor…

Estaba en la gloria viendo sus nalgas abrirse de par en par… era la mejor cogida que había tenido con ella, la sumisa posición, el prácticamente ruego para que la sodomice, la excitante situación casi competencia con los de al lado…

Pero caraj… con todo esto, honestamente me estaba acalambrando por la posición y tras el partido que me molió las piernas… pero está dispuesto a aguantar para llevar a Mili a ese orgasmo que tanto deseaba, que era su desquite, su revancha por enterarse de los cuernos que aguanto…

Por momentos la sentía tambaleante, como próxima a reventar en un orgasmo, pero conteniéndose, procurando alargar su agonía para disfrutarlo lo más que pudiera… la veía enrojecida con gotas de sudor que parecían fundirse con lagrimeos de gozo… hasta que mi cuerpo y sus cuerpo no pudieron más…

Mi verga exploto nuevamente dentro de su estrecho ano, parecía una manguera de bombero desbocada, ella se contrajo bruscamente, luego un par de veces más… el sonoro ruido al lado disimulo nuestras leves exclamaciones de placer, ya que al parecer ellos también estaban terminando su faena…

A pesar de mis piernas casi adormecidas, tuve que darme maña para sostener las caderas de Mili, que nuevamente habían perdido las fuerzas y querían dejarse caer a un lado con sus piernas temblorosas, pero lo evito mi verga que la tenía enganchada hasta las entrañas…

Solo note una gratificante sonrisa en los labios de Mili, como cuando tienes un buen sueño del que no quieres despertar sino seguir disfrutándolo un buen rato… igual que en esos casos, Mili parecía haber babeado en la almohada, en este caso el piso…

– Ahhh… que buen culo tienes perra… gritaba Javier satisfecho.

– Uhmmm…. Ufff… exclamo a su vez la tetona.

Obviamente el brusco halago de Javier tenía que ver mucho con el placer del momento que experimentaba, porque buen culo era el de Mili, lo otro más parecía un tamal mal envuelto… lo de la tetona eran sus grandes tetas y el rostro de coqueta provocadora…

Al parecer Mili estaba tan embobada, en otro mundo que ni atención le presto a la exclamación de Javier… seguía disfrutando de cada remanente del orgasmo, esa sensación y respiración placentera que te deja durante los instantes después de llegar al clímax.

Mientras mis pulmones buscaban aire, estaba medio mareado, al borde de un paro cardiaco, por el esfuerzo, la satisfacción, el procurar no hacer ruido, callar los jadeos… ufff… ufff… intentaba recuperar el ritmo normal de mi respiración… unos instantes después ya lo había logrado… pero no sería por mucho…

Mili ya parecía haber reaccionado, despertado de un sueño que se convertiría en pesadilla… me miraba desde abajo amorosamente con una sonrisa de oreja a oreja, yo le devolvía el mismo gesto mientras acariciaba sus apetitosas y bronceadas nalgas…

Luego escuche el chirrido de la puerta… si de esa puerta a la que nunca le pusimos seguro… A la mierd… la puerta se fue abriendo como en cámara lenta mientras yo volteaba el rostro con expresión y sorpresa, ya que estábamos medio de lado, con la puerta al costado, quien entrara nos vería casi de perfil…

El rostro de Mili fue cambiando de expresión de satisfacción a horror… sus ojos y cabeza que miraban, giraron a ver la puerta, mientras sus brazos intentaban reponer su cuerpo sin éxito, no tenía fuerzas y sus brazos cayeron nuevamente al piso… mis piernas adoloridas y acalambradas no atinaban a reaccionar…

Mi verga aun tiesa seguía anclada en el generoso culo de Mili, que yacía devastada debajo de mí con su apetitoso culo al aire, empinado, abierto de par en par con mi leche pugnando por salir… el vestido rojo remangado a la cintura, los senos henchidos contra el piso igual que su rostro ahora frio como el piso…

Y claro… grotescamente mi flaco y algo peludo trasero al aire, con mis bolas reduciéndose a su mínima expresión eso mata cualquier pasión… así mismo, mi verga encogiéndose después de haber vaciado toda su carga de leche en goloso ano de Mili…

La luz exterior empezó a entrar tenuemente por la puerta mientras dé a pocos se iba divisando el jardín… afortunadamente vacío hasta el momento, en el interior del baño se iba dibujando y creciendo una sombra que no pude distinguir bien…

Lo cierto era que no había tiempo de reaccionar, de vestirse, no había donde esconderse, no había donde huir… fue el principio del fin…

– ¿Pero qué es esto…?… fue la exclamacion que oimos venir de la puerta…

Y así fue como se jodio todo…

Continuara…

 

Relato erótico: “En mi finca de caza (3.- El aperitivo)” (POR GOLFO)

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CAZADORMe estaba poniendo un whisky, cuando entraron las muchachas en el salón. Venían charlando Sin títuloanimadamente sobre temas triviales, Patricia se había recuperado gracias a los cuidados de María, y viendo el rubor en las mejillas de ambas, supe al instante el tipo de bálsamo usado. Lejos de ofenderme, el que sin mi consentimiento hubieran compartido algo mas que un baño, estaba contento, mis planes se iban cumpliendo al pie de la letra siguiendo la vieja práctica del palo y la zanahoria. Al verme se quedaron calladas, como esperando mi reacción. La sesión de sexo, que sin lugar a dudas habían disfrutado, les había sentado bien. Son dos pedazos de mujeres, tuve que reconocer al observarlas.
La ex de mi amigo, con sus treinta y dos años, se conservaba estupendamente, el camisón realzaba su silueta, con su profundo escote y la apertura hasta medio muslo desvelaba unos pechos firmes y unas piernas bien contorneadas. Era una mujer elegante, de la alta sociedad, que jamás se había dignado a mancharse las manos con un trabajo manual. Mi empleada en cambio, era una joven de veintitrés años, cuya mirada seguía conservando la lozanía de la niñez que se conjuntaba en perfecta armonía con un cuerpo de pecado, grandes pechos coronaban una cintura estrecha, y todo ello adornado por una piel morena que hacía resaltar sus ojos azules.
Paula rompió el incómodo silencio, preguntándome si deseaba algo mas, o por el contrario si se podía ir a preparar la cena. Mirándola a la cara, descubrí que no le apetecía estar presente cuando, con toda seguridad, castigara a Patricia. Le dije que se fuera a cumplir con sus obligaciones, sin sacarla del error, este no era el momento del castigo, tenía una semana para ejercerlo y ahora lo que me apetecía era disfrutar de la mujer, que hasta hace 24 horas compartía el lecho de Miguel.
Patricia, siéntate aquí-, le dije señalando un sillón orejero, -tengo que hablar contigo, pero antes, ¿quieres una copa?-.
Me contestó que si, que estaba sedienta, sin reconocer que lo que realmente estaba era muerta de miedo, al no saber que es lo que le tenía preparado. Haciéndola sufrir, tranquilamente le serví el cacique con coca-cola que me había pedido, tardando mas de lo necesario entre hielo y hielo, mezclando la bebida con una lentitud exasperante, de forma que su mente no podía parar de darle vueltas a que le depararía su futuro inmediato. Cuando terminé, lo cogió con las dos manos, dándole un buen sorbo, mi actitud serena la estaba poniendo cardiaca, no se esperaba este recibimiento. Poniéndome detrás del sillón, apoyé las dos manos sobre sus hombros. Ella sintió un escalofrío, al notar como mis palmas se posaban sobre ella, quizás temiendo por la cercanía de su cuello, que fuera a estrangularla. Esperé a que se relajara, antes de empezar a hablar, todos los detalles eran importantes, si quería que esa mujer bebiera de mi mano, debía antes desmoronar sus defensas. Cuando aceptó mi contacto, sobre su piel, empecé a acariciarle sus hombros, eran unas caricias suaves casi un masaje, nada parecido a como la traté en la dehesa. Patricia no sabía a que atenerse, me tenía miedo pero en ese momento le recordaba, no al salvaje que la había denigrado, sino al amigo que conocía desde que era una adolescente.
Mis carantoñas no cesaron cuando, con voz seria, comencé a hablarle al oído.
Pati, estoy enfadado contigo, por que ayer me trataste de engañar, cuando me mentiste diciendo que tu marido te maltrataba-, intentó protestar al oírlo, pero la corté por lo sano apretando un poco mas de lo necesario su cuello,-no sé que es lo que intentabas con ello, porque tarde o temprano me iba ha enterar. Solo se me ocurre, que tratabas de seducirme antes de que eso ocurriera-, la tensión con la que escuchó mi comentario era la confirmación que necesitaba,-pero quiero que sepas que no era necesario, ya que desde niño me has gustado, y solo el hecho que estuvieras con Miguel, evitó que me declarara-, estaba mintiendo pero ella no lo sabía, y creyéndome se relajó, lo cual lo tomé como señal para profundizar mis caricias, bajando despacio por su escote, -ya sabes y si no te lo digo yo, por que no quiero que haya malos entendidos, que María es mi amante, y que creo que le gustas-, en ese momentos mis dedos jugaban con el borde de sus aureolas,-creo que le gustaría tenerte en mi cama, compartiendote conmigo-, los pezones de la muchacha estaban duros al tacto cuando me apoderé de ellos pellizcándolos tiernamente, la excitación se había extendido ya por su cuerpo ,- somos una pareja abierta, por eso te propongo que te unas a nosotros-.
Sin darle tiempo a responder, la levanté del sillón , abrazándola mientras mis labios rozaban los suyos, Patricia me respondió con pasión besándome mientras me despojaba de la camisa. Sus manos no dejaron de recorrer mi pecho, cuando su boca mordió mi cuello, ni cuando sus caderas se juntaron a mi, buscando la cercanía de mi sexo. Estaba en celo, el relato de María, la atracción que sentía por ella y mis arrumacos se le habían acumulado en su cabeza, y necesitaba desfogar ese deseo. Sin mas preámbulos, se arrodilló abriéndome el pantalón, dejando libre de su prisión a mi pene. Sonrió al ver su tamaño, le hizo sentirse una mujer deseada. No se había dado cuenta de lo que añoraba a un hombre que le protegiera hasta que se lo había oído decir a mi empleada, yo podía ser ese hombre, y no iba a desperdiciar la oportunidad. Su lengua empezó a jugar con mi glande, saboreando por entero, a la vez que su mano acariciaba toda mi extensión.
Era una gozada verla de rodillas haciéndome una felación, notar como su boca engullía mi sexo, mientras su dedos acariciaban mi cuerpo. Pero ahora quería mas, por lo que obligándola a levantarse, la tumbé encima de la mesa, y desgarrándole el camisón, la dejé desnuda. Me miraba con deseo mientras me despojaba del pantalón, y se le puso la carne de gallina cuando bajándole el tanga, empecé a jugar con su clítoris.
-¿Te gusta?, verdad putita-, le dije mientras proseguía con mis maniobras.
-¡Si!-, con la voz entrecortada por la excitación, –¡házmelo ya!.
Estaba en mis manos, con un par de sesiones mas esta mujer sería un cachorrito en mi regazo, y con la ayuda de María la convertiría en esclava de mis deseos, todo en ella me pedía que la penetrara, sus ojos, su boca, el sudor de sus pechos revelaban claramente la fiebre que sentía. Separando sus labios con mis dedos, puse la cabeza de mi glande en la entrada de su cueva, a la vez que torturaba sus pezones con mi boca.
Por favor-, me gritó pidiéndome que la penetrara.
Muy despacio, de forma que la piel de mi sexo fuera percibiendo cada pliegue, cada rugosidad de su vulva, fui introduciéndome en su cueva, en un movimiento continuo que no paró hasta que no la llenó por completo. Patricia entonces empezó a mover sus caderas, como una serpiente reptando se retorcía sobre la tabla, buscando incrementar su placer. Gimió al percibir como mi pene se deslizaba dentro de ella incrementando sus embistes, y gritó desesperada al disfrutar cuando mis huevos golpearon su cuerpo como si de un frontón se tratara. Previendo su orgasmo, la penetré sin compasión, mientras que con mis manos apretaba su cuello, cortándole la respiración, ya que la falta de aire, incrementa el placer en un raro fenómeno llamado hipoxia. Ella no sabía mis intenciones, solo notaba que no podía respirar, por lo que se revolvió tratando se zafarse de mi abrazo, pero la diferencia de fuerza se lo impidió, y aterrorizada pensaba que iba a morir, mientras desde su interior, una enorme descarga eléctrica subía por su cuerpo, explotando en su cabeza. Y como si de un manantial se tratara, su cueva manó haciendo que el flujo de su orgasmo envolviera mi pene. Al sentirlo, descargué dentro de ella toda mi excitación, mientras ella, con sus uñas, desgarraba mi espalda, exhausta pero feliz de lo que había experimentado.
La cena esta lista-, desde la puerta nos informó María, que por el color de su cara y el brillo de sus ojos , debió de ser participe como vouyeaur de nuestras andanzas. “Seguro que había estado mirando, y se le ha mojado su tanga”, pensé al verla.
El camisón estaba desgarrado por lo que se puso una camisa mía, al querer ponerse bragas se lo impedí, todavía no había hecho lo honores a su culito, y aunque había aliviado parte de mi calentura, algo me decía que no era suficiente. Con mi empleada, abriendonos paso, fuimos al comedor donde estaba preparada la cena. Sobre la mesa, tres lugares, sin preguntarme había decidido que ya era un hecho nuestro trío, cosa que me molestó porque aunque fuera verdad, no me gustaba que lo diera por entendido. Si quería jugar, jugaríamos, pero según mis normas y siguiendo mis instrucciones.
María, creo que me debes una explicación-, me miró asustada, sabía que la había descubierto y que se avecinaba un castigo,-¿Quién te dio permiso para usar mi mercancía?-.
Nadie-, me contestó, y sin necesidad de que le dijera nada mas, se fue desnudando con Patricia alucinada por que no entendía nada. Cuando hubo terminado, se arrodilló en la alfombra, dejando su trasero en pompa, de forma que facilitara el castigo. La ex de mi amigo intentó protestar pero al ver mi mirada, decidió callarse no fuera a recibir el mismo tratamiento.
Saqué entonces de un cajón una fusta y cruelmente le azoté el trasero. Recibió la reprimenda sin quejarse, de su boca solo surgieron disculpas y promesas de que nunca me iba a desobedecer otra vez. Las nalgas temblaban, anticipando cada golpe, pero se mantuvo firmemente sin llorar hasta que decidí que era suficiente.
Patricia estuvo todo el rato callada, en su cara se le podía adivinar dos sentimientos contradictorios, por una parte estaba espantada por la violencia con la que había fustigado a la mujer, pero por otra no podía dejar de reconocer que algo en su interior la había alterado, ver a la muchacha que la había consolado en posición de sumisa, y sus nalgas coloradas por el tratamiento, había humedecido su entrepierna.
Acercándome y acariciando ese trasero que tantas alegrías me había dado, no pude dejar de sentir pena, y agarrando la botella de vino blanco que estaba en la mesa y sirviéndome una copa, pregunté:
Pati, ¿te apetece una copa?-, que le ofreciera de beber, la dejó fuera de juego, pero como tenía la garganta seca por el miedo, me respondió afirmativamente.
Esas nalgas necesitaban ser enfriadas, por lo que derramé una buena cantidad de vino sobre ellas y cogiendo del pelo a la rubia le ordené que bebiera. Obedientemente, empezó a sorber el liquido, que goteaba por su trasero, al principio despacio temiendo el hacer daño a la criada, pero el cuidado con el que pasaba la lengua sobre su atormentada piel, provocó que unos pequeños gemidos de placer surgieran de la garganta de la muchacha. Patricia al escucharlos, sintió como su vulva se alteraba, y sus incursiones se fueron haciendo cada vez mas atrevidas, con sus manos abrió los dos cachetes, para que le resultara mas fácil el obtener con su boca las gotas de vino que se habían deslizado por el canalillo de María. Cuando empezó a recorrer el inicio de su escroto, no se pudo aguantar y sin ningún recato le pedía que siguiera, que le encantaba el notar la humedad de su lengua en su hoyo secreto. Estaban excitadas y listas, una mujer adolorida siendo consolada por otra, me enterneció, por lo que pregunté a mi criada:
-¿Te llegaste a correr antes?-
No, ¡Te lo juro!-, me contestó con la voz entrecortada por el calor que sentía.
-Túmbate-, le ordené, y reacomodándolas, puse su pubis en disposición de ser devorado por la mujer.
Esta se lanzó como una fiera sobre él, y separando con los dedos los labios inferiores, se apoderó del su clítoris, mientras que con la otra mano, le acariciaba los pechos. María estaba recibiendo el premio a su fidelidad, después de su merecido castigo, su amante la recompensaba otorgándole el placer de ser reconfortada en lo mas íntimo, su ojos me miraban con deseo y gratitud, mientras sus piernas se abrazaban a la mujer, sus senos eran acariciados y su sexo se licuaba entre lamida y lamida. La visión del culo de Patricia, mientras proseguía comiéndose a mi criada, me devolvió a la realidad, apeteciéndome ser participe de esa unión.
Busqué algo que me sirviera, sobre la mesa una botellita con aceite de oliva era perfecto, por lo que separándole las nalgas a mi amiga deposité unas gotas sobre el inicio de su trasero. Ella al sentir el contacto de mis manos, levantó su trasero sabiendo que era inevitable. Con mi mano lo extendí, concentrándome en su agujero virgen, aunque se lo mereciera no quería excederme cuando hiciera uso del mismo, de forma que fui relajándolo con un masaje, ella respondió como una loca mis caricias, sus dientes se apoderaron del botón de placer de María, mientras sus dedos empezaban a someter a la vagina de la mujer a una mas que deseada tortura. Con mi criada a punto de explotar, decidí que era hora de romperle por primera vez su escroto, por lo que poniendo mi pene en la entrada trasera de la mujer, de una sola embestida introduje mi extensión dentro de ella. Gritó de dolor, pero no intentó zafarse de mi agresión. Y tras breves momentos en los que dejé que se acostumbrara a mi grosor dentro de ella, comencé con mis embestidas. Completamente llena, se había olvidado que tenía que seguir consolando a María, por lo que esta tirándole del pelo, volvió a acomodar la boca de la mujer en su sexo, manteniéndola en esa posición sujetándole la cabeza con sus dos manos.
Era nuestro objeto de placer, no podía dejar de lamer y mordisquear el clítoris de mi amante, mientras yo estrenaba su culo. Babeando notó que la mujer que se estaba comiendo, estaba cercana al climax, iba a ser la primera vez que una hembra se corriera en su boca, por lo que aumentó el ritmo de sus caricias, al sentir los primeros espasmos de placer de la muchacha. Recibió ansiosa el río ardiente de la mujer, era nuevo para ella el sabor agridulce del flujo, pero tras una sorpresa inicial, como posesa buscó no desperdiciar ni una gota de ese regalo liquido, bebiendo y absorbiendo mientras su propio cuerpo dejaba de sufrir por mis incursiones y mas relajada empezaba a disfrutar de mis movimientos. María, satisfecha se levantó para ayudarme con la muchacha, y poniéndose debajo mío, separó sus labios, introduciéndole dos dedos en su vulva.
Patricia no se podía creer ser sodomizada y follada a la vez, y ya sin ningún recato, gritaba que siguiéramos, que era una puta, pero que no paráramos. Sus caderas se movían sin control, buscando el placer doble que le provocaban los dientes de mi criada sobre su clítoris y mi pene rompiéndole su virgen culo. Tuve que intervenir, sujetándole por la cintura, acomodé sus movimientos a mis penetraciones, no quería que se desperdiciara esa primera vez, por la descoordinación de nuestros cuerpos. Ella no entendió este parón, por lo que me exigió que siguiera, recibiendo un azote como respuesta.
Tranquila-, Volví a recomenzar mis penetraciones, sintiendo como toda mi extensión recorría su ano,- muévete solo cuando te lo ordene-, comprendió que es lo que quería cuando mi mano cayó por segunda vez sobre sus nalgas,-¡Ahora!-.
Era una buena aprendiz, sus caderas se acomodaron al ritmo , siguiéndole marcado por mis manos sobre su trasero. Estábamos en perfecta armonía, empujando al recibir los azotes, recibiendo mi extensión a continuación. Inmediatamente. Poco a poco fuimos incrementando la cadencia, hasta que nuestro galope se convirtió en una carrera sin freno. María, que no dejaba de introducir sus dedos en ella, cambio el objetivo de su boca, empezando a jugar con mis testículos cada vez que estos se acercaban a su lengua.
Patricia, apoyó su cabeza contra la alfombra, cuando desde su interior como si fuera una llamarada su cuerpo se empezó a convulsionar de placer, y derramándose en un torrente de líquido que recorrió sus muslos, cayó agotada sobre el suelo, mientras ya encima de ella, proseguí introduciendo mi pene en sus entrañas, excitado por sus gemidos. María me besó dejándome que mi lengua se introdujera en su boca, acelerando mi excitación. Era el dueño, tenía a mis dos mujeres donde yo quería, y tras unos breves pero intensos momentos, exploté dentro de la rubia, mientras besaba con pasión a mi criada.
Caí agotado, pero satisfecho, escoltado por dos bellezas, una a cada lado, rubia y morena, diferentes, pero ambas mías. En cuanto me hube recuperado un poco, me puse en pié exigiendo mi comida, las muchachas me dijeron si no me había saciado suficiente, y cabreado les aclaré:
Esto fue un aperitivo-, en sus caras su felicidad era patente,- el banquete será esta noche en la cama, pero ahora quiero cenar-, y viendo que se sentaban en la mesa, agregué mientras cortaba el filete,-¡El servicio come en la cocina!-.
 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (17)” (POR ADRIANRELOAD)

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herederas3Una silueta emergió entre las sombras, mis ojos intentaban adaptarse y percibir quien nos Sin título1descubrió, quien profirió esa exclamación de sorpresa… conocía esa voz, luego reconocí su rostro, que con expresión entre horrorizada, decepcionada y hasta asqueada nos miraba…

Era una mujer… era Vane, aquella hembra que minutos antes quiso que mis manos toquen sus bien formadas curvas, ahora descubría que todo lo que imagino o deseo que yo le haga, se lo hice salvajemente a Mili… y empezaba una especie de sollozo decepcionado con su ego herido…

Detrás de ella emergió otra imagen, esta vez eran rasgos masculinos, lo conocía bien… era Guille que tomaba del brazo a Vane para sacarla de ahí, pero ella igual que Mili estaban como estatuas… Guille no perdió oportunidad de ver toda la escena, primero una expresión de morbo y luego un rostro en risueño e irónico, fácilmente me quería decir: felicitaciones… pero la cagast…

Guille me explico después, que con Vane fueron en busca de unos tragos para Javier y la tetona, al volver ellos habían desaparecido… tras la bofetada de Mili, Javier tomo a la tetona para desquitar su hombría herida viniendo al baño de al lado a someterla por el culo, cosa que no pudo hacer con Mili…

Como Vane tampoco me ubicaba, y se sentía muy expuesta por la ropa provocadora que uso, le pidió a Guille que la acompañe a tomar un taxi. Imagino las miradas que le habrán dado a Vane los lobos en la fiesta, que incomodo habrá sido para ella que no acostumbraba vestir así, menos a sentirse acosada…

En el camino a la puerta, pasando por el jardín, Vane le pregunto que era esa construcción, Guille le dijo que era el baño, y Vane sugestionada por el viaje largo a su casa, decidió ir justo al baño donde estábamos nosotros…

Mili y yo embebidos en nuestra gratificante experiencia, no escuchamos sus pasos en el jardín… pero el problema no eran ellos, eran los de al lado, en esencia Javier… seguramente escucho la exclamación, pero no sabía que éramos nosotros y seguro también temía ser descubierto en pleno acto sexual…

Pero nuestra identidad incógnita, no quedaría mucho tiempo sin descubrir, ya que Vane exaltada, sintiéndose traicionada por Mili, quien se encontraba con el culo criminalmente saciado por el chico que Vane le confeso que le gustaba…

– ¿Cómo me pudiste hacer eso?… ¡pensé que eras mi amiga!… vocifero Vane intentando abalanzarse encima de Mili, pero fue contenida por Guille.

– Ven… déjalos… vamos… intentaba calmarla Guille, mientras forcejeaba con Vane.

– Eres una perra Mili… me oíste… una perra… sentencio Vane, terminando de hundirnos, mientras Mili se tapaba el rostro sollozante por la vergüenza.

Hasta ese momento Javier y la tetona, que se habían mantenido en silencio para no ser descubiertos tampoco, no sabían que a quienes encontraron in fraganti éramos Mili y yo… pero tras la última exclamación de Vane, todo termino por descubrirse… al menos Javier ya sabía que al lado se habían cogido a Mili, y como a mí me mando a buscarla, seguro intuía que era conmigo…

– Pero que mierd… escuche al lado, era la voz de Javier, no tardaría en venir.

– Quédate acá… escuchaba a la tetona que tampoco quería ser descubierta.

Vane y Guille se sorprendieron al escuchar el grito al lado y los ruidos, segur la tetona y Javier pugnaban por vestirse y salir. Al oírlos, la adrenalina invadió mi cuerpo, mis músculos tiesos y adoloridos, que hacían que mi cuerpo se apoye en Mili, atorándola más profundamente… recién ahora reaccionaban…

Saque rápidamente mi verga del ano de Mili, tanto así que sentí que algunos líquidos saltaron, mientras veía que Vane se cubría el rostro para no ser salpicada o quizás para no ver las nalgas de Mili abiertas de par en par, con el hueco en su ano palpitante… luego Mili caería de lado…

– ¿Quién es?… me dijo en voz baja Guille.

– Es Javier… le dije haciendo muecas con la boca, para que no escuchen mi voz al lado.

– La put… madr… dijo Guille, y salió de nuestro baño y fue al lado, quizás para evitar que Javier saliera o para contenerlo unos momentos mientras yo me vestía.

Busque mi ropa en el suelo, me puse la ropa interior y el pantalón… Mili reaccionando muda y presa de la vergüenza también hizo lo propio, claro que primero ubico papel y se lo pasó por su ano y sus muslos para limpiar todos mis líquidos que escurrían de su esfínter.

Luego Mili siendo recontra práctica, ya que en su nerviosismo no sabía cómo ponerse el brasier y su tanga (y no le podía pedir ayuda a Vane), solamente opto por tomar su vestido que hasta hace poco era una faja, lo extendió hacia arriba y abajo, cubriéndose los senos y el pubis.

Vane parecía niña castigada, de espaldas en un rincón cubriéndose la vista para no ver nuestros cuerpos semi desnudos y sollozando de cólera. Quizás por su posición social y ser hija única, estaba acostumbrada a conseguir todo lo que quería y no podía entender como una morocha le había arrebatado al chico que le gustaba y por el cual Vane se había atrevido a vestirse casi como mujerzuela…

Al lado, la puerta retumbaba, Javier furioso cual toro encerrado, buscaba salir a como dé lugar, mientras Guille contenía la puerta como podía. Una vez con la ropa encima, voltee y mire a Mili que tiraba su ropa interior en un tacho, ya que no se la pudo poner al menos no quería que alguien la viera en el piso.

– Déjenme salir caraj… gritaba furibundo Javier.

Salí y vi a Guille pasar apuros con la puerta, le hice una seña para que la deje y así lo hizo… Javier salió como toro, metiéndole un puñete a Guille, con la inercia del golpe Javier se fue de largo al suelo, mientras Guille se tomaba el rostro. Javier dio media vuelta en el grass, giro y me vio de lleno…

– Tuuu… maldit… hijo de perr… aulló mientras se abalanzaba sobre mí. Ya sospechaba que sería yo porque busque a Mili, porque le impedí ganar el campeonato que le hubiera dado el culo de Mili que nunca pudo tener, eso era lo que le dolía más en el alma.

Una cosa es que me insulte a mí y otra que dé a entender que mi madre es una perr… así que aproveche su inercia y lo deje irse de largo… oleee… Javier nuevamente trastabillando fue a golpearse contra la puerta del baño, a un lado de la tetona. Mientras Mili ya recompuesta se fue asomando por la puerta.

Nuevamente como toro de lidia, Javier se recompuso y se abalanzo contra mí… como les comente, había pensado esta situación antes, me dije que le dejaría el primer golpe, ya que le había puesto los cuernos… luego del primer golpe lo que pasara ya dependería de nuestra hombría…

Simplemente me plante esperando el golpe… recibí un puñete en la mejilla, que a decir verdad me volteo el rostro y me removió las ideas… por la fuerza esta vez solo el tronco de Javier se fue de largo, casi hasta quedarse agazapado, y tomándose su mano adolorida porque su golpe dio en mi pómulo…

Javier levanto el rostro, ve a Mili en la puerta del baño con las manos sobre la boca, sufriendo por el golpe que me propinaron…

– Yo apenas pude tocarte, pero con el hasta en el baño, ahora veras… dijo enrumbando hacia ella.

– ¿A dónde vas?… dijo Guille recompuesto, lo detuvo en su camino, abrazándolo por detrás.

– Suéltame que la reviento… bramaba Javier enfurecido, con su ego de macho herido.

Con el ruido que causamos, a pesar de la música, comenzaron a asomar cabezas curiosas en las ventanas de la sala. Debía terminar esto antes que salieran y empezaran las preguntas.

– Suéltalo, a ver qué tan macho es conmigo… dije furioso al ver que Javier planeaba golpear a Mili.

Guille lo soltó casi empujándolo en mi dirección, yo sabía que Javier era más boca que otra cosa, poseído por la borrachera y la ira estaba desbocado, le permití el primer golpe por algún sentido de caballerosidad y desquite de su agravio… pero ahora me tocaba a mí.

Se lanzó nuevamente contra mí, lo recibí con un puño en la boca. Soltó un manazo buscando darme donde sea, lo esquive y su pómulo derecho recibió mi puño de ida y el izquierdo recibió mi codo de retorno. Cayó de rodillas con la espalda inclinada para atrás. Lo tome de las solapas de la camisa…

– Intenta tocarla y te mato… lo amenace poseído por la ira.

Luego lo golpee una y otra vez con mi puño hasta que Guille esta vez me contuvo a mí, mientras Javier caía al piso. Luego intentó infructuosamente pararse, tenía el labio roto, la nariz sangrando. Se levantó a duras penas, pero esta vez lo tomaron dos personas, eran amigos de Guille de su equipo de futbol.

– Esto no termina acá Dany… lo sabes… me amenazo, mientras los que lo sujetaban lo empujaban hacia afuera. La tetona buscaba que calmarlo y Javier la alejaba, mientras salían de la casa.

Al pie de la puerta todo era visto por Mili llorosa y preocupada, hasta que… la tomaron de los pelos por detrás y la metieron al baño… Caraj… yo pensé que termino todo y se diluía el escándalo, ya que había gente al pie del jardín observándonos… pero nos olvidamos de Vane… y se venía la pelea de mujeres…

– Hey acá no pasó nada… grito Guille a la gente que comenzaba a acercarse… hoy, hay bar libre… replico soltándole la llave a uno de sus amigos, para que abra la vitrina con todos los tragos.

– Yee… Grande Guille… se armó el barullo regresando a la sala, mientras Guille y yo entrabamos al baño a separar a esas dos hembras que se tenían tomadas de las greñas y se empujaban.

Logramos separarlas, claro que recibiendo varios arañazos… Guille tenía por la cintura a Vane que pataleaba, yo tenía abrazada por atrás a Mili, que se mostraba más calmada.

– Vane vamos… le decía Guille tranquilizándola.

Vane entro en razón, nos miró con rabia y fue saliendo escoltada por Guille… claro que al pasar por mi lado, me soltó un bofetada en la misma mejilla que recibí el puñete, me hizo ver a Judas calato… Mili reacciono soltando un zarpazo que no le dio a Vane porque yo la tenía bien contenida.

– Pudiste tener esto… y te conformas con eso… dijo despechada Vane, mostrándome sus atributos y hablando despectivamente de Mili.

– Déjame que reviento a esta regalona… exclamo Mili, forcejeando para que la suelte.

Guille se llevó a Vane, mientras yo calmaba a Mili. Una vez que se alejaron y Mili se tranquilizó, volteo a verme, me beso y comenzó acariciarme el rostro…

– ¿Estás bien?… dijo preocupada Mili

– Si no es nada… más bien hay que aprovechar y buscar tu ropa… le dije, ya que en los últimos instante de violencia, los pezones de Mili empezaron a traslucir de su vestido.

Esta vez pusimos seguro a la puerta, mientras Mili se colocaba su ropa interior, yo pensaba en lo que vendría. Javier era un patán y picón, pudo desenmascararnos frente a todos, pero no lo hizo, más por el que por nosotros… si decía que me cogí a Mili, su ex, él iba quedar como un soberano cornudo… y eso es algo que su ego no lo hubiera permitido, por eso prefirió callar… pero me la tenia jurada.

Igualmente suponía que Vane callaría que Mili le robo el chico que le gustaba. Vane se había expuesto al mostrarse frente a todos con poca ropa y regalona conmigo. A decir verdad, lo que Vane fuera hacer era más impredecible… podía destrozar a Mili con rumores, podía decir lo que vio, etc… no lo sabíamos… solo quedaba esperar… mientras que la gente en la casa seguía bailando, chismeando, etc.

Ya cambiados, abrimos la puerta y encontramos a Guille, nos dijo que Vane iba furiosa, no dejo que la acompañe, solo tomo un taxi y se fue. Agradecí como me ayudo a controlar la situación, claro que le debía un favor… dijo que no me preocupe que me iba a decir luego que rumores corrían en la fiesta.

Guille nos dejó y regreso rápido a su casa, quería salvar lo que quedase del bar de sus padres. Mili y yo optamos por irnos, estábamos expuestos, no queríamos dar pie a más rumores y que especularan los motivos de mi pelea con Javier. Tomamos un taxi a su casa y en el interior, empezó la discusión:

– Ahora Vane que va a decir de mi… todo porque no le pusiste seguro a la puerta… dijo Mili.

– ¿Qué?… te pedí irnos varias veces… pero no quisiste… aparte que te dije que no vengas a la fiesta para no exponernos… replique.

– Como te iba a dejar con esa facilona de Vane… se excusó la celosa Mili.

– Acaso no confías en mi… replique.

– Como confiar si terminaste con tu novia por mí… dijo, viendo mi cambio de expresión, cambio su voz y agrego: que pasaba si Vane se te ofrecía, seguro lo dudabas como yo te hice dudar…

– Sabes que… mejor no hablemos… dije molesto.

Yo recibo golpes por defenderla, ella duda de mí y echándome la culpa de todo. No hablamos más hasta llegar a su casa. Noto mi enojo, me tomo del brazo, se puso delante de mí con sus senos en mi pecho:

– Vamos, lo siento… no quise decirlo… es solo que… tengo miedo de perderte… me dijo apenada.

– Bueno, ya… es tarde, fue una noche larga… entra y mañana hablamos… dije cortante.

– Uy pero que mal se ve eso… dijo tomando mi mejilla, que sentí inflamada, por el golpe de Javier y el remate que le dio Vane con una potente bofetada… Ven que te echo una crema para los moretones, no puedes ir así a tu casa… agrego Mili queriendo congraciarse conmigo.

Accedí, porque no quería llegar el lunes con un moretón a la facultad. Era tarde y Mili no quiso entrar por la puerta principal porque despertaría a sus padres. Ingresaríamos por la cochera, que estaba en un semi-sotano, habían 2 puertas de cochera, la de la izquierda tenia tenía una puerta pequeña al lado.

Bajamos por la rampa de acceso a la cochera, Mili me dirigía muy cariñosa, quería aplacar mi enojo. Yo la seguía por detrás viendo su trasero moverse armónicamente en esa minifalda roja, a cada paso se le subía la mini descubriendo parte de sus jugosas nalgas y ella no hacía nada por cubrirse con su vestido…

Antes de entrar, ella volteo, sabía que la miraba embobado, sonrió pícaramente y complacida de que sus curvas me causaran tal efecto, ya imaginaba y disfrutaba la erección que se me estaba formando.

Una vez dentro, estaba semi oscuro, en un extremo solo había un auto cubierto por una funda hasta el suelo. Frente a nosotros una escalera que dirigía a su casa, entre la escalera y el auto había un viejo sofá y frente a él, casi al lado de la puerta por donde entramos había una vetusta tele… Mili y me explico:

– Acá duerme mi papa cuando se porta mal… dijo sonriendo, la mama de Mili tenía carácter…. Así que piénsalo bien antes de hacerme enojar… me amenazo juguetonamente.

Me dijo que espere, se quitó los zapatos, se escabullo por unas escaleras que ingresaban a su casa en busca de la dichosa crema. Me senté en el sofá y la veía mientras subía las gradas, la mini se levantaba más y más, casi hasta la mitad de sus nalgas… que diría su padre si viera a su niña en esas fachas…

Bajo con la crema, sin subirse la mini, mostrando parte de su ropa interior, o estaba en confianza o me estaba provocando de nuevo. Se sentó en mis piernas, sentí esas deliciosas nalgas abrirse en mi pierna, al notar el gusto que me causo, sonrió y cariñosamente me untaba la crema y se sinceraba, me dijo:

– Tú me gustaste siempre pero no me hacías caso, por más que me paseaba frente a ti con ropas llamativas… no soy una chica fácil, si deje que me hicieras todas esas cosas es porque sabía y sentía que eres especial… y esta noche lo demostraste al defenderme de ese loco… dijo Mili con cierta alegría y orgullo de al fin encontrar alguien que la valore y proteja.

Luego bajo el rostro lagrimeando, la tome del mentón, dirigí su rostro hacia mí y la bese tiernamente. Yo en Mili encontré una chica linda, inteligente, graciosa, jodida como cualquier mujer, pero que también compartía mi morbo, mi deseo sexual, que me permitía hacerle cosas que otras chicas pudorosas no dejarían… estábamos enganchados sentimentalmente, poco después lo estaríamos carnalmente.

Lo tierno de los besos se iba tornando nuevamente el pasional… a estas alturas yo sospechaba que Mili me había emboscado en su cochera, bajo el pretexto de la crema… pensar que al principio yo la incitaba para disfrutar de sus curvas… y ahora era ella la que me buscaba y pedía prácticamente que la posea…

La humedad de su intimidad la comenzaba a sentir en mi pierna, yo le había subido la mini para acariciarle sus redondas nalgas que parecía ser su otra debilidad… nuevamente su respiración se agitaba y su lengua buscaba la mía, mientras su mano incitaba mi verga a través de mi pantalón.

No aguanto mucho, bajo mi cierre y descubrió mi verga, comenzándola a pajear. Una vez que la sintió dura, no quiso perder más tiempo y tenerla adentro… se paró dándome la espalda, la mini ya estaba subida, solo hizo a un lado su tanga y se fue ubicando sobre mi verga, dirigiéndola a su goloso ano…

– Ohhhh… ufff…. gimió en voz baja, sabía que estaba en casa de sus padres, si bien quería ser empalada de nuevo, no quería llamar la atención, suficiente ser descubierta una vez.

Tenía prisa por sentirse clavada nuevamente por el que la defendió, aquel que por primera vez le desfloro su estrecho agujero… que le permitió descubrir ese placer al que ahora se había vuelto adicta…

– Ay Danyyy… solo contigo soy una puta… uhmmm… murmuraba Mili entre jadeos.

– Si… eres mi puta… le decía al oído, mientras mis manos subían de su cintura a sus senos.

Mi verga ya se había hundido en todo su esfínter… ella disfrutaba centímetro a centímetro aquella estaca que invadía sus entrañas. Se había sentado sobre mí, sus nalgas se abrían de par en par y mi verga la tenía hasta la raíz, solo faltaba meterle mis testículos…

– Ummm siii… exclamaba extasiada, ensartada a mas no poder.

Mis manos bajaron su vestido, liberando sus senos que subían y bajaban con su excitada respiración. Mili se cansó de sentir solo mi pene tieso en sus intimidades, quería saborearlo más, comenzó a menear su enorme rabo en mi ingle, quizás para menguar el cosquilleo que sentía en su esfínter.

La posición no permitía mucho tampoco, yo sentado sobre el mueble, ella sobre mi verga… sus piernas no tenían mucho espacio para subir y bajar, solo le quedaba menear su tremendo culo sobre mí, moverlo así para provocarle esas sensaciones que hace poco había aprendido a disfrutar… pero ya comenzaba a sentir mi pene como plastilina, como chicle, estirándose al gusto del trasero de ella…

Yo también quería disfrutar esto, quitarme el estrés de la pelea, de ser descubiertos, olvidar todo… así que me fui discurriendo por el mueble, para bajar mi ingle y darle espacio a que Mili pueda maniobrar, que pueda satisfacerse ella misma incrustándose mi verga a placer… después de todo siempre era yo el que la clavaba, ahora le tocaba a ella hacer el esfuerzo…

Mili entendió mi maniobra, y ella misma fue subiendo y bajando lentamente, con unos leves pero placenteros temblorcillos recorriéndola. Yo deje de acariciar sus senos y fui tomando su estrecha cintura para evitar que su enorme trasero se salga de su camino y termine aplastando mi verga.

– Uy… como me encanta esto… como no te conocí antes… uhmmm…. Musitaba.

Cada vez Mili más extasiada y desbocada, subía y bajaba con más rapidez, por momentos sentía que no podía sostenerla, mi espalda se deslizaba hasta el borde del asiento. Hasta que Mili dejándose llevar por la locura del momento se dejó caer con más fuerza… no la pude contener y terminamos en el suelo…

– Ay… caraj… ahora si me rompiste el culo… auuu… sollozo adolorida Mili.

En el último culazo que me dio, mi espalda se deslizo en el mueble, termine con mi trasero en el piso. Mientras el culo de Mili cayo con fuerza en mi ingle, abriendo sus gordas nalgas a mas no poder, con su ano partido por mi verga que sentí que le llego a los pulmones, por las ahogadas respiraciones que daba.

– Ya me fracturaste la verga… murmure, sintiendo mi verga doblada.

Mili intento pararse, pero sus talones desnudos fueron presa del piso resbaloso y nuevamente fue a clavarse con mi verga, esta vez sentí que le metí hasta los huevos…

– Ouuu… mi culito… dijo la muy sinvergüenza, con tremendo culo casi parte mi verga.

– A la mierd… quédate ahí nomás un rato… exclame yo adolorido, presionado a mas no poder por su redondo trasero hundido en mi entrepierna.

Sentía su esfínter palpitar en mi pene, por lo tosco de los últimos movimientos pensé que mi verga se deshincharía, pero curiosamente, esos temblorcillos de su esfínter me excitaban nuevamente, llegue a soltar unas gotitas de leche en su interior… ella lo sintió y movió nerviosa su cabeza, parecía disfrutarlo, pero, parece que esta vez era ella la que entro en razón…

– No Dany, ya no… el ruido que hacemos va a despertar mis padres… y ahí si te matan y me envían a un convento…

– Pobres sacerdotes… los vas a hacer pecar… le dije imaginándola con traje de monja que no podría disimular sus curvas, y los curas volteando para verle el trasero.

– Jajaja… eres un tonto…

Mili intento pararse de nuevo, y algo raro paso… no podíamos despegarnos, forcejeo un poco y nada, estábamos pegados como perros, la tenía enganchada por el culo… quizás en verdad me doblo la verga y la tenía como garfio reteniéndola o quizás era solo los nervios del momento, lo adoloridos que estábamos por todo lo sucedido, los músculos atrofiados, y que no nos hacía actuar coordinadamente…

– Ay… no… ahora en verdad soy una perra… dijo Mili asustada.

– Ya va, solo hazlo lentamente, de a pocos y saldrá… le dije calmándola aunque me quería reír.

Mili subió hasta donde sentía que no podía salir, donde su ano apresaba con fuerza mi verga, luego bajo. Repitió la misma operación varias veces, cada vez subiendo más… se había acomodado mejor, con las piernas a los lados con las rodillas dobladas arriba, las manos en el piso, su espalda contra mi pecho.

Mi cuerpo a su vez estaba apresado por ella, mis piernas entre las suyas, sus brazos a los lados de mi cintura apoyándose en el suelo y en el mueble por ratos, mi espalda contra el sillón. Y claro, mi verga aparecía y desaparecía entre sus carnosas nalgas y su ano insaciable… esto dejo de ser un ejercicio para desatorar su ano, hacía rato que mi verga podía salir de su culo, pero ella no lo quería… lo disfrutaba…

– Uy… Dany… me encanta ser tu perra… uhmmm… volvía a gemir como loca.

El dolor en mi pene fue cambiando por la excitación del momento, ahora era ella la que me violaba… en su casa, a pocos metros de donde dormían sus padres… Yo estaba excitado de verla clavarse ella misma, y tampoco le permitiría escapar, con una mano tomaba su cintura y con la otra estrujaba sus senos…

– Nunca lo olvides… eres mi perra… le dije en un momento de pasión, jalándole el pelo hacia atrás para que su oído este cerca de mi boca.

– Si, si, si… solo tuya…. Ohhh… uhmmm… gimió librándose un poco, buscando mis labios.

Nuestras lenguas se fundían en un beso, lo que nos causaba mayor excitación… ella apuraba sus movimientos, ahora ya la tomaba por la cintura para ayudarla a que se castigue con mayor rapidez y fuerza su elástico y goloso ano.

– Ay no… ay no… no puedo más…. ohhh…. exclamo, mientras se retorcía de placer.

Esa nueva oleada de orgasmo de Mili, me envolvió a mí también… mi pene doblado expulso galones de semen en sus entrañas. Ella satisfecha, se dejó caer en mi pecho, sus redondas nalgas descansaban en mi ingle… mientras sentía sus melones subir y bajar con fuerza por lo agitado de su respiración.

Estábamos felices, nos habíamos librado de toda la tensión del día, del coliseo, de la fiesta… podía decirse que esta vez, lo habíamos disfrutado más tranquilamente, a pesar de estar en su casa… sin el temor de ser descubiertos como estando debajo de las gradas en el coliseo, o de ser descubiertos en el baño de la casa de Guille por cualquier persona de la fiesta o Javier y la tetona al lado… La paz que se sentía en esos minutos era formidable, saboreando cada segundo del orgasmo…

Esa paz se rompería nuevamente… otro chirrido de puerta, esta vez ella no le puso seguro… otra vez la luz ingresando, ahora era del interior de su casa, y esta vez la luz venía a nosotros por las escaleras al lado del sofá… nuevamente una sombra formándose, esta vez podrían ser sus padres…

Mierd… no otra vez… pensé.

Continuara

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (18)” (POR ADRIANRELOAD)

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me daríasNo era posible que tuviéramos tanta mala suerte… Guille me diría después que era el karma que Sin títuloteníamos por la manera en que empezamos la relación Mili y yo… ella poniéndole cuernos a Javier y yo a Viví… el destino nos estaba haciendo pagar las libertades que nos dimos y el dolor que causamos.

En este punto, me importaba más el dolor que podía causarme el padre de Mili, tenía entendido que era un moreno de casi 2 metros, ex militar… razón por la cual los pocos enamorados que tuvo Mili temían acercarse a su casa… ya entendía porque Javier huía de conocer al padre de Mili.

Ahora imagínense la reacción de un gigante así al encontrar a su niña atorada contra natura, con su vestido replegado en su cintura, casi como violada… sus senos al aire, su pubis desnudo, lo lógico sería con mi verga en su vagina, pero lo chocante que sería a cualquier padre ver a su bebita con una verga incrustada en el ano y una morbosa expresión de placer en ese mujeron que siempre seria su niñita.

No soy racista, pero obvio que ese negro se iba a engorilar mismo King Kong… y una cosa es que le ceda un golpe al cornudo de Javier, pero ¿qué haría con el viejo de Mili?… dejar que me golpee sin responder o intentar defenderme… en ambos casos iba terminar en el hospital o en los anuncios de defunciones.

A todo esto, las nalgas de Mili se habían contraído por el miedo, apretando a más no poder mi verga que se deshinchaba, reduciéndose a su mínima expresión, mis huevos eran dos bolitas peludas y arrugadas… ríanse si quieren pero seguro ya les ha pasado en alguna oportunidad…

Mili giro su rostro de pánico hacia la escalera, seguro ensayando una excusa para su papi. Yo no podía hacer mucho mientras Mili no se parase y me dejase salir o huir. Estaba agotado, por el partido, la fiesta, la pelea y todo lo que me exprimió Mili, apenas si tenía fuerzas… quise levantar su enorme trasero para librarme, pero no pude… lo único que pude hacer fue, al menos, subirle el vestido, cubrirle los senos y agazaparme detrás de ella… quizás su viejo no notaria mi presencia, pensé absurdamente.

Mientras la sombra sin hacer ruido iba creciendo en la escalera. El viejo de Mili era sigiloso como buen militar… Caraj… ¿y si tenía un arma y esperaba matar un ladrón?… el único ladrón que mataría en esa cochera seria al que le robo salvajemente la virginidad anal a su nenita… hasta que escuchamos su voz…

– Miauuu….

¿Qué? ¿No era gorila era tigre?, pensé… luego vi la silueta del felino… Gata de mierd… casi me da un infarto por su culpa, era la mascota de Mili, una gata angora. Ambos nos reímos y respiramos aliviados…

Mili ahuyento con señas a su gata para que no se acerque, machistamente pensé: las perras y las gatas no se llevan bien… pero estaba bien que la ahuyentara, tampoco era para que la gata venga a hacer más ruido y despierte al viejo de Mili… shu, shu, vete michi… le decía.

Una vez que la gata huyo, Mili se paró, dejando caer mi reducida verga llena de mi leche que caía de su ano abierto. Ella lo miro con gracia y ternura, adivino que el estrés del momento lo dejaron así…

– Uy pobrecito como quedaste… dijo risueña arrodillándose frente a mi verga, para darle su respectiva limpieza, un ritual que parecía haber adoptado.

Una vez que termino su labor, abandono mi verga semi erecta. Mili no quería exponerse más de la cuenta a ser descubierta en su casa… tomo un trapo y limpio como pudo las huellas de mi semen en sus nalgas y muslos, luego en mi pantalón… Mientras yo la miraba complacido y ella me sonreía satisfecha.

Yo estaba desparramado entre el piso y el mueble, dejando que Mili hiciera todo, yo estaba molido… ella en cambio parecía repuesta, se empezó a acicalar, se cubrió todo y se atrevió a modelar provocativa y juguetonamente para mi… pero tanta payasada nos pondría nuevamente en evidencia…

Mili se paseaba al lado del auto, sus pies aun desnudos por momentos parecían resbalarse, robándome sonrisas… pero en una de esas resbalo por lo que parecía parte de mi leche que se le escapó de sus intimidades cuando se paró. El asunto es que el resbalón la hizo caer de lado, obligándola a apoyarse en el auto, lo que a su vez… activo la alarma del coche… si, con sirenas, luces y todo…

– Por la put… madr… dije, ahora sí que me jodi completamente, pensé.

Con todo ese ruido no tardaría en venir el viejo de Mili y darme la tunda de mi vida. No podía esconderme en ningún lado, no podía salir por la puerta sin hacer ruido y exponerme a un tiro en mi huida, tampoco podía presentarme con mi pantalón manchado con mi propio semen.

Solo me quedaba ofrecerle al viejo de Mili mi mejilla izquierda, ya que la derecha estaba maltrecha… me encontraba resignado, mientras escuchaba el ruido que venía de encima de nosotros, de la casa…. Eran pasos ruidosos, de gigante, apresurados por llegar a la cochera…

Mili nuevamente horrorizada me miraba, por más que ella retuviera a su viejo en las escaleras, el militar bajaría a ver si es que su hijita vino con algún novio aprovechado… pero esta vez Mili me sorprendió, me hizo rápidas señas para que me meta debajo del auto… era mi última opción, me metí arrastrándome debajo del auto, mientras Mili presurosa subía la funda para dejarme entrar…

– ¿Quién anda ahí?… era la voz grave del viejo de Mili, venia de la escalera…

A la mierd… hasta acá llegue, pensé, terminando de meterme bajo el auto, mientras Mili dejaba caer la funda para cubrir el auto y a su amante que la satisfacía analmente…

– Papi, soy yo… dijo Mili asustada mientras escuchaba en las gradas a su viejo bajando.

– ¿Estas son horas de llegar?, ¿entrando a escondidas por acá en esas fachas?… se le venía la reprimenda a Mili, mientras yo apenas respiraba bajo el auto.

– Ay papi, lo siento, es que se me paso a hora, no quise despertarte, pero tropecé y active sin querer la alarma del auto… con esa vocecita de niña engreída que ponía, me daban ganas de empalarla con su vestido de escolar.

– Ok, mi niña, está bien, pero sabes que no me gusta que te vistas así, te expones a mañosos…

– Papi se defenderme, aprendí del mejor, aparte quien se va querer meter con la hija de un gran militar… dijo alimentando el ego de su padre, mientras yo esperaba que se lo lleve de ahí.

– Jajaja… si… pero… dijo el viejo zorro dudando y empezó a olfatear… acá huele raro…

Ay caraj… sentía que me orinaba… claro que olía raro, su hija olía a mi semen, me la tire 3 veces esa noche, tenía impregnado mi olor a esperma… su nenita tenía su enorme culo meloso por mi leche…

– Buenooo papi… tu sabes que estuve en una fiesta… se me debe haber pegado el olor del trago y los cigarros… tu sabes ese humor se impregna… se justificó mili medio nerviosa.

– Puede ser… pero huele como a cloro… sentencio el viejo, me jodi pensé se va dar cuenta que es olor de leche que aun tenia mili en su esfínter ajustándolo seguro para que no salga.

– Debe ser el cloro que mama usa para limpiar el piso… explico Mili miedosa.

– Si, puede ser… ¿Que se mueve ahí?… dijo nuevamente serio.

A la mierd… yo estaba tieso, pero la funda del auto parecía moverse… a mis pies veía la gata de Mili paseándose cerca al neumático… Que carajos tengo que se me pegan las perras y las gatas!… pensaba mientras veía la luz entrar debajo del auto, el viejo estaba subiendo la funda y Mili estaba helada seguro.

En mi nerviosismo me di maña para empujar con mi pie a la gata hacia afuera… la que salió maullando y pegándose a la pierna de ese gigante que parecía pie grande…

– Esta gata tuya… decía el viejo mientras aliviado veía la funda nuevamente caer y cubrirme… ven hija, vamos a dormir…

– Papi no tengo sueño… quiero quedarme un rato viendo tele… dijo caprichosamente Mili.

– Ok… pero no te desveles y ponle seguro a la puerta de la cochera…

Yo respiraba aliviado bajo el auto, escuchando en las gradas los pasos del viejo de Mili, me quede un rato… escuche unos pasos más suaves en la escalera, pensé que era la vieja de Mili…

– Dany… ya puedes salir, ya le puse seguro a la puerta de arriba.

– Que cerca estuvo eso… creo q perdí un par de kilos…

Algo precavidos y cansados por todo lo hecho, solo estuvimos un rato en su sofá dándonos besos, esperando que el militar se duerma de nuevo. Varias veces Mili me jalo de la puerta de su casa para volver a llenarme de besos, hasta que me permitió irme, tome un taxi a mi casa. Caí rendido en mi cama.

Al día siguiente Guille me conto que en la fiesta solo hubieron rumores de que Javier me atrapo besando a Mili y por eso se armó el lio… bueno si solo piensan que la bese, estamos bien, me dije… es que también tengo perfil bajo sin fama de pendejo, Mili se viste apretada pero no da pie a que se le acerquen mucho… más bien lo que comentaron más fueron las fachas de Vane, que normalmente vestía bien pero no tan provocativa, era como si pasara de monja a puta… más de uno le quería caer…

Al día siguiente, lunes, empezaban los exámenes en la facultad, así que la gente estaría más distraída en eso. Mili y yo solo teníamos examen el martes de la materia que llevamos juntos y del que estábamos en la cuerda floja. El buen Guille que era delegado del curso, me informo que el lunes en la noche había opción de sustentar nuevamente nuestro trabajo para recuperar los puntos que perdimos aquella vez que sustentamos mal por la tensión que había entre Mili y yo tras desvirgar su ano.

Ese domingo Mili y yo optamos por darnos libre ese día y estudiar por separado, era mucha tentación estar juntos… le avise del trabajo, me dijo que pase a recogerla una hora antes de la clase.

El lunes después de almorzar tarde me di una siesta, y me levante casi a la hora de la clase… Diablos… mi viejo al verme apurado, se compadeció de mí y me dio las llaves de su auto… caraj… o me aprecia mi viejo o piensa que más caro le sale pagarme de nuevo el curso… en fin, salí volando a buscar a Mili…

Mili también tomo una siesta y me recibió soñolienta sin noción de la hora… en una malla negra y una chompa suelta que le cubría buena parte de su deliciosa anatomía…

– Espérame que me cambio… me dijo

– No hay tiempo que nos agarra el tráfico… replique.

– Al menos déjame lavarme… me dijo.

Salió unos minutos después, subimos al auto, mientras ella se peinaba y terminaba de maquillarse, yo buscaba la ruta más corta, pero nada, tráfico en todos lados… el curso era de 6 a 8, y ya eran las 7pm…

– Ay Dany… como me haces venir así… que vergüenza, esta malla está rota… me dijo.

Baje la vista, Mili había abierto sus piernas y me mostraba el agujero que tenía su malla a la altura del pubis, lugar propicio pensé, mientras me imaginaba como aprovechar ese agujero… hasta que un claxon me devolvió a la realidad… semáforo en verde, avancemos…

– No es tan grande el hueco, aparte está ahí abajo y no se verá (a menos que necesites levantar la pierna para evitar que nos reprueben)… le dije calmándola.

Llegamos a las 7.30… como ya no había gente, el profesor preparaba sus cosas para irse… aquí ayudo el ruego de Mili, si este profe como cualquiera se deleitaba viéndola con sus ropas apretadas, al menos un favor le debía permitir a una alumna cumplida como Mili…

Expusimos soberbiamente, el domingo estudiamos bien, e igual que en el sexo nos complementamos muy bien… incluso el profesor nos felicitó. Nos faltaba poco para aprobar el curso, el examen al día siguiente seria puro trámite… Mili parecía una niña feliz… saliendo del salón, me planto un beso…

– Nos van a ver… le dije, pero el pasillo estaba vacío solo había gente en los salones en exámenes.

– No me importa… eres mío y tarde o temprano lo sabrán… dijo orgullosa y quizás marcando territorio, ya que Vane se me regalaba quería evitar que otra tentara suerte conmigo.

En realidad nunca tuve una chica en la facultad, desde que ingrese siempre evite enredarme con chicas de la facu para evitarme distracciones. Viví era de otra universidad, a Jeny la conocí estudiando inglés, a Angie trabajando en una tienda (casi en simultaneo con la anterior, otro enredo que algún día contare), luego una relación filial camuflada con mi prima Anita y otra relación dando clases de matemáticas a una escolar (Cinthya)… ese era mi prontuario de mi época universitaria… todas lejos de las aulas…

No había pensado como seria eso de tener enamorada en la facu, como actuar… bueno faltaba poco para terminar la carrera… así que solo dejaría fluir las cosas, permitiría que Mili se deje llevar por la alegría del momento, bajamos a buscar el auto. Por los exámenes, las cocheras cercanas a la facultad estaban llenas, tuve que estacionar en otra facultad donde había pocos autos y era algo oscuro…

Entramos al auto… había dejado una luna posterior semi abierta, lo que hizo que uno de los rollos de planos de arquitectura de mi papa, que estaban sobre el asiento de atrás, se desenrede y por el viento el papel cubría la luna posterior, no me dejaría ver por el retrovisor….

– Mili hazme el favor de sacar eso de ahí… le dije señalando los planos.

– Si me lo pides… te hago cualquier favor… me dijo coquetamente mirando mi entrepierna.

Por un momento pensé que había liberado nuevamente a la fiera anal… pero parecía más un juego suyo, ya que no dio pie a que le conteste nada… solo vio mi cara de sorpresa, sonrió y salió y entro por la puerta de atrás, por el retrovisor la vi sentada forcejear con el plano… mientras yo veía la hora…

Luego escuche un ruido del rasgar de una tela, pensé que Mili había roto el asiento y ahí si mi viejo me mata… levante la vista y vi como Mili se había subido al asiento de atrás, en 4 patas con las rodillas sobre el asiento y los codos en el respaldar… en esa acción el hueco que tenía en la malla se hizo más grande…

– Ay no… que vergüenza… no voltees… no me veas por favor… exclamo.

Lo que vi por el retrovisor quise verlo mejor y voltee, era un espectáculo inusual y excitante: Mili en cuatro con sus gordas nalgas abiertas casi en mi cara, la malla descocida entre su pubis y su ano, su pequeña tanga se metía entre sus labios vaginales, que parecían empezar a mojarse con esa fricción…

No me importo que estuviéramos en la universidad, aposte porque las lunas polarizadas del auto nos cubrirían de cualquier curioso que pasase por ese desolado estacionamiento. En ese momento no lo pensé dos veces, simplemente tome los bordes de esa descocida malla y tire a los lados abriéndola más.

– Queee… Dany no… ummm… gimió Mili, mientras sentía que mi lengua incitaba su vagina.

Nunca me había provocado tanto hacerle sexo oral a una chica, claro que lo había hecho, pero esta vez por la posición y el espectáculo que me daba Mili, me abalance sobre su conchita y la lengüeteé ferozmente, mientras con mis manos estrujaba sus enormes nalgas… y ella se estremecía…

– Para ya… no… no pares… sigue… se desdecía al sentir mi lengua en su clítoris.

Me di maña para liberar mi verga que ya votaba líquidos… baje como pude el asiento de al lado, mientras Mili se quitaba su polera que con la calentura la hacía sudar. Ahora tenía el pecho desnudo, solo con el brasier negro conteniendo sus grandes melones… y claro su malla, negra rota de par en par, con su hilo dental a un lado, mientras ella arqueaba la espalda esperando recibirme…

– ¿Qué esperas?… vamos… me decía enloquecida de excitación.

Pase como pude atrás, para esto el auto ya rebotaba en sus amortiguadores, por suerte no veía a nadie y tenía la alarma apagada… la bondad de ese auto era su espacio posterior y su altura, fácilmente entramos los dos en el asiento de atrás, ella con sus gordas nalgas apuntándome…

– Uhmmm… gimió al sentir mi verga hundirse en su húmeda vagina… no ahí, no, después no habrá tiempo para este… dijo apuntando su ano y agrego… y por acá es más rico…

– Como gustes… le dije tomándola de la cintura y apuntando a su ansioso ano.

La fui empalando lentamente, tomándola por la cintura y atrayéndola hacia mí, mientras ella me empujaba su enorme rabo a mi entrepierna. Mili que antes apoyaba sus codos en el espaldar, ahora tenía clavada sus garras en el asiento… así como yo me la clavaba a ella…

– Ay… no puede ser q me guste tanto estooo…. como me encanta ser tu perra… vociferaba enloquecida por el placer que le causaba tener su ano invadido por mi verga hasta la raíz.

Nuevamente la imagen parecía propia de una violación, un sometimiento salvaje… Mili con la malla rota mostrando su raja y sus nalgas a medias, yo martillándole el culo salvajemente mientras tomaba de riendas lo que queda de su malla, su brasier y sus cabellos… esa era también la excitación del momento, nuevamente al borde de ser descubiertos hasta expulsados.

Por Mili estaba excediendo los límites de la cordura y el exhibicionismo, una cosa era someterla en mi casa vacía… pero en el cine, en la biblioteca, en el coliseo, en el baño de la casa de Guille, en la cochera de sus padres… y ahora en el estacionamiento de la facultad!!!

Quien diría que Mili, esa morena apetitosa pero que mantenía a raya a los que querían propasarse, que se hacía respetar con sus gestos y miradas… terminaría siendo una esclava de sus pasiones, una adicta al sexo anal… algún viejo familiar me dijo cuando yo era adolescente: toda mujer tiene una puta en su interior, depende de cada uno hacer que aflore… y parece que le había dado en el punto exacto a Mili…

– No pares por favor… más fuerte… me rogaba, pasando sus brazos por atrás y tomando los bordes de su malla para abrirlos más, para que vea sus gordas nalgas.

Eso no fue todo, acto seguido, ella misma tomo sus redondas nalgas y las abrió, como para que mi verga se le hunda hasta el fondo… yo se la incrustaba tan fuerte como podía y ella resistía, mientras el auto se movía como poseído dentro del estacionamiento, ya comenzaba a chirriar pero no nos importaba.

Por momentos le besaba el cuello y la hacía temblar, o tomaba de los pelos a Mili jalando su cabeza para atrás para que me bese, dándole a entender que yo mandaba en ese castigo anal a la que la sometía… ella no se quejaba, como loca buscaba mi lengua… mientras sus senos ya habían saltado de su brasier, sus duros pezones rebotaban contra el asiento…

– Dany… ya no… ya no… que me matas… ohhh…. Uhmmm… decía Mili desfalleciente.

– Aguanta un poco… ufff ufff… le pedía sintiendo que me faltaba poco.

Apure mis movimientos, viendo a ella más cerca al orgasmo que yo… hacia retumbar sus redondas nalgas contra mí. Me invadió el morbo de ver ese enorme trasero temblar con mi verga abriéndola en dos… ella volteo y me miro con una expresión de placer, por momentos de niña violada, sometida, castigada… viendo de lado sus enormes melones vibrar con mis embestidas…

Esas imágenes terminaron por excitarme más y hacerme llegar mientras le hundía mi verga a más no poder dividiendo sus abultadas nalgas y ella contraía todo su bronceado cuerpo, mis dedos se hundían en sus gordos glúteos transmitiendo mi éxtasis… luego le vinieron los temblores y las contracciones de placer, con cada inyección de semen de mi pene a sus intestinos…

– Ay Dany… no puedo…ufff… no puedo respirar… lo disfrutó tanto que se estaba sofocando, también era porque teníamos las lunas cerradas.

No podíamos abrir las ventanas porque nos verían, solo me dedique a calmarla, acariciar sus cabellos… ella me tomo la mano y la dirigió a sus senos, sentía su corazón palpitar a mil al borde de la taquicardia… resignada a esperar que pase, apoyo sus brazos y cabeza contra el asiento… hasta que…

Escuchamos pasos afuera… a través de la luna polarizada pude ver la imagen de un hombre en traje… mierd… debe ser profesor… abrió la maletera de su auto y metió algunos documentos, ahí lo pude ver bien… era el mismo profesor que minutos antes nos aprobó y ahora estaba a unos metros de mi auto, si nos descubría no solo nos reprobaban, nos expulsaban.

Mili yacía deshecha debajo mío con mi verga aun clavada en su ano palpitante, recuperando su respiración, no sospechaba del peligro… pensé que ese profesor se subiría a su auto y se iría… pero poso su vista extrañada en mi auto, cerro su maletera y comenzó a caminar hacia nosotros…

La put… que te pario!… ¿por qué mierd… vienes?… vete caraj… murmure intentando ahuyentarlo.

El profe habrá visto el auto moverse, rebotar sobre los neumáticos, eso despierta cualquier sospecha. Mili no reaccionaba, estaba casi desmayada. Luego recordé las palabras de Guille respecto a que estábamos pagando nuestros errores…

Maldito karma… pensé.

Continuara

 

Relato erótico:”Gracias al padre 5, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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JEFAS PORTADA2Todo se había desencadenado, desde que Isabel se fue de mi casa, desesperada. Nunca en Sin títulosu vida había sido objeto de una degradación, así. Se sabía en mis manos, no había escapatoria, iba a ser mi esclava, y no podía evitarlo. Me tenía miedo, pero solo pensar en el ir a la cárcel, le aterrorizaba. Con este pensamiento, encendió su coche, dirigiéndose al apartamento de Patricia. Tenía que convencerle, que no había mas remedio que aceptar nuestra oferta. Eran amigas y socias, su destino era común, no podía dejarla en la estacada.

Vivía cerca, por lo que solo tardó cinco minutos, en llegar. Preocupada, tocó el timbre. Conocía el edificio, a la perfección, allí mismo habían decidido ser socias durante una cena. Desde que se conocieron, habían congeniado a la perfección, tenían los mismos intereses, los mismos ideales. Sabía que iba a ser difícil convencerla, tenía unos principios muy sólidos, y la oferta que tenían en la mesa, era todo lo contrario.
Al abrirle la puerta, toda la tensión y la humillación que había sufrido, hizo que se lanzara a sus brazos, en busca de consuelo. No había nada sexual en ello, Necesitaba cariño, apoyo. Durante unos minutos, se quedaron así, abrazadas. Isabel no podía hablar, por mucho que su socia le preguntara que es lo que había pasado. Se sentía hecha una piltrafa, no solo había sido follada, sino que le habíamos obligado a hacerle el sexo oral a Lucia. Era tal, su vergüenza, que era incapaz de contarlo.
Ya un poco mas calmada, se dejó llevar a la cocina.
-¿Quieres una tila?-, le preguntó Patricia, mientras le sentaba en una silla. No esperó su contestación, viendo que estaba hecha un mar de nervios, se la preparó en el micro. Como autómata empezó a bebérsela, mientras pensaba como abordar el problema.
-No nos van a ayudar-, afirmó su amiga. Había malinterpretado su desesperación, pensaba que era por tener que ir a la cárcel, y no porque su querida amiga y su novio la hubieran violado.
-No es eso-, le contestó, -Pedro ha prometido ayudarnos por con una condición-.
-¿Cuál?-,
Pensó unos momentos antes de contestar, su corazón le pedía contarle su angustia al ser penetrada contra su voluntad, su asco al sentir el sexo húmedo de Lucia en su boca, mi risa al despedirse, pero su mente se lo impidió:
-Pedro se hará cargo de nuestras deudas, si durante dos años nos convertimos en sus amantes-, le explicó quitando le hierro, a lo de ser sus esclavas sexuales.
-Amantes, ¿de quien?, ¿de Pedro?-, le contestó con un brillo en su mirada.
-De los dos, Lucia también participaría-.
-¡Habrás aceptado!-, le contestó con un deje de alegría en su voz. No se lo podía creer, lejos de rechazar la idea, le gustaba. Era una perra, mientras ella sufría la agresión, la había dejado sola, y encima, ahora , parecía encantada con la oferta. Todos estos años, haciéndose la mojigata, y resulta que era una puta.
-No, no les interesaba yo, sola, debíamos ser las dos quienes aceptáramos-, le contestó, cabreada.
 
-Llámalos y diles que aceptamos-, le dijo con una sonrisa. Hecha una furia, cogió el teléfono y me llamó.
Estaba dormido, cuando sonó mi teléfono, era Isabel que me pedía que fuera a casa de Patricia. Extrañado, le pregunté el motivo, solo me contestó que habían recapacitado y que querían hablar conmigo. Decidí, vestirme e ir a su encuentro, Lucia no se había enterado de nada, por lo que pasé de despertarla.
Nada mas colgar, llegaba Patricia con una botella de champagne y dos copas:
-Hay que celebrarlo-, venía exultante por su suerte. Fue la gota que colmo el vaso, Isabel sin poder refrenarse, se lanzó contra ella.
-¡Zorra!, no sabes por lo que me han hecho pasar-, le gritó, mientras de un bofetón la tiraba al suelo, -he sido usada, sometida, dominada, y tu entre tanto, en tu casa tranquilamente-.
-No sé, de que te quejas, en vez de pasarnos quince años en la sombra, vamos a ser amantes de una pareja, que además, está muy bien-, le contestó sin comprender, todavía el destino que les teníamos reservado.
-No seremos sus amantes, sino objetós de sus caprichos, meras esclavas-.
-Aun así, lo prefiero-.
-Entonces te voy a preparar-, le contestó Isabel, cogiéndola de los brazos, y llevándola a la habitación.
Era más fuerte que ella, en breves instantes, desgarró su ropa, dejándola desnuda. Su ira le impidió, siquiera oir sus quejas, hiciera lo que hiciera, sería menos cruel que lo que ella había soportado. El colmo fue sentir como Patricia, al defenderse le hincaba los dientes en su pantorrilla. La tumbó de espaldas en la cama, y sin piedad, empezó a azotarla.
Sus golpes, la hicieron llorar en un principio, pero rápidamente se transformaron en gemidos. “ A la muy zorra le gusta”, pensó asombrada, no solo no se oponía sino que para recibirlos mejor, había levantado su trasero, dándole un excelente objetivo a sus azotes. Su piel tenía un color rojizo, irritada por los golpes. Siguió con el castigo, pero algo en su interior estaba cambiando, notó como su rabia, se iba transformando en excitación. Tenerla a su merced, la ponía cachonda.
Consciente de ello, empezó a usarla, como ella había sido usada. Metió sus dedos en la cueva de su amiga, quien, fuera de control, abrió sus piernas para facilitar su maniobra, dejándola ver un sexo, poblado, y húmedo.
Isabel viendo que estaba como poseída, forzó su vulva, introduciéndole toda la mano en la vagina. Un grito de dolor salió de su garganta, el correctivo era demasiado doloroso, por lo que intentó zafarse, cerrando las piernas. “Pedro no había tenido clemencia conmigo”, pensó, “yo no tengo porque tenerla con ella”, por lo que llevando su mano al pecho de Patricia, torturó su pezón con un cruel pellizco. Volvió a gritar, pero su sufrimiento se trocó en placer, y mientras se retorcía disfrutando como una perra, su sexo empezó a segregar un manantial, que mojó el pantalón de Isabel.
En ese momento, toqué el timbre de la casa, lo que no le dio tiempo a castigarla por haberla empapado.
-Voy a abrir a Pedro, ¡ni se te ocurra moverte!, ¡quédate como estás, para que pueda ver, que tipo de puta, se va a follar esta noche!.
Al abrirme la puerta, pude intuir que algo había cambiado, sus mejillas estaban coloradas, producto del esfuerzo y de la excitación. Educadamente, me hizo pasar, sobre la mesa, estaba el champagne y las copas que Patricia había sacado para brindar. Sin preguntarle, abrí la botella, y sirviendo dos copas le pregunté:
-¿Qué es lo que tenemos que celebrar?-

-Nuestra completa sumisión a partir de mañana, pero con una única condición-, hizo una tregua antes de continuar. Mi expresión divertida le dio los ánimos, que le faltaban, para continuar,-esta noche, quiero ayudarte a seguir entrenando a Patricia-
Solté una carcajada, aceptando. Me picaba la curiosidad de lo que había ocurrido, por lo que me tuvo que relatar como se había sentido engañada, como la había castigado, y como había hecho uso de su coño, dejando para mi el culo, totalmente virgen. Satisfecho y cogiendo la botella, le repliqué:
-Vamos, no se nos vaya a enfriar -.
Entrando en la habitación, pude ver que la muchacha seguía en la misma posición que la había dejado. Sin mediar palabra, empecé a desnudarme, pidiéndole por gestos a Isabel, que hiciera lo propio. Mi alumna, no se hizo de rogar, quitándose toda la ropa. Al quitarse las bragas, me las tiró, diciéndome que tocara lo mojadas que estaban.
Acto seguido, levantó a Patricia, tirándola de los pelos. Ya erguida, empezó a mostrarme al ganado.
-Pedro, como puedes ver, esta zorrita tiene unos buenos pezones, que le encanta que se los pellizque así-, me dijo mientras los torturaba sin piedad. Patricia respondió a su tortura con un gemido, que no supe definir si era de dolor o de deseo,- su coño es vulgar, no está depilado, pero eso se puede arreglar, pero en cambio su culo es espectacular, está un poco rojo, pero es por que te lo he preparado, así-, dijo soltándole un tremendo azote, que hizo que se cayera en la cama.
-Siéntate en el sofá, con la piernas abiertas-, pedí a Isabel, y cogiendo a la zorrita, le puse su cara en el sexo de mi asistente. Como una loca, se apoderó del clítoris, y separando sus labios, mordisqueó suavemente el monte de placer, mientras que con sus manos acariciaba los pechos de su dueña. Esta, lejos de ser la frígida de antes, se la notaba cercana al orgasmo, y apretándole la cabeza, le grito: -¡Hasta dentro!¡Quiero sentir como me chupas!.
Me arrodillé detrás de la muchacha, y abriéndole las nalgas, observé su culito virgen, rosado y prieto que no había sido usado en su vida. Al sentir mis maniobras, paró, pero con un fuerte golpe, le obligué a que continuara con su mamada, lo que provocó la explosión de goce de la morena.
“Es un desperdicio, que nadie haya usado este culo”, medité y agarrando la botella, le introduje de golpe el cuello de la misma. Gritó de dolor, al sentir como se desgarraba su esfínter, y un fino riachuelo de sangre recorría sus mulos. Agitando la botella, el liquido a presión inundó sus entrañas, mientras ella se corría con fuertes aullidos de placer.
-Coge la botella, sin sacarla, ¡No vayas a mancharnos!, y quítatela en el baño -, le ordené.
La muchacha dócilmente se levantó a cumplir mi orden, lo que me dejó el sexo de Isabel, solo para mí. Como tanto ella, como mi pene, estaban listos, de un golpe certero, se lo encaje dentro de su cueva. Su sexo estaba empapado, lo que facilitó mis movimientos. Desde el principio mi ritmo fue brutal, mis pelotas rebotaban contra ella, de la misma forma que la punta de mi lanza, hería la pared de su vagina. Apretándome con sus piernas, se corrió en bestiales sacudidas, arqueándose entera, y pidiéndome mas. No me hice esperar y con la respiración entrecortada, me derramé en su interior, regándola de mi simiente.
 
Exhausto, me desplomé sobre ella, mientras desde el baño, oíamos la detonación provocada por Patricia, al sacarse la botella de su ano.
                                                               
 
 
 
 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (19)” (POR ADRIANRELOAD)

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me daríasMientras me cogía a Mili en el auto, desactive la alarma para no hacer ruido, los seguros de la puerta Sin títuloestaban desbloqueados, cualquiera podría entrar… ese profe que no aguantaba pulgas, que por menos saco a alumnos del salón, si me encontraba con mi verga anclada en el culo de Mili, fácil nos expulsaban.

Ya estaba casi frente al auto, se acercaba poniendo sus manos sobre la vista, como hacen las personas para ver dentro de un auto de lunas polarizadas… este maldito voyerista, habrá visto el auto moverse y sospecho lo que pasaba y quiere espiar seguro… malnacid… pensé, mientras yo volteaba el rostro, al menos para que no vea mi cara, ni la de Mili que yacía enterrada en el asiento.

– Hey… ¿qué hace ahí?…

Mierd… nos descubrieron… pero no, al girar el rostro para que no me vea el profe, note que por el otro lado venia otra persona… que cagad… ¿más gente?, ¿otro profesor?… no, era un vigilante… al oír su voz, Mili reacciono, levanto su cabeza y quiso decir algo, yo le puse una mano en la boca para que se calle.

– Soy el profesor Rodriguez, este auto está en el estacionamiento del decano… dijo excusándose el profe que había sido atrapado queriendo fisgonear en el interior de un auto ajeno.

Caraj… por el apuro de ir a exponer, estacionamos en cualquier lugar y justo en el puto lugar del decano, estábamos hundidos a mas no poder. Mili resoplaba y sollozaba al notar la situación. No podíamos hacer nada, solo quedarnos como estatuas, si nos movíamos el auto se tambalearía poniéndonos en evidencia.

– Bueno, el decano no vino hoy… pero déjeme hacer la guardia para ver a quien pertenece el auto y hacerle la amonestación respectiva… dijo diligente el vigilante.

– Ok… lo dejo en tus manos… dijo el profesor y emprendió regreso a su auto.

Mientras escuchaba el auto del profe alejarse, el vigilante, se quedó rondando desde lejos el auto, esperando ver llegar al dueño para increparle su descuido.

– ¿Por qué no se larga?… murmuraba Mili nerviosa, sentía que mi leche salía de su ano y se desparramaba por sus muslos.

– Ya tranquila… le decía para calmarla, pero en realidad yo intuía que pronto más estudiantes y profesores saldrían y estaríamos más expuestos aun.

Dentro de nuestro karma, tuvimos la suerte que sonó la radio del vigilante, seguro solicitaron su apoyo, porque se fue lentamente de cuando en cuando volteando a mirar… al fin, me dije, respirando aliviado.

– Ay Dany!… ¿por qué nos pasan estas cosas a nosotros?… se quejaba Mili.

– No sé, pero no hay tiempo, hay que cambiarnos… le dije, no había tiempo para teorizar.

Ubique unas franelas que mi viejo ponía detrás del asiento para limpiar sus lunas, con eso me limpie, pero la atolondrada de Mili en su apuro se limpió con el borde de su propia chompa, ensuciándola… y nuevamente se iría perfumada por la fragancia de mi semen.

Para mí era fácil, metía mi pene en el pantalón y listo… pero Mili… tenia rota y jaloneada la malla, su chompa manchada con leche apenas la tapaba porque se la remango para no mostrar la mancha… con todo eso, ella no podía salir del auto así. Solo le quedo escurrirse entre los asientos para pasar adelante, mientras yo salía rápidamente y pasaba al asiento del chofer.

Mili angustiada veía su malla rota, exponiendo toda su intimidad, pero eso lo resolveríamos después, ahora había que huir de la facultad… pero… escuche unos golpes en la luna… caraj… otra vez… voltee a ver… y era el vigilante que había vuelto… no podía bajar la luna porque vería todo el espectáculo de la vagina de Mili al descubierto. Ella solo se tomaba el rostro rojo de vergüenza y casi al borde del sollozo.

– Alumno lo vi entrar, por favor baje la luna e identifíquese… decía el vigilante a un lado del auto.

– Deme un minuto… le dije, mientras buscaba con que cubrir a Mili.

Recordé que mi padre en la guantera guardaba los documentos del auto en un folder grande. Lo saque y se lo puse a Mili sobre sus piernas, tapando su pubis. Ella al sentirse cubierta sonrió aliviada. Baje la luna y era el mismo vigilante que semanas antes deleito con las curvas de Mili al verla salir después de que la cogí en el baño y que también le rompí la blusa.

Obviamente empezó la reprimenda, le explique el apuro de la exposición, aun así quiso retener mi carnet de estudiante. Ahí intervino Mili, el vigilante la reconoció, se puso nervioso recordando las formas de ella, así que moderó su tono y solo nos advirtió que no lo volvamos hacer. Salimos raudos a su casa, me quite la camisa y ella se la puso encima, entro a su casa cubierta y yo me quede con un polo.

Al día siguiente, Mili y yo nos encontraríamos a Vane en el examen. Mili sabiendo eso, en esa competencia femenina, se puso una blusa blanca escotada con un brasier negro que traslucía algo, una falda escocesa rojinegra suelta, a media altura entre su pubis y sus rodillas, y unas panties negras… me hizo recordar, la imagen que fantasee en la cochera de su casa cuando la oí hablarle engreída a su padre… cuando quise verla vestida de escolar y cogerla salvajemente como a una lolita…

En cambio Vane no volvió usar ropa tentadora como en la fiesta, pero tampoco volvió a su ropa recatada… digamos que para disimular las fachas expuestas en la casa de Guille, opto por una vestimenta intermedia, como para que no digan que se vistió así para llamar mi atención sino que era parte de su cambio de look… esta vez usaba jeans apretados, si bien antes los cubría con blusas o chompas largas, ahora las tenía apenas debajo de la cintura, dejando ver su bien formado trasero…

Más de uno al entrar al salón se sorprendió gratamente al verla de espaldas… obvio que a mí como hombre, me jalo la vista más de una vez, pero tenía la vigilancia de Mili cerca, así que trataba de verla disimuladamente. Y bueno, como supondrán, Mili detestaba a Vane, porque le quiso robar su chico, porque la insulto y desprecio… si estuvieran solas fácil se agarraban de las greñas nuevamente.

Por suerte el buen Guille procuraba mantener a Vane alejada de nosotros, le conversaba para distraerla, pero no evitaba que Vane me mande miradas coquetas que enervaban a Mili… eso era lo que buscaba Vane, provocarla como para decirle que no todo estaba dicho… que le podía quitar a su hombre.

Para nuestra suerte, la gente estaba más preocupada en sus exámenes, algunas miradas nos dieron a Mili y a mí recordando el incidente en la fiesta, quizás algún comentario, pero no paso a más… unos conocidos me preguntaron por la hinchazón en mi mejilla y tuve que excusar un incidente en un baño (que en parte era cierto, sin llegar a detalles escabrosos y escandalosos).

Lo bueno era que Javier andaba más atrasado en sus estudios y no compartíamos cursos. Solo los que lo vieron me dijeron en broma que al parecer Javier había querido besar un camión y este lo atropello (el camión tenía mi nombre en la placa)… si mi cara estaba algo hinchada, me imagino como estaría la de él.

Durante el examen, Vane volteaba a verme coqueta y hasta guiñarme el ojo por ratos… esta bruja provocadora… Mili al notarlo le daba unas furiosas miradas… después me diría algo que parecía inculcado por su padre militar: Lo que es mío, es mío y no lo comparto!… yo le hacía señas a Mili para que se calme y continúe su examen, quedaba media hora para que termine la prueba… pero…

– Uds. ¿Qué hacen?… denme sus exámenes… dijo severo el profesor detrás mío.

La cagad… el profesor creyó que estábamos copiando. No pudimos protestar mucho, ya que nos tenía fichados desde hace tiempo por lo irregulares que éramos en el curso. Nos sacó del salón mientras Guille miraba preocupado y la insidiosa de Vane nos sonreía burlonamente… esa maldit…

Dejo a un vigilante cuidando el aula, mientras nos dirigía a su oficina. Nos pidió que esperemos ahí hasta que termine la prueba, luego hablaríamos de las sanciones… nos dejó ahí sentados en su escritorio y regreso al salón, yo de mal humor maldecía mi suerte… ni bien se alejó empezaron sus disculpas:

– Lo siento Dany… es mi culpa… esa perr… me saca de quicio… dijo entre apenada y colérica.

– Caíste en su juego y ya viste donde estamos… le dije resignado.

– Me puse celosa, porque vi como la mirabas antes del examen… dijo Mili parándose.

– Dale con eso ¿no confías en mí?, una cosa es que me jale la vista y otra que la desee… explique.

– Entonces… a mi… ¿me deseas?… dijo provocativamente, inclinándose para que vea sus senos.

– Como conejo en celo… replique perdiéndome entre sus melones y escote.

– ¿Ahora?… me dijo mientras apoyaba su estómago en el escritorio.

– ¿Estás loca?… le dije sorprendido, casi nos atrapan por descuido pero esto era suicidio.

– Demuéstrame cuanto me deseas…. me pidió como niña engreída.

Ahora no solo veía sus grandes senos, sino su falda levantada descubriendo sus generosas nalgas… me dedique a acariciarlas y jalonearlas embobado, su pequeña ropa interior había desaparecido entre esos enormes cachetes… ella se estaba excitando y en su delirio me hizo su ultimo pedido…

– Si me quieres… me lo harás aquí y ahora… dijo completamente arrecha.

Era un chantaje sentimental que yo no habría aceptado en otras circunstancias, sin embargo esta hembra me tenía embrujado, cachondo al límite… pensando más con la cabeza de abajo que con la de arriba. Por un momento dude, pero voltee a ver sus suaves y gordas nalgas mientras las acariciaba.

Para mi mala suerte detrás de Mili había un espejo y podía ver por completo sus enormes glúteos entre los cuales se perdía una delgada ropa interior… un poco más abajo, donde terminaban sus rechonchas nalgas, empezaban las sexys ligas de sus panties que, a su vez, encerraban sus bien formadas piernas que lucían entrelazadas y se tensaban con cada caricia, más aun cuando le jalaba su tanga y se metía en su conchita húmeda… yo no aguantaba más ver esa escena. Mi pene quería romper mi pantalón…

– Ay no… Dany no, no… yo solo jugaba, solo quería saber si lo harías… decía mientras se retorcía.

Pero era muy tarde, había despertado mis instintos más básicos… ella negaba con palabras lo que a gritos pedía su cuerpo: quería ser cogida como una perra, quería sentirse segura que su hombre solo perdía la cabeza por ella… había jugado sus cartas para provocarme y que le pruebe mi afecto, pero su jueguito y capricho se le fue de las manos y terminaría en su ano…

– No Dany… basta… por favor no… que nos van a… ouuuu…. Uhmmm…. gimió al sentir mi verga ingresando fácilmente en su húmeda vagina.

Se había vuelto mi fantasía en los últimos días cogerla en uniforme escolar contra un mueble, como a colegiala malcriada en la oficina del director… esta vez la castigaría por ser una puta provocadora que no mide las consecuencias de sus celos y de sus chantajes…

– Estás loco… uhmmm… para ya… no… ahhh… reclamaba mientras yo tenía su rechoncho trasero rebotando entre mi cuerpo y el mueble.

Con sus palabras se resistía, pero su cuerpo me esperaba, tenía las manos bien asidas de los bordes del mueble, casi arañándolo, soportando mis embestidas… yo la cabalgaba teniendo un borde su falda como brida y por momentos usaba las ligas de sus panties para jalonearla a mi gusto… mi verga se deleitaba con su vagina, pero no por mucho… Mili en un terrible espasmo contrajo el cuerpo satisfecha… tanto tiempo sin penetrarla por la vagina que ya estaba recontra sensible…

– Ohhh… ufff… exclamo satisfecha.

Pero yo aún estaba en viada… encaprichado por hacerle todo lo que pudiera en esa vestimenta de lolita… espere unos instantes a que se recupere… saque mi verga empapada de su vagina. Ella quiso pararse para darle seguramente su limpieza habitual a mi pene… pero no la deje, con mis manos mantuve su cintura presionada contra el mueble… era mi esclava hasta que me satisficiera.

– Queee… no Dany ya estuvo bueno… ahí nomás… párale si… no más…. me increpo aun agitada.

– No te vas a librar tan fácil… le dije, ella me provoco casi chantajeo, ahora que se aguante.

No di pie a que se queje más… apunte mi verga a su ano, que se contrajo para no permitirme entrar. Yo me incline a ella, la jale del cabello para que sepa quien mandaba en esa cogida y luego le bese el cuello… eso la desarmo unos momentos, que aproveche para incrustarle mi verga hasta el fondo…

– Auuu… ¿Por qué eres así?… sabes que no… uhmmm… gimió nuevamente sometida.

– Tu empezaste… me justifique, comenzando a cabalgarla esta vez por el ano.

Estábamos en la oficina del profesor que en cualquier momento podía entrar, nuevamente la puerta sin seguro y no nos importaba… vivíamos nuestra sexualidad al límite, que karma ni que karma… ese culo merecía ser ultrajado salvajemente, ese pseudo disfraz de colegiala había llevado mi morbo al límite.

– Ohhh ufff… resoplaba Mili, resistiendo mis arremetidas, evitando gemir para no ser escuchados afuera, sabía que no me iría sin saciarme y ella se preparaba a disfrutarlo también.

Menuda imagen que encontraría el profe si entraba: sus alumnos copulando como conejos sobre su escritorio… Mili que seguro era parte de las fantasías del profe, yacía con su falda en la cintura, su tanga a un lado, sus panties jaloneadas, su gordo trasero martillado por mi ingle, su ano clavado por mi verga vehementemente… y ella con los cabellos revueltos y una expresión morbosa de satisfacción…

– Ohmmm… soy tu mujer, ¿verdad?… me dijo, mirándome entre extasiada y romántica.

– Si… solo tú eres mi mujer… y mi puta… le replique y la vi sonreír satisfecha de mi salvaje respuesta, que alejaba los fantasmas de celos que Vane le infundio desde la fiesta.

En otro momento pasional, Mili volteo y me miro embobada por la fuerza con que castigaba su ano… vio una imagen detrás nuestro, se estremeció pensando que era el profesor… pero se dio cuenta que era el espejo… su curiosidad pudo más y se estiro un poco más para ver mejor… nos vio casi de lado, su enorme culo tambaleando por mi vigor, rebotando, percibió mi verga entrando y saliendo de su ano…

– Que gran culo tengo!… ouuu… y me lo estas partiendo!… uhmmm… murmuro sorprendida, seguro al verse al espejo en otras situaciones no se daba cuenta del morbo que inspiraban sus carnosos formas, ahora ver rebotar su trasero la llenaba de dicha.

– Callate!, que nos van a oir… le advertí.

– Me callo, pero sigue por favor… sigue… ohhhh… decía gimiendo ahora en voz baja.

Con esa salvaje imagen del castigo anal, con el esfínter criminalmente saciado, recupero la excitación que levemente perdió al creer que el profe estaba detrás… el único detrás era yo que le bombeaba el culo con fiereza… tanto que Mili no tardó mucho en llegar a su segundo orgasmo y yo al primero…

– Ahhhh…. Ohhhh…. exclamo finalmente tapándose la boca.

En un último esfuerzo, le incruste mi verga a más no poder, sus infladas nalgas terminaron remangadas contra mi ingle, mientras mi verga ametrallaba su interior con ráfagas de leche que hacían que se le contraiga el espinazo. Luego se dejó caer satisfecha en el mueble. Yo resoplaba feliz de haber cumplido mi fantasía a costa de Mili y de la oficina del profe… pero como nunca tenemos suerte…

Sonó la alarma de la facultad, la que indicaba el cambio de hora y, en este caso, que el examen había terminado… mierd… ya vendría el profe a darnos la reprimenda, si nos encontraba así no solo nos reprobaban, nos votaban de la facu… como dicen, luego del gusto viene el disgusto…

Mili se contrajo toda, apretando sus nalgas y mi verga… auuu caraj… me estaba moliendo el pene… tuve que darle un palmazo en sus abultadas nalgas para que se relaje. Vi alrededor, no había con que limpiarse, solo exámenes, informes y actas de notas… Diablos…

Hasta que divise en un estante un rollo de papel toalla… pero estaba algo lejos… no le podía sacar la verga porque mancharíamos todo: sus panties, su falda, el piso, el escritorio, los documentos… Le hice señas a Mili para movernos juntos… parecíamos nuevamente perros enganchados tras copular, caminamos hacia el papel como un trencito… hasta que…

La puerta chirrió al abrirse… helados como estatuas solo atinamos a voltear las cabezas y ver quien nos descubrió esta vez: ¿el vigilante?, ¿el profe? o peor aún el decano o el rector… pero otra vez vimos un rostro desencajado, decepcionado y colérico… la mierd… que suerte la suya…

– Otra vez Uds.… ¿acaso son perros?… dijo Vane furiosa, saliendo rápido y lanzando la puerta.

– Envidiosa… murmuro Mili en tono revanchista, triunfalista, casi feliz de que nos encontrara así para demostrarle que ella era mi única hembra.

– Seguro va en busca del profesor… le dije a Mili, devolviéndola a la realidad.

Nos apuramos en alcanzar el papel, nos limpiamos tan rápido como pudimos… pero la habitación olía a mi semen y los jugos de Mili. La oficina parecía más celda, solo tenía ventanas superiores, las que abrí como pude para ventilar el ambiente… Mili saco un perfume de su cartera y lo roció, casi fumigo la oficina, para eliminar el olor a sexo de hotel que despedía la habitación.

Poco después llego el profe, se demoró porque tras el examen tuvo preguntas de un tal Guille lo retuvo un rato. Ese Guille nos salvó de varias. Creo que Guille ya sospechaba lo que hacíamos y lo que Vane quería hacer al salir del salón antes que termine el examen, así que retuvo lo más que pudo al profe.

Obviamente el profe nos reprendió, aunque fue gracioso porque se la paso estornudando porque Mili exagero con el perfume y le activo su alergia… Luego amenazo con llamar a nuestros padres, lo que lo contuvo fue notar que nuestros exámenes no eran iguales, es decir no habíamos copiado… después nos sermoneo sobre las parejas y las relaciones, que no debe interferir eso en nuestra vida universitaria… a Mili más bien le gusto lo último, que reconocieran que éramos pareja… en fin, cosas de mujeres…

Por momentos veía que se le iban los ojos al escote de Mili, algo de celos me dieron pero estábamos en las manos del profe… Al final nos dejó ir sin anularnos el examen… nos disculpamos por lo sucedido y nos fuimos. Una vez fuera de la oficina, notamos que casi no había alumnos en la facultad.

Salimos aliviados, fácilmente estábamos aprobados con lo que habíamos avanzado al momento que nos quitaron el examen. Pasamos por el estacionamiento donde vimos un auto deportivo… ya lo había visto antes, de pronto salió del interior una figura conocida… Era Vane, parecía esperarnos para decirnos algo, insultarnos o que se yo que le pasaba por la cabeza caliente de vernos otra vez fornicando…

Mili no dejo que nos diga nada, simplemente me jalo del brazo, me estampo contra una pared y me planto un beso pasional casi sexual. De reojo vi a Vane, roja de cólera, no aguanto más, se subió a su auto y se fue… maliciosamente me dije: pensar que con Vane pude tener ese auto… pero prefería tener una chica con buena carrocería y gran desempeño como Mili.

Esta era una terrible guerra de féminas, que no terminaría bien… lo peor que yo estaba en medio y sabía que empeoraría. Mili había ganado la batalla, pero intuía que Vane para ganar la guerra haría lo impensable. Creo que Mili se confiaba porque Vane no había contado nada de lo que vio hasta el momento… era jugar con fuego seguir provocándola… pero no importaba, esa noche Mili era feliz.

Me tomo de la mano y en cada esquina que le provocaba me besaba y salimos como pareja de la universidad. Igual en el viaje a su casa, me prodigo besos, caricias, etc., se mostraba enamorada y no me disgustaba, me sentía bien. Regrese a casa y mi padre pregunto cómo me fue, estuvo satisfecho de que apruebe. Luego pregunto por Viví, no quise dar detalles, solo dije que ya no iba más esa relación.

Me fui a mi cuarto con el recuerdo de mi ex, vaya forma de mi padre de bajarme el buen ánimo y traerme recuerdos. Viví siempre fue orgullosa, alguna vez me dijo que lo único que nunca pero nunca (así lo enfatizo) nunca perdonaría era la infidelidad… y bueno yo peque de eso, dudaba que me volviera a llamar… sin embargo en ese momento sonó mi teléfono… ¿la llame con la mente? Pero ¿qué le diría?

– ¿Alo?… ¿Quién es?… pregunte curioso porque no me era familiar ese número.

– ¿No reconoces mi voz?… me dijo seductora y al no responderle ella agrego: soy… Vane…

Se me helo el cuerpo, recordé su insinuación en la fiesta, su bofetada en el baño tras verme con Mili, su indignación por mi supuesto desprecio, el temor de que chismosee todo, lo que vio en la oficina del profe, la provocación de Mili en el estacionamiento… tenía toda la información y los motivos necesarios para hundirnos en chismes, pero no lo había hecho hasta ahora… ¿por qué? ¿Que planeaba?…

– Ah… si hola… ¿a qué debo tu llamada?… respondí tras segundos de asimilarlo, ya que antes había sido tan orgullosa, despectiva y ahora me llamaba.

– Tu sabes lo que quiero… me dijo sin dudarlo como una femme fatale.

– En realidad no… ¿mis apuntes de clase?… dije ingenuamente pero ya intuía algo.

– No seas tonto… dijo riendo socarronamente.

– ¿Entonces qué?… pregunte, se me ocurrían muchas cosas que una mujer herida podía pedir.

– Tu sabes lo que vi… y esas imágenes no se me quitan de la mente… me dijo reflexiva.

– Y ¿qué puedo hacer yo?… pregunte, en realidad era problema suyo no mío, hasta que fue mío:

– Tú, puedes hacer muchas cosas… me dijo pícaramente.

– ¿Por ejemplo?… replique, dándole a entender que se deje de rodeos.

– Puedes hacerme lo mismo… lo mismo que a ella… sentencio Vane provocativamente.

Si no estuviera sentado, me caía… mierd… esta chica estaba desbocada… a tanto llego su ego herido o tanto inflo su morbo las escenas que vio… no lo podía creer… estaba pidiéndome que le desvirgue el su rosado ano, que le empale su blanco y bien formado trasero… Me quede perplejo, no lo podía creer.

– ¿Perdón?… ¿estas bromeando o qué?… dije, no se puede confiar de una mujer despechada, quizás solo me estaba probando o hasta me estaba grabando para luego decirle a Mili.

– No, yo no me ando con juegos… dijo enérgica, luego agrego haciéndose la interesante: además recuerda que… yo vi muchas cosas que en la facu les encantaría saber… serian la comidilla…

– Wow… espera… ¿me estas amenazando?…. dije sorprendido, no podía creer que en su capricho, venganza u obsesión, me estaba obligando a que le rompa el culo.

– Tómalo como quieras, esta semana hay exámenes y no quiero distraerme… pero quiero tu respuesta antes del sábado en la noche… dijo determinada, la muy mandona.

– Aguarda… tu sabes que estoy con Mili… y que no le puedo hacer eso… le dije tratando de hacerla reflexionar, esas revanchas y venganzas estaban pasando los límites de lo razonable.

– Ese es tu problema… dijo enojada al escuchar el nombre de su contendiente y solo agrego: chaooo… se despidió burlonamente, sin dejar que responda.

Diablos… me dejo pasmado, cualquiera estaría agradecido de que una chica le pida desvirgarla, pero que te amenacen… por otro lado con Mili estaba empezando algo que podía tener futuro, una chica que parecía reunir todo lo que quería: cariñosa, inteligente y bueno obvio… una puta en la cama…

Así como Javier me la tenía jurada, Vane se la tenía jurada a Mili… era una revancha, una competencia entre ambas féminas y en medio yo… quedaba como un puto… como un hombrezuelo que debía satisfacerlas, pero con Mili exprimiéndome dudaba que me quedara fuerzas para Vane…

Había evitado tener parejas en la facu para no tener enredos que afecten mi desempeño en mis estudios… pero esto era el colmo, una locura… además, que me garantizaba que tras satisfacer a Vane no dijera nada que afecte a Mili… y romperle el culo a Vane también le daría motivos para tenerme en sus manos, y quizás en su ano, las veces que le plazca… era muy enredado para resolverlo yo solo…

No podía decírselo a Mili, la última vez que fui sincero con lo de la fiesta en casa de Guille término asistiendo y empeorando las cosas. Y decirle mi viejo sería peor, aun no me perdonaba haber dejado a una chica que consideraba perfecta para mí (Viviana) por Mili, quien le recordaba mi aventura con una prima de rasgos similares (Anita)… y Javier, con quien tuve algo de confianza en estas cosas de mujeres, me detestaba, claro si le rompí el culo a su enamorada y luego le rompí la cara a el…

En realidad por mantener mis relaciones sentimentales alejadas de la universidad, no tenía muchos amigos dentro de la facultad… solo conocidos, grupos para el estudio o para la joda y la fiesta… pero no tenía costumbre de contar mis cosas a nadie, mis enredos… solo una vez en una borrachera alguien me escucho y me dio unos concejos razonables…

– Hola, puedo ir a tu casa a conversar… le dije y acepto.

Continuara
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Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (20)” (POR ADRIANRELOAD)

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me daríasEra tarde, pero me recibió en su jardín… pensar que en esa casa empezó el declive y Sin títulobuscaba que ahí empezara a solucionarse todo… él era el único que aparte de Mili, Vane, Javier y yo, sabía lo que sucedía y se había comportado como un amigo leal y discreto, ayudando a salvar situaciones… el buen Guille…

Quizás en aquella borrachera que tuvimos hace tiempo, confesé más de la cuenta de mis enredadas relaciones, cosa que me inhibió luego de su amistad y me aleje un poco, buscando mantener mi privacidad… lo cierto es que Guille nunca fue infidente con lo que le conté ni lo uso en mi contra…

– ¿Quieres entrar a conversar en la sala?… me ofreció Guille.

– No, solo caminemos por tu jardín y hablemos… respondí, no quería incomodar a sus padres, y agregue: por cierto, gracias por darnos tiempo en la oficina… Como supiste que Mili y yo…

– Vamos Dany, a quien engañas?, eres un verga loca, si te atreviste a tirarte a Mili bajo las gradas del coliseo y en mi baño… era de suponer que algo harían en la oficina… me explico.

Reímos y luego le comente la situación, como Mili y Vane se habían enfrascado en una pelea de egos, que había llegado al límite con la propuesta indecente, mejor dicho chantaje que me imponía Vane. Guille escuchaba mi explicación, por momentos hacía preguntas… y al final me dio su gran conclusión:

– Estas completamente jodido… hagas lo que hagas… vas a terminar cagándola… no hay forma que salgas bien de esto… sentencio sin tapujos Guille.

– Gracias por tu optimismo… me levantas la moral… le dije bromeando, aunque ya lo sabía.

– Es que es cierto… alguien va salir herido de todas maneras, ya sea Vane o Mili… si aceptas, Vane le puede contar a Mili en revancha y ella te odiara eternamente… si no aceptas Vane te odiara y contara lo que vio, dejando a Mili como un puta en la facultad, lo que también termine haciendo que se aleje de ti por llevarla a eso… dijo Guille, resumiendo.

– Sip… a grandes rasgos es eso… estoy más cagado que pañal de bebe… sentencie agobiado.

– Ah… y hay que agregar que Javier aun quiere desquitarse… agrego Guille.

En realidad más me preocupaban los “suegros”… el viejo de Mili era un ex militar ahora dedicado a brindar seguridad de manera privada, fácil me podía desaparecer sin rastro si dañaba a su nenita… el viejo de Vane era un gran empresario que hacia donaciones a la universidad, podía hacer que me voten e impedir que me den trabajo… Ni el Chapulín Colorado me salvaría de lo que vendría.

– Aunque todo depende de lo siguiente… ¿Amas a Mili?… inquirió Guille mirándome.

– Bueno… siento que la quiero, más allá de lo pasional nos llevamos bien… me gustaría descubrir si llegamos a eso… y esta situación lo dificulta todo…

– Entonces estas más jodido aun, hombre enamorado esta jodido por definición… si Mili no te importara irías con Vane sin problema… agrego Guille.

– A veces quisiera ser como Javier… follar sin remordimientos a toda mujer que camine… dije.

– Pero también Javier se coge cada espécimen… Mili fue su máximo logro… sin ofender…

– Oye, pero… casi siempre hablo de mis cosas contigo… y ¿tú?… ¿quién te gusta?… le pregunte, como para aliviarme un poco de mis problemas escuchando los suyos.

– Nadie Dany… mejor dejémoslo ahí… dijo un poco abrumado.

– No me digas que es un hombre… dije alejándome, lo único que faltaba era que fuera yo.

– No seas pendejo… claro que me gustan las mujeres… solo que la chica que me gusta está metida en este enredo y nunca me prestaría atención… dijo resignado.

– Aguanta… te considero mi amigo… pero no soy de compartir… le advertí, Mili era solo mía.

– Caraj… es Vane… me gusta Vane… me dijo casi gritando, desahogándose.

Mierd… como no lo vi antes, siempre era diligente con Vane, le hacía favores en clase, le prestaba sus apuntes, la acompañaba… creo que se pegó mucho a Vane y a ella no le gustó tanto. Al formar grupos para el trabajo del curso, Vane opto por un chico menos estudioso pero también de buena clase social…

Si bien Guille era de padres adinerados, por ser mestizo muchos creían que sus viejos eran narcos (incluido yo). Ese estigma del color de piel y clase social, no daban crédito que sus padres pudieran ser exitosos empresarios que empezaron de abajo… mientras Vane, era de piel clara, padres ricos y nadie dudaba del origen de su dinero, por más que se escuchaba que explotaba a sus trabajadores.

– Es curioso, ahora que lo pienso… En realidad te envidio sanamente… ¿Que tienes tú?… ¿por qué Mili y Vane llegan a este punto por ti?… dijo reflexivamente.

– Si lo supiera… no estaría acá, pidiendo tu concejo y ayuda… le dije dándole un palmazo, luego agregue.

Una morena que se me pego una vez en una fiesta de Guille, me dijo una vez que tenía un aire de enigma, de interesante, que algo ocultaba y le provocaba conocerme… bueno ocultaba relaciones enredadas, era reservado y eso le deba un tono atractivo a ciertas mujeres… luego era alto y no era feo… por lo demás soy un pobre diablo aburrido, eso lo descubrían solas después….

Guille no era un galán pero feo tampoco… éramos casi de la misma talla y contextura… solo que él era mestizo, y yo un blanquiñoso de clase media venida a menos. Y bueno también está la actitud ante las mujeres, vi a Guille confiado ante otras chicas, pero fue muy sometido ante Vane, quizás sintiéndose menos por su color piel y se notaba que Vane era algo selectiva respecto a quien elegía.

– Bueno, no tengo esperanzas con Vane y luego de su desplante al hacer grupos para el trabajo del curso, se me fue quitando el interés… resurgió en la fiesta, pero al ver que era más por ti… y tras lo que ahora me cuentas que te pide, creo que estoy más decepcionado que otra cosa… que no afecte tu decisión lo que te conté… dijo Guille dándome libertad de actuar con Vane.

Prácticamente me dio a entender que no habría resentimientos si decidía romperle el culo a Vane, que ya era cosa de su pasado, que en lo que pudiera me ayudaría… Ojala así hubiera pensado Javier… incluso Guille llego a ofrecerme un depa que tenían sus padres cerca de la universidad, que usaba para sus aventuras y me lo prestaría discretamente si decidía iniciar el ano de Vane… por momentos llegue a pensar que Guille lo hacía por despecho, ya que lo rechazo, quería que le desgarre el ano a Vane.

Pero dudaba que lo de Vane fuera cariño hacia mí, se había enfrascado en una competencia con Mili me parece desde antes. Si me pareció notar que Mili se interesó en mí desde hacía tiempo, pero no me la creí y en parte me recordaba a una relación con una prima… pero justo cuando Mili se mostró más interesada en mí, en ese curso, también Vane se interesa en mí.

Cuando Vane sospecho que algo había entre Mili y yo, justo viene a la fiesta a insinuarse. Después de ver como atoraba a Mili por el ano, resulta que ahora Vane quería lo mismo. Y ¿por qué no me pidió hacer grupo antes?, quizás la historia sería diferente y le hubiera desvirgado el ano a ella… quizás Vane no se atrevió, pero me parecía raro… siempre actuaba tras lo que Mili hacia… como cuando las hermanas por capricho buscan que arrebatarse los muñecos para no dejar jugar a la otra.

Me quede conversando con Guille… analizamos varias opciones y en algo me ayudo a desenredar el problema… Luego fui a mi casa, en el camino termine de definir qué hacer. Ya era tarde, pero me imagine que ella seguiría estudiando para los exámenes… así que la llame…

– Que sorpresa tu llamada!… exclamo feliz.

– Bueno, ya lo pensé… y… acepto tu propuesta Vane… dije algo resignado.

– Uyyy… que buena noticia… no puedo esperar sentirte dentro mío y que me hagas todo lo que sabes… dijo casi excitándose, luego pregunto curiosa: y ¿qué te llevo a decidirte?…

Quizás Vane esperaba que le de algún tipo de halago, que alimente su ego femenino, que muestre mi elección a ella por su superioridad física, académica o social frente a Mili, pero…

– Para que darle más vueltas y distraerme pensando en eso durante los exámenes… le dije, solo era prolongar mi agonía, pero para no magullar su ego, agregue: tampoco es mala la idea, no sabía que tenías una figura tan espectacular…

– Y no solo eso… veras que te hare disfrutar como nunca… prometió Vane, dándome a entender que no solo sus curvas sino se entrega me harían olvidar a Mili.

Coqueteamos unos minutos más con alusiones indirectas a lo que haríamos, pero en resumen nos veríamos ese sábado en la noche en el departamento que Guille me ofreció. Ya en la semana me encargaría de darle el pretexto a Mili de que tenía una reunión familiar, para tener esa noche libre.

Está bien soy hombre y débil, pero le rompería el culo a Vane para salvar el honor de Mili y quizás hasta para vengar el desplante de Vane a mi amigo Guille… ya tenía más o menos una estrategia para evitar que Vane se lo cuente a Mili o que chismee en la facultad lo que nos vio hacer, el asunto que el sacrificio de esa noche terminaría con todo… al menos eso quise creer justificándome por lo que haría…

Ese sábado en la noche Vane me espero frente al edificio, en realidad lucia hermosa, se arregló como para una fiesta (de iniciación anal), bien maquillada, con un saco largo que llegaba encima de las rodillas… me daba curiosidad saber que traía debajo… me leyó el pensamiento y mientras cruzaba la pista, se desabotono el saco y lo abrió mostrándome lo que se había puesto, como para que no me arrepienta y salga huyendo… me quede gratamente impresionado…

Traía unas panties oscuras, una minifalda negra ceñida a sus apetitosas curvas y apenas por debajo del pubis… subiendo más, tenía su blanca cintura descubierta y un pequeño polo que terminaba en escote mostrando sus medianos pero bien formados senos, coronados por unas pecas encantadoras…

– Muévete animal!… ¿Te quieres morir?… me grito un taxista que freno para no atropellarme mientras yo observaba embobado a Vane que se reía vestida como prostituta de lujo, alimentaba la fantasía de una secretaria esperando ser poseída por su jefe.

Me saludo con un beso entre el labio y la mejilla. No quise perder tiempo para evitar ser vistos e ingrese al edificio, en un séptimo piso estaba el departamento de Guille. En el camino no recuerdo de que hablamos, yo estaba nervioso y ella ansiosa. Me tarde en hacer diana con la llave en la puerta, ella sonreía al pensar que ojala si hiciera diana en su ano o pensó que su figura causo ese nerviosismo en mí, pero no solo era eso, era pensar en Mili y como nos afectaría lo que íbamos a hacer.

Al entrar era un depa de soltero, pequeño pero acogedor… los viejos de Guille se lo compraron para que este cerca de la universidad, pero el engreído ese no se acostumbró a hacer sus cosas solo, pasaba más tiempo en casa de sus padres donde lo atendían en todo… luego de la sala había un baño para visitas… una cocina kitchenette (abierta hacia la sala) y tras un pasillo un dormitorio con baño…

– Y ¿dónde va ser?… pregunto coqueta Vane quitándose el saco y mostrándome su bien trabajada silueta, como me dijo una vez, ella no se andaba con rodeos, directo al grano y a su ano.

– Sera acá, las camas son aburridas… le explique, si me obligo a esto al menos que sea a mi gusto.

– ¿Cómo quieres que sea?… pregunto abrazándome, restregándome su cuerpo como gata en celo.

Yo me resistía, comenzaba a excitarme pero debía guardar la compostura, sería una noche larga. En parte me hacía sentir como si yo fuera la chica que era llevada al matadero, que yo era la virgen, que ella disponía de todo y que yo era el que me hacia el difícil por mis miedos y dudas.

– Tengo algo en mente… espero que te guste… dije mostrándole un mueble peculiar.

– ¿Ahí?… y ¿para qué son las sogas?… pregunto extrañada.

Era una banca larga y acolchada, muy cómoda, con 4 patas… y debajo de ella unas sogas… como les dije si ella me obligo a esto, al menos le sacaría provecho a mi manera, con mi fantasía… jugaría con su morbo al estilo sadomasoquista de 50 sombras de Grey, obviamente sin golpes… le explique:

– Tú apoyas tu vientre aquí, quedas en 4, yo amarro tus extremidades al mueble… le dije seductor.

– Pero así no podre verte… me dijo entristecida, abrazándome como niña regañada.

– Esa es la idea… que no veas sino que sientas… le replique, dándole vuelta y abrazándola por detrás, le hice sentir mi verga entre sus bien formadas nalgas apenas apresadas por la mini, luego agregue a su oído: …debes magnificar tus sensaciones sin ver…

– Ok… uf…. Tu eres el maestro en esto… uf… dijo visiblemente acalorada entrecerrando sus piernas, seguramente la humedad comenzaba a invadir su conchita.

Sin decirle nada, presurosa como perrita amaestrada, se quitó los tacos, caminando descalza sobre la alfombrada sala, se ubicó sobre el mueble, arrodillándose sobre un cojín y poniendo el pecho sobre la banca… me dejo atarle las manos, las piernas y por si acaso la cintura… luego saque una venda oscura y se la puse en los ojos, ella no protesto… no debía ver… solo sentir…

– Hazlo con paciencia por favor… dijo invadida por el morbo y el temor a que le desgarren el ano.

– No te preocupes… le dije acariciando su cabello y espalda, le subí la pegada mini dejando a la vista sus blancas y firmes nalgas, baje su pequeña tanga entre su pubis y sus rodillas, luego dije viendo su virgen esfínter rosado y arrugado: bueno, ahora es tu turno…

– ¿Qué?… pregunto nerviosa Vane.

– Que ahora le toca a tu ano… le dije, quizás sonando revanchista, ese ano me las pagaría todas.

A Vane se le practicó la misma iniciación anal que a Mili (para mayor referencia ver capítulo 1 J)… ya venía abastecido de crema lubricante, se le hizo el masaje en su esfínter, ingresando dedo a dedo hasta que estuvo bien dilatado y ansioso por recibir aquel mazo de carne que la desvirgue analmente.

Vane lucia nerviosa, conteniendo su excitación… todo su aplomo y altivez las había perdido mientras unos dedos escarbaban en su interior… ella se retorcía enrojecida, contraía las nalgas, la espalda, por momentos retumbaba la banca, donde Vane esta vez no era una niña rica sino una esclava anal…

– Ouuu… ufff…. Musitaba mientras movía nerviosa su cuello.

Y llegó el momento en que su culo pagaría todas sus fechorías. Bajo la cabeza, lista para recibir un pene por primera vez en su ano. Primero la punta, de nuevo apretó las nalgas, nada que un palmazo y unas caricias no destraben… luego ingreso la cabeza del pene, mientras su ano palpitante se acostumbraba a ser violado, después lentamente, se le fue hundiendo la verga untada también en lubricante.

– Ay no puedo creer… que la tenga toda adentro… uf… uf… exclamaba triunfal, oficialmente tenía el culo roto y se sentía feliz, ahora estaba a la par con Mili.

Luego lentamente empezó a moverse algo en su interior, una estaca que la clavaba una y otra vez… como siempre, esa cálida fricción va dando pie a una mayor velocidad, propio del placer y la excitación que se sienten, el frenesí empieza en una cogida desbocada, un castigo propicio para una chantajista.

– Oh my god… oh my god… ohhh… comenzaba a gemir la gringa sumisa.

Cada vez la banca retumbaba más fuerte, sus blancas nalgas se mostraban rosadas por el continuo martilleo contra el cuerpo de su inquisidor, su musculoso trasero no rebotaba tanto como el carnoso culo de Mili, pero igual era un espectáculo ver sus nalgas temblar y sonar armónicamente, por momentos la tomaban de la mini para clavarla más fuerte o de las panties que ya estaban raídas.

Con cada embestida que Vane resistía contra el mueble, sus amarras se iban soltándole, dándole más movimiento a sus extremidades, llego a liberar más su cintura, arquear su espalda, liberar su cabeza y la venda que tenía en los ojos se fue cayendo… dándole libertad de girar y ver… le había advertido que no lo hiciera hasta que termine todo, pero en un momento pasional lo hizo…

– Queee… tuuu… nooo… Guille nooo… ouuuu… uffff… dijo contrayéndose por la sorpresa.

Era muy tarde, ya estaba siendo sometida por el buen Guille que la tenía enganchada por el ano y no pensaba soltarla, la tenía bien asida de la cintura, mientras su verga empalaba el hasta hace poco virgen ano de Vane… si, de aquella mujer que sintió que lo había despreciado por su color de piel…

– Uhmmm… ya nooo… Guille nooo… uhmmm oh my god… uhmmm… gemia Vane sometida.

3
Creo que al final Vane se resignó a ser sodomizada y en parte creo que aumento su morbo tener un mestizo clavándola hasta las tripas. Siempre su cuerpo se había entrelazado y fundido con otra piel clara de su misma clase, pero esta vez su blanquecina piel hacia contraste y era azotada carnalmente por la mestiza piel de Guille. Era como el plebeyo que se había revelado para someter a la rica del barrio.

– No… no… no puede serrr… uhmmm…. exclamo Vane retorciéndose de placer, no podía creer que la persona que no quiso de compañero de curso y que alejo, la había hecho explotar en un terrible orgasmo… como ese mestizo pelele le podía arrancar tamañas sensaciones.

Guille satisfecho, aun con la respiración agitada se acercó al otro lado de la banca, dejando al descubierto el enorme culo de Vane enrojecido, su ano abierto borboteando de leche. Pero Guille quería el servicio completo… Vane extasiada lo observo no dando fe a lo sucedido… luego su rostro se tornó en decepción por no haber sido cogida por el chico que ella esperaba…

Pero el buen Guille no estaba dispuesto a ser despreciado nuevamente, fue más incisivo poniéndole la verga a la altura de sus labios. Si hubiera estado ahí, le hubiera advertido que no lo hiciera, una hembra rencorosa y vengativa como Vane podía morderlo y hasta castrarlo en un arrebato de furia.

Sin embargo Vane lo dudo unos segundos, luego ella misma presa de la locura del momento, estiro el cuello para darle alcance a esa mestiza verga que la había llenado por primera vez del placer anal. A tanto llego la succión que le practicaba que termino atrayendo a la banca el cuerpo de Guille.

– Ufff… ufff… exclamaba ahora Guille aliviado.

Al principio Vane se la mamo con los ojos cerrados como para no verlo o imaginar que era un habitual amante blanquiñoso, luego presa de la excitación y gratitud lo miraba como una enferma golosa.

Algunos se preguntaran: ¿Qué? Cómo? Cuando… otros ya lo suponían, intuían o deducían por la forma en que fue descrita la iniciación sexual de Vane… en fin, les explico…

Decidí continuar con Mili, pero para mantener a Vane a raya tenía que buscar una forma de desquitarme… ella nos vio en pleno acto y conocía nuestro gusto por el sexo no convencional, ella podría vender a Mili como una puta o perra golosa, que lo era, pero solo conmigo, esa era nuestra privacidad y debía ser respetada, nadie en la facultad tenia por que saberlo.

Yo debía encontrar otra forma de tener un secreto de Vane, de tal manera de anular chisme con chisme, chantaje con chantaje… si yo tenía relaciones con ella iba a seguir en sus manos, pero si Guille lo hacía, se desquitaba él y yo tenía un secreto de ella también. No me atreví ni a grabarla o tomarle fotos, me parecía un exceso, aparte Vane tampoco tenía ese tipo de prueba de nosotros (eso creí), solo su palabra.

Cuando fui a pedirle la llave del depa a Guille, le conté mi plan… le debía varios favores y con esto hasta el me quedaba debiendo… lo dudo un poco, porque quizás no era la manera romántica en que él pensó iniciar algo con Vane, pero ella no le dio pie a eso… aparte por su comportamiento y el chantaje que nos hacía a Mili a mí, por hacernos votar del examen, Guille sentía que Vane merecía un castigo.

Por un momento pensé en cederle los honores de desvirgar el ano de Vane a Javier… como para congraciarme con él y zanjar el problema de Mili: ojo por ojo, un culo por otro… pero Javier era un bocón listo para difundir su hazaña y la idea no era perjudicar tampoco a Vane, y Guille aparte de su amistad me garantizaba discreción… con eso le pagaba sus favores y tenía su revancha con Vane.

El asunto es que tenía previsto que Guille espere en el interior del departamento, escondido en el dormitorio… después que amarre a Vane y le tape los ojos, le di paso a él, que sin hacer ruido, descalzo sobre la alfombra, tomo mi lugar e inicio la dilatación anal como le había explicado. Yo también descalzo, me escurrí al dormitorio, para no estar de fisgón e inhibir el accionar de Guille.

La contraseña para que Guille me reemplace detrás de Vane era “es tu turno”, esa palabra que hizo dudar a Vane, pero que tuve que disimular diciendo que era con su ano. Incluso el uso de la banca, las sogas y la venda, lo planifique de tal manera que ella no pudiera voltear ni ver quién la sometía.

Después de abandonar la sala, ya en el dormitorio, escuchaba los gemidos y cosas que Vane profería en su excitación. No sé por qué, pero sus gemidos y las cosas que decía no me excitaban tanto como las frases que Mili decía en sus momentos de placer. Sin embargo oír a Vane me provoco buscar a Mili.

Una vez terminada la faena… devolviéndole a Vane su ropa a su lugar, viendo que no actuaria violentamente, Guille la desato y ella se cubrió con su saco… entonces yo retorne del dormitorio a la sala… Vane no lucia altiva, amenazante o colérica como cuando nos descubrió a Mili y a mi… ahora, en la otra cara de la moneda, estando de víctima de la situación, Vane lucia nerviosa y avergonzada.

– Lamento que las cosas hayan llegado a esto, pero no me dejaste otra opción… no podía permitir que me chantajees o que hables mal de Mili en la facu… le explique racionalmente.

– Entiendo… yo… lleve las cosas a este extremo… y creo que… que me lo merecía por tratar de manipularte… respondió Vane, que ahora entendía lo que era estar en una situación así, expuesta a que se difundan rumores donde la califiquen de perra o puta, temerosa al borde de las lágrimas agrego: y ahora… ¿qué piensan hacer o decir?…

Veía a Vane aun pasmada, no asimilaba lo sucedido, tras sus arranques caprichosos luego pasionales ahora estaba avergonzada. Era como cuando uno va a una fiesta y en la borrachera se desinhibe por completo haciendo locuras, pero al día siguiente, en medio de la resaca empiezan los recuerdos y arrepentimientos, los “ojala nadie se haya dado cuenta” o “ojala nadie lo comente”… a pesar de todo nuestro afán no era revanchista, de hundir su imagen en la facultad, como ella si pensó hacerle a Mili…

– Las cosas ya se salieron de control… nosotros no diremos nada si tu no dices nada… estas venganzas, revanchas, odios, etc., se terminan aquí, esta noche… ¿de acuerdo?… agrego Guille.

– Entiendo… Guille, me llevas a mi casa por favor… dijo Vane avergonzada, ya no quería estar ahí.

Guille más bien se sintió feliz y gustoso de irse con Vane, pensó que tras lo hecho ella lo detestaría y jamás le hablaría… bueno, luego me contaría que en el camino ella no dijo mucho, solo que sentaba graciosamente sobre una nalga… ¿que esperaba? si le desvirgo el ano, aún estaba adolorida y no podía sentarse bien. Tras ese exorcismo anal, Vane parecía haber cambiado de actitud.

Vane se tomó un instante para avergonzada disculparse con Guille, por si sintió que lo lastimo tras todo lo amable que él había sido con ella, por elegir a otro para hacer grupo y por alejarse de el al notar que se interesaba en ella. Creo que la forma violenta en que vio que Guille le partía el culo, que si bien lo disfruto por ratos, sintió toda su rabia y odio por desquitarse de esa ofensa. Guille acepto la disculpa y a su vez también se disculpó por lo sucedido (romperle el culo sin que ella supiera que era el).

Ella quizás acostumbrada a tener todo lo que deseaba, manipular a los demás a su antojo para conseguir lo que quería, esta vez el tiro le salió por la culata. Usaron sus mismas tretas para hacerle a ella lo que ella acostumbraba a hacerle a los demás. Se dio cuenta que no era nada agradable lo que sentían los agraviados por sus caprichos… como se sintió Guille, Mili o yo tras sus desplantes, altaneras actitudes y chantajes… y en serio parecía sentirse arrepentida, según lo que me manifestaba Guille.

Para mí, en teoría todo encajaba perfecto… Vane no me chantajearía, Mili no temería a los chismes, Guille estaba resarcido, logre anular todas las amenazas potenciales… excepto Javier claro… pero termino el ciclo, estábamos de vacaciones, no me preocuparía de el por un tiempo… al menos eso creí triunfalistamente… pero la alegría me duraría poco… el único cabo suelto termino por cagarme la vida…

– Ay nooo… me olvide advertirle a Dany… nooo… llámalo por favor… exclamo Vane ya en su casa.

Guille me conto que Vane también tuvo su plan para terminar de vengarse de Mili: le aviso a Javier que yo iba a romperle el culo a ella, le dio la dirección del depa de Guille. Javier oculto, espero para tomarnos fotos a Vane y a mi entrando a ese edificio que fácil podría confundirse con un hotel…

Caraj… y recién me dicen, Javier había tenido suficiente tiempo para llamar a Mili o enviarle las fotos a su correo… inmediatamente le colgué a Guille y marque el número de Mili… vamos contesta…

– Alo ¿Mili?… dije apurado, quizás tenía algo de suerte y Mili no atendió la llamada de Javier o borro su correo, después de todo ya no quería nada con ese patán.

– ¿Cómo pudiste hacerme esto?… y con esa perr… Eres una maldita basura… me dijo colérica y agrego al borde del sollozo: No me vuelvas a hablar o buscar nunca más en tu asquerosa existencia… sentencio, luego, sin dejarme explicarle nada, me colgó violentamente el fono.

A la mierd… justo cuando todo parecía arreglado… me jodi de nuevo… y feo…Recordé las palabras sabias de Guille:Hagas lo que hagas… la vas a terminar cagando…

Continuara
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Relato erótico: “La tara de mi familia 6/ Thule” (POR GOLFO)

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Sin título1

 Makeda tardó en despertarse un par de horas, durante los cuales me puse en contacto con el hombre del cardenal en Aquisgran. Como no podía ser de otra forma, era un cura de una iglesia de la ciudad, que desconociendo las verdaderas intenciones de Antonolli, había hecho un seguimiento a mi objetivo. De esa forma supe donde y como encontrar a Thule, la titánide alemana.

Seguía haciéndome gracia el nombre. La muchacha se llamaba como el reino mítico de los arios, que algunos confunden con la Atlántida o con Islandia. Muchos jerarcas de Hitler habían pertenecido a una sociedad secreta llamada la orden de Thule, una especie de franmasonería mezclada con esoterismo, y que había intentado encontrar infructuosamente el santo grial. Todo lo relacionado con la muchacha apestaba a nazismo y a superioridad racial.
Tuve que reconocer que no era muy diferente a lo que estábamos intentado, crear con mi simiente una nueva hornada de Titanes, cuyo fin último era recuperar el poder que nuestros ancestros habían perdido a lo largo de la historia. La única diferencia era que ellos hablaban de raza y nosotros de genes. Con todo ello en mi cabeza, decidí que de nada servía retrasar nuestro encuentro por lo que en cuanto Makeda se espabiló un poco, le pedí que se cambiara, que debía de ir a ver al cura, mientras yo aprovechaba para ir al restaurante donde se suponía iba a estar nuestro objetivo.
Es mejor que nos dividamos, yo me ocupo de Thule y tu consigue que nos deje un lugar donde estar tranquilos durante al menos una semana-.
Disfrute viéndola mientras se vestía. Embelesado por su belleza, me impresionó observarla en movimiento. Era una mujer con todos sus músculos perfectamente definidos pero a la vez intensamente femenina. Potencia y gracia. Cuerpo magnífico decorado por unos pechos duros, que eran una delicia. Su sola visión me retrotrajo a unas horas antes durante las cuales había echo uso intensivo de su sensualidad. De no ser por que el momento ideal para hallar a Thule era ese, me hubiera entretenido entre sus brazos.
Cuando terminó de engalanarse, le mostré mi admiración. La ropa que llevaba, lejos de esconder realzaba su atractivo. Un traje de chaqueta con un pequeño escote que dejaba intentaba enmascarar con poco éxito la rotundidad de sus pechos. Parecía una ejecutiva agresiva. Makeda sonrió al escuchar mi silbido, y como hembra sabedora de su encantado, salió de la habitación contorneando sus caderas.
Fue durante el trayecto en taxi, cuando ella me sacó el tema.
-No te he preguntado antes, pero ¿que es lo que me hiciste?-, entornó sus ojos antes de proseguir,-Creí que me estaba muriendo, que no iba a conseguir aguantar el placer que me estabas dando, cuando de improviso me vi dentro de ti-.
-¿A ti también te ocurrió?-, pregunté extrañado, por que no se me había ocurrido pensar que mi experiencia hubiese sido en los dos sentidos. Recapacitando sobre lo que significaba, le dije:-Cuando hicimos el amor, nos debimos compenetrar de tal modo que fusionamos nuestras mentes, y nuestros recuerdos-.
Entonces no hay problema, pensé que te había fallado al apropiarme de tus vivencias, pero si ha sido mutuo, no tengo por que sentirme mal-, y un poco avergonzada me pregunto:-¿Qué opinas de mí, ahora que me conoces, mejor que nadie?-.
Tratando de quitar hierro al asunto le contesté: -¡Que esta muy buena!-.
No, tonto. Quiero decir si no te has sentido defraudado-.
-Para nada. Y si antes me gustabas, ahora me encantas-.
Mi respuesta le satisfizo, y abrazándome entre sus brazos, me susurró al oído: –Yo, en cambio me he sentido engañada, eres un fraude- .
Vete a la mierda-, le contesté, muerto de risa, dándole una un beso en la mejilla.
De buen humor me bajé del automóvil, mientras ella proseguía hacia su cita con el sacerdote. Ya en el restaurante, entre sin fijarme en la gente que había a mi alrededor. Tan concentrado iba en como abordar a la muchacha, que no caí en el tipo de personas que estaban cenando y menos en la decoración tan surrealista con la que estaba engalanado el comedor.
Fue al sentarme en la mesa, que el maitre me había señalado cuando me percaté de todo ello. En las paredes habían colgado una serie de fotografías de hombres y mujeres desnudas. Todos los cuadros eran una apología al ario, cuerpos espléndidos en posición marcial, que no hubieran desentonado en las dependencias personales de Rudolf Hess, o del propio Hermann Goering. Pero lo mas chocante de todo fue que la pintura del local era toda en rojo, blanco y negro, junto con los comensales todos rubios con el pelo cortado a cepillo, y aspecto pulcro, hacían que sin haber ninguna esvástica, la configuración de las mesas recordaba a una reunión de nostálgicos del antiguo régimen.
Sospeché que al ser el único con pelo negro de las mas de treinta personas que estaban cenando, me habían dado una mesa alejada al lado de los lavabos. Como debía hacerme notar, llamé al dueño, un gordo casi albino, con pinta de tener mala leche. En cuanto llegó le exigí que me cambiara de mesa y que me colocara en la principal. Tuve que insistir haciendo uso de mi particular forma de disuasión para arrancárselo, ya que en un principio se había negado de plano y habiéndolo conseguido me senté a esperar acontecimientos.
No tardó en ocurrir lo que esperaba, porque a los dos minutos y sin haber empezado a beberme la cerveza que había pedido, Thule hizo su aparición rodeada de cuatro de sus acólitos. Al ver que su mesa estaba ocupada y encima por un tipejo con pinta de español, montó en cólera, haciendo llamar al pobre obeso.
Lo siento señora, sé que es su mesa. Pero no se porque no me he podido negar a complacer a ese hombre-, fue la respuesta del dueño. Thule viendo que no iba a conseguir nada de ese modo, mandó directamente a sus ayudantes a que me expulsaran de la mesa y del restaurante.
Los vi acercarse. La gente hizo un silencio esperando que se armaran bronca. Me mantuve impertérrito mientras el jefe de ellos, me pedía de forma agresiva, que me retirara que esa era la mesa de su líder. Creyó que no entendía el alemán, al no obtener respuesta, y por eso agarrándome, intentó jalar de mi para echarme. No se esperaba mi reacción, y antes que sus acompañantes se dieran cuenta, el germano estaba tirado en el suelo con el brazo roto.
Sin inmutarme, provocándoles con mi mirada, les dije en voz baja, que se retiran si no querían terminar como su jefe. Viendo el miedo en sus ojos, les insulté diciendo:
Yo no me pliego a hablar con inferiores, decidle a Thule, que la estoy esperando para cenar en mi mesa-.
La rubia estaba indignada, debió de pensar que quien coño me creía para vapulear a su seguidores en su presencia, y segura de si misma, se acercó con intención de hacer ella misma lo que ellos no habían podido.
Observé como le consumía la ira, incluso antes que me llamara en castellano, “sucio español” y que con su mente me ordenara que desapareciera de su presencia. Haciendo caso omiso de su orden, me levanté y como un caballero le acerqué la silla, mientras le decía:
Menos mal que tienes un buen culo, sino te azotaría en frente de tu personal por maleducada-.
Su tez había perdido todo su color, pálida y disimulando con una sonrisa para el respetable, no pudo mas que sentarse. Habían ocurrido simultáneamente dos hechos que ella no se esperaba. Por primera vez en su vida, alguien desobedeció una orden directa suya y para colmo de males, apreció en sus propias carnes lo que suponía ser manipulado por alguien mas fuerte que ella.
Se mantuvo durante unos momentos tiesa y muda, recapacitando sobre ello. Toda su supuesta superioridad con la que había crecido se desmoronó en un instante y encima por obra y gracia de un hombre de una raza que hasta esa noche, ella había considerado inferior.
-¿Quién eres?-, me preguntó, cuando habiéndose repuesto pudo articular palabra.
La insolencia de su tono, merecía un castigo que con placer le apliqué cruelmente. Sintió que su cabeza iba a estallar, derramando sangre y huesos por la sala.
Soltándola, le expliqué:
Me tienes que hablar con mas respeto, para empezar deberás de dirigirte a mí usando el usted-.
Adolorida por el correctivo y humillada por su derrota, rectificó diciendo:
-¿Quién es usted?-
Has entendido a la primera, realmente no esperaba que alguien tan poco inteligente lo aprendiese tan rápido-, le contesté insultándola deliberadamente.
Intentó levantarse y al hacerlo su cerebro volvió a sufrir el duro escarmiento. Con lágrimas corriendo el rimel de sus pestañas, me imploró que cesase el dolor que la consumía.
Desapareció cuando escuché de sus labios un por favor.
Zorrita, soy tu dueño. Fernando de Trastamara, el mayor de los titanes, tu verdadera raza-.
Sin poderme replicar como hubiese deseado me contestó:
No se de que habla, soy aria-.
Te equivocas eres una hembra de mi estirpe, una titánide. Y he venido a tomarte bajo mi manto-.
Esta loco, no se que me ha hecho, pero nadie puede dominarme-.
-Vuelves a estar errada, no solo puedo sino que ya lo he hecho-. Y chasqueando los dedos de mi mano derecha, esperé.
De su interior, un enorme calor fue aflorando concentrándose en su sexo y en sus pechos, y antes de que se pudiese oponer a mi mandato, berreó como cierva en celo al ser montada por el semental. Asustada por la violencia de su orgasmo y avergonzada por los gritos que habían hecho darse la vuelta a todos los presentes, empezó a llorar sin moverse de su sitio.

Ves como solo eres una putita en mis manos, donde ha quedado la gran líder, la esperanza de la nación paneuropea, yo solo veo a una mujer que se corre a mi mandato. Deberías estar orgullosa que me haya fijado en un ser tan mezquino, y que haya decidido que sea de mi propiedad-, y levantándome de la mesa, le acerqué un papel diciendo: –Te espero en esta dirección dentro de dos horas, y para que sepas que no me puedes fallar, te voy a dejar con una muestra de lo que te puede ocurrir si lo intentas-.

Antes de que saliera por la puerta, Thule ya se estaba retorciendo en el suelo del dolor que sentía en sus entrañas, era como si un tubo ardiendo le traspasara el estómago y los pulmones, mientras alguien la rociaba con ácido el resto de su cuerpo. Dejé que se prolongara su padecimiento mientras esperaba un taxi. Y solo paró cuando perdió el conocimiento.
Sabiendo que tenía tiempo suficiente, le pedí al conductor que me llevara al sex-shop mas cercano, ya que tenía que aprovisionarme de una serie de elementos con los que domesticar a la perrita.
No sabía lo caro que resultaban todos lo instrumentos que compré, hasta que el empleado de la tienda me extendió con alegría la factura. Fueron casi dos mil euros los que se cargaron a mi tarjeta, pero no me importó al pensar en el uso que les iba a dar.
Ya en mi habitación, pedí al servicio del hotel que me trajeran de cenar. Debido a lo sucedido, no había podido probar bocado y mis tripas me lo recordaban quejándose por la ausencia de alimento. Acababa de irse el camarero cuando llegó Thule con mas de media hora de antelación.
Al abrirle la puerta, su rostro mostraba una tremendas ojeras, producto del tratamiento recibido, y en su actitud sumisa descubrí lo desolada que se sentía por tener que obedecerme.
-Siéntate mientras termino de cenar-, le ordené.
Con la orejas gachas, y sin hablar se acomodó en el sillón. Durante unos minutos deje que se impacientara y cuando percibí que se revolvía ya nerviosa por la espera, le pregunté:
¿Qué sabes de ti?, ¿sabes de donde viene tu poder?-.
Hasta ese momento se había comportado dócilmente, pero al hablar de sus ancestros y como ella era una selección de los mejores especimenes arios, se volvió a tornar la hembra orgullosa y racista que me había encontrado.
Le solté una carcajada en su cara diciéndole:
-Memeces, eres un poco mejor que el resto del ganado, que es la humanidad, pero hasta que no se demuestre lo contrario eres eso, una res a domesticar, una escoria que azotar y un vientre que inseminar-.
Le acababa de decir cual era su fin último, ser el recipiente de mi esperma, y lejos de revolverse contra la idea de ser preñada por mi, observé que la complacía. Explorando en su interior descubrí que se veía como la nueva Eva de una raza superior. Tenía que hacerla caerse de su guindo, pero para ello tenía toda el tiempo del mundo.
Ponte de pie-, le ordené mientras me terminaba de tomar el café.
Sin rechistar se levantó, quedándose en medio de la habitación, esperando que le dijera que tenía que hacer.
Desnúdate, quiero observar la clase de hembra que eres-.
Tras la sorpresa inicial, producida por no estar acostumbrada a que nadie la mandara, la muchacha se empezó a despojar rápidamente de su ropa.
Mas despacio-, le dije al ver que se había quitado la falda mecánicamente, sin gracia,-Quiero que te luzcas. Imagínate que eres una esclava que están subastando, y que si no convences a los pujadores, tu amo te va azotar por bajar innecesariamente tu precio-.
Se lanzó contra mi, como una gata defendiendo a sus cachorros al escucharme, tratándome de arañarme en la cara. Y como única respuesta, chasqueé por segunda vez los dedos. No era necesario algo tan teatral, pero me gustaba el efecto mágico del sonido al hacerlo. Paralizada por el terror esperó que ocurriera algo, que el dolor volviera a sumirla en la desesperación o que el placer demoliera sus defensas. Pero solo escuchó mi burla, y supo que humillarla como había hecho, haciéndola petrificarse solo con el ruido del chasquido era suficiente castigo.
No me obligues a recordarte mi superioridad-, le dije con voz baja,-quiero que te muestres como una puta, como una mercancía deseosa de ser comprada y usada-.
Asumiendo su fracaso, reinició su striptease, pero esta vez sensualmente, todo lo sexi que su carácter germano le permitía, no quedando satisfecho por el resultado le dije:
-Está claro que eres frígida, te voy a tener que ayudar-, y mentalmente manipulé sus sentidos de forma que con sus maniobras que cada vez que rozara uno de sus pechos, o liberara parte de su piel, la excitación fuera creciendo en su interior pero a la vez que fuera incapaz de correrse.
Poco a poco, casi sin darse cuenta se fue sumergiendo en un deseo irremediable. Su miraba brillaba deseosa de mis caricias, y su cuerpo se retorcía pidiendo que lo tomara, pero solo recibió reproches e insultos. La mujer de hielo se derretía con la única herramienta de su imaginación, mientras yo terminaba de servirme un whisky del servibar.
Forzándola mas allá de lo imaginable, cuando se me mostró desnuda ante mis ojos, fui juzgando y opinando de cada una de las partes de su cuerpo. No le hizo demasiada gracia cuando sopesando sus pechos con mis manos, le expliqué que los habías visto mejores y menos cuando dándole la vuelta, y observando su trasero, le dije que necesitaba ejercicio que lo tenía caído. Era una tortura, ya que cada vez que rozaba su piel se le incrementaba la líbido, pero al escuchar mis críticas durante unos segundos se menguaba la intensidad del deseo para volver con mas fuerza si cabe.
Ya la había llevado al borde del orgasmo, pero no le había permitido saltar al vacío, cuando llamaron a la puerta. En ese momento le di un uniforme, y le exigí que se lo pusiera en el baño mientras yo abría la puerta.
Era Makeda que volvía de la reunión con el cura. Nada mas verme, supo que lo había conseguido y que la rubia había caído en la telaraña. Sirviéndose una copa me explicó que había conseguido su propósito y que al día siguiente nos recogería un coche de la nunciatura para llevarnos a nuestro destino. Mientras le servía una copa descubrió los utensilios que había adquirido, y con cara extrañada me preguntó:
-¿Crees que serán necesarios?-
Cuando salga, veras que sí-, le respondí.
En ese momento, vi que Thule aparecía por la puerta del baño, vestida con un escaso uniforme de criada. La falda que llevaba era de esas que vulgarmente se llaman cinturones anchos, porque si hubiese llevado bragas, hubiésemos podido verlas, pero como no las portaba, su sexo se mostraba en toda su plenitud. Cortada, entró al salón de la suite, no se esperaba compañía y menos una mujer de raza negra.
-¿Quién es esta?-, dijo, mirando de una forma despectiva a Makeda.
Quise quitarle la altanería de golpe, pero la etíope me pidió que la dejara encargarse a ella.
-Soy Makeda Song, antiguamente llamada Makeda de Abisinia. Concubina de Fernando y una titanide superior a ti-.
Yo no hablo con monos-, le respondió insultándola.
Pensé que la saltaría al cuello, dándole una paliza, pero al contrario de lo que suponía, sonrió diciendo:
Mira niña, el único animal que hay aquí eres tú. Ni mentalmente ni físicamente eres competencia, si te portas bien dejaré que me sirvas-.
-¿Servirte?, antes muerta-, le espetó lanzándole un ataque mental.
La fuerza de su mente, era al menos equivalente a la de la negra. Sin que las contendientes se dieran cuenta, reforcé las defensas de Makeda. Esta contraatacó con violencia, mandándole imágenes de la rubia siendo usada por una tribu africana. La repugnancia que sintió, la hizo perder parte del resuello, y con la respiración alterada, vomitó sobre la alfombra.
Veo que te gustan mis compatriotas, quizás después de usarte, te vendamos a un jefe tribal, las rubias se cotizan caro-.
Aun sabiendo que la había vencido, el orgullo de Thule le obligó a actuar a la desesperada, y sin importarle que ocurriera le lanzó una patada al estómago. Makeda había previsto el golpe, por lo que no le resulto difícil el esquivarlo, dándole a la vez un derechazo que la noqueó en el suelo.
Pacientemente esperó a que recuperara el sentido, y nada mas hacerlo, le dio unas mordaza para que se la pusiera.
-Mientras digas bobadas, prefiero no oírte-.
La germana, que por segunda vez en su vida se había encontrado a alguien que le mojara la oreja, estaba desolada, y sin fuerzas para oponerse, no tuvo mas remedio que sumisamente colocarse el bozal en la boca, pensando que así no se prolongaría su castigo. Pero Makeda tenía otros planes, y soltándole un tortazo le exigió que se pusiera a cuatro patas sobre la alfombra. Acercándose a la pequeña cocina de la habitación, cogió un plátano del frutero y sardónicamente le dijo:
Vamos a ver como se come la fruta el mono-.
Thule se empezó a quitar la mordaza para ser obligada a comérselo. La negra se lo impidió, gritándole que nadie le había dicho que lo hiciera.
Son tus otros agujeros los que van a devorarlos-, le dijo suavemente, y sin piedad se lo incrustó en su sexo.
Sin poder gritar, se retorció al sentir como era violada su cueva. Intentando zafarse del correctivo, se trató de levantar, pero usando mi poder se lo impedí, dejándola indefensa en manos de mi pareja. Dos lágrimas surcando sus mejillas eran el único efecto visible de su humillación.
Makeda prosiguió con su tortura, sacando y metiéndolo, mientras que con su mano libre azotaba brutalmente su trasero. Poco a poco, fue cediendo la resistencia a la intromisión, lo que propició que la negra, ordenando a Thule que fuera ella misma la que con sus manos maniobrara con el banano, se levantara a terminarse la copa.
-¿Qué te parece?-, me preguntó señalándome a la muchacha, –Creo que es hora que use uno de tus artilugios, ¿no?-.
Tuve que sentarme para no caerme, de la risa que me entró al saber a que se refería. Nuestra presa se retorcía en el suelo, con su culo adolorido y rozado, mientras la negra mecánicamente se ponía uno de los instrumentos.
Me daba hasta pena saber, lo que le esperaba a Thule. Makeda se desnudó antes de ponerse un siniestro arnés en la cintura, que disponía de dos penes, uno pequeño que estaba diseñado para ser introducido en la vagina de quien lo portara y uno gigantesco para la víctima , que dejaba mi propio sexo en ridículo por su tamaño.
Eres un cabrón, podías haber comprado uno sencillo-, me dijo mientras se masturbaba para colocárselo sin dificultad.
Abriéndose de piernas se lo metió hasta el fondo antes de ajustarse las correas. Como por arte de magia, sus pezones que hasta entonces habían permanecido en letargo se erizaron y dándome un beso me susurró al oído:
-En cuanto acabe con ella, ¡vendré a por ti!-.
Ni se te ocurra venir sin quitarte antes esa mierda, recuerda que tengo otras maravillas que puedo usar contigo-, le contesté con una amenaza nada velada.
Soltó una carcajada al escuchar mis palabras, y centrándose en su objetivo cogió un aceite que había en la bolsa del sex-shop. Echando una buena cantidad sobre su ojete, le introdujo un dedo masajeando los músculos circulares de su ano. Thule al sentir la intromisión protestó, pero al darse la vuelta, y ver el enorme aparato con el que iba a ser penetrada, supo que jamás en su vida iba a recibir un dolor semejante y que no había modo de librarse de el.
Makeda se lo tomó con tranquilidad, no cejó en menear el dedo en el interior de la muchacha, hasta que entraba y salía sin dificultad, y entonces y solo entonces hizo que un segundo le acompañara en su misión. La propia etiope sintió que ella no era indiferente al tratamiento y su cueva se fue encharcando a la par de la germana. Excitada se empezó a retorcer sobre el cuerpo de la muchacha, y mientras le introducía el tercer dedo, la humedad hizo su aparición en su escote, gruesas gotas de sudor recorrían su cuerpo bajando por sus senos.
Thule que se penetraba brutalmente con el plátano, en respuesta al deseo que la inundaba, estaba esperando lo inevitable. Makeda no se hizo esperar, y poniendo la cabeza del enorme falo en su ojete, de un pequeño golpe forzó su entrada. La muchacha se estremeció por el dolor, la mordaza le impedía gritar pero aún así gemido inarticulados salieron de su garganta al continuar la negra con su penetración. Lentamente, centímetro a centímetro fueron desapareciendo en su interior toda la extensión del latex, derribando todas sus defensas.
Makeda dejó que se acostumbrara a sentirlo antes de comenzar una cabalgada sin freno sobre la indefensa muchacha. En ese instante del partido, decidí que quería oír a Thule gritando, y acercándome a su cabeza, la despojé del bozal. Cual sería mi sorpresa cuando habiendo terminado de quitárselo, la muchacha malinterpretando mis intenciones, me bajó el cierre de mi bragueta, liberando mi miembro. Con un rictus de sufrimiento en su rostro abrió su boca, y con suavidad se introdujo toda mi virilidad dentro. Sus labios absorbieron toda mi piel, de igual forma que su culo y su sexo habían devorado los instrumentos de su violación, y con los tres agujeros llenos se corrió retorciéndose sobre la alfombra.
En ese momento, la lujuria nos había poseído por completo, y viendo que la germana se había desplomado por el agotamiento, llamé a mi lado a la otra mujer, y desanudando el arnés de su cuerpo, la cogí en brazos y en volandas la deposité sobre la cama.
Iba a tomarla, subiéndome encima Makeda, cuando la escuché decir que esperara un momento. Molesto por el retraso, observé como levantándose del colchón, iba por la rubía y cogiéndole de los pelos, le dijo:
Quiero que observes como mi dueño, toma a su sierva-.
Y volviendo a mi lado, me hizo tumbarme, y sin mas explicaciones se fue introduciendo toda mi extensión sin dejar de mirar a los ojos a la muchacha. Estaba empapada, su sexo me acogió con lentitud en su interior, pude sentir cada una de sus rugosidades y pliegues al irse apoderando de su cavidad. Cuando se notó totalmente llena, y mi glande ya chocaba con la pared de su vagina, sus caderas iniciaron un pausado baile, que se fue incrementando hasta convertirse en un carrera desenfrenado. Sus pechos rebotaban al compás de su galope, cuando sin sacarla se dio la vuelta dándome la espalda, y con crueldad le gritó a Thule:
-Cómete este negro coño-
Algo había cambiado, lejos de sentir reluctancia por hacerlo, se acercó y vorazmente empezó a torturar su clítoris con la lengua, bebiéndose todo el flujo que salía de la cueva de mi concubina. Esta no pudo soportar la excitación de ser penetrada y mamada a la vez, y gimiendo su placer a los cuatro vientos, se retorció como una puta corriéndose sobre mis piernas, pidiéndome que me derramara dentro de ella.
Pero mis intenciones eran otras, y con mi erección en su máximo esplendor, me puse de pie diciendo a la alemana:
-¿Qué eres?-.
Bajando la cabeza, y con su rostro colorado por la vergüenza me contestó:
-Ganado-
Explorando su mente, percibí su total sumisión, y como estímulo a su nueva actitud, le premié con un solitario orgasmo. Cayó de rodillas, cerrando sus piernas en un intento de conservar para si las sensaciones que la estaban poseyendo.
-¿Quién es ella?-, le pregunté señalando a la negra que alucinada nos observaba.
Mi maestra-.
Nuevamente la premié, satisfecho por su contestación. La rubia gimió al sentir como naciendo de su nuca, una descarga eléctrica, desbordando sus sentido, le anegaba de placer todo su cuerpo.
-¿Y quien soy yo?-.
-¡No lo sé!-, me respondió llorando,-Mi amo, mi dueño, mi señor-
-Te equivocas y aciertas a la vez, soy mas que eso, soy tu futuro, tu presente y tu pasado. Has nacido para servirme, eres una pieza de un engranaje que todavía no llegas a entender, y tu destino esta irremediablemente unido al mío.¿Aceptas tu nueva condición?-
-Si-, me respondió, y en su mente percibí su sinceridad.
Entonces, desde este momento serás conocida por nuestra estirpe como Thule Song, segunda concubina de Trastamara-, y recogiéndola del suelo, llevándola a la cama le dije:-Descansa-.
No, por favor-, me dijo con lágrimas en los ojos,- Tómame, quiero ser tuya-.
-No puede ser, primero mi esposa debe de aceptarte-, le contesté apenado por que la idea me atraía.
-Si es imposible, permíteme al menos que te sirva-, y sin mediar palabra se apoderó de mi sexo con su boca, mientras que sus manos asía la base buscando mi placer. Makeda que hasta entonces se había mantenido en un discreto segundo plano, la besó en el cuello diciendo:
-Hermana, deja que seamos las dos quienes lo hagan-.
Y de esa forma dos bocas, dos lenguas y cuatro manos, se turnaron buscando mi placer, mientras entre ellas una profunda unión crecía, derribando todas sus creencias. Eran demasiados los estímulos, por lo que con rapidez mi cuerpo explotó derramándose sobre mis hambrientas mujeres, que recibieron el néctar de mi simiente, devorando hasta la última gota.
Era tarde, al día siguiente teníamos que mucho que hacer, y mi propio cansancio hizo que poniéndolas cada una a un lado, les exigiera que se tumbaran a dormir. Al contrario que las dos muchachas, yo tardé en conciliar el sueño, era enorme mi responsabilidad y la tarea que tenía que asumir. Imágenes del futuro cercano inundaban mi mente, mientras ellas roncaban a pierna suelta pegadas a mi cuerpo.
Durante toda la noche se sucedieron pesadillas y alucinaciones, en las cuales se producían diferentes tipos de rebeliones por parte de los humanos contra los que en mi sueño eran sus legítimos dirigentes, y que no eran otros que mi estirpe, los titanes. El denominador común era el régimen despótico con el que subyugábamos a la humanidad.
Cuando el sol hizo su aparición en el horizonte, yo ya estaba levantado preparando lo que iba a ser ese día. La realidad se fue desperezando de su letargo mientras mi actividad se multiplicaba. Después de contactar con el cardenal, y explicarle como había ido la captación de Thule, me comentó que Xiu físicamente estaba bien pero que psíquicamente no podía soportar mi ausencia. Me dolió escuchar como mi mujer estaba desesperada al no poderme ayudar, por lo que antes de colgar con él, ya había decidido el llamarla. Pero cuando le expuse mi decisión, él rotundamente se negó a que lo hiciera diciéndome que eso solo serviría para profundizar su pena, y recalcándome que teníamos una misión y que esta era lo importante.
-Ya he contactado con tres titanides, ¿qué mas quiere de mi?-. le contesté claramente enojado por su supervisión. Sabía de antemano su respuesta pero aun así esperé que me lo confirmara.
Debes de sentar las bases del mañana, de nada sirve si no creas una estructura de poder, y si no perpetuas tu linaje-.
El maldito viejo tenía razón, mi simiente debía de germinar en los vientres de mis mujeres mientras fundaba entre tanto una organización que diera sustento y que sobretodo proporcionara los cimientos con los que alcanzar el gobierno en los distintos países.
Tenía a mi disposición la organización secreta del sacerdote, y el partido de paneuropeo de Thule. Era un inicio, pero ambos tenían sus defectos, uno estaba demasiado enfocado a la religión y el otro tenía connotaciones racistas.
Fue el propio anciano quien me dio la solución, si al partido de extrema derecha le quitaba los flecos nazis e incorporaba centristas de gran renombre que secretamente militaban en la “espada de Dios”, podíamos conseguir que en un periodo corto, Thule o sus lugartenientes se hicieran con Alemania, el mayor país de la unión europea.
¿Y esos prohombres se incorporaran al proyecto?-
-A los que no quieran, ¡los convenceremos!-, e iluminándose su rostro al continuar me dijo: -¡Imagínate un mitin!, ¡con todos los titanes manipulando al auditorio!, ¡seríamos invencibles!-
No me costó hacerme a la idea, y un escalofrío recorrió mi columna al hacerlo. Adelantándose a la conversación había preparado un reunión para refundar el partido, dos días mas tarde en la finca de la secta.
Me sentía manejado por Augústulo, durante años había estado preparándose para asaltar el poder. Solo la avanzada edad del viejo, me hacía concebir esperanzas de poder sustituirle en un futuro cercano, pero mientras tanto iba a aprender de su experiencia. Quizás por eso esperé que se levantaran las muchachas, y explicándoles los planes, pedí a Makeda que informase a Xiu de los avances, mientras Thule contactaba con sus lugartenientes principales y los citaba para la reunión.
A la etiope no le gustó la idea de volar a Madrid, según ella mi esposa había sido clara al respecto, su papel era el de estar conmigo, y no el de servir de mensajera. Tuve que explicarle que yo no podía confiar en nadie mas para vencer su reluctancia a hacerlo, pero aun así me obedeció refunfuñando. Descubrí en sus reparos una cierta dosis de celos provocados por que me quedaría solo con la alemana.
En cambio Thule no cabía de gozo, por lo que significaba no tanto por el hecho de no tener que compartirme con nadie sino por el horizonte que se le abría al ser la titánide elegida para ser la cabeza visible de la organización. Ya se veía como la presidenta de una Europa unida y fuerte bajo su mando, por lo que tuve que recordarle que ella era un peón y que el máximo responsable era yo. De triunfar en nuestra misión, en cada uno de los continentes habría en unos años un titán dirigiendo y por encima de ellos, estaría mi persona coordinándolos en la sombra.
El desayuno fue atípico, con tres actitudes claramente diferenciadas, a la circunspecta y enfadada de Makeda se contraponía la euforia de la rubía, manteniéndome yo en un plano equidistante de ambas, preocupado por la carga que iba a asumir. Al despedirnos, les pedí que se mantuvieran en contacto por si había un cambio de ordenes, y cogiendo un taxi me dirigí hacia la capilla palatina de Aquisgrán, que era la iglesia donde el hombre del cardenal era el párroco.
Esta iglesia que cuando fue construida por Carlo magno, formaba parte de su palacio, es uno de los edificios de estilo carolingio mejor conservados del mundo, siendo su decoración gótica con grandes influencias bizantinas. Se cuenta en los ámbitos académicos que gran parte de los libros de la biblioteca personal del emperador, se conservan todavía en su interior. Pero mi intención no era buscar un documento de entonces, sino encontrar cualquier tipo de legado de su bisnieto Hugo de Lotaringia, primer espécimen de la rama alemana.
El padre Klaus me esperaba en la vicaría. Me sorprendió por su juventud y fortaleza, si no fuera por el alzacuellos hubiese podido pasar por un jugador de rugby en activo. Sus dos metros y sus cien kilos le dotaban de una apariencia de oso, que no cuadraba con la enorme capacidad intelectual que me demostró ese día.
Tras las típicas presentaciones, durante las cuales se comportó solícito pero en el fondo cauto, le interrogué sobre la mítica biblioteca. Al cura se le cambió el semblante al escucharme, sus buenas maneras desaparecieron al instante, y excusándose me informó que para que el pudiera enseñarme ni siquiera los libros sino la ubicación de la misma, debía de tener un permiso especial por parte del Vaticano.
Llame a cardenal Antonolli, el le dará la autorización-, le contesté seguro de que la obtendría.
Escamado por dejarme solo dentro del templo sin ninguna supervisión, se metió en su despacho para llamar a su superior. Mientras tanto me entretuve viendo el interior. Es un templo singular formado por una nave octagonal circundado por otras ocho, que forman entre todas un hexadecagono. Sus arcos de medio punto y sus columnas corintias sostienen una de las mayores cúpulas de su tiempo. No hay que olvidar que la Capilla Palatina de Aquisgrán fue el más claro exponente artístico del poder político alcanzado por Carlomagno, al frente del Imperio Franco a principios del siglo IX. Como una expresión del ideal imperial de Carlomagno, la capilla fue decorada con suntuosos mosaicos, mármoles y bronces. Y seguía doce siglos mas tarde muy bien conservada.
Estaba estudiando un fresco de la nave principal cuando con cara de pocos amigos salió Klaus a mi encuentro.
Tengo obligación de mostrarle todo lo que usted desee-, me dijo. No me pasó desapercibido, que no dijera “permiso” sino “obligación”, de manera consciente o no, me había revelado su disgusto por hacerlo.
Le seguí al sótano sin contestar su insolencia, de nada me hubiese servido el hacerlo, y quizás hubiera empeorado la ya deteriorada actitud del sacerdote. Según la información turística la iglesia tenía un solo sótano, pero descubrí la falsedad de su afirmación ya que a modo de catacumbas, del primer sótano salía un segundo y hasta un tercero.
El trayecto sinuoso se prolongó durante minutos, hasta que entrando a una bella capilla subterránea, tras el altar me enseñó una puerta de madera, que de no haber quitado un tapiz, hubiese pasado desapercibida.
-¿Qué es lo que quiere revisar?-, nada mas entrar me pidió el padre.
No se si fue intuición o un salto al vacío, pero contestando al cura le dije:
-Tengo entendido que tienen una copia del verdadero testamento de Hugo de Lotaringía-.
-¿Busca acaso el diario de el bastardo loco?, de ser así le tengo que informar que no tenemos el original solo una copia, y una traducción al alemán.
Me resultó extraño que un documento tan antiguo, hubiese salido sin una buena justificación de ese lugar, pero recapacitando me di cuenta que debía de ser obra del cardenal, por eso no hice hincapié en el asunto y en cambio le pregunté por el calificativo dado al supuesto titán.

Estaba como una cabra, en su diario justifica la perdida del imperio, hablando de una maldición que ha recaído sobre el y su hijo. Sostenía que durante su principado se había excedido usando un supuesto poder, y que como reacción sus tíos y demás familiares se habían unido en su contra despojándole de sus derechos-.

-Pobre hombre-, le contesté,-¿y que fue de él?-
-Según sus escritos se pasó el resto de su vida persiguiendo a toda mujer que se ponía a su alcance hasta que su hijo lo recluyo en un monasterio donde terminó siendo el abad-.
-¿Me puede dar una copía de la traducción?-
-Si claro, desde que lo traduje, usted es el segundo que me pide leerlo, y ya le digo que son solo incoherencias de un paranoico-
-¿Quién fue el otro?-
-El cardenal …. -, me respondió antes de darse cuenta que había cometido una indiscreción. Pero para mi fue suficiente, por que había confirmado mis sospechas que fue el propio Antonolli quien se había apropiado de los originales.
Volviendo a su despacho, me pasé tres horas leyendo la traducción, tomando notas y analizando no lo que teóricamente decía, sino lo que realmente quiso decir su autor. Hay que tener en cuenta que entonces, aunque no existía formalmente la Inquisición, ya que se fundó en el siglo XII para combatir la doctrina albigense, no se puede negar que lo podrían considerar endemoniado o seguidor del diablo si revelaba claramente su don.
No me cupo duda de que era un titán, pero lo que mas me interesó fue como se quejaba de su hijo, el cual se negaba a usar su herencia y que solo la aprovechó para encerrarlo en el convento. Le llamaba cobarde, mujercita sin virilidad y otros dulces apelativos, que hubiesen sonrojado a los nobles de su tiempo. Bonita relación parental la suya, un padre enclaustrado y un hijo desagradecido.
Sabiendo que no tenía nada mas que hacer en ese lugar, despidiéndome del cura salí del templo sin ninguna dirección, y con la intención de dar un paseo me dirigí hacia sus famosa fuentes termales. Como ya eran las dos y el hambre me pedía comer, decidí hacer un descanso antes de llegar a ellas en un restaurante de la zona. Fue entonces cuando recibí la llamada de Makeda, donde me informaba que había llegado bien a su destino. Sobre Xiu me dijo que la había encontrado muy mejorada, pero que le dolía no estar conmigo.
Sobre si había aceptado a Thule o no, fui yo quien sacó el tema, porque a ella se le había pasado el mencionarlo. Con tono serio me explicó como ella había descrito nuestro encuentro a mi esposa, y que esta después de analizar su relato, la había despachado diciendo que si yo creía que estaba lista, que ella lo aceptaba. Le pedí que me pasara con ella, pero siguiendo las ordenes que tenía se negó aduciendo que estaba cansada y que era mejor no hacerlo. Y poniéndose pesada y sentimental me dijo:
Te echo de menos, pero mañana llego a las diez, así que te veré pronto-, colgándome el teléfono sin dejarme insistir.
Pensando que cada día que pasara era uno menos para volver con Xiu, me enfrasqué en observar a la concurrencia. Exceptuando a unos cuantos turistas, la gran mayoría de los presentes eran alemanes de pura cepa, escandalosos y divertidos lejos del tópico de hombres serios y cuadriculados. La camarera iba y venía recorriendo las mesas, llevando en cada mano cinco jarras, “menudos bíceps” pensé al ver la facilidad con la que portaba semejante carga. Y relajado por la cotidianeidad del lugar, disfrute realmente de un buen rato comiendo y poniéndome hasta las cejas de cerveza.
Bastante alcoholizado, o siendo menos fino, bastante borracho, cogí un taxi dirección al hotel. Nada mas entrar a la habitación, tumbándome en la cama, me quedé dormido.

Desperté al oírla entrar, viendo que estaba en la cama, se quedó mirándome desde los pies de la cama, dudando si despertarme o no. En ese momento abrí los ojos, su indecisión me recordó que estaba en mi poder, y que la mezcla de miedo y respeto que me tenía, la obligaba a esperar mis órdenes. La sensación de poder me produjo una excitación indescriptible. Y alargando ese momento, le obligue a mantenerse quieta, parada, mientras lentamente me desnudaba ante sus ojos. Sus pupilas se dilataron por lo que significaba, iba a consumar nuestra unión y quizás producto de nuestra lujuria de su vientre naciera una nueva especie.
Vi como sin percatarse de su reacción, pasó la lengua por sus labios, al verme despojarme de mis pantalones, y solo el que no le hubiese dado permiso, evitó que se abalanzara sobre mí. El escote de su camisa, me deja entrever sus pechos y como una gota de sudor recorría el canalillo de sus senos. Un río recorriendo un profundo cañón, no hubiera hecho mayor ruido que su corazón latiendo desenfrenadamente por el deseo.
Cuando lascivamente, mirándole a los ojos, me quité el bóxer que llevaba y agarrando mi sexo entre mis manos, se lo enseñé diciéndole que es suyo, Thule, sin que yo se lo hubiese pedido pero aleccionada por el pasado, se arrodilló en el suelo y reptando sobre la cama, se acercó a tomar posesión del mismo.
-¿Que haces que no estas desnuda?-, le pregunté.
Si contestarme se desvistió con rapidez, ante mi mirada. Me excitó verla tan sumisa, tan receptiva a todos mis caprichos, por eso la recibí con un beso posesivo, mordiéndole cruelmente sus labios, mientras ella se retorcía por el placer.
Olía a hembra en celo, a una dama reconvertida en esclava, que deseaba ser tomada por su amo. Sabiéndolo, me entretuve alargando los preliminares. Tumbándola a mi lado, exploré su piel sin dejar de decirle que no se merecía ser mi concubina, y que solo por nuestra misión iba a consentir que lo fuera. Desesperada, buscó callarme, bajando por mi cuerpo, mientras su lengua jugaba con el pelo de mi pecho.
-Cómeme-, le ordené.
Lentamente, su boca descendió por mi ombligo y metiéndose entre mis piernas se apoderó de mi sexo. Una placentera humedad fue absorbiendo mi extensión. Noté como apretando mis testículos con una mano, con la otra buscaba su climax masturbándose. No le había dejado hacerlo, pero la calentura que me dominaba me impidió reprenderla, y escuchando como se derretía gritando, quise probar el flujo de su cueva.
-Dámelo-, le exigí. Thule no sabía a que me refería, y petrificada se quedo quieta, buscando una explicación. –Eres boba hasta para esto-, le grité, mientras le daba la vuelta.
Me encantó el sabor dulzón de su coño, cuando separando los labios del mismo introduje mi lengua por su agujero y usándola como cuchara recogí parte del caudal que manaba de su interior. La muchacha recibió mi intromisión como un torpedo bajo su línea de flotación, y se inundó entre gemidos, al ser incapaz de achicar el torrente que salía de su rubio y pulcramente depilado sexo.
Desbordada por la pasión, se corrió en mi boca, gritando en alemán soezmente, rogándome e implorándome que la penetrara. A diferencia de la etiope, al llegar al climax, abrió su mente, sin explorar la mía, de forma que descubrí que en su interior la traición afloraba por todos sus poros. Echo una furia, se lo recriminé y obligándola a levantarse, le exigí que abriera la bolsa con los instrumentos del sex-shop, sacara de su interior unas esposas y un látigo con los que la iba a castigar.
Lloró de angustia al verse descubierta, pero dócilmente obedeció mis órdenes, recogiendo lo que le había pedido. Nada mas tenerlo en mis manos, de una fuerte cachetada la tumbé en la cama, y atándola al cabecero empecé a azotarla. Sus gritos debían oírse desde el pasillo, pero me dio igual, sin importarme los más mínimo infligí una durísima reprimenda a la mujer. Y solo cuando de sus nalgas, hilos de sangre producto de los latigazos recibidos, recorrían sus piernas manchando las sabanas, solo entonces me permití el cesar con la misma.
Seguía enfurecido por la forma que me había engañado, pero también era consciente de que no debía de proseguir el castigo porque iba a terminar marcándola permanentemente en un sitio visible y encima al día siguiente debía de estar presentable ante nuestros futuros partidarios. Por eso, meditando sobre el tema me vestí y saliendo de mi cuarto, la dejé atada y adolorida gimiendo por el dolor y el no conocer que le deparaba el futuro inmediato.
Tardé dos horas en volver, y cuando lo hice, llegué acompañado. Me escoltaba la dueña de una tienda de tatuajes que encontré en el centro, una pequeña francesa de unos veinticinco años, a la que tuve que esperar que cerrara el local, para que me acompañara. En la mente de Thule leí desesperación y arrepentimiento. La tortura de verse esposada en una habitación vacía, al alcance de cualquier persona que hubiese entrado en el cuarto, le hizo meditar sobre las razones que me habían forzado a dejarla en esa posición. Con todo el rimel corrido, su rostro mostraba un padecimiento espantoso.
-¿Qué pasa aquí?-, me preguntó Claire, alarmada al ver el estado de mi victima.
-Es parte de un juego, ¿verdad cariño?-

Asintiendo con la cabeza, la rubia confirmó mi versión. No pudo protestar, aunque lo intento, su garganta fue incapaz de emitir ninguna queja, tras lo cual solo le quedaba esperar el ser usada. Mas tranquila, la mujer me pidió una mesita para ir acomodando los instrumentos que necesitaba. Despejando el mueble que había al lado de la cama, le ayudé a colocar la maquina y las diferentes agujas que iba a usar.
Thule nos miraba, sin hablar. En su fuero interno, estaba aterrada, pero exteriormente nada revelaba que no estuviese de acuerdo con lo que íbamos a hacer.
-¿Cuál es el tatuaje que quiere que le grabe?-
-No es un dibujo, es un texto-, le respondí escribiendo en un papel lo que quería.
-Bien, veamos donde desea que lo ponga-, me contestó mientras en forma totalmente profesional fue reconociendo en que lugar sería mas sencillo el tatuarlo. Obligó a la muchacha a darse la vuelta sobre el colchón, y al ver la piel de sus nalgas, me dijo:-Es una pena, mire. El mejor sitio hubiese sido este, pero en este estado es imposible-. Y sin darle importancia, con la mano abierta le azotó el trasero, ordenándole: -Ponte, boca arriba-.
La pobre germana obedeció sin rechistar, y mecánicamente se tumbó en la cama, dejándonos visualizar la parte frontal de su cuerpo.
-Creo que quedará sexi, aquí-, me informó señalando la zona entre el pubis y el ombligo, -Habrá que afeitarlo para trabajar mejor la zona, Lo mejor es hacerlo con maquinilla para evitar infecciones, pero si quiere lo depilo con cera-.
-No hace falta-, le contesté ahorrándole un sufrimiento innecesario.
Bueno, entonces voy a cambiarme al baño, no quiero mancharme la ropa-, me dijo, recogiendo su bolso, y entrando al baño, nos dejó solos en el cuarto.
Thule, con la intención de que me apiadara de ella, se intentó disculpar, pero ni siquiera la escuché, y sirviendo me una copa esperé que la francesa saliera del servicio.
Cuando lo hizo, venía vestida con una bata blanca de enfermera, que la dotaba de un aura de asepsia y pulcritud que me gustó. Sin espera mi permiso, se puso a afeitar la entrepierna. Primero le puso crema, la cual extendió generosamente sobre la piel, para acto seguido empezar a recorrer con su cuchilla sus labios inferiores.
Indefensa soportó todas las maniobras de Claire, y en pocos minutos su sexo carecía de cualquier tipo de vello. Me recordó al de una niña, lampiño y rosado, como si todavía fuera virgen. Satisfecha por el resultado, la francesa introduciéndole un dedo en su concha, comprobó que estaba húmedo, y riendo me informó:
Tu perrita está cachonda, será mejor que la ate apropiadamente para que no se mueva-, y mirándome me preguntó si podía.
Fue entonces, cuando caí en que la mujer quería participar en el juego, y que debajo de su bata, estaba desnuda. Excitado por la perspectiva de tirarme a esa tía, mientras la otra observaba le di mi autorización. Claire debía de ser una experta en el sado, porque cogiendo una cuerda de la bolsa del sex-shop, le ató las muñecas por la espalda y uniéndolas a sus tobillos la inmovilizó, momento que aprovechó para pellizcar con dureza sus pezones. Thule gimió de dolor al sentir la tortura, pero a la vez se dio cuenta que se estaba excitando y mas cuando se vio forzada a abrir las piernas en esa posición tan forzada.
La francesita desinfectó con alcohol, no solo la zona que iba a tatuar sino también las adoloridas nalgas de la mujer. Esta al notar el escozor de su trasero gritó implorando que la soltáramos, solo recibiendo como contestación un tortazo que hizo brotar sangre de su boca. Teniéndola expuesta e indefensa, encendió la máquina y colocando las agujas comenzó con el tatuaje.
Poco a poco, fueron aflorando las letras del mensaje que quería que llevara en su piel como recordatorio. Palabras que hablaban de su traición. Cada vez que Claire terminaba de esbozar un signo, con su lengua borraba cualquier rastro de la tortura a la que la estaba sometiendo, sin caer en que esos lengüetazos no solo estaban excitando a la alemana, sino que me estaban poniendo a mil.
Ajena a todo ello, seguía tatuando letra a letra mi venganza, las agujas iban grabando con brillantes colores la superficie de la epidermis de mi victima, mientras su dueña sentía que un calor irrefrenable se iba apoderando de su cuerpo. Solo se percató de ello cuando habiendo terminado, del pubis de la muchacha, totalmente depilado brotó un río de placer. Al darse la vuelta y ver que bajo mis boxers una erección revelaba mi calentura, colorada por su propia excitación, me dijo:
-¿Me puedes ayudar?-
-Si claro, ¿qué quieres que haga?-, le respondí acercándome a ella.
Cogiéndome fuera de juego, sin hablar me despojó de mis calzoncillos. Mi pene totalmente erecto, la golpeó en su mejilla, pero ella lejos de molestarse, asiéndolo con ambas manos se lo introdujo en la boca. Fue una felación salvaje, su lengua jugaba con mi glande mientras ella, bajando su mano a su propia entrepierna, se masturbaba con dureza. Su cabeza seguía el ritmo de sus manos, sacando y metiendo toda mi virilidad en busca del placer mutuo. Cuando habiendo conseguido su objetivo y en breves pero intensas sacudidas llené su boca con mi semen. Claire se levantó y acercándose a Thule forzó sus labios, y con un beso cruel depositó mi simiente en su garganta.
-Ves niña, ¡así es como se mama!, ahora te dejaremos ver como un macho se folla a una dómina-, le gritó colocándola a un lado del colchón, para que fuera testigo de nuestra lujuria sin estorbarnos.
Me pidió que me tumbara, pero antes de unirse a mi, cogiendo un enorme vibrador se lo incrustó en su sexo, preguntándome:
-¿Te parece que disfrute ella también?-.
-No hay problema, pero aprovecha para ponerle la mordaza, para que no hable, y unas pinzas en los pechos, para que sufra a la vez-.
No paró de reírse, mientras se las ceñía en los pezones.
O nos damos prisa, o esta puta se va a correr antes que nosotros-, me susurró al oído al escuchar como Thule gemía en voz baja de placer a nuestro lado, y sin mas preparativos alzándose sobre mí, se fue empalando lentamente…..


Dos horas más tarde, Claire se fue. Fue imposible que aceptara que le pagase por el tatuaje. Se consideraba mas que satisfecha con la sesión de sexo que le habíamos brindado entre los dos.
En cuanto se hubo ido, liberé a Thule de sus ataduras. Nada quedaba de la hembra orgullosa y traicionera que había sido en el pasado, sometida y vejada había descubierto su vena sumisa, después de toda una vida dominando. Por eso en cuanto le quité la mordaza de la boca, le dije :
-¿Qué voy a hacer contigo?-.
Debió de pensar que la iba a echar, y la perspectiva de quedarse fuera de todo lo que significaba, hizo que hincándose a mis pies, me pidiese llorando que la perdonase, que había aprendido la lección. Estaba desesperada, abriendo su mente me pidió que verificase su sinceridad. No hacía falta, ya había la explorado y esta vez decía la verdad. Nunca volvería a traicionarme, no era una cuestión de miedo, sino de dominio, me había retado y había perdido, ahora me pertenecía.
Por eso cuando cogiéndola del brazo la llevé al baño para que leyera la frase grabada en su piel, no pudo más que aceptar su destino. En grandes letras sobre su pubis, se podía leer:

“Esta zorra y su vientre son propiedad de Trastamara”.


 
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